Hoy toca sesión doble. Por el mismo precio. Y pagando lo mismo. Y, lo que es peor, servidor cobrando lo mismo. Estoy explotado. La culpa es de Carod, seguro... ¡Zapatero dimisión! Vamos pallá.
Un día tendremos (tendremos. En plural. ¿Se me oye, jefa?) que escribir un post acerca de la fuerte carga iconográfica que ha tenido el tren en la historia del cine, y todo lo que tiene a su alrededor este medio de transporte, comenzando por “Breve encuentro” o “Extraños en un tren”... pasando por, por ejemplo, “La camionera está como un tren” (existe, lo juro), o la primera de las dos películas que forman el díptico del irregular pero interesante Richard Linklater sobre el que me dispongo a desvariar acto seguido: “Antes del amanecer”. El ferrocarril que nos ocupa es un Eurorraíl en el que vemos a una pareja discutiendo en alemán. Ni nosotros (los pobres ignorantes que no hablamos el idioma de Hermann Hesse y Herta Frankel) no les entendemos, ni ellos se entienden. A causa de ello, Celine (Julie Delpy), una joven estudiante francesa, se cambia de asiento, se encuentra con Jesse (Ethan Hawke), un joven etcétera americano, y al momento salta la química entre los dos. Tal es así que al bajarse Jesse en Viena para coger un avión a Usalandia a la mañana siguiente, le pide a Celine, que va camino a París, que se baje y le acompañe hasta la salida de su vuelo. El acercamiento de ambos corazones a través de la conversación (Linklater convierte a Rohmer en un director de cine mudo; los diálogos, sin embargo, son ágiles, inteligentes y naturales como un yogurt en vaso de cristal) y de un sutilísimo lenguaje gestual y corporal (la mirada imperceptiblemente dubitativa de Celine al bajarse del tren, los amagos de caricia que le lanza tímidamente Jesse al comienzo) nos delata una auténtica pasión mutua que Linklater tiene el buen gusto de no banalizar en ningún momento con excesos de melodramatismo y blandenguería (pecados capitales de la comedia romántica de varios lustros hacia acá). Pasión que, curiosamente, se palpa en el aire a partir del primer momento de silencio que comparten (sí, el amor es saber compartir silencios), en la cabina de una tienda de discos, escuchando “Come here” de Kath Bloom. A través de diversos encuentros con personajes del underground vienés (Viena, notablemente retratada, es un personaje más del filme), y de inacabables duelos de esgrima dialéctica (esa guerra de sexos que acabará nunca), se va fraguando la insólita relación sentimental con data de caducidad entre ambos. Y no sólo eso, si no que además asistimos a un certero retrato generacional de la juventud post-adolescente del momento: son dos personajes a la búsqueda de objetivos, acomodados a su pesar (ojo a la conversación en el Prater sobre sus padres), algo soberbios y haciendo gala de una demagogia muy propia de su edad. A la mañana siguiente, una promesa de volver a verse en seis meses en la misma estación de tren en la que se despiden le proporciona un final abierto al filme, que finaliza con un nuevo y veloz recorrido por los rincones de la ciudad por dónde han cimentado su efímera relación Jesse y Celine: Viena ha sido testigo mudo de una hermosa historia de amor. Nueve años después...
Nueve años después, y ya con la decisiva participación de los dos actores (aún no lo he comentado, pero ambos están sublimes: su química, su interactividad, son extraordinarias, descomunales) en el guión, Richard Linklater ve la apuesta y la mejora con “Antes del atardecer”, en la que los dos personajes se reencuentran en París, en la presentación del un libro de Jesse... que narra los hechos acaecidos nueve años atrás, aunque disfrazados de ficción. Hay que decir que el filme, y desde luego no es casual, comienza exactamente como finaliza el primero: con un rápido periplo por los lugares que a continuación visitarán nuestros dos protagonistas... Jesse y Celine aclaran lo que pasó seis meses después de su primer encuentro (uno de ellos no fue a la cita), y después de un primer momento pelín violento, ipso facto agarran el acelerado ritmo verborreico de antaño. Fuera de la logorrea, hay algunas diferencias importantes con respecto al primer film: la historia se nos cuenta en tiempo más o menos real (y no es mucho; en hora y cuarto se despacha la película) (con eso David Lean tenía para un trailer, como mucho); y hay una cierta progresión dramática, y no sólo por el elemento de tensión que supone el hecho de que Jesse esté a punto de coger un avión hacia Nueva York mientras charlotea con Celine (hoy en día, con tanto registro a la entrada en los aeropuertos, ya lo habría perdido antes de empezar la película). Hay una evolución en el cómo se muestran el uno al otro, desde una cierta fingida felicidad al inicio (el otro no puede ser más feliz que tú), hasta un tránsito por un escepticismo muy treintañero a la hora de definir las relaciones sentimentales (tanto las propias como las ajenas), y finalizando con la explosión de sinceridad de una lúcida a la vez que neurótica y contradictoria (y con plena consciencia de ello) Celine, que arrastra a Jesse a confesar sus miserias matrimoniales y románticas. El lado oscuro de la madurez, pequeñuelos: es muy duro aprender a manejar la decepción. Una vez despojadas ambas cebollas de sus capas, Jesse descubre que no sólo él había escrito algo sobre aquella inolvidable noche vienesa... Tenía que ser un vals. Por supuesto.
Uno de los finales más arrebatadores y exquisitos que se hayan podido ver en los últimos tiempos, al son de Nina Simone, cierra este maravilloso, deslumbrante y cautivador díptico que dignificó ese género tan pervertido por “reinas de la comedia romántica” como Julia “bocabuzón” Roberts, Sandra “soy-taaaan-espontánea” Bullock o Meg “dóndestáHarry” Ryan. Donde esté una buena conversación...
3 comentarios:
Pasaba por aquí, ví luz y entré a saludar.Mira por donde me encuentro que comentáis la historia de la joven estudiante y el joven etcétera que pasan una sola noche juntos en Viena y que, por cosas de la vida se encuentran nueve años después en París. Ése es precisamente el único punto que me parece forzado en el guión: la casualidad que justifica el reencuentro. Pero, bendito calzador que nos permite volver a ver en tiempo real a dos viejos amigos que habíamos conocido nueve años atrás, que nos habían dejado creernos su historia, a los que vimos separarse con gesto nostálgico... y que, afortunados ellos, tienen la oportunidad de repasar cuentas.
En su momento me encantó Antes del Amanecer, por ser una película de gestos y palabras que me creí (siempre me he preguntado si realmente Jesse, qué mono, se pone colorado en la escena del teléfono). La historia está enmarcada en postales de una bonita ciudad, vitales cuando los protagonistas estaban en ellas y que se volvían melancólicas al repasarlas a la luz del día, vacías. Seguro que el verano que la estrenaron, muchos pensaron que tal vez no era tan mal plan lo de cargarse la mochila a cuestas y comprar un billete para el interraíl. Por si acaso.
Y luego llegó Antes del Atardecer, me pareció una idea estupenda el tratamiento del tiempo en el guión de esta película: nueve años para nosotros pero también para Jesse y Céline y tan solo hora y media para repasarlos. Uf, caben tantas cosas en nueve años. Así que nueva dosis de palique del bueno hasta que, de repente, fundido en negro. ¿Ya? Apetecía ver más, pero...
En fin, lo dejo por hoy, que me ha quedado largo (pero eran dos pelis).Buen fin de semana
Por cierto, Marcbranches, sí, ya sé quien es Dick Watson, actor famoso por su gran... dicción, no?
Alasgüenas. Ya ves que he cumplido mi promesa de colgar un post en relación con tu nick... ¿Hasta qué punto su reencuentro es una casualidad? Recuerda que Jesse acaba confesándole a Celine que escribió el libro como medio para encontrarla... Desde luego que apetecía ver más, pero no me digas que toda la escena final no es arrebatadora. Quizás dentro de un tiempo se animen a filmar, pongamos por caso, "Antes del anochecer" y nos expliquen el resto de la historia.
Efectivamente, veo que ya has descubierto quién es Dick Watson, un actor de "larga" carrera...
La camionera está como un tren (Daniela Poggi, 1982)
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