Vale que las series televisivas están viviendo una era de oro, con propuestas de lo más innovadoras e ingeniosas (por supuesto, no estoy hablando de las españolas); pero de vez en cuando gusta ver una pieza de artesanía tan bien hecha como
Cranford.
Seguro que a la que empiece a decir de qué trata muchos huirán como alma que lleva el diablo, diciendo que es de esas típicas series para mujeres. Bueno, ellos se lo pierden. Pues bien,
Cranford es una miniserie de la BBC, basada en las novelas de
Elizabeth Gaskell, una escritora victoriana, que retrata las vivencias de una pequeña comunidad, en la que –como dice uno de los personajes- “
siempre ocurre algo”.
Esta miniserie de cinco capítulos es una auténtica delicia (su brevedad, comparada con la extraordinaria longitud de las series actuales, también es un aliciente), convirtiendo ese pueblecito inglés en uno más de esos lugares idílicos donde le gustaría perderse a uno, como Calabuch, Inisfree o Cicely, llenos de gente entrañable que viven sin prisas y disfrutando cada minuto, lejos de nuestro estresado ritmo de vida actual.
A este remanso de paz llega un joven médico, que altera la tranquilidad de las jóvenes (y no tanto) del lugar, y ese viene a ser el motivo principal sobre el que giran la multitud de historias secundarias, que sirven para mostrarnos la vida de la localidad.
Uno de los principales aciertos de la serie es que constantemente oscila entre la comedia y el drama, con una naturalidad pasmosa, prácticamente en la misma escena, aunque sale ganando el sentido de humor y se ve de principio a fin con una
sonrisa. Por supuesto que ayuda mucho el excelente
reparto de actores, tan perfectos como es habitual en los británicos, destacando en el lado cómico
Imelda Staunton como la cotilla oficial del pueblo, siempre corriendo de un lado a otro como una gallina clueca en busca de
novedades, y en el lado dramático
Judi Dench como la entrañable solterona que vive a la sombra de su estricta hermana.
Este mundo, en el que las apariencias y las convenciones sociales lo son todo, de tal modo que hasta se tienen que ir a esconder si quieren chupar una naranja o se hacen piruetas con las velas para que estén en perfecto estado para las horas de visita –que son sagradas- , está a punto de sufrir un cambio radical con la llegada del ferrocarril, y se nos muestra a una aristocracia agonizante y conocedora de que está llegando a su fin, así como un proletariado que está empezando a reconocer que tiene unos derechos, como el de saber leer y escribir, lo que les causa no pocos problemas, ya que la clase superior no lo acepta.
Hay parejas de todos los tipos y edades, desde la del doctor y su joven enamorada y la formada por
Judi Dench y
Michael Gambon, ya casi en el final de sus vidas, pero como ya he dicho la
alternancia de comedia y drama hace imposible que todas terminen bien, ya que la muerte casi viene a convertirse en una protagonista más. Por eso se les perdona que en el último capítulo los finales felices se acumulen y precipiten, ya que ha habido tantas muertes que los personajes se lo merecen… aunque también nos han enseñado que ninguna felicidad es eterna...