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... PERO NO CON TU CANCIÓN






Si señor, así da gusto. Cuando vi El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford sentí que Andrew Dominik tenía madera de cineasta y por eso tenía ganas ver su siguente película. La verdad es que ha tardado lo suyo, pero la espera ha valido la pena. Mátalos suavemente de entrada parece la típica película de ajuste de cuentas entre gangsters, y ésta maravillosa escena del tiroteo (que demuestra lo bien que ha aprendido la lección de Marty en el uso de la música), así lo parecen mostrar, pero hay algo más que eso. Los discursos de Obama a lo largo de toda la cinta casi forman parte de su banda sonora, mostrando a unos EEUU en una profunda crisis, pero -como siempre-  los políticos viven en Los mundos de Yupi, totalmente ajenos a la realidad. Aunque ellos son los responsables de la crisis, no comprenden que la culpa la tiene un sistema que ya de entrada estaba echado a perder por su hipocresía, como  explica perfectamente Brad Pitt en su demoledor discurso final. 


Cuando hasta un matón tan curtido en batallas como el que intrepreta James Gandolfini, (el fucking boss de New Jersey, con el permiso de Bruce Springsteen) tiene que rebajar su salario o un par de colgaos muy fumaos hacen tambalear la seguridad de una banda, es que algo va mal, porque América no es un país, tan sólo es un negocio. ¿Qué canción se oye con los títulos de crédito del final? Money, no podía ser otra. Así que  fukin' pay me y Blonde apuntadísima en mi agenda. Sigue así, Dominik.

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UN BUEN CEBO NO ASEGURA UNA BUENA PESCA



No sé si seré yo, demostrando mi incipiente cinefilia o no, pero creo que hay películas que ya desde pequeños nos dejan marcados y se nos quedan grabadas en el subconsciente; de tal manera que si tenemos la oportunidad de volver a verlas al cabo del tiempo, es como si saltara un muelle en nuestra memoria y dijera "¡es esta!". De todas maneras, he de confesar que me pasó con muy pocas películas (y tan distintas como Damas del teatro o Ciudadano Kane). Pues bien, una de ellas fue El cebo.

En este caso creo que es bastante lógico que me impresionara, ya que trataba de un asesino de niños que deberían tener mi edad cuando la vi, más o menos. Cuando volví a verla años después me asombró que fuera una película española, ya que no lo parecía en absoluto. Recordaba mucho a El vampiro de Düsseldorf, y aunque no llegaba a su brillantez técnica, era una digna sucesora.

Por lo visto yo no debí de ser la única persona a quien le impresionó la película, ya que Sean Penn hizo un remake en El juramento.Tras su mas bien fallida aunque interesante Extraño vínculo de sangre, ésta fue su siguiente apuesta como director, y la verdad es que supuso un avance respecto a la anterior, aunque sigue teniendo una ligera predilección por los efectismos de cámara.

Para ser un remake está bien tratado, ya que profundiza en los personajes y les da un cierto tono existencialista que no está mal.Siendo un actor de su categoría, su fuerte es dirigir al reparto, y lo consigue, aunque supongo que no le resultaría demasiado difícil, porque menudo grupito que consiguió, aunque algunos se limiten a salir tan sólo cinco minutos: Jack Nicholson, Robin Wright, Benicio del Toro, Mickey Rourke,Sam Shepard, Vanessa Redgrave, Patricia Clarkson, Aaron Eckhart,Helen Mirren y Harry Dean Stanton (impresionante). Aunque hay alguna escena que si que es copiada escrupulosamente del original, hay bastantes diferencias, sobre todo en el final, mucho más descorazonador y fatalista. Sin embargo esas excesivas tomas de Nicholson hablando solo me sobran un poco. El original era de una concisión admirable: iba directamente al grano sin perder un minuto, y además contaba ni más ni menos que con Goldfinger como malvado. En este remake no llegamos a saber exactamente quien era el asesino, pero en la original, aunque tenía un final feliz me encantaba la manera en que el policía ocultaba a la niña que estaba herido jugando con las marionetas y resultaba más turbadora. No puede decirse que la versión de Penn sea mala, porque no lo es, y ojalá todos los remakes tuvieran el nivel del suyo, pero sencillamente la original es mucho mejor... o la marca que dejó a los que la habíamos visto anteriormente es demasiado fuerte.Aún así, como parece que Sean Penn cada vez va ascendiendo más como director, vale la pena seguirle la pista.
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VERONA BEACH STORY




Hay directores que tienen un estilo tan propio que llama la atención, convirtiéndolos enseguida en promesas, que pueden cuajar o no, el tiempo se encarga de dejarlos en el lugar que corresponde. Baz Luhrmann tiene una carrera muy corta, Tras su debut con El amor está en el aire, su siguiente proyecto fue bastante ambicioso: una versión del Romeo y Julieta de Shakespeare, pero como no se había hecho nunca ( y eso es difícil de decir, dada la infinidad de adaptaciones que ha tenido la historia),llamada Romeo + Julieta

Pues bien, es curioso, pero a pesar de no ser una película redonda, casi diría que soporta mejor los nuevos visionados que Moulin Rouge, y ya dejó bien claro cuáles serían las virtudes (y defectos) de su director, que al final da la impresión que es muy parecido a una bebida carbónica: ya que empezó con mucha fuerza y se ha evaporado con facilidad.

Por un lado tenemos una mezcla considerable de estilos,desde el spaguetti western al musical, todo ello traspasado a la actualidad y a Verona Beach, donde la rivalidad de dos familias, la de los Capuleto y los Montesco, lideradas por Paul Sorvino y Brian Dennehy ha llegado al punto de convertirse en una guerra. (¿Un duelo tal vez entre mafia italiana e irlandesa? si, por favor). Si a ello le añadimos un ritmo trepidante y una buena elección de la banda sonora, parece que la cosa va bien.

La elección de la pareja protagonista fue muy afortunada. Leonardo DiCaprio dió un paso más para convertirse en el favorito de las carpetas de las quinceañeras (la verdad es que era una monada), y al igual que Claire Danes tenía la edad y apariencia necesaria para los personajes:jóvenes, ingenuos y apasionados, resultando totalmente convincentes como adolescentes que se enamoran por primera vez.Por unos momentos Luhrmann deja la cámara tranquila y se limita a disfrutar de las miradas de la parejita en escenas como la de su primer encuentro.

Pero el barroquismo que tango le gusta a Luzhman a veces ahoga un poco la historia y se vuelve innecesario, con fallos tan garrafales como el de convertir al mejor personaje de la obra, Mercucio (de quien hay que opina que Shakespeare acabó con él para que no ocurriera al revés), en un drag queen, o el innecesario aspecto a lo Max Cady del sacerdote que interpreta Pete Postlethwaite

La escena del primer duelo o un John Leguizamo pletórico y con una pinta impresionante son algunos más de los valores positivos de la película, haciendo que, a pesar de sus excesos, funcione. ¡Quien pudiera volver a creer en el amor a primera vista!.
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MI HERMANO DEL ALMA



Hay películas que dejan bastante mal cuerpo; aunque se puedan reconocer sus virtudes, nos dejan tan hechos polvo que no apetece volver a verlas, como mínimo hasta que haya pasado bastante tiempo, a no ser que se tenga cierta vena masoquista (que por supuesto es una opción totalmente válida). Pues bien, dentro de esa categoría de películas estaría Inseparables.

Tras La mosca David Cronenberg estaba empezando a ser considerado como un director "serio" y no era el típico director de películas de terror (algo que ya sabíamos). Para su siguiente película decidió partir de una historia real de dos hermananos, ya que como siempre la realidad supera la ficción. Unos gemelos, Elliot y Beverly Mantle (Jeremy Irons) son absolutamente idénticos, pero en realidad son distintos. Beverly es tímido y sensible, y Elliot es decidido y conquistador. Ambos comparten su pasión por la ginecología, especialmente por las mutaciones del sistema reproductor femenino, y -dada su diferencia de caractéres- mientras uno de ellos seduce a las mujeres, es el segundo el que se encarga de rematar la faena. Todo parecía funcionar bien, hasta que aparece Claire (Geneviève Bujold),

Claire tiene una malformación genética que le impide tener hijos, lo que la convierte en la chica ideal para los hermanos Mantle, pero Beverly se enamora de ella. Cuando ella descubre el juego de los dos, Beverly entra en una profunda depresión autodestructiva que desemboca en tragedia.

Hasta aquí no hay nada de especial, de hecho el argumento podría servir para cualquier comedia de los Farrelly, pero lo que la diferencia es su atmósfera malsana y opresiva: desde las batas de los doctores, que hacen que parezcan los sacerdotes de una extraña religión, pasando por el diabólico instrumental quirúrgico que inventan, digno de la mente de H.R. Giger, para acabar con la enfermiza relación de dependencia mútua de los dos hermanos, todo contribuye a crear una sensación de malestar; hasta una escena aparentemente inocente como un baile acaba teniendo algo de perturbador.

Por supuesto hacía falta un buen actor para desempeñar los dos papeles, y Cronenberg encontró al intérprete perfecto en Jeremy Irons, capaz de hacer que cada uno de los personajes parezca distinto, pese a ser iguales: la forma de mirar o andar hacen que sepamos distinguir en cada momento quien de los dos es, pero a la que llega cierto punto de la película las identidades se vuelven más confusas y resulta más difícil diferenciarlos. En su momento se habló bastante del gran avance tecnológico que había permitido rodar las escenas en la que aparecía interpretando los dos personajes, pero los avances de la actualidad hacen que ahora nos parezca algo natural; es la calidad de su actuación lo que hace que no pase el tiempo, ya que ése es el mejor efecto especial que puede haber...¿me explico?.
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TO GLAM OR NOT TO GLAM




Sin duda uno de los movimientos musicales más curiosos que ha habido es el glam-rock. A continuación de los hippies, con su desenfreno, el glam dió un paso más adelante e ironizó sobre la identidad sexual, hasta el punto de que todo músico perteneciente al movimiento decía que era homosexual, ya que sino estaba mal visto. Lo que importaba era la imágen;lejos del camino que estaba tomando la música hacia el rock sinfónico y psicodélico, el glam pretendía recuperar la frescura y el poder de provocación del rock and roll de los comienzos. La música era importante -por supuesto- pero la imágen adquirió un protagonismo determinante: purpurina, plataformas, plumas... todo estaba permitido en los setenta.

Todd Haynes consiguió su primer gran éxito como director con Velvet Goldmine, que fue considerada una basura por parte de la gente y la crítica, y por otro se convirtió automáticamente en una película de culto. ¿Hace falta decir por qué lado me decanto?

Con una estructura totalmente irregular, ya que los cambios temporales son frecuentes y se usan tanto técnicas de videoclip como de documental, Haynes nos muestra la historia de Brian Slade (Jonathan Rhys Meyers), una gloria del glam que murió asesinada en un concierto. Como si de Ciudadano Kane se tratara,un periodista,Arthur Stuart (Christian Bale) decide investigar esa muerte.

Más que un biopic al uso, Haynes hace un retrato de una época, centrándolo en el principal símbolo de su movimiento, y desde luego el mejor representante del glam fue David Bowie. Los parecidos de Slade con Bowie son evidentes, pèro como el Gran Duque Blanco no estaba dispuesto a que hicieran una película sobre él, no cedió los derechos de sus canciones para la misma, y hasta encontró que el protagonista no tenía carisma (?), se tuvieron que usar canciones de otros grupos como Roxy Music, Lou Reed,o T-Rex, pero aún así hay suficientes guiños y referencias como para saber que se refiere a él. Del mismo modo,Kurt Wild (Ewan McGregor)recuerda muchísimo a Iggy Popp, pero como he dicho, lo que cuenta al final es el retrato de esa época.

Probablemente ahora sería difícil encontrar un reparto mejor: Jonathan Rhys Meyers, aparte de tener el físico perfecto para el personaje, tiene una magnífica voz; al igual que Ewan McGregor pone toda su carne en el asador, sin el más mínimo tipo de prejuicio.De Ewan ya sabemos de sobras lo mucho que le gusta cantar y desnudarse, así que lo pasaría en grande, su Gimme danger es de las que dejan la boca abierta, y ni el propio Iggy podría ponerle alguna pega.Que encima Tony Colette hiciera de esposa de Slade y Christian Bale del periodista que investiga su muerte fue un auténtico lujo.

Así que olvidáos vuestros prejuicios, arriba la purpurina y las plumas. El glam ha muerto... ¡viva el glam!
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EL BARITONO Y LA EXTRAÑA FAMILIA



Cualquier cinéfilo que se precie sabe que una película "maldita"tiene algo especial que la diferencia del resto, y por lo tanto son rarezas sumamente apreciadas (lo sé, somos raritos). Si hablamos de cine español, sus películas "malditas" pueden contarse con los dedos de una mano (Arrebato y alguna más), pero sin duda la joya de la corona de todas ellas es El extraño viaje.

El grandísimo Fernando Fernán Gómez ya había demostrado que era un director más que correcto con películas como La vida por delante, pero su consagración y -al mismo tiempo- maldición le llegó con una curiosísima mezcla de géneros que no gustó nada a la censura. Basado en un hecho real, el crimen de Mazarrón, Luís García Berlanga hizo un argumento que luego Pedro Beltrán convirtió en guión.(Mazarrón, guión... estoy perdiendo facultades, me voy a Sacedón)

Se nos muestra la vida de un pequeño pueblo español, con la misma precisión que Calle mayor. La rutina sólo la rompe la llegada de un grupo de músicos. Una de las mujeres más ricas del pueblo, doña Ignacia (Tota Alba), empieza a tener una relación secreta con Fernando (Carlos Larrañaga), el cantante de la banda, pero sus dos hermanos Paquita (Rafaela Aparicio) y Venancio (Jesús Franco) parecen estorbarla.

Como ya he dicho, uno de los principales aciertos de la película es la mezcla de géneros como el terror (con noches de tormenta a oscuras, puertas que chirrían, fantasmagóricas apariciones...), con el suspense, ya que no sabemos qué ha pasado en realidad ni quien ha muerto, y la comedia costumbrista con los perfectos retratos de la vida del pueblo. Todos ellos se combinan perfectamente, sin que predomine uno más que otro, formando un conjunto de lo más coherente.

Todos los personajes se nos muestran como víctimas de un ambiente opresivo del que quieren escapar, de una u otra manera. Fernando es un gigoló de tres al cuarto, un cantante frustrado que se aprovecha de las mujeres para conseguir algo de dinero; Paquita y Venancio son dos desgraciados que viven totalmente dominados por su hermana, y hasta Ignacia, que sería la típica mala de la película, gracias a la impagable cara de bruja de Tota Alba, es otra víctima, ya que sueña con otro tipo de vida, que es imposible debido a la represión del pueblo, hasta que la aparición de Fernando hace que se conviertan en realidad todas las fantasías sexuales.Todos sueñan con irse lejos para respirar algo de libertad. Si no es una buena metáfora que venga Billy WIlder y lo vea.

La magnífica fotografía, y las excelentes interpretaciones de Rafaela Aparicio (memorable en su ataque de pánico), Jesús Franco (antes de convertirse en el Ed Wood español) y Tota Alba, sin olvidar el estupendo plantel de secundarios, hacen de El extraño viaje una película prácticamente única en la historia del cine español que no os debéis perder.
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ME LLAMO BOURNE, JASON BOURNE





Para los que creen que los remakes son siempre peores que el original, hay algunas excepciones que no lo confirman: La cosa o La mosca -por ejemplo-; pero no sólo eso, en ocasiones el remake supera de tal modo al original que se convierte en una saga. Poca gente recordará un telefilme llamado El caso Bourne, con Richard -lifting- Chamberlain; lo que nadie podía imaginar es que daría pie a una de las mejores trilogías de los últimos años, la de Jason Bourne.

Que un director especializado en documentales como Greengrass diera el salto a un blockbuster de acción podía resultar sorprendente, pero lejos de ello lo que hizo es dar un realismo a la historia que le favorecía mucho. Vale que la primera entrega la rodó Doug Liman, pero hasta el propio Damon reconoce que tan sólo rodaría una nueva entrega si Greengrass estuviera en el proyecto.

Un muchacho es encontrado herido de gravedad en alta mar; tiene amnesia y no recuerda absolutamente nada de su pasado, ignorando quien es. Sus problemas empiezan cuando descubre que es Jason Bourne, un asesino a sueldo del gobierno para los asuntos sucios. No es coincidencia que Jason Bourne y James Bond tengan las mismas iniciales, pero sin embargo los dos son muy distintos: mientras Bond disfruta siendo una máquina de matar y ligando sin parar, Bourne tiene remordimientos, no le gusta matar a los indefensos, es absolutamente monógamo, y su novia no tiene nada de chica Bond. No usa ingeniosos gadgets, ni coches espectaculares, ni tiene esa sofisticación canalla del agente 007; a cambio domina las últimas tecnologías y corriendo puede ser tan letal como con un deportivo.Los dos viajan mucho, pero ahora no se busca el exotismo.

Otra de las principales diferencias es que Bourne, una vez ha descubierto quien es, y ha comprobado que no le gusta nada, decide abandonar la organización, y sacar al aire todos sus trapos sucios; algo totalmente impensable en el mejor agente al servicio de Su Majestad.

Aunque las tres películas forman un conjunto totalmente sólido y coherente, casi que mi favorita es la última, El ultimatum de Bourne. Si en todas la acción es fundamental, aquí es adrenalina pura,magníficamente rodada de principio a fin, sin dejar un respiro al espectador.

Matt Damon encontró a uno de sus mejores personajes; su juventud y aspecto de chico bueno no le impiden ser frío y despiadado cuando hace falta, pero además el reparto que ha participado en toda la saga es absolutamente deslumbrante: Joan Allen, Chris Cooper, Brian Cox, Clive Owen, David Stathaim, Albert Finney... Además, si Bond tenía una sintonía que le identificaba, Bourne tiene Extreme ways, lo que termina de demostrar que Bourne es el Bond del siglo XXI. ¿Inconveniente? Que cuando Damon y Greengrass han vuelto a trabajar juntos, todo el mundo lo que ha esperado es un nuevo Bourne, y Bourne -como Bond- sólo hay uno.
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SESIÓN GORE DE PSICOANÁLISIS




Hay cosas que resultan totalmente lógicas y previsibles. Que alguien tan obsesionado por el poder de la palabra, el teatro y el psicoanálisis como Mankiewicz hiciera De repente, el último verano, era sólo cuestión de tiempo.

De una de las obras más extrañas e inquietantes de Tennessee Williams, se hizo una adaptación que capta perfectamente el espíritu de la obra, y eso era bastante difícil, ya que lo exagerado y truculento de la historia hacían que en manos de otro hubiera rozado el absurdo, ya que mezclar homosexualidad, canibalismo, la búsqueda de Dios y una lucha de clases muy "sui generis" podía ser demasiado (de hecho estuvo censurada en España,cosa rara).

Nos encontramos ante un auténtico duelo entre dos mantis religiosas: la Sra. Venable (Katharine Hepburn), y Catharine(Liz Taylor). Son muy distintas: una es culta y refinada, y la otra sensual e impulsiva, pero ambas tienen una personalidad fuerte y cada una a su manera ha luchado por dominar a un hombre, Sebastian, aunque en realidad él las manipuló a ellas.

La verdad es que el blanco y negro le sienta muy bien a la película; el blanco del luto de la Sra. Venable, el del cielo cegador del verano, o el irreal invernadero sólo podían haber sido fotografiados así. Hacían falta dos grandes actrices para las protagonistas, y Mankiewicz no sólo las encontró, sino que añadió otro as a la partida. Montgomery Clift como el doctor que se tiene que enfrentar a las dos mujeres. La idea de que interpretara tanto al doctor como a Sebastian (aunque nunca se le llegue a ver el rostro) también está bien pensada, ya que en realidad tenía más del segundo que del primero, pero ambos tienen en común la fascinación que siente por las dos mujeres, inclinándose finalmente por la más joven y carnal (tonto no era).

Katharine la Grande está sencillamente perfecta, y es absolutamente fascinante ver cómo, tras oir la confesión final, en unos segundos envejece ante nuestros ojos. Aunque la supera Hepburn, como era de esperar, Liz Taylor ya tenía experiencia en interpretar papeles de Tennessee Williams, y estaba en su apogeo físico, con lo que mantiene el tipo ante Katharine, que no es poco, y además nos obsequia con algunos de sus más bellos primeros planos.

Afortunadamente, la presencia de estos tres monstruos no consigue anular al resto del reparto, ahí están Mercedes McCambridge como la débil y rastrera madre de Catherine, y su ambicioso hijo, o las escenas en el centro psiquiátrico, que ganan en fuerza dramática visual, imposible de conseguir en teatro. Una obra desmesurada y cautivadora, para disfrutar una noche de verano... a la sombra.
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BURTON EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS



"Beware the Jabberwock, my son!
The jaws than bite, the claws that catch!

Jamás se habría podido imaginar Charles Dogson que lo que fue un mero pasatiempo para Alicia Liddell y sus hermanas se convirtiera en todo un fenómeno cultural. Sus hábiles juegos de palabras (una tortura para un traductor),sus acertijos lógicos,la forma de burlarse del sistema de educación victoriano, así como el modo de enfrentar un mundo de fantasía frente a una realidad grís, rígida y aburrida han hecho que generación tras generación caiga fascinada por el encanto de Alicia en el país de las maravillas.

Ha habido muchísimas versiones de su obra, y de todo tipo, desde las que respetaban fielmente el texto, a las que la convertían en un sanguinario juego de ordenador, o una serie de ciencia ficción, pero sin duda la que más expectación ha causado es la de Tim Burton con Alicia, alguien con una imaginación tan poderosa como la de Carroll.¿Qué se podía esperar del cruce de dos personalidades así?

Pues bien,aún hemos de añadir otra personalidad más a la lista. Walt Disney hizo una versión en dibujos animados de la historia, y aunque falleció su estilo sigue siendo invariable. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, que diría Pedro Navaja , y si hace años Burton se fue de los estudios Disney por ser demasiado "oscuro" y "rarito", ahora vuelve a ellos como un triunfador. Pero aún así se han de dejar las cosas claras: por muy Burton que sea, estamos hablando de una película Disney, así que nada de pasarse de listos.

Más que una adaptación, deberíamos hablar de una versión-homenaje, que retoma los personajes tanto de Alicia en el país de las Maravillas como de Alicia a través del espajo, hasta mezclando alguno, como la Reina de Corazones y la Reina Roja, y los envuelven en una nueva aventura, con una Alicia que ya no es una niña, sino una jovencita a punto de prometerse, pero que no termina de encontrarse a gusto en la sociedad victoriana y de hecho ha olvidado todo lo que pasó en el País de las Maravillas.

Todos sabemos que el punto fuerte de Burton es su poder visual y la cuidada y perfecta ambientación de sus películas. Aquí podía lucirse, aunque su imaginario es mucho más oscuro y gótico que el de Carroll, pero ha tenido el buen gusto de dejarse influir por las ilustraciones de Tenniel, como puede verse con el Galimatazo. Eso no impide que se haya tomado algunas libertades, como la cabeza de la Reina Roja, el aspecto colorista y apayasado del Sombrerero Loco, o los ligeramente siniestros Tararí y Tarará.

¿Y Disney? Bueno, queda un entretenimiento para toda la familia,un lirón que podría ser Mickey y una reina Blanca que se mueve como una típica princesa Disney.

¿Pero queda algo de Carroll? Aparte de los personajes y algunos juegos de palabras, o el placer de poder escuchar a Johnny Depp recitando una estrofa de El galimatazo,poca cosa más, pero por supuesto sin nada de la carga subversiva de la obra original. No puede ponerse ninguna objeción a la selección de voces: Christopher Lee, Michael Sheen, Stephen Fry o Alan Rickman, pero al final ha quedado un resultado que no es ni Burton, ni Carroll ni Disney, quizás debido a que cada uno de ellos tiene una personalidad propia muy definida acaba siendo una especie de "tierra de nadie"... o tal vez sean las gafas 3D.
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YO FUI DE COPAS CON UN ZOMBI



Mi novio es un muerto. Se limita a estar todo el tiempo sentado frente al sofá, viendo la tele o jugando a la playstation, y de ahí ir al pub del barrio, para tomar una cerveza con su amigote, que lo único que sabe hacer bien es imitar al mono de Duro de pelar, y eso un día, tras otro, tras otro…Pero yo soy joven, tengo ganas de ver cosas nuevas, de modo que le he hecho un ultimátum: o cambia o le dejo.

No, no os habéis equivocado y esto no es El diario de Patricia. Aunque lo que dice Liz lo podrían suscribir multitud de mujeres, es el punto de partida de Zombies party, el castizo título que le dieron a Shaun of the dead, una divertidísima parodia de las películas de muertos vivientes, que sirvió para descubrir al equipo Pegg/Wright/Frost, del que ya os hablé al comentar Arma fatal, otra película que no os podéis perder.

Pues bien, después de que Liz le haya dado el ultimátum a su novio Shaun, tendrán que enfrentarse a la mayor aventura de su vida…, que es ni más ni menos que ir al pub para refugiarse de los zombies que lo están invadiendo todo.

Una de las principales normas de la parodia es tener suficientes elementos que sean reconocidos por el espectador, y esto se cumple perfectamente en la película, con detalles recurrentes como el típico susto por alguien que aparece por detrás sin avisar –por ejemplo-, pero se corre el peligro de que los propios personajes se conviertan también en una parodia, no siendo creíbles, aunque éste no es el caso, ya que están lo suficientemente bien dibujados como para que el público se identifique con ellos: los problemas de Shaun (Simon Pegg) con su novia, la incapacidad de ver la realidad de su madre (ya sea que la relación de su hijo y su esposo no es buena, o que su marido se ha convertido en un zombi), los celos de la amiga de Liz… el neardental que interpreta NIck Frost.., todo ello regado con impagables notas de humor, como por ejemplo el ensayo para hacerse pasar por zombis, o el repertorio de armas domésticas que usan,.entre los que se cuentan discos (aunque se entretengan a hacer una selección) y un montaje frenético

El final no puede ser más divertido y políticamente incorrecto, con los zombis convertidos en mano de obra barata, y Liz y Shaun condenados a no salir prácticamente de su casa, aunque ya lo tengan perfectamente asumido… al fin y al cabo ha conseguido lo que siempre quería: pasarse el día tranquilamente ante el sofá. .
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LOS DUELISTAS



Frost/Nixon trata de uno de esos momentos que hacen historia, incluso cuando nadie se esperaba que fuera a ser así; no la historia que aparece en los libros, sino la que realmente recordamos al cabo del tiempo.

Tras el escándalo Watergate, que costó la dimisión de Richard Nixon, había una cierta insatisfacción, dado que el presidente en ningún momento admitió su culpabilidad, y Gerald Ford lo terminó de “arreglar” concediéndole un indulto; pero cuando parecía que ya todo estaba perdido y ya no se iba a conseguir nada, la persona que menos se imaginaban consiguió lo impensable: que el ex presidente dijera “ sí, he pecado”.

Con el formato de un falso documental, se nos muestra todo el proceso que llevó a la realización de la entrevista televisiva de Nixon por David Frost. Dos personas con más puntos en común de lo que puede parecer a simple vista: Frost era un locutor popular y mujeriego, no era un entendido en política, pero deseaba a toda costa que se le considerara un presentador “serio” y dar el salto a programas mucho más ambiciosos. Nixon sabía que esa era su oportunidad para preparar su regreso a la política, y –tal vez- recuperar la presidencia. Como dice Nixon en una reveladora conversación telefónica, los dos buscan lo mismo, pero sólo uno de ellos podía ganar.

Con las cosas así, la entrevista acabó convirtiéndose en una especie de partido de boxeo, en el que ambos cometieron el error de infravalorar a su adversario. Frost pensaba que a la primera conseguiría una confesión en toda regla de Nixon, y éste que al tratarse Frost de un locutor con tan poca experiencia en entrevistas políticas, sería fácil de manejar. Además, demuestra ser un experto en guerra psicológica, y antes de cada grabación le dice a su contrario una frase “off the record” para desconcertarle. Por eso, cuando en la última grabación, Frost hace lo mismo con él, sabemos quien va a ser el ganador final.

Hacían falta dos buenos actores para aguantar este duelo, y tanto Michael Sheen como Frank Langella están en muy buen nivel, repitiendo los papeles que interpretaron en Broadway. Sheen se estaba convirtiendo en el actor del momento tras La reina, y parece sentirse especialmente a gusto en películas que tratan temas políticos. Langella hace un gran trabajo tanto físico como de voz, de un Nixon acomplejado por su falta de carisma, pero de una mente rápida y astuta.

Lo mejor que puede decirse de la película es que no parece que sea de Ron Howard, y cuenta con secundarios de lujo como Toby Jones o Oliver Platt, aunque están más bien desaprovechados, a excepción de una escena de Platt. Curiosamente, la presencia de Kevin Bacon recuerda otro duelo entre un joven inexperto y un todopoderoso superior, haciendo que esperemos que en cualquier momento se diga “¿Ordenó un código rojo, señor presidente?
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MI ANGEL DE LA GUARDA VE DOBLE



Hace pocos días del centenario del nacimiento del llamado “emperador”, el gran Akira Kurosawa, y como homenaje he elegido una de sus películas que no es de las más famosas, pero que ya dejaba ver claro cual iba a ser su estilo, pese a que fue una de las primeras, pero que supuso un cambio en su trayectoria.

El ángel borracho trata sobre un médico, Sanada (Takashi Simura), que es un gruñón borrachín, que una calurosa noche de verano un paciente, Matsunaga (Toshiro Mifune), llega diciendo que se ha clavado un clavo en una mano al darse un golpe con una puerta. El doctor no es tonto y enseguida descubre que se trata de la herida de una bala, pero lo que le preocupa más es cómo tose, ya que podría ser tuberculosis, pues abunda por la zona debido a las condiciones poco sanitarias del barrio.

Matsunaga es un gansgter y no hace caso de los consejos del doctor; cuando le confirman que está enfermo se derrumba (mucha pinta de machote, pero a la hora de la verdad…), y a partir de ahí se establece una peculiar relación entre médico y paciente: una y otra vez Sanada le aconseja que cambie su forma de vida, y una y otra vez se enfada con él a la que ve que no lo ha hecho.

Una ciénaga apestosa es usada varias veces como metáfora, no sólo de Matsunaga, ya que su enfermedad no sólo es física sino también moral, sino de todos los que viven en el barrio,lleno de pobreza. Como muy bien le dice el doctor a Matsunaga, nunca podrá curarse si no cambia de entorno.

Y ahora vayamos a las que serían las constantes de este director; aparte de que aquí trabajó con sus dos actores favoritos (Mifune y Simura), está la relación de maestro/alumno que también aparece en muchas de sus películas, la climatología es una de los elementos dramáticos de la historia, y por supuesto el humanismo lo impregna todo: Sanada no es un hombre perfecto, ni mucho menos, tiene demasiado mal genio y su afición por la bebida no es nada ejemplar, pero se preocupa por la gente, convirtiéndose en un ángel de la guarda para sus pacientes, como muy bien demuestra la escena en la que le llaman por la noche para atender a Matsunaga, y él no para de protestar diciendo que no piensa ir, pero su mujer sin decir nada ya se ha puesto a prepararle todo, porque le conoce y sabe que acabará yendo a cuidarle.

En la parte interpretativa, el que sale mejor parado es Simura, totalmente convincente y entrañable en su papel; en su primera colaboración con Kurosawa, Mifune demostró que era una presencia impresionante, dotando un atractivo al personaje que ni siquiera el director había imaginado. Aún así se nota un poco la falta de experiencia de Kurosawa, en escenas como la de un frenético baile o la de un sueño, que han quedado anticuadas, pero la película sigue siendo una buena muestra de cómo sería la carrera de un gran director.
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DULCE PÁJARO DE JUVENTUD



Hay películas que forman parte de la educación sentimental de cada persona; algunos jóvenes de cierta época se sintieron identificados con Antoine Doinel, demostrando su ya incipiente cinefilia; pues bien, en mi caso dos de las películas que marcaron mi adolescencia fueron dirigidas por Elia Kazan, y eso es algo que siempre le reconoceré, aunque luego cambiara mi concepto sobre él. Una fue Al este del Eden, y la otra Esplendor en la hierba. En ambas se retrata una parte del pasado, y hay un hecho histórico que sirve de detonante del drama: la guerra en una y el gran crack de la Bolsa en la otra.

Basada en un guión del escritor William Inge, Esplendor en la hierba trata la relación de uno de los chicos más ricos del pueblo, Bud (Warren Beatty), con una chica de familia más modesta, Deanie (Natalie Wood). Los dos se quieren, pero hay un pequeño problema: él está con las hormonas revueltas y necesita desahogarse, pero ella ha recibido una educación muy estricta por parte de su madre, que está obsesionada con que llegue virgen al matrimonio. La solución para él es fácil, se lía con el putón verbenero de la case y ya está, pero para ella es muy más difícil; la dualidad de lo que siente y lo que le han enseñado hace que enferme psicológicamente. Curiosamente, su enfermedad supondrá la salvación de su familia, al tener que vender sus acciones para afrontar los gastos médicos poco antes del hundimiento de la Bolsa.

Kazan fue un gran director de actores. Warren Beatty no era James Dean, pero en su primera actuación supo dar la imagen de chico guapo que en realidad lo que desea es llevar una vida sencilla; aún así le superó Natalie Wood que consiguió una de sus mejores interpretaciones; tampoco podemos olvidar a Pat Hingle como el padre de Bud, en uno de esos papeles “bigger than life” del cacique del pueblo, deseoso de que su hijo siga su camino.

Seguro que a los jóvenes de ahora les debe parecer absurda toda esta represión sexual, pero creo que cualquiera de ellos puede identificarse con la confusión ante el despertar a la sexualidad, o la influencia de lo que opinan nuestros padres sobre nuestro comportamiento. Además, muestra perfectamente la diferencia entre el amor de la adolescencia, idealizado, y el amor adulto, que conoce los defectos y limitaciones de la pareja, basado en el compromiso… pero eso no implica que no podamos evitar recordar con nostalgia y cariño al primer amor, que siempre permanecerá como algo especial en el recuerdo, como muy bien muestra el poema que da título a la película, y que no es una oda a Jamaica, como os podíais pensar.
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CONCURSANTE



La globalización tiene efectos muy curiosos. Ahora ya puedes ir al rincón más apartado del planeta, pero seguro que encontrarás un McDonald’s o en la televisión pasarán alguna versión de un programa tipo La ruleta de la fortuna, Gran hermano o ¿Quiere ser millonario?.

Oh Danny Boy(le) es un director algo irregular, aunque interesante, y con Slumdog millionaire consiguió reverdecer laureles,con una película que curiosamente recuerda más a sus orígenes de lo que parece.

Estamos en la versión hindú de ¿Quiere ser millonario? y un muchacho que proviene de las calles de Bombay, Jamal (Dev Patel), está a punto de llevarse el premio gordo del concurso, lo que hace que crean que está haciendo trampa ¿cómo es posible que sepa todas las respuestas alguien que es medio analfabeto?.

Mediante flashbacks vemos toda la historia de Jamal; una infancia que recuerda a las novelas de Dickens, con un buceo escatológico incluido como el de Trainspotting. Jamal y su hermano Salim viven a un paso entre la picaresca y la delincuencia, ya que no tienen muchas más opciones, y mientras uno acaba ingresando en una banda el otro se hace repartidor de te para teleoperadores. Por su exotismo y colorido podría recordar a Ciudad de Dios, pero no van por ahí los tiros.

De repente, la trama da un giro y se convierte en una especie de Quiz show, en el que se demuestra la corrupción de los concursos televisivos, aunque usando métodos más extremos que los de la película de Redford.

El ritmo es ágil, la cámara se mueve sin cesar y la historia tiene interés, con alguna que otra pincelada de humor. Además, la última parte tiene el suspense necesario, culminando en una escena de los más significativa: el triunfo de Jamal mientras Salim muere en una bañera llena de billetes, al más puro estilo tío Gilito.

El único fallo que le encuentro es que, aparte de que ya era previsible cuál iba a ser la última pregunta, ésta es demasiado fácil, cuando uno de los argumentos de la desconfianza que tenían de Jamal es que concursantes de una cultura mucho mayor no habían conseguido superar las pruebas, pero aún así se ve con agrado y el numerito musical final tipo Bollywwod consigue que el espectador se vaya con un buen sabor de boca.

Tal vez la mezcla de estilos e influencias sea una muestra más del poder de la globalización, y que ésta tenga sus aspectos positivos… aunque las cejas de Sobera siguen siendo inimitables.
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EL CIELO PUEDE ESPERAR



Empujada por un trailer que me gustó mucho, e ignorando las críticas tan poco positivas que tenía, decidí ir a ver The lovely bones. Eso demuestra que no hay que hacer demasiado caso ni a unas cosas ni a otras.

El pequeño hobbit nos había dejado con las ganas de saber cual sería su siguiente película tras un proyecto tan ambicioso como El señor de los anillos; después hizo King Kong, que en realidad fue la oportunidad de quitarse de encima una fijación de la infancia, de modo que casi no cuenta, y a continuación The lovely bones.

Basada en un best seller, trata sobre una niña, Susie Salmon ( Saoirse Ronan) que es asesinada y desde una especie de “cielo” personal observa cómo transcurre la vida de su familia sin ella.

Lo mejor de la película son los trozos “terrenales”; está muy cuidada la ambientación sesentera y tiene interés ver cómo reacciona cada miembro de la familia ante el hecho del asesinato de Susie, que les va destrozando poco a poco. Desde el padre, Jack (Mark Wahlberg), obsesionado por encontrar al culpable, a la madre, Abigail (Rachel Weisz), que prefiere ignorar el hecho y empezar una nueva vida. Pero no estamos hablando de La habitación del hijo, ni nada por el estilo.

Sin embargo, lo peor son las escenas “celestiales”; sin duda Jackon tiene un imaginario, aunque sin llegar a los extremos de Tim Burton, Terry Gilliam o Guillermo del Toro, y aquí tenía la oportunidad de echarle rienda suelta; se ha de reconocer que algunos momentos son muy bellos, pero el conjunto resulta más bien empalagoso y con un cierto tufillo de new age que no le favorece nada, que llegan a bordear el ridículo cuando por fin Susie llega al cielo. Tampoco queda demasiado claro el porqué la familia de Susie sospecha de George Harvey, y las interacciones de los dos mundos no siempre son afortunadas.

El reparto es muy interesante, y aunque Rachel Weisz y Mark Wahlberg se limitan a cumplir con corrección, Saoirse Ronan se confirma como joven promesa a tener en cuenta, ya que sus ojos y su sonrisa lo dicen prácticamente todo, Stanley Tucci sigue siendo un robaescenas consumado y Susan Sarandon se apodera de cada una de las escenas en las que aparece con toda la facilidad del mundo. Pero aún así nos deja una enorme duda: ¿Seguro que la ha dirigido al mismo Jackson de Criaturas celestiales?

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EJERCICIO DE VOYEURISMO



Pese a su apariencia de director comercial, Hitchcock fue uno de los que se dedicó a hacer más experimentos cinematográficos, de los que normalmente salió victorioso. Uno de ellos fue La ventana indiscreta.

En primer lugar nos encontramos con una unidad de lugar (un apartamento) y de tiempo (todo sucede correlativamente en dos días seguidos), como excusa, el protagonista, L.B. Jeffries (James Stewart), está con una pierna escayolada y mata el tiempo observando a sus vecinos. Eso permite mostrarnos al resto del vecindario desde su punto de vista, y no es casualidad que las ventanas tengan el mismo formato que una pantalla de cine panorámica, ya que al mostrarnos lo que ve Jeffries, el espectador se convierte en mirón también (en realidad siempre lo ha sido, para qué vamos a negarlo).

Es verano, hace mucho calor y por eso todo el mundo está con las ventanas abiertas. Jeffries es fotógrafo deportivo, y tiene las visitas de su novia, Lisa (Grace Kelly), una millonaria que quiere casarse con él, pero él tiene sus dudas. Casualmente (o no), todo lo que observa Jeffries tiene que ver con el amor: una bailarina rodeada de pretendientes, una solterona amargada, una ardorosa pareja de recién casados o un matrimonio que discute frecuentemente.

Una mordaz enfermera, Stella (Thelma Ritter, impagable, como siempre) es su otra visita habitual y forma con Lisa sus únicos contactos reales con el mundo exterior. A la que le parece descubrir que uno de sus vecinos ha cometido un asesinato las cosas se complican, pero su inmovilidad le hacen que esté indefenso.

Prácticamente sin banda sonora, tan sólo con los ruidos ambientales, Hitchcock supo transmitir perfectamente la sensación claustrofóbica y esa necesidad de cada vez espiar más a los vecinos que requería la película. Eso no impide que haga virtuosismos como el de la primera aparición de Grace Kelly (uno de los besos más bellos rodados por Hitch, que casi parece un sueño, aunque no exento de erotismo) o escenas como la de que, después de una discusión con su novio, Lisa entra en la habitación del asesino y consigue coger un anillo, todo ello sabiendo que está siendo observada por Jeffries, y finalmente consigue escapar con el anillo en el dedo, con lo que demuestra dos cosas: ha conseguido la prueba que buscaban, y ha “pillado” definitivamente a Jeffries.

Para qué recordar absurdos remakes como Disturbia, o incluso una versión con Christopher Reeve; el original sigue siendo igual de moderno y fresco que en el primer momento. Parafresando un famoso anuncio "busque, compare, y si encuentra algo mejor... véalo"
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ESTO (NO) ES UN ATRACO



¿Qué hace que una película se convierta en un clásico? Es un poco difícil de responder, pero a veces es, sencillamente, por una afortunada reunión de coincidencias. Y ya que el cine español no está sobrado de clásicos, precisamente, recordemos uno de ellos.

La premisa de Atraco a las tres es bien sencilla: los empleados de un banco planean atracarlo, movidos en parte por la enemistad que sienten al nuevo director, parte por la escasez económica (si, ya había crisis entonces), y parte por salir un poco de la rutina de sus vidas, más bien grises.

La mezcla de comedia costumbrista y cine policíaco funciona a la perfección, siendo deudora de Rufufú, especialmente, con unos personajes bien trazados, a quien les viene grandes lo de convertirse en ladrones, pero ilusionados con su nueva misión. Y es que consiguió adelantarse ligeramente a la llamada “tercera vía” del cine español, mostrando un producto de calidad, con un transfondo realista, pero que pudiera conectar con el gran público, un poco en la línea del primer Berlanga.

Sin duda, el principal acierto de la película es su reparto, excepcional y acertadísimo,que puede competir perfectamente con el de los "soliti ignoti" de su equivalente italiano, compuesto por José Luís López Vázquez, Gracita Morales, Alfredo Landa, Agustín González, Manuel Alexandre y Cassen como los patosos cacos. De hecho, la frase “Fernando Galindo. Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo” quedó unida definitivamente a López Vázquez desde entonces, lo que demuestra el calado popular de la película.

El gag recurrente de las lesiones de los empleados de banco, la parodia de Gracita como femme fatale (atracadora, según ella)… todos los recursos humorísticos se hacen sin perder el cariño que se siente por los personajes, que acaban siendo entrañables.

Ni el director, Jose Mª Forqué, ni Pedro Masó como guionista volvieron a estar más acertados, y hasta el único elemento de modernidad de la película (estamos hablando de los años 60), un número musical, de ligeras influencias jazzisticas, no molesta, con lo que finalmente la película ha quedado como lo que es: una magnífica comedia atemporal… ¿acaso no son eso los clásicos?
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ALGUIEN VOLÓ SOBRE LA ISLA DEL CUCO



Me gusta que directores consagrados de vez en cuando cambien su estilo y se dediquen al llamado cine de “genero”, ya que siempre he pensado que no existen géneros menores, sino buenas y malas películas, sencillamente. Y nuestro viejo amigo Marty nos sorprende convirtiéndose en el Shyamalan de turno con Shutter island, aunque ya hizo algo parecido con El cabo del miedo (al que por cierto el cartel se parece sospechosamente).

Basada en una novela de Dennis Lehane, éste no abandona su amada Boston para adentrarnos en una isla de difícil acceso, habitada tan sólo por un centro psiquiátrico, viene a ser un homenaje a las novelas góticas, y cine de terror de la serie B, aunque también podría considerarse como un cruce entre Alguien voló sobre el nido del cuco y El resplandor, lo que no está nada mal.

Al hospital Ashecliffe llegan dos detectives, Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo), para investigar la desaparición de una paciente, Rachel Solando. Las enormes medidas de seguridad, y –especialmente- el uso de la música al mostrarnos por primera vez el hospital, nos indican que se trata de un sitio muy inquietante .

Daniels vive atormentado por una serie de demonios interiores (su participación en la II Guerra Mundial como un maldito bastardo, su alcoholismo y la muerte de su mujer); una vez dentro del hospital todos esos demonios parecen aumentar considerablemente, de manera que es incapaz de distinguir qué es realidad y ficción. Una idea le empieza a obsesionar: en el centro están haciéndose experimientos bastante raros.

Aún en una película de género como ésta, pueden apreciarse dos de los principales temas de las películas de Scorsese: el sentimiento de culpa y su reflexión sobre la violencia (que sólo se refleja en una conversación, pero resulta sumamente reveladora). No hay efectismos, aunque sí un buen tratamiento de la ambientación y fotografía, así como de la banda sonora o el silencio, para remarcar la sensación de algo extraño y amenazador, que sin embargo contrastan con la belleza de las escenas de las “alucinaciones” o “sueños” de Daniels, muy cuidadas artísticamente.

Es muy acertada la elección de la época en la que ocurre la historia, después de la II Guerra Mundial, en plena guerra fría y durante la caza de brujas. La paranoia tenía un campo de cultivo perfecto, ante el miedo de una bomba atómica o de que el prójimo fuera un comunista, o un delator. Por eso no es de extrañar que los pacientes prefieran no salir del hospital, ya que ahí se sienten seguros del mundo exterior. “He oído que en la televisión se oyen voces. Como si no tuviera bastantes con las que escucho en mi cabeza”.- dice una de las enfermas.

Ninguna objeción se puede poner al magnífico reparto, encabezado por el actor fetiche de Marty desde que cambió a De por Di, y la verdad es que está muy bien, en un personaje que le permite mostrar una gran variedad de emociones. Aparte de Ruffalo y Patricia Clarkson le acompañan Ben Kingsley y Max Von Sydow (aunque la verdad es que a este último se le podría haber sacado más provecho).

Nunca me ha importado que me engañen cuando lo hacen bien, y el sorprendente giro final al principio te pilla tan descolocado que no sabes si es verdad o mentira, pero finalmente todo encaja, aunque sea de una manera descorazonadora. Y es que a algunos demonios interiores no hay exorcismos que les valgan.
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LA MANO DE DIOS



Desgraciadamente no abundan demasiadas películas de terror que no estén basadas en la sangre o el susto, que vayan más allá. Por eso, cuando aparece una casi es una celebración, hasta el punto que perdonamos sus posibles defectos, ya que en comparación con las otras siempre salen beneficiadas. Esto pasó con Escalofrío. Aunque no tuvo demasiado éxito, poco a poco empezó a correr el rumor que valía la pena. Y así es.

Bill Paxton, probablemente conocido sobre todo por Big Love, debutó como director con ésta película, que también protagonizó. Narra la historia de una familia, los Meiks, compuesta por un padre (Paxton) y sus dos hijos pequeños, Fenton (Matt O’Leary) y Adam (Jeremy Sumpter). El padre es un hombre cariñoso y atento, hasta que una noche despierta a sus hijos para decirles que, como los Blues Brothers, “tienen una misión de Dios”, consistente en eliminar demonios que se encuentran escondidos en la Tierra, con apariencia humana; un ángel les dará una lista con el nombre de todos ellos y les avisará cuando deben hacerlo.

El tratamiento de la película recuerda a El otro (una película que ya he comentado en más de una ocasión, y ya estáis tardando en ver), o La piel que brilla por presentarnos una América rural y una infancia que no es tan inocente como creemos. Lo más perverso del plan del padre de los niños es su insistencia en que éstos participen en él. El mayor tiene sus reparos, pero el pequeño es más influenciable y cree totalmente en su padre, considerándolo todo como una aventura o un juego.

Poco a poco nos vamos enterando de todo, ya que la historia comienza varios años después, cuando un desconocido (Matthew McConaughey, en uno de sus papeles más interesantes, aunque no puede evitar quitarse la camiseta en alguna escena) entra en una comisaría para denunciar a un asesino en serie llamado “la mano de Dios”, y mediante flash blacks se va desvelando el misterio.

Patxon hace un buen trabajo como director, aunque tal vez habría necesitado ser un poco más oscuro en algunas ocasiones, y las breves escenas de las “apariciones” son algo flojas, pero eso no impide que el resultado total de la película sea más que apreciable, manteniendo el interés de principio a fin. Mucho mejor es su actuación como el padre, de firmes convecciones religiosas y muy lejos de lo que nos imaginamos como un asesino en serie, así como su relación con sus hijos, que constituye lo mejor de la película.

Cuando nos creíamos que se trataba de una denuncia del fanatismo religioso, de repente el guión da un giro que hace que todo lo veamos desde un nuevo enfoque, que no por eso es más tranquilizador, aunque así lo parezca a simple vista. ¿Seguro que Dios no es el Demonio, como parecía que iba a explicar Lars Von Trier, pero al final se quedó en el intento?
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HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE



Me cae bien Danny de Vito. Más de una vez he visto que le llamaban “el enano gruñón”, y la verdad es que creo que le va bien el nombrecito, ya que de los personajes que van cantando el “Heigh Ho”, el que más le encajaría sería ese, debido a su especialidad por ver el lado oscuro de las cosas.

Poco se puede decir de su carrera como actor, casi siempre en la categoría de “secundario de lujo”, siendo su papel más destacado su memorable Pingüino de Batman returns, pero como director puede considerarse como más que aceptable, siendo su primera película una ingeniosa variante de Extraños en un tren, Tira a mamá del tren, con una madre que deja pequeña a la de Psicosis.

Su siguiente película, La guerra de los Rose, aprovechó el tirón del trío protagonista de Tras el corazón verde, y siguió con los mismos derroteos de humor negro que la primera. Katleen Turner y Michael Douglas ya habían demostrado anteriormente su química, que aquí volvió a funcionar de nuevo.

El comienzo no puede ser mejor, Danny de Vito le dice a un cliente “Amigo, cuando un abogado que cuesta cien dólares la hora le explica gratis una historia es mejor que escuche” y aparece un precioso cielo de tonalidades rojas, no podemos engañarnos: nos van a explicar un cuento… aunque ésta vez esté envenenado.

Es premonitorio que Oliver y Barbara se conozcan en una subasta y ambos pujen por la misma pieza. Los dos forman una pareja perfecta y todo parece sonreírles en la vida: él está triunfando como abogado, tienen una casa preciosa, dos hijos muy guapos... Pero Barbara de repente decide divorciarse de su marido ¿acaso ha sido una decisión tomada de la noche a la mañana? No. Ella cometió el error de dedicar toda su vida a su familia y no pensar en sí misma. Ahora, con los hijos ya crecidos y un marido volcado en su trabajo, su vida está vacía y la casa se le cae encima, y por eso empieza a odiar a la persona a quien considera responsable de ésta situación: Oliver, ya que del amor al odio hay sólo un paso, sólo que el odio es un sentimiento mucho más fuerte y duradero.

Oliver no comprende nada de todo eso, ya que sigue enamorado de su mujer, y por eso se niega a cederle la casa, que es lo único que ella le pide (Tiger Woods lloraría de felicidad por una oferta así). De hecho, sus diferencias siempre han estado allí: si uno quería un perro, el otro un gato; si uno se compraba un coche deportivo, el otro un todo terreno, y por eso acaban originando una auténtica batalla campal, con escenas tan delirantes como una cena con invitados que no pasaría una inspección de Sanidad.

Katleen Turner está estupenda, sobre todo a medida que va avanzando la película, pues estaba en su mejor momento, antes de enfermar, y no le resulta difícil comerse con patatas a Michael Douglas, como siempre que trabajaron juntos, y sacando provecho de cualquier frase del estilo “alguien que hace un paté como éste no puede ser mala persona”, a lo que Barbara responde: “eso depende de qué esté hecho el paté”.

Uno de sus aciertos es que no le importa llegar hasta el final de sus propuestas, por muy exageradas que puedan parecer, y cuando al final Oliver coge la mano a Barbara ella la aparta sin dudarlo, siendo coherente hasta el último suspiro. Aquí no hay happy end que valga. Al contrario; ¿porqué nos engañaron tanto con lo de que “y fueron felices y comieron perdices”? La auténtica película empieza justo entonces.
 
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