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QUE MALA SUERTE SER AFORTUNADO!




Tienes buena suerte: te haces amigo de un chico rico, enamoras a su hermana, consigues que tu suegro te ponga en el mundo de las finanzas.... Todo es perfecto y vas subiendo como la espuma.
Tienes mala suerte: sientes una enorme atracción por la persona menos apropiada: la novia de tu amigo y futuro cuñado, y no puedes quitártela de la cabeza.... y hasta aquí puedo leer, como dirían en Un, dos tres.
Sin embargo, por una vez desearías tener mala suerte, saber que hay una especie de justicia divina que hace que las acciones que están mal tienen su castigo (las referencias a Dostoyevski no son casualidad).... pero no la hay. Tan sólo te quedarán los remordimientos, si eres capaz de soportarlos.
No hay nada mas relativo que la suerte; ya que es como una pelota de tenis que da con la red, si rebota, pierdes; si pasa al lado contrario, ganas, y al final Chris demuestra que es un buen tenista.
Woody Allen en Match point cambió de estilo y de lugar, dejó su amada Nueva York para ir a Inglaterra, lo que le va muy bien a la historia, por las diferencias de clases, que sirven para entender mejor la ambición de Chris; abandonó la comedia para contarnos un drama con sabor totalmente clásico, en el que tenemos opera en lugar de jazz, con resultados tan brillantes como el de la escena del asesinato, y con unas escenas eróticas hasta entonces bastante impensables en Woody, ya que siempre se hablaba mucho de sexo en sus películas pero brillaba por su ausencia (el punto débil de los intelectuales, que al final acaban dando la razón al Alberto San Juan de El otro lado de la cama); aquí no hablan, lo hacen, y tiene una importancia mayor en sus vidas de la que quisieran. No deja de ser curioso que alguien con la edad de Woody aún crea en la suerte y en la pasión, y eso es un elogio.
El protagonista (un excelente y guapísimo Jonathan Rhys-Meyers) viene a ser como el Guy de Extraños en un tren –no creo que sea coincidencia que compartan profesión- , sólo que a diferencia de él, es capaz de actuar sólo, sin la ayuda de Bruno. Heredero de personajes como el de Montgomery Clift en Un lugar bajo el sol o Laurence Harvey en Un lugar en la cumbre, aunque también tiene puntos en común con otra película del propio Allen: Delitos y faltas.
El personaje de Scarlett (que también está guapísima y lo hace estupendamente, lo reconozco, para que no se diga), desde su primera y espectacular aparición, ya se nos presenta como una femme fatale, aunque en realidad ella es su propia víctima: abandonada por los hombres, obligada a abortar, insegura respecto a su talento como actriz, con inclinación a la bebida... De lo único que está segura es de su poder de atracción con los hombres... aunque no siempre elija al apropiado; pero es que ella ya reconocía que tenía mala suerte.

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