“Me llamaron gallina”.
Esa es la excusa que Jim Stark, el personaje que interpreta James Dean en “Rebelde sin causa”, aduce para enmarañarse en una pelea a navajas con el chulobarrio in péctore de su nuevo instituto, Buzz Gunderson (Corey Allen) . Esa frase, en el contexto adecuado, explica en gran parte el personaje que interpreta Dean, alfa y omega del estimable film de Nicholas Ray que barnizó al actor americano de color púrpura-leyenda. La película se estrenó un 3 de octubre. James Byron Dean había fallecido en un accidente de coche el 30 de septiembre. Murió un actor, nació un mito (y miles de anuncios de jeans). Vamos a hablar de ambas cosas.
“Rebelde sin causa” es un melodrama cosecha 1955 que, en su época, resultó un acontecimiento que sobrepasó los límites puramente cinematográficos para apoltronarse en la más ambiciosa definición de “fenómeno generacional”. Eran otros tiempos, y la juventud no era, glups, tan diferente de la de ahora. Procedían de una sociedad, la americana-años cincuenta, enraizada en la bonanza económica de postguerra y una democracia estabilizada; por tanto, en principio sin muchas cosas por las que luchar (siempre que fueras blanco, claro...) . Sin embargo, una rabia incomprendida (=“sin causa”, ¿comenzáis a pillarlo?) comienza a percibirse en el ambiente (contra) cultural: la generación "beat", el "rock´n´roll" (bibap-pulula/chis-mai-bei-bi) , y unas cuantas películas que, de manera insólitamente urgente, describen este estado de excepción: “¡Salvaje!” (con Marlon Brando... quien en 1947 hizo una audición para un proyecto llamado... “Rebelde sin causa”. El proyecto se “retrasó” un poco, pero sabían lo que hacían) , “Semilla de maldad”, “Picnic”, “Al este del Edén” (con un protagonista llamado, todos a coro,... James Dean) , y, la más popular e idiosincrásica, “Rebelde sin causa”. Desde un punto de vista exclusivamente cinematográfico, la película es una muestra de la maestría técnica de Nicholas Ray; en ese sentido, es irreprochable. La utilización del formato Cinemascope de Ray es, sencillamente, asombrosa; dicha pericia se observa ya desde los títulos de crédito sobre James Dean, tirado en el suelo y con una turca marca “Sue Ellen”, aprovechando al máximo el formato; pasando por toda la escena de la comisaría (la cual, por cierto, parece una consulta de psicólogo. El comi trata a todos los chavales que pasan por su oficina con un tacto y un buenrrollismo de lo más, digamos, inverosímil. Nicky-Ray, reconócelo, no pisaste una comisaría en tu vida) o las de la casa vacía. El guión es también destacable, dividido en tres cristalinas set-pieces (dios, parezco Mirito Torreiro) : el citado inicio en el cuartelillo, en el que se conocen los tres personajes principales de la historia; el segundo acto (al que podríamos subtitular “A todo gas: la precuela”) , con la carrera suicida de coches y el fallecimiento de Buzz; y el acto final, con esa simulación de familia feliz a la que juegan Jim, Judy (Natalie Wood) y “Plato” Crawford (Sal Mineo) en la casa vacía y que acaba en tragedia. Jim acaba el film dando un primer paso hacia la madurez y reencontrándose con su hasta entonces odiado padre; la frase que abre el artículo define a la perfección lo que Jim no quiere ser: el pusilánime padre incapaz de tomar una decisión o de discutir nada a la madre castradora. En cuanto a las interpretaciones, señalemos que James Dean hace una interpretación sobresaliente a pesar de cierto histrionismo puntual (el propio JD reconoció que “jamás volvería a dar tanto de sí mismo”. No sabía cuánta razón tenía...) ; tanto Natalie Wood como el sorprendente Sal Mineo realizan unas actuaciones muy al uso del melodrama de aquella época, con moderada afectación. Ambos estuvieron nominados para tito Oscar (curiosamente, Dean no: de hecho, la única de sus tres películas por la cual no estuvo nominado) . Para cerrar el análisis del film propiamente dicho habría que resaltar que la cinta no ha envejecido bien, y que se ha visto superada, al menos en cuanto al tratamiento propiamente dicho del conflicto generacional e incluso de la imagen general del film (diálogos, dibujo de personajes, etc.) . Vamos, que vista hoy en día parece más pasada de moda que un dueto entre Billy Ocean y Martika. Sin embargo...
Sin embargo, las consecuencias de la película, su mensaje y, en particular, del fallecimiento de JD se arrastran hasta hoy en día. De repente, todos querían ser James Dean. Se vendieron miles de camisetas iguales a la que usaba JD en gran parte de la película (Ronaldinho no le hubiese hecho ni sombra en ese aspecto) , todos querían ser como él, de aspecto y maneras varoniles e incluso pelín chulescas, pero con un fondo sensible e inconformista que sentaba de mil maravillas a la adolescencia de los cincuenta. El primer metrosexual de la Historia, vamos. Su inesperada y repentina muerte hizo el resto: dejó de ser un proyecto de Monty Clift para sobrepasarle por la derecha (a él y a todos, incluyendo a Brando) y convertirse en un icono transgeneracional. Hay, aún hoy en día, cienes y cienes de habitaciones de adolescentes (y no tan adolescentes) adornadas con pósters de James Dean.
Para cerrar post, os invito a que hagáis recuento mental de a cuántos actores les han pegado la etiqueta de “nuevo James Dean”. La lista es más larga de lo que parece. Y si no, empezad por la P de Luke Perry...
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