Este es un post pelín personal. Oséase, que va a ser tamaño extra-large con doble de merengue. Os voy a hablar del primer recuerdo de cine que conservo. Posiblemente “La guerra de las galaxias” no es la primera película que vi en sala grande, pero sí la primera chispa de fascinación cinéfila que me viene a la memoria. Debía de tener, pues eso, calculad vosotros mismos. Está bien, lo haré yo... Alrededor de los seis años. Qué guapo era, qué monada-crío-lanariz-desupadre-tiene. Recuerdo que mis padres me llevaron a un cine desaparecido hace ya mucho tiempo, en una galax... leche, que me pierdo. Estaba situado en pleno Paralelo de Barcelona, al lado del Teatro Apolo. Cine Nuevo, se llamaba la sala, y era enorme, o al menos a mí me lo pareció en aquel momento. Una de esas salas que ya casi se han extinguido. Revivo como si fuese hoy mismo las sensaciones que me produjeron las fanfarrias iniciales; la primera escena que se recorría, desde abajo, el inacabable destructor imperial, el estruendoso ruido que emanaba de las explosiones y los vuelos de los cazas (nos tuvimos que sentar justo al lado de un altavoz... creo que mis oídos aún no se han recuperado del todo... ¿alguien me llama?) ; ese héroe impoluto, blanco nuclear, con su valentía, su sable-láser y su princesa a cuestas. Tito Lucas me poseyó, me violó sin miramiento, y durante varios años fui suyo y sólo suyo, enfrascado en el universo que había ideado para mí (porque era sólo para mí...). Por desgracia, cuando llegó la Trilogía II yo ya había entregado mi alma a Scorsese, Kubrick y Tarantino, y mi cinismo vital no pudo soportar a Jar-Jar Binks. No te perdonaré nunca la Segunda Trilogía, George. Hiciste que me tropezara de bruces con mi madurez.
¿Se puede someter a la crítica convencional una leyenda? ¿Están sujetos los mitos al análisis estrictamente cinematográfico? ¿Se puede dictaminar objetivamente sobre, pongamos por caso, “
Casablanca”? La respuesta es cristalina: yo SÍ puedo. Es lo que tiene la Magnificencia del Saber Cinéfilo (algo así como la Fuerza en la crítica de cine) (estos no son los androides que buscáis...). Así que vamos a por el “Episodio IV”, porque si no acabaré poniéndole prólogo y notas a pie de página al post. Dale, marcbranches.
“Star Wars” no es sino “
El Señor de los Anillos” de
George Lucas. Ni más ni menos. Mundos inventados, géneros mezclados (no agitados), nombres imposibles... No descarto que el LSD también tenga algo que ver con tamaño torrente de imaginación. El caso es que tito Lucas, un buen día, consigue financiación para rodar la primera parte de su alucinación; y se da cuenta de que se va a gastar mucha pasta en los efectos especiales. Así que contrata para los protagonistas actores más bien desconocidos (a
Harrison Ford de aquella sólo le conocían en las casas donde hacía las chapuzas de carpintero...) que, desde luego, no le garantizan solvencia interpretativa. Y, vista la película chorrocientas veces, hay que asimilar de una vez por todas, que, efectivamente, no se la dan. Con excepción de Harrison, que asume con naturalidad el chulopo intergaláctico que le ha caído en suerte, ni
Carrie Fisher ni
Mark Hamill ofrecen demasiada traza a la hora de recitar sus, por otro lado, imposibles diálogos (a Lucas nunca le ha gustado escribir diálogos. Para él es un engorro, lo ha reconocido públicamente. Debe de creer que todo se puede expresar con onomatopeyas y sonidos láser). Sin embargo, al Gran Creador le caen del cielo dos regalos: uno, la bendita inspiración que le permite crear personajes extraordinariamente carismáticos que consiguen anular esas carencias (luego hablaremos del number one) ; y dos,
Alec Guiness. El veterano Sir, ya de vuelta de todo y con el piloto automático puesto, consigue hacer de un personaje de apenas quince minutos reales en pantalla el auténtico motor espiritual del film (y de la trilogía). Gracias, Sir Alec, por Obi Wan Kenobi: el personaje es usted. En cuanto al regalo número uno, aparte de los protagonistas y el abuelo Alec, habría que añadir a los que han convertido por derecho propio en el
Gordo y el Flaco del cine de ciencia ficción. Por descontado, hablo de esos dos robots comprados por el tío de Luke en el top-manta de los jawas: C3PO y el inolvidable R2D2, un androide que sin entender un pijo de lo que dice consiguió enamorar a todo el mundo (su encanto ha sobrevivido, incluso, a la segunda trilogía...). Todos estos personajes se encuentran envueltos en un pastiche de géneros (western, buddie movies, romanos, piratas, medievales... La lista es interminable) que bordea constantemente el ridículo sin llegar a él en ningún momento. Un ritmo endiablado y muy natural de acción, sin perder el paso y sin dar tiempo a la aspiración-expiración y unos efectos especiales espectaculares e innovadores contribuyen de igual manera al chorreo de kilométricas colas que se producen en los cines de todo el mundo para no perderse el acontecimiento del año. Y no, no me olvido de nadie...
Alguien dijo una vez que cuanto mejor sea el villano, mejor es la película. Si el silogismo es cierto, “Star Wars” es inabordable en lo alto del podio. Darth Vader. El malo más maloso de la Historia de la Perversidad. Todo en él es un regalo para los sentidos. El inquietante casco, el traje negro (pero negro-negro...), la mítica respiración mecánica (todos la hemos imitado a través de un cucurucho de papel. Todos.) , esa omnipotencia que le permite ahogarte con un simple ademán... En este “Episodio IV” es el Vader más puro. Luego ya empieza el culebrón yo-soy-tu-padre-dámaso-carlos y la cosa se complica, pero en esta película es la Maldad Absoluta.
Sin embargo, ninguno de todos estos, con ser importantes, son el descubrimiento fundamental de Luquitas. Este es, sin ningún género de dudas, el merchandising. Fabricar muñequitos a tutiplén, metérnoslos por los ojos a través de atiborrar las jugueterías, de anuncios y cereales y pillarse una buena comisión (esto es un comercial y lo demás son tonterías). Así te aseguras una
horda de frikis idiotas y con cierta solvencia económica que se dejarán la paga semanal en tus juguetes y que irán disfrazados a los sucesivos estrenos. Y luego te compras un rancho y le pones de nombre el apellido de un personaje tuyo... Eso es vida.
Sí, vale, jefa, me ha quedado largo el post. Cierro el chiringo... por hoy. Tened claro, jóvenes padawanes, que comentaré las otras dos partes de la Santísima Trilogía un día de estos (o de aquellos). En cuanto a la Trilogía 2.0...
Como
La Novia me venda de una vez su
katana (sí, ya sé que una Hattori Hanzo no tiene precio, pero prueba a ponerle uno, leche) me va a explicar a mí cuatro cosas tío George sobre los dfhsdjsweycx midiclorianos...
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