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DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERCEN A MI




No, no voy a hablar de Michael Jackson.

Erase una vez dos niños a quien su padre confió un tesoro; lo que no sabían es que un ogro (no, no es Shrek) lo estaba buscando, hasta el punto de que se casó con la madre de los niños para encontrarlo. Los hermanos huyeron a través de un bosque encantado, en el que encontraron a una hada buena, que les defendió del ogro. Y colorín, colorado....
La única pelicula dirigida por Charles Laughton es un maravilloso cuento de hadas y al mismo tiempo un retrato de una América rural, castigada por la Depresión, habitada por gente codiciosa que se deja engañar fácilmente por la palabrería religiosa y dispuesta enseguida a cualquier linchamiento.Desgraciadamente, nunca podremos saber hasta donde habría podido llegar Laughton como director, pero su comienzo no pudo ser mas prometedor. En su momento fue un fracaso, y eso hizo que no dirigiera nada más; la gente no estaba preparada para una historia así, que mezcla fantasía y realidad de una manera tan sorprendente, ¿porque no será todo tal vez un cuento explicado por la Srta. Cooper a los niños? Hay momentos en que Powell parece un dibujo animado. Tal vez haya sido lo mejor; si se hubiera hecho ahora habría habido continuaciones con el predicador en plan psycho-killer, que tal vez hubieran culminado en Hannibal vs. Harry.
Robert Mitchum está hipnótico, fascinante como el predicador Harry Powell; representa la maldad en estado puro, aunque él lo haga todo por su Dios, y eso aún lo hace más inquietante. Odia a las mujeres, ya que para son las responsables de todos los pecados. Sumamente reveladora la escena en la que, en una especie de cabaret, a la que ve a una bailarina mete la mano del ODIO (por supuesto) en el bolsillo de su chaqueta, y atraviesa el bolsillo el filo de su navaja. Freud seguro que la habría encontrado interesante. Ya forman parte de la historia del cine sus manos tatuadas con las palabras AMOR y ODIO, al igual que su discurso con las manos entrelazadas explicando la historia de la lucha del bien y del mal, porque de eso va la película, pero el bien y el mal a veces están tan entrelazados que cuesta distinguirlos.
Shelley Winters es la madre de los niños, Willa Harper; una mujer débil, que necesita tener un hombre a su lado, y no se da cuenta del peligro que corren sus hijos. La escena de su muerte es fabulosa: Powell mira al cielo y se queda absorto mirando la luz, como esperando una confirmación divina de lo que va a hacer; también lo es la de la noche de bodas, cuando el reverendo le explica que no habrá sexo entre ellos, y a partir de entonces ella se convierte en una fanática religiosa (Por cierto, Mitchum también tuvo problemas con su noche de bodas en La hija de Ryan, aquí hay algo que no encaja).
Lillian Gish, una de las grandes damas del cine mudo, es la mujer que acoge a los niños, la Srta. Cooper. Bajo su apariencia fragil, se encuentra una mujer dura y fuerte como una roca. El hecho de que esté rodeada de niños y su propio hijo la haya abandonado nos sugiere que en realidad está intentando llenar el vacio de su hijo, y que él probablemente la hubiera dejado por su extrema dureza. La rapidez con que actúa a la que John dice “No es mi padre” y ella responde “Entonces tampoco es un predicador” sacando una escopeta, parece confirmarlo.
Solo durante un breve e inquietante momento, Bien y Mal coincidirán, cuando por la noche, mientras Powell espera fuera de la casa para atacar a los niños y la Srta. Cooper está sentada en el porche vigilando con un arma en la mano, el reverendo se pondrá a cantar salmos religiosos (magnífica voz la de Mitchum, no es de extrañar que grabara un disco de .... calypsos) y ella acabará uniéndose a su canto.
La fotografía de Stanley Cortez es fabulosa, consiguiendo imágenes como el cadáver de Willa en el fondo del lago, con su cabello flotando, confundiéndose con las algas, o las de el recorrido de los niños por lo que parece un bosque encantado, o la aparición de la sombra de Powell montando a caballo, son buena muestra de ello, dando ese aspecto entre mágico y real.
John, a la que detengan al reverendo, sentirá el mismo dolor que cuando detuvieron a su padre, y le arrojará enojado el dinero que éste le había confiado, Su infancia ha terminado.

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