“Llevaos los zorros, los pequeños zorros que estropean nuestras viñas”
Con esta cita bíblica empieza The little foxes, que por curiosidades de los traductores pasó a ser La loba, dando más protagonismo a Bette y cambiando de animal (por lo visto no vieron los documentales de Rodriguez de la Fuente) ; pero por esa regla de tres, su traducción habría sido.... bueno, será mejor que corramos un tupido velo.
Los norteamericanos siempre han sentido fascinación por el viejo Sur: sus mansiones señoriales, sus altivas damiselas de rotundos nombres (Ava Lavinia, sin ir mas lejos), sus criados de color reposados cantando...
Lillian Hellman nos coloca en un Sur algún tiempo después de la Guerra Civil; las familias ricas lo han perdido todo, y otra nueva clase se ha enriquecido, ocupando su lugar; sobre este tipo de gente trata la historia.
Tres hermanos, Ben, Oscar y Regina procedían de una familia de traficantes, que tras la guerra prosperó .Uno de ellos se casó con la hija de una de las mas antiguas familias y de mas prestigio del lugar, quedándose al final su casa y sus tierras. El matrimonio de conveniencia entre la aristocrática Birdie y Oscar ya es pura fachada, no se soportan mutuamente y ni siquiera sienten el mas mínimo cariño por su hijo, Leo; claro que así a salido: un inútil bastante cobarde. Regina también se casó con otro hombre, Horace, creyendo que iba a llegar lejos, y tuvieron una hija, Alexandra, pero ese matrimonio también ha hecho aguas: el carácter enfermizo y débil de su marido ha hecho que Regina acaba despreciándole; a diferencia de su hermano, la hija de Regina es la única que vale la pena de la casa, la esperanza de la familia.
Y aquí empieza la historia; los hermanos están a punto de hacer uno de los mejores negocios de su vida, y para eso necesitan el dinero de el marido de Regina, que está ingresado en un hospital. Ella no dudará en usar a su hija para convencerle de que vuelva a casa. Nada mas llegar los hermanos se avalanzarán sobre él como la manada de zorros que son, para obligarle a que les deje el dinero. A pesar de su estado delicado, el se resistirá, ya que sabe que la fábrica usará mano de obra barata y empeorará la situación del lugar y no quiere contribuir a eso.
Todos los actores están magníficos, tanto Teresa Wright como la joven e inocente Alexandra, que finalmente acabará conociendo la auténtica personalidad de su familia, como la conmovedora Birdie interpretada por Patricia Collinge, a la que están acostumbrados a dejar siempre de lado e ignorar, por lo que se refugia de vez en cuando en la bebida para recordar su pasado; el siempre excelente Dan Duyrea como el rastrero Leo, o Herbert Marshall, esforzándose en mantener un poco de dignidad a pesar de su delicada salud.
Pero desde luego el centro de todo es Regina. El tandem Wyler/Davis demostró una vez mas que funcionaba perfectamente. Como dijo Mae West “Cuando soy buena soy buena, pero cuando soy mala soy mejor”, y esto se puede aplicar perfectamente a Bette , que aquí conseguía ser una malvada insuperable, sin el menor rastro de sentimientos tras ese maquillaje que la hacen parecer una máscara (soberbia fotografía de Gregg Toland); una mujer ambiciosa, egoísta e inteligente cuya única debilidad que se permite es añorar su belleza de antaño. La conversación con su marido, en la que le reprocha el pasado, hablándole con una crueldad y frialdad increíble, así como su posterior reacción, son de las que no se olvidan.
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