Año 1971. Se estrenan en los Yuesei, ese mismo año, tres películas que, cada una por su lado y en conjunto, dan paso a un fortísimo debate acerca de la sublimación y banalización de la violencia en las pantallas de cine. Esas tres películas fueron “Harry el Sucio”, “La naranja mecánica” y “Perros de paja”. Esta discusión filosófico-artística se reproduce cada cierto tiempo (recordemos que “Pulp Fiction” trajo consigo una catarata de artículos de opinión a favor y en contra del tratamiento de la violencia tarantiniana), al hilo de alguna película cargada de violencia más o menos efectista, para trasladarla de manera gratuita, simplona y, sobre todo, profundamente ignorante, a unos cauces sociológicos a los que jamás debería trascender. En aquel momento, además, dio la casualidad de que las tres películas culpables eran extraordinarias, con lo cual la historia las ha acomodado en su justo lugar. Después de un sorteo ante notario (yo mismo) anulado por incomparecencia del ídem, he decidido por mayoría simple cuál de los tres filmes iba a aposentar en este nunca bien ponderado blog: “Perros de paja” (¿se puede decir “paja” a estas horas?).
A ver si las cassettes del “Follow me” han servido para algo y lo he traducido bien... Lao-Tzú, “El libro de los 5000 caracteres” del “Dao De Jing”: “El Cielo y la Tierra carecen de reglas, y tratan a la miriada de criaturas como perros de paja; el Sabio carece de reglas, y trata a la miriada de criaturas como perros de paja... ¿No es el espacio entre el Cielo y la Tierra como un fuelle? Aunque vacío en apariencia, todo lo contiene”. O asín. ¿Se le ha ido la pinza con tanta Olimpiada de Pekín a Marcbranches, y se ha vuelto taoísta? Norl. De esta cita sacó Sam Peckinpah el título de su penúltima película, “Perros de paja”, la única que no transcurre en el Lejano Oeste, y que trasladaba a la gran pantalla la novela “The Siege at Trentcher's Farm”, de Gordon Williams. El título más polémico y para muchos el mejor de su obra (servidor se queda con “Grupo salvaje”) es un ejemplo catedralicio de cine de los setenta, seco, brusco, rudo, que a pesar de, no lo olvidemos, su apariencia de cine de suspense, acoge una disección de lo más repulsivo y desabrido de la condición humana a través de una selección de personajes que, más allá del cliché, se arremolinan alrededor de una espiral de tensión que sólo puede acabar de una manera. La historia nos lleva a un apartado pueblecito de la campiña británica a la que se trasladan el matemático David Sumner (Dustin Hoffman, simplemente perfecto) y su esposa Amy (Susan George, principio y fin de su carrera), con familia y pasado en el pueblo. La aparente apacibilidad del estrato rural se ve agitada lenta pero progresivamente por las bajas pasiones y las debilidades primitivas de los personajes. Las primeras escenas del filme ya nos delimitan y definen a los protagonistas del relato; en el caso del matrimonio Sumner, observamos que en su rutina de pareja se intercalan actitudes extrañas entre los arrumacos y el sexo cómplice: Amy manipulando las fórmulas matemáticas de la pizarra de su marido, David acosando cruelmente al gato... No son detalles baladí: la personalidad infantiloide y provocadora de la primera, y el arrebato iracundo del segundo, aparte de ofrecernos pistas sobre la futilidad de su relación, serán los interruptores del baño de hemoglobina final. No sólo ellos, claro. Los obreros de la casa de los Sumner, el borrachuzo Tom Hedden (cuya hija va buscando guerra con todo pantalón que se le cruce), y, en general, todo habitante del pueblo que se atreva a pasar la noche en el bar, se desvelan como despojos humanos cuya existencia sólo es posible mediante una cruel ley de probabilidades (uséase, que tiene que haber de todo). Hay un latente aunque no verbalizado conflicto de sociedades (ruralidad contra burguesía) y de principios humanos (racionalidad frente a instinto), y la onda expansiva provocada por los choques no deja títere con cabeza.
Aunque la atmósfera opresiva inquieta desde el primer plano, el punto de inflexión se alcanza con la violación de Amy por parte de dos obreros. Hasta que llegó la de Monica Bellucci en “Irreversible”, esta fue una de las más comentadas y polémicas escenas de este tipo que el cine había ofrecido. También lo fue la de, claro, “La naranja mecánica”, pero la pátina esperpéntica de esta última la alejaba del realismo; la de “Perros de paja” hirió susceptibilidades no sólo por su crudeza, sino por la ambigüedad de la actitud de Amy, que de vez en cuando parecía aceptar con placer la humillación. Se tildó de machista y ofensiva una actitud que, en realidad, no hacía más que reflejar la confusión e infantilidad del personaje de Susan George. De todas maneras, la gran pirotecnia, y donde Peckinpah realmente demuestra su enorme capacidad como director, se inicia con una especie de fiesta parroquial infantil. A partir de esa escena, en la que la alegría de los niños se transforma en aire irrespirable, tóxico cómplice de las angustias de David y Amy, el montaje del filme se acelera, imponente, majestuoso, celérico pero sin traumas, rebotando entre varias situaciones paralelas convergentes en el caserón de los Sumner. “No toleraré la violencia en esta casa”, dice Sumner en un momento determinado; el lacerante sarcasmo de Peckinpah provoca que esa frase abra las hostilidades de una violencia árida y desnuda que tira de las bridas de lo que queda de aquel hombrecito acobardado y pacífico llamado Andy Sumner. Su enigmática sonrisa final responde ambiguamente a la duda que su acompañante, y el espectador, se plantean, sudorosos, jadeantes aún, en plena despresurización: “No sé cuál es el camino a casa”.
13 comentarios:
De las tres pelis que citas yo pondría primero "La Naranja Mecánica", aunque es cierto, como dices, que su violencia es más estrambótica o más "mecánica", por decirlo de algún modo. En "Perros de Paja" la violencia se vuelca como un torrente incontenible.
San Peckinpah es un director del que tienden a olvidarse dos obras fundamentales suyas: "Quiero la cabeza de Alfredo García" y sobre todo la magnífica "La Balada de Cable Hogue", donde Jason Robards y Stella Stevens dan vida a dos seres desarraigados, colocados en un mundo cambiante, donde no hay cabida para el pasado.
"Perros de Paja" me parece una buena película, que desdeluego fue una bomba en su día. La volví a ver hace unos meses. Siguió pareciéndome una buena película, pero varios grados inferior a por supuesto "Grupo Salvaje" e incluso a las dos que te cito.
Un abrazote.
Vi Perros de Paja hace pocos meses y me sorprendió gratamente. Es una muestra de que la violencia almacenada siempre acaba por liberarse. Me encanta ese Dustin Hoffman, que , en un principio parece tan inocente y que acaba tornándose en todo lo contrario, lo que adivinamos por esos pequeños detalles que mencionas.
Anro, absolutamente de acuerdo en todo lo que comentas, con la excepción de "La balada de Cable Hogue", no por nada, sino porque aún no la he visto. Yo también prefiero "La naranja mecánica" y "Grupo salvaje", aunque hay que decir que "Perros de paja", al estar ambientada en la época contemporánea y no en el Wild West, acerca las miserias y la violencia al espectador mucho más. Y, como dice Deyre, uno se da cuenta que la acumulación de violencia reprimida sólo hace que retardar una explosión mucho mayor. Saludos a ambos.
Vaya película amiguitos, vaya dualidad la de Susan George, qué decir de Dustin... Peckinpah organizando orgías con prostitutas por la noche y por el día creando otro clásico.
Dios salve a David Warner y a la lasciva jovencita de "Un hombre en casa".
'Perros de paja', imprescindible.
Yo creo que las tres películas son incomparables entre sí, por el modo en que se originan los actos violentos; me parece que no las metería en el mismo saco. De las tres, la que me turbó más al verla en el cine fue precisamente Perros de Paja; no me gustó demasiado la actuación de Dustin, pero he de decir que no he vuelto a verla.
Muchas veces he pensado que quizás saqué una impresión posterior condicionada por su extrema violencia, por todos esos tipos que consiguen llevar al matemático a su altura moral.
Después de leer tu estupendo comentario, tengo claro que le daré una nueva oportunidad. O quizás sea yo quien deba tener una nueva oportunidad de verla.
Saludos.
Como es costumbre, un verdadero placer disfrutar de sus escritos cinéfilos. En este caso muy especial para mí, ya que me gusta mucho Sam. Saludos!
Ma-ra-vi-llo-sa película! Me gustaron tus letras!
Efectivamente, Josep, las tres películas tratan la violencia de manera muy distinta. Están en el mismo saco porque ese saco tiene un nombre: violencia cosecha 1971. Todas fueron polémicas, y se estrenaron el mismo año, más o menos. "Perros de paja" merece una segunda oportunidad, y Dustin, que en mi opinión es el actor perfecto para ese papel, también.
Möbius, lo de las orgías nocturnas me lo tienes que explicar con más detalle... Budokan y J.D., gracias por el cepillo... Saludos a todos.
La vi hace demasiados años, en ese espacio de TVE los viernes que se llamaba 'Cine de medianoche'... recuerdo eso, que la película intentaba demostrar que todos llevamos tenemos una naturaleza violenta, aunque esté muy inhibida, como en el caso del apocado profesor de matemáticas que interpreta Hoffman. ¡Vaya con Peckinpah!
Pues que desastre: de las tres películas que nombras, solo he visto Harry El Sucio. La Naranja Mecánica es una película que tengo pendientísima de ver, y que sea por lo que sea, nunca lo he conseguido, y Perros de Paja, exactamente igual. Digo más, Sam Peckinpah es una de mis asignaturas pendientes, porque no he visto casi ninguna de sus películas: Grupo Salvaje, que la vi hace la tira de tiempo, y casi no la recuerdo, y La Balada de Cable Hogue, que la vi no hace tanto y que me gustó mucho.
Pues nada, me da que tengo unos cuantos deberes.
La verdad es que leyendo tu comentario me han entrado ganas de ver Perros de Paja.
Un saludín.
Carles, qué recuerdos aquellos del "Cine de medianoche", cincepto erótico-festivo en el que cabía de todo, desde Peckinpah a Alvaro Vitali...
Laura, a ti te quedan unos deberes y a mí otros: "La balada de Cable Hogue", ya recomendada por anro. Saludos a ambos.
Siempre emparento esta película con otras dos: Furia, de Fritz Lang, y La jauría humana, de Arthur Penn. Para mí, componen algo así como la trilogía del fascismo cotidiano: ese que se cultiva en idílicos parajes con campos verdes, pulcras avenidas, humo de chimenea y olor a guisado. Las mismas que doman la violencia latente que subyace en cada uno de los actos y relaciones de los probos habitantes de tales paraísos, bajo una capa de corrección y normalidad, en la que esconden no sólo desprecio, sino puro y duro odio.
Hasta que todo esto estalla: da igual que el detonante sea cierto o falso, importante o nímio: esa chulería basada en una hombría de tres al cuarto en la que se refugia el autoconvencimiento de su escasa valía, en lo que al grupo de currantes hace, ese comportarse como un chocho loco en busca de respuestas que aún no tienen pregunta, por lo que hace a la esposa, esa capacidad de encabronar dialécticamente a las fuerzas vivas, en el caso de profe. Toda esa violencia ya estaba allí. La teníamos ante nuestras narices todo el rato. Lo que ocurre luego no es sino una consecuencia lógica, porque sólo hace falta cocinarla con algo de desprecio, un poquito de amargura, una niñata imbécil que no sabe dónde se mete y algunas copas de más, que ya se sabe, nunca están de menos.
Siento enmendarte la plana, no es la única peli del Peckimpah que no es del oeste, recuerda La cruz de hierro, The ostermand weekend y Los aristócratas del crimen, así a bote pronto, pero sí es quizás la película de Peckimpah en que sus personajes menos se mueven de su entorno (Hoge recibe visitas, y este es el leif motiv de la película, el encierro en la casa de Ostermand es algo puntual), y ese echar raíces en un ambiente cada vez más opresivo, resulta algo nuevo en un narrador acostumbrado a que sus personajes busquen sus espacios.
No es la mejor de Peckimpah, pero es un peliculón, se promete dulce y apacible y acaba desabrida, seca y dura.
Como un buen escocés, vamos.
Muy apropiada la asociación que haces con "Furia" y "La jauría humana" con las que, efectivamente, "Peros de paja" tiene varios puntos de contacto, ninguno demasiado benevolente con la raza humana. Tienes razón en lo de Peckinpah, yo me refería a sus películas más conocidas. Saludos.
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