Oiga, señora, que yo soy un tipo elegante. Si a la Directrice se le escapa un comentario sardónico sobre mi supuesta falta de conocimientos sobre cine clásico, yo lo acepto con internacional elegancia: uséase, con fair play (inglés) y con savoir faire (francés) (no señora, “francés” no era una petición). Creo que estaría totalmente fuera de lugar señalar que si ella alberga tanta sapiencia clásica es porque la Directrice, coetánea de los Lumiere, ha tenido oportunidad de ver todas esas películas DE ESTRENO. No sería correcto, porque incidiría en la edad, más que avanzada hiperdesarrollada, de la Directrice, y comentar la edad de una señorita es indecoroso. No, no insista, señora, no voy a responder a la provocación. Que no.
Enfundo el florete y paso a mayores, en este caso armado con una guitarra folk. Me chocó hace algunos meses leer la siguiente frase en una crítica cinematográfica: “Daniel Johnston es uno de los cantautores más importantes de los últimos tiempos”. Como a cualquier hijo de vecino, no me gusta que me restrieguen en la cara mi ignorancia – aunque, la verdad, ha ocurrido tantas veces que la ignorancia no se va ya ni con aguarrás -; ni pajolera idea de quién era ese Johnston, así que me tragué el documental “The Devil and Daniel Johnston”, vencedor en Sundance 2005. Recomiéndolo fruiciosamente: no sólo porque el personaje lo merece, sino porque la realización del documental, a cargo de Jeff Feuerzeig, es dinámica, intuitiva y vivaz, una nueva muestra del auge imparable de este género que cada vez más se asoma a las salas de cine. Aunque no te gusten sus canciones (canta mal, maltrata la guitarra, algunas son inaudibles de tan sinuosas y dispersas), una bizarra mezcla de infantilismo naif y lóbrega lucidez, vale la pena echarle un vistazo a su existencia.
Daniel Johnston, nacido en 1961, era un chico amable, rarito, hiperactivo y culturalmente nervudo. El documental nos muestra sus primeros pasos artísticos, en los que tocaba todos los palos, desde el dibujo hasta la música, pasando por el cine; en alguno de los cortos, realmente imaginativos y trabajados para ser un crío, se muestra la visión que tiene de su madre: Daniel la parodia, se ríe de sus creencias cristianas y tradicionalistas, ridiculiza sus persecuciones. No es anecdótico, porque estas influencias regurgitarán decisivamente en una época posterior. Su creatividad se focaliza en sus dibujos (basados en temáticas comunes, como Casper, el Capitán América y... globos oculares volantes) y su música, en sesiones interminables de aporreamiento de piano y cintas de musicassette, en las que no sólo graba sus temas, sino todo lo que se le ocurre; Feuerzeig va intercalando fragmentos de esas cassettes, que son imprescindibles para entender mínimamente a Johnston. Es a golpe de cinta (una manera casi abandonada ya de arrancar una carrera musical) como va haciéndose un nombre en una ciudad, Austin (Texas), en la que en los ochenta había mucho movimiento musical. Daniel apenas sabe tocar la guitarra, lo que no le impide interpretar sus extrañas canciones con la chirriante y desafinada voz que le caracteriza. Una aparición afortunada en un pequeño festival de la MTV le convierte en el trabajador más popular del McDonald's de Austin (MTV + McDonald's: ¿se puede ser más yanqui?). Pero un demonio comienza a hacer sonadas apariciones en el ya de por sí desquiciado mundo de Johnston. Su nombre: trastorno bipolar.
Su primera experiencia con el LSD, en una época en la que su fama comienza a extenderse por el underground folk americano (que le sitúa al nivel de, ohmygod, Bob Dylan) acelera la explosión de su enfermedad. Johnston se obsesiona con Satán, con sus encarnaciones, con el advenimiento del Mal, manías seguramente adquiridas desde la figura materna. El director, a través de videos y grabaciones de voz, es capaz de transmitirnos la pesadilla por la que pasa la mente del artista hay una actuación en directo en la que Johnston, literalmente, pierde el oremus, soltando diatribas contra Satán y llorando rabiosamente mientras interpreta uno de sus temas. La enfermedad de Daniel está a punto de provocar el accidente de una avioneta en la que viaja con su padre, y se decide internarlo en un psiquiátrico. Pero ese malditismo sube puntos en el underground, y la fama de Johnston y sus atormentadas canciones entre el mundillo sigue intacta. Tal es así, que recibe ofertas en el mismo hospital para firmar por discográficas; incluso edita un disco con Atlantic Records (lo cual provoca la ruptura con su manager de toda la vida, a quien Feuerzeig compara con Danny Rose), pero es un fracaso absoluto de ventas, y Atlantic rompe el contrato. No importa. A Kurt Cobain le regalan un día una camiseta con la carátula de la primera cinta de Johnston (ver foto de arriba), y empieza a vestirla con asiduidad. Son los días de Cobain=Dios, y todo el mundo se pregunta quién coño es ese Johnston. Poco a poco, nuestro hombre se va recuperando, muy lentamente, y se permite continuar su hiperactividad artística, con giras internacionales incluidas. Gentes como David Bowie, Sonic Youth, Eddie Veder, Beck o Yo La Tengo versionan temas suyos, mientras Daniel vive apaciblemente con sus padres en Texas.
La última parte del documental nos presenta la existencia actual de Daniel, con sus dibujos, sus ensayos con su grupo, sus largos paseos y su extraña relación consigo mismo, bajo el cuidado de sus ancianos progenitores. Es precisamente su padre quien cierra majestuosamente el documental, con una frase que expresa, con tono octogenariamente sabio, la incertidumbre sobre el delicado futuro personal de Daniel: “Estamos tan preocupados. Se nos acaba el tiempo.”
8 comentarios:
Ya sabía yo, compa Marc, que mi férrea e inquebrantable reivindicación de la ignorancia como motor de desarrollo del alma humana terminaría calando en ese pedazo de duro pedernal que tienes por corazón. Por fin, por fin, ya era hora, ya puedo quedarme tranquilo. Por lo demás, me alegro de que hayas disfrutado de este -por lo que cuentas- interesante documental, el cual, como bien podrás imaginar, tampoco he ...
Un fuerte abrazo, compa.
Me adhiero a la ignorancia de Manuel.
Es más: ni siquiera he oído -que yo sepa- ninguna canción de ese famoso Cobain.
El documental, claro, tampoco lo he visto; en ocasiones tengo la sensación que algunos directores buscan adrede figuras un poco fuera de foco como pretexto para sus documentales, como diciendo: "yo os lo descubro". No sé.
Saludos.
p.d.: por tu afilada -que no acerada- respuesta, intuyo que debe ser cierto lo del Renoir.... ;-)
Qué grande, M-Márquez, en tu reivindicación de la ignorancia como motor vital. Sin embargo, en este caso he de decirte que no tiene mérito. Ya ves que tu compa Josep tampoco tiene, básicamente, pajolera idea de lo que hablo. Un abrazo.
En eset caso, Josep, he de decir que Johnston era una figura de la que el tal Feuerzeig quería rodar algo desde 1990, cuando lo descubrió en un programa en directo en el que el amigo Daniel se flipó con canciones improvisadas, imitaciones, poesías, etc. No parece un intento prefabricado de "epateur", y la fama underground de Johnston es cierta, no es ningún desconocido; otra cosa es que lo sea para ti y para mí. En especial para ti, que no has escuchado nada de "ese famoso Cobain"... Saludos.
P.D.: Lo de Renoir es absoluta, perniciosamente falso. Para mí siempre ha sido una expresión de asombro catalana: renoir, quins collons!
¡Voto a bríos, insensatos ignorantes!
¿que no conoceis a Daniel Johnston?...¡Marcbranches, ilústralos, please!......¡No me puedo creer que nadie sepa nada del sapo pintado!...no me extraña.
Hace tres años en una "gira del inserso" por Texas y California, tuve la desgracia de conocer a este individuo, del que no tenía ni pajolera idea de que existiera (ni falta que hace). El "arte" de este individuo ha calado en galerías de Londres y N.Y. donde parece que se pirran por sus obras.
El documental "The Devil and Daniel Johnston", lo conocía a través de mi yerno(muy competente en la materia), pero no lo he visto porque el individuo (me refiero a Jonhston) en sí no me gusta.
No es por nada, pero te habrás dado cuenta de mi encendida defensa de tu cultura cinéfila, cuando ciertas voces pusieron en duda tus conocimientos renoiristicos....¿o estoy equivocado?...no se, no se si hice bien...¡vale, lo dejamos así!
Un abrazote
Era un documental curioso ese, como el propio Daniel Johnston.. pero siempre preferiré el de Crumb.
Saludos
Gracias, Anro, gracias. Por fin alguien que supera los mínimos de criterio. La verdad es que Johnston es de esos artistas que puede parecer que te toman el pelo, aunque desarma la ternura que transmite. Es un niño grande, y aparentemente sus dibujos y sus canciones van por ese camino naif, aunque es cierto que hay, en el fondo, algo inquietante. Jamás tendré nada de Daniel Johnston en mi casa. Saludos.
No he visto el de Crumb, Mobius, no puedo opinar. Saludos.
Me gustó arto el comentario. Yo no conozco mucho de este artista salvo por una que otra canción.
Espero no te molestes, pero voy a ocupar tu comentario para mi blog
Saludos
Hola me llamo Jhon y no tenia ni idea que atras de ese polo que usaba kurt cobain habia una historia, me gusto como lo cuentas ya me estaba imaginando yo estando ahi =)que buena foto de kurt y flea.
de un anonimo cyber_hxc@hotmail.com
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