Hecho: me hago mayor. Eufemismo: estoy evolucionando. Eufemismo B: estoy madurando. Este proceso inevitable que podría llevarme a una profundísima, interminable y espesisima disertación de corte blogger-narcisista sobre el paso del tiempo, sus consecuencias y derivaciones, se manifiesta también en varios aspectos de la materia que nos ocupa e interesa. ¿En qué percibo, cinefílicamente hablando, tal hecho? Aparte de lo más obvio, el background que voy adquiriendo, es innegable que me he vuelto mucho más selectivo a la hora de decidirme a ver una película; dicho en pasiva, mi capacidad de experimentación ha disminuido significativamente. Durante buena parte de mi época adulta (más de una ex-novia afirma rotundamente que jamás he tenido época adulta), y una vez descubierta mi pasión por el cine, allá por los primeros noventa (batallita aquí), caí presa de una cinefagia insaciable y contumaz que me hizo tragarme (con perdón) todo lo que me ponían por delante, en especial cine contemporáneo, con la esperanza de descubrir esa joya escondida, esa pequeña obra maestra disimulada entre los grandes nombres en neón. El propietario del cineclub del barrio se forró conmigo... Hace algún tiempo que esa voracidad ha desparecido. Para que me interese “descubrir” una película necesito que mis biorritmos me avisen, una pequeña señal, un chispazo (sea en forma de crítica escondida, actor de culto, sinopsis) que me avise de que quizás, de nuevo, voy a encontrar oro. Si no, no merece la pena. Ya me he comido suficientes truños como para escribir un blog paralelo a este (mmmm...), qué coño. Y hay veces que, incluso, sobrepasado por la pereza, paso olímpicamente (es decir, cada cuatro años) (festival del humor con...) de mis biorritmos. Justo, justo, lo que me pasó con “Más extraño que la ficción”. Dios, qué largas me quedan las introducciones.
En el caso de esta película estrenada hace algunos meses, la señal de aviso me la dio Maggie Gyllenhaal, una actriz de cuya existencia tuve conocimiento por primera vez en la perversa y estimulante “Secretary” y que parecía tener un radar para aparecer en productos de calidad, hasta que apareció en “World Trade Center”, esa hez, y mi “confianza” se resquebrajó. Así que, en el caso de “Más extraño que la ficción”, pesó más el anti-reclamo de Will Ferrell (a pesar de su experiencia alleniana) y le negué tres veces. Por mi culpa-etc. Recientemente disfrutada en DVD, ha resultado ser una de las propuestas más interesantes que he podido ver en algún tiempo desde el repetitivo y funcional cine americano. Marc Foster, director del filme, rompe con su línea más bien artesana y poco autoral de sus películas anteriores (“Monster’s ball”, “Descubriendo Nunca Jamás”) para, socorrido por el guionista primerizo Zach Helm, pergeñar un embriagador juego metalingüístico entre literatura, cine, realidad y ficción que huele a colonia Kauffman pero que resulta ser una fragancia propia. El punto de partida no tiene desperdicio: un inspector de hacienda de vida gris, monótona y rutinaria, Harold Crick (Ferrell, hierático como nunca) descubre, un buen día, que una voz en off femenina está narrando su vida en tiempo real. Y no sólo eso: la narradora planea matarlo. Cuando parece que el relato va a centrarse en la lucha de Harold contra su supuesto destino, he aquí que se nos muestra a la propia escritora, Karen Eiffel (Emma Thompson, pelín afectada), especialista en asesinar a sus personajes, pugnando con su propio bloqueo creativo para darle una muerte digna a su protagonista. A Harold, claro, eso no le parece bien; y trata por todos los medios de cambiar su vida (para salvarla), incluyendo en ese cambio a una alegre y desordenada pastelera (la Gyllenhaal, seductora, magnífica)... Es curioso observar cómo la película, que no pertenece nítidamente a ningún género concreto, transita por los itinerarios convencionales de la narrativa, pero desde otro plano: el de la ficción consciente de serlo. Se han citado referentes literarios como “Niebla” de Unamuno, o “Seis personajes en busca de autor”, de Pirandello; y, desde luego, “Adaptation”, de Spike Jonze, como cita cinéfila. Sin embargo, este film tiene un lenguaje propio al que no es ajena cierta valentía formal (que no llega a la desvergüenza, dicho no necesariamente en el mal sentido, de Jonze o Michel Gondry) de Foster, que no duda en mostrarnos las obsesiones de Harold (cuenta baldosas, escaleras, pasos, todo lo contable, vamos) a través de gráficos tridimensionales en movimiento. El juego metalingüístico llega a cotas extraordinarias en escenas como la encuesta que le hace a Harold el profesor de Teoría Literaria encarnado por Dustin Hoffman (perfecto, como de costumbre) para determinar el género literario al que pertenece la vida del desdichado inspector. ¿Tragedia? ¿Aventura tolkieniana? ¿Comedia?
Cierta caída de ritmo a media película, y un final complaciente y reblandecido lastran un poco la película, aunque no lo suficiente como para no considerarla una propuesta de lo más recomendable. Aunque lo del final quizás habría que replantearlo: puede que forme parte del juego. Al fin y al cabo, Karen, la autora, sabe que el final de su libro (¿del film?) no va a hacer de él una obra maestra: está bien y punto. Pero ella se conforma. Pues yo también.
6 comentarios:
Pues, qué quieres que te diga, compa Marc, reseña tan estimulante me deja poca alternativa: habrá que verla o habrá que verla, está claro; y conste que voy a tener que hacer un pequeño esfuerzo, porque a mí Will Ferrell también me tira "p'atrás" de manera semiautomática...
Un abrazo.
P.S. por cierto, tu disertación introductoria, como decía Santiago Segura en un viejo anuncio de Canal+, "mallegao"... aunque, eso sí, yo aún no llegué a la "fase desengaño", aún estoy en la de cinefagia "emborricá"...
Pues sí, yo también la he visto hace muy poco y me sorprendió muy gratamente. Aunque es complicado que me saque de encima los calambres intestinales que me sobrevienen cuando veo a Ferrell en pantalla, he de reconocer que aquí está bastante calmadito.
Por otra parte geniales todos los demás actores, Emma, Dustin y Maggie y hasta la enorme Queen Latifa.
Alasgüenas. Es que yo ya me he tragado demasiada mediocridad, Manuel, qué quieres que te diga... Me quedan tantas buenas películas antiguas por ver, tanta literatura, tanta... que la penúltima paja mental del "nuevo Cassavettes" de turno, pues como que no. Corro el riesgo de dejar pasar muchas que merezcan la pena, pero, hijo, el día sólo dura 24 horas.
Heitor, a mí Will Ferrell me produce contracciones anales de resultados insospechados, pero ya me gustó en "Melinda & Melinda", y aquí está realmente sosegado. Hasta diría que, en algunos momentos, demasiado.
Heitor, no he mencionado a Queen Latifah porque su papel es más bien anecdótico; sin embargo, habría que anotar que Tom Hulce aparece en un cameo, disfrazadísimo e irreconocible... Están todos los actores y actrices muy bien, aunque en alguna ocasión a Emma Thompson se le dispara el mohín automático...
Al rey lo que es del rey, y Ferrell tiene momentos buenísimos en ésta película.
También es cierto que esos momentos vienen de la mano de la compañia de Maggie Gyllenhaal; la escena en que traba conversación con ella en el autobús, todas las escenas de la inspección en el negocio de ella con el momento cumbre de las galletas y como no, cuando comienza a tocar la guitarra en el partamento de ella y ésta ve ese "algo" que hay en él.
Por Emma Thompson siento debilidad y en ésta historia cumple de sobra, como siempre. Solo por el momento en que conoce en persona a Karl, como le viene a la mente la forma en que muere su protagonista mientras sale de la tienda o la conversación con ese "monstruo" que es Hoffman merece la pena ver a una actriz como ella.
Para mi, una de las sorpresas más agradables que me he llevado últimamente en la gran pantalla.
Lo mismo, lo mismo me pasa a mi, oye... me refiero a lo que cuentas en la introducción del post. Yo hace años también veía muchas más películas, y también con el paso del tiempo me he vuelto mucho más selectiva, lo que, efectivamente, a pesar de ahorrarme de ver muchos truños, también tiene la desventaja de que a veces se me pasan películas interesantes... y no podías haber puesto mejor ejemplo, porque precisamente Más Extraño que la Ficción es una de esas películas que dejé pasar, pero es que para encima la dejé pasar por pereza (que me quedaba muy lejos el cine en que la ponían, vamos, aunque también hay que decir que debió durar en cartel una semana como mucho), y después me arrepentí, y ahora que leo tu comentario, me arrepiento más todavía... pues nada, habrá que alquilarla...
Saludos!
Uy, Laura, eso de que "el cine me queda muy lejos" es una excusa que me pongo a mí mismo continuamente. Tengo dos multisalas a quince minutos andando (una de ellas de V.O.); si hay una película que me gusta que no la dan en ninguna de esos dos cines... como no me teletransporte... Qué coño los kilos, lo que pesan son los años.
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