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Weblog dedicado al mundo del cine, tanto clásico como actual. De Billy Wilder a Uwe Boll, de Ed Wood a Stanley Kubrick, sin distinciones. Pasen, vean y, esperemos, disfruten. Si no es así, recuerden que NO han pagado entrada.
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LOOKING FOR PACINO


Ñoras, ñores, hoy día 1 de mayo de 2007, Día de los Trabajadores (con lo que no me doy por aludido), “La linterna mágica” tiene el honor de publicar una entrevista realizada en rigurosísima exclusiva con el legendario y carismático actor americano Alfredo James Pacino, que ha tenido a bien hacer un hueco en su apretada agenda para atender a este humilde articulista del ciberespacio (uséase, bloggerodemierda) en su mansión del condado de Rockland, New Jersey. Por razones que se me escapan, declinó venir a hacer la entrevista en mi holgado piso de protección oficial de 23 metros cuadrados, pero Alice la Directrice no repara en gastos, y me consiguió un lujoso billete de barco con hermosas vistas al mar desde la ventana de la cocina. Sólo tuve que lavar unos 16000 platos. Pero valió la pena... Esta es la crónica de la histórica cita.

Me tiemblan hasta los pelos de la perilla al hacer sonar el chiriante timbre de la Mansión Wayn... digo, de la lujosa casa del sr. Pacino. El mayordomo de la mansión, italiano por supuesto, me saluda con cierto desdén (y sin dejar de mirar las zapatillas de mercadillo que ornamentan mis pies) y me acerca a la sala de invitados de la casa, donde Pacino, estirado por completo en un modesto sofá equipado con mando de TV, mini-bar, secador de pelo, cortauñas eléctrico y microondas con grill, me recibe con un amabilísimo gruñido de bienvenida. Parece estar de resaca, y pienso que en las bolsas de sus ojos se podría meter mi compra de un mes en el Condis. Me mira de arriba abajo, casi despectivamente, se pasa la mano por encima del pelo, mira hacia atrás como si esperase que le atacase alguien, vuelve a clavarme su escrutadora mirada (mirada que no puedo aguantarle); llegados a este punto, he querido salir corriendo de allí unas setenta y ocho veces, pero tengo una misión y he de cumplirla. Decido ser abrumadoramente original y preguntarle por sus inicios en el mundo del cine. Al chasquea los dientes, aburrido, y entrecierra los ojos, rebuscando entre su memoria. Se remueve inquieto, y el ruido del sofá al aguantar las embestidas de Al me estremece. El Pacinómetro está en modo “Intensidad baja”:
-Pues, bueno, hijo, estudié con el jodido Lee Strasberg en el Actor’s Studio, un buen tipo, algo aburridote... ¿Alguien puede traerme un cappucino? Recuerdo el primer papel medio importante que hice, “Pánico en Needle Park”, en el que hacía de heroinómano; me lo pasé jodidamente bien. Recuerdo una anécdota con el director de fotografía que...
Me cuenta una historia sin puñetera gracia como si fuese la Madre de Todos los Chistes. De repente, cambia bruscamente la expresión de la cara: sus ojos se salen de las cuencas como si fuese la Máscara, abre los brazos como si quisiera abarcar con ellos el Partenón, esboza una aterradora sonrisa, y grita a todo pulmón algo así como “¡¡¡Huuuhaaargh!!!”. Se produce un pequeño temblor de tierra de 6.2 en la escala de Richter. Finaliza el relato con una carcajada apocalíptica. Me mira como pidiéndome otra inteligente pregunta a la que contestará lo que le venga en gana. Le pregunto por lo que significó la saga de “El Padrino” para él, al convertirle en una estrella de la noche a la mañana, y para la historia del cine.
-Hijo, aquello estuvo... bien... jodidamente bien...
Arrastra con esa voz rugosa, áspera, cada una de las seis palabras, como si cada una de ellas contuviera una sexta parte del secreto de la humanidad. Pero no me dice nada más: su media sonrisa de pícaro sabelotodo me dice que todo lo que hay que saber se encuentra en esa frase. Pos fale. Me decido a sacarle un poco de punta a la entrevista, ahora que parece que hay cierta química entre los dos, y que ha puesto el interruptor en “Intensidad media”: le pregunto por su decadencia en los años ochenta, en los que, excepto “Scarface”, no tuvo éxitos de relumbrón y sí críticas bastante duras. “GO TO HELL THE FUCKIN’ EIGHTIES!!!!” (el traductor ha ido a por tabaco, lo siento) es su respuesta, mientras observo asombrado un fenómeno meteorológico insólito: una tormenta eléctrica, con truenos incluidos, en un salón de té. Cambio perspicazmente de tercio, y dialogamos sobre los noventa: “Melodía de seducción”, “Frankie & Johnny”, “Glengarry Glenn Ross”, “Atrapado por su pasado”, “Heat” (cuando le inquiero por la famosa leyenda que cuenta que De Niro y él jamás compartieron plano en la escena de la cafetería, adopta la expresión comúnmente denominada “Tony Montana con los huevos hinchados”, torciendo salvajemente los labios. Mamá-miedo), “El abogado del diablo”, “El dilema”... Asiente con la cabeza, complacido, cuando le digo que esa es una gran época para él, trufada de buenas películas, proyectos moderadamente arriesgados y solventes interpretaciones coronadas con el Oscar por la que, sinceramente, creo que es la peor película de ese período: “Esencia de mujer”. Ay, la cagué.
-Guarda tu impertinencia para otro, hijo... Quizás tengas razón, pero, después de ocho nominaciones...¡¡¡necesitaba ese jodido Oscar!!! (se rompen tres ventanales debido a la vibración).
El interruptor está en “Intensidad jodida”, así que estoy a punto de llamar a un taxi para salir pitando, pero súbitamente aparece uno de los camareros para traerle el cappucino y todos los músculos de su rostro se destensan. Buen momento para hablar sobre la excelente película que dirigió, “Looking for Richard”, todo un tratado sobre Shakespeare y las obsesiones de los actores ante el llamado “mejor guionista de Hollywood”. Divagamos hacia los 2000, y conversamos sobre su tendencia a poner el Pacino Automático en posición “on” cuando la película que está rodando es alimenticia o no despierta su interés (“La prueba”, “Un domingo cualquiera”); creo que cuando le comento que “Relaciones confidenciales” es uno de sus papeles más injustamente desconocidos, me gano una brizna de su respeto: me regala un par de carcajadas de oso pardo. Una mirada inquisidora de uno de sus gorilas me insinúa que debería ir acabando. ¿Cómo te fue en “Ocean’s thirteen”, Al?
-Esos tipos son jodidamente divertidos, hijo. ¡¡¡UH-AH-UH!!! ¿Te acuerdas, L-Ron? (dirigiéndose a otro de los guardaespaldas. El cual no mueve ni un puñetero músculo).
Percibo un hálito de buen rollo, así que decido continuar con las coñitas, y le pregunto desenfadadamente: “Por cierto, Al, pescao, ¿cómo se te ocurrió meterte en una hedionda bosta de orangután como “Gigli”, juasjuasjuas?”
Lo siguiente que recuerdo es levantarme del contenedor de basuras de un McDonald’s, mientras veo alejarse, sacudiéndose las manos, a cuatro de los gorilones de Pacino. Me queda un largo viaje de vuelta y 16000 platos por delante. No importa: esta vez me lo he currado, y Alice la Directrice no tendrá más remedio que pagarme un extra. O sea, pagarme...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

que genial!!!

marcbranches dijo...

Gracias, Persio. Ya puedo rpesumir delante de mis amigos que me ha pateado el culo un guardaespaldas de Al Pacino. Chincha-rabiña.

Laura Hunt dijo...

bueno, bueno, bueno... ¿así que codeándose con Pacino y sus guardaespañdas, eh? que dura es la vida del bloggero!

A mi me encanta Al Pacino, incluso cuando se desmelena y sobreactúa. Eso si, odio ver sus películas dobladas, porque una de las cosas que más me gustan de él es esa voz ronca que se le ha puesto con los años.

Por cierto, te has dejado Donnie Brasko, con lo bien que está Pacino!

Saludos!

marcbranches dijo...

Es verdad, Laura, me he dejado "Donnie Brasko", pero como comprenderás el tiempo estaba muy limitado, y además estaba un poco nervioso... Pacino es uno de los grandes, para mí es un aliciente una películas suya, y tienes razón en lo de su voz. Sin embargo, a veces opino lo mismo que Fernando Trueba en su libro "Diccionario de cine" (muy recomendable), tanta intensidad puede llegar a agotar...

 
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