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CREO VS. MUERTE


Hay una extraña tendencia al apocalipsis a la hora de referirse a Darren Aronofski y a su último y abigarrado filme, “The fountain”, por parte del mundillo cinefilio, tanto por parte de la crítica “sesuda” como de la blogosfera, a tenor de lo que he estado investigando por esas güebs de Dios, con la venia de Ono. Leo con asombro de cínico profesional cómo algunos, incluso, hablan de una posible liquidación de la carrera de Aronofski debido a esta ambiciosa película y a su fracaso en taquilla. Paparruchas. Siempre habrá un “Réquiem por un sueño” por cuatro chavos esperando a la vuelta de la esquina; y, de todas maneras, no parece, después de contemplar “The fountain”, que el amigo Darren tuviese demasiado interés en llegar al gran público. Otra cosa era el primer proyecto, con más del doble de presupuesto y con Brad Pitt y Cate Blanchett en los roles principales; nunca sabremos qué hubiera hecho el señor Aronofski con tanta pasta (yo sí: correr como un condenado hasta la frontera más próxima)... Pero sí sabemos lo que ha hecho con la que le han dado: una película con ínfulas, que pretende (y a ratos lo consigue) ser fastuosa, y que rebusca en los entresijos de la esencia de “2001 para soltarnos un apresurado y algo confuso discurso sobre la muerte, el amor y la reencarnación, que a veces, y en particular al final, no parece sino una ametralladora de ideas disparando al aire sin objetivo. Bebamos, pues, de la fuente.

“The fountain” no es, ni mucho menos, una mala película. Al contrario. Es de agradecer la valentía de tito Darren a la hora de encara este complejo relato a ¿dos? ¿tres? bandas, en el que uno podría perderse muy fácilmente; además, Aronofski confirma que no es un autor de un solo trazo, volviendo a cambiar de registro por completo respecto a sus dos anteriores filmes, “Pi” y “Réquiem por un sueño” (de la que ya os hablamos aquí). La sinopsis oficial nos cuenta que “The fountain” nos cuenta cómo un hombre, en tres épocas (siglos XVI, XXI y XXVI) distintas, se arroja a la búsqueda de una cura para, nada más y nada menos, que la muerte: toma proyecto de fin de carrera... Aunque el largometraje comienza con una escena maya deudora de, pongamos por caso, Werner Herzog, enseguida comprobamos que el núcleo central de la historia se encuentra en nuestro presente. El dr. Tommy Creo (Hugh Jackman), enfrascado en unos experimentos con primates que buscan la cura del cáncer que afecta a su mujer Izzi (Rachel Weisz), se angustia ante la aparente falta de resultados, mientras su esposa se sumerge en la paz interior del que acepta su destino, a la vez que escribe un libro (en el que relata la historia, situada en el s. XVI, de un conquistador español que a las órdenes de la Reina Isabel se embarca en la búsqueda del mito maya del Árbol de la Vida) (sí, he dicho Reina Isabel) voluntariamente inconcluso. Mientras, se nos va rociando con las imágenes de un Tommy calvorota y con dejes zen que viaja en el interior de una burbuja junto a un árbol que parece tener la clave de todo. Se hace complicado resumir la trama de esta película, irregular, ambiciosa, brillante a ratos, cuyo mayor desatino es tratar de jugar a Dios con cuatro trazos. Aronofski arroja ideas obtenidas de diferentes filosofías, pensamientos y religiones como si fuese un fusil repetidor, hasta llegar a un final grandilocuente y pomposo que, en ocasiones, sobrepasa la línea del ridículo (véase la escena del conquistador Tomás y el efecto que le produce la ingestión de la savia del árbol de la vida, una excelente metáfora alrededor de la cadena biológica mal traducida a una escena que bordea lo risible; o ese viajero espacial Tom, heredero volador de Neo y emperrado en sentarse “a la budista”). Nos queda un núcleo central (la historia de Tom e Izzi) muy bien rodado, en una atmósfera intimista y apagada, con un Jackman en el mejor trabajo (todo un festival de matices y registros) de su cada vez más sólida carrera, y una Rachel Weisz adorable, y adecuadamente envuelta en tonos blanquecinos, reflejando ambos la dualidad de sus opuestas posturas ante la muerte: la negación angustiada y enrabietada de él, la aceptación pacífica y casi omnisciente de ella. Todo esto aderezado por la perenne presencia de la extraordinaria partitura de Clint Mansell, en perfecta simbiosis con la maravillosa cuerda del “Kronos Quartet”, que consigue alcanzar la épica que, por momentos, le falta a la película; en este sentido, me atrevería a sugerir (maldita sea mi desvergonzada ignorancia) que quizás un formato panorámico le habría sentado mejor a este filme ansioso de grandieur, que rebusca impúdicamente entre conceptos ancestrales y la interacción naturaleza-hombre para buscar una respuesta a las preguntas que ha movido filosofías y religiones a través de los siglos de los siglos (y más aún): ¿qué hay después de la muerte? ¿Podemos ser inmortales?

Como de costumbre, es Woody Allen quien tiene las mejores respuestas: “No creo en una vida más allá, pero, por si acaso, me he cambiado de ropa interior”. Piensa en ello, Darren.

8 comentarios:

BUDOKAN dijo...

La verdad que es cierta esa apreciación acerca de que el cine de Darren es apocalíptico. Como bien dices se ve en todos sus films. Este quizás el más personal de todos.

marcbranches dijo...

Cierto, budokan, parece su proyecto más personal... de momento. Parece que Darren nunca se conforma con explicar una historia, alberga la necesidad de reinventar el cine, o poco menos. Sigue siendo un cineasta a seguir, en cualquier caso.

Hatt dijo...

Como ya he dicho por otros lugares, a mi no me gustó nada (bueno, casi nada, hay que reconocer la música, la fotografía, a veces, y alguna rima visuales). Es más me pareció pretenciosa, con un tufillo new age y con toques de la peor novela histórica (sólo le ha faltado hablar de templarios en lugar de mayas). En ciertos momentos directamente ridícula y la bola / ¿nave espacial? me recordaba al típico souvenir bola-de-nieve.
En cuanto al núcleo central que comentas, pues no sé, no me termino de creer la relación entre los dos, me parece forzada y enfermiza y que él está más interesado en conseguir la solución que en su propia pareja.

Sobre el tema de la vocación comercial que comentabas, vale que la Weisz es su mujer y la puede haber engañado, pero Hugh Jackman, aunque no es Pitt o Deep o alguien en ese status, no se puede negar que tiene gancho comercial...

Nos leemos (y perdón si me he extendido demasiado).

marcbranches dijo...

Buenas, hatt. Tienes razón en los dos puntos que comentas. Él westá demasiado obsesionado con la solución, llegando a apartar de sí a la pareja; precisamente ese es parte del aprendizaje de Tommy... Para mí es un acierto, aunque también es verdad que el personaje de Jackman se hace a veces verdaderamente antipático a causa de su obsesión, y dificulta la identificación del espectador. En cuanto a la comercialidad del proyecto, no creo que Aronofski estuviese demasiado preocupado de la taquilla...

Raquel dijo...

Me gustó en general, impactante visualmente, bonita historia de amor... Pero sinceramente... se me escaparon unos cuantos bostezos.

marcbranches dijo...

Así me gusta, Raquel. Que la cinefilia no te quite tus merecidas horas de sueño... A mí no me pareció tan aburrida como apresurada, la verdad.

Laura Hunt dijo...

Todavía no he podido verla porque, por desgracia, aquí no la han estrenado (malditos distribuidores... esperemos que este fin de semana la pongan de una vez). Sin embargo, no quiero dejar pasar la ocasión de felicitarte por tu crítica, y esa ocurrencia de mezclar alegremente a los Sex Pistols con La Pantoja... y es que últimamente vuestros comentarios son como esos dvds que vienen con contenidos ocultos, o "easter eggs" o como se llamen.

En definitiva: hay que comprobar todos los enlaces, porque siempre se esconde alguna sorpresilla! Me encanta!

marcbranches dijo...

Me alegro de que haya alguien que se haya dado cuenta... La verdad es que llevamos bastante tiempo haciéndolo; así que si un día tienes tiempo, vete echando un vistazo a los posts de los últimos dos o tres meses, que todos tienen truco. Un abrazo, Laura...

 
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