Una nueva película de tito Clint, el último clásico, siempre es un acontecimiento; por tanto, este año, que le ha dado por doblar ración, debemos estar de celebración. Es curioso observar cómo algunos de los directores más activos del momento pasan de la setentena: gente como Woody Allen, Manoel de Oliveira o el propio Clint Eastwood salen a casi film por año sin que sus energías creativas se vean mermadas. Esto me otorga fundadas esperanzas de que, en cuanto doble mi edad actual, empezaré a encontrarme en la flor de la vida (esta ha sido una divagación marcbranchesiana patrocinada por Viagra). Decía, en cualquier caso, que se ha estrenado (por fin... hace tres meses que se estrenó en Yuesei... luego se quejan de las descargas ilegales...) la (pen)última película de Clint Eastwood, “Banderas de nuestros padres”, la primera parte del díptico sobre la II Guerra Mundial (y más concretamente la batalla de Iwo Jima) que ha tenido a bien pergeñar el viejo Dirty Harry: cada una desde el prisma de uno de los bandos. A la espera del capítulo japonés, “Letters from Iwo Jima”, estas “Banderas...” le han dejado a servidor una sensación agridulce. Sin ser un mal film, es de los menos acertados de su genial director, quien pasa por ser uno de mis preferidos, gracias a joyas de chorrocientos quilates como "Mistyc River", “Sin perdón”, “Bird”, “Million dollar baby” o “Un mundo perfecto”. He leído muchas críticas calificando “Banderas de etcéteras” de obra maestra, y discrepo abiertamente. Es más, discrepo de manera abierta. Más vale que me explique y, de paso, me ponga a cubierto.
“Banderas de nuestros padres” no es una película belicista, ni pacifista, ni siquiera es una película de guerra, por lo menos en su sentido más genérico. Se podría decir que viene a ser un melodrama cuyo marco es la II Guerra Mundial... o algo así. Sí, hay varias escenas bélicas (realmente impactantes), pero the quid of the question es la definición de héroe, qué significa serlo y quiénes deciden a quién se adjudica ese distintivo. Para ello tito Clint desmenuza la historia de la famosa fotografía de los soldados de Iwo Jima levantando la bandera americana (snif), que supuso una importantísima propaganda de guerra a costa de los hechos reales: ni eran todos los que estaban en la foto, ni estaban todos los que eran, ni siquiera la instantánea pertenecía al momento real; era, por llamarlo de alguna manera, una segunda toma, un “posado”. El señor E. deja claro que ni la primera foto ni la segunda reflejaban epopeya heroica ninguna, fue tan sólo un ejercicio físico consistente en levantar un palo; en la toma de postura de Eastwood está, en mi humilde opinión, el principal atino del filme: el maestro se distancia de su propio relato y, en particular, de sus propios personajes, por los que no muestra tampoco demasiado apego. Prueba de esto último es la elección de segundones de baja intensidad para los papeles principales, con un Ryan Phillippe tan ralo como de costumbre, un Adam Beach que no optimiza las posibilidades de su personaje (el más importante), y un Jesse Bradford que cumple con dignidad pero sin creces. Tito Clint nos los presenta como unos jóvenes a rebufo de la marea de locura transitoria que ha alcanzado a la desmoralizada población norteamericana, tan famélica de heroísmo que traga con la maquinación propagandística de la Inteligencia del ejército (aunque, como decía Woody Allen, “Inteligencia y ejército son conceptos contrapuestos”); Eastwood nos viene a decir que los héroes no se hacen sino que nacen, que casi nunca son conscientes de que lo son, y que un héroe no es más que alguien capaz de sacrificar algo de sí mismo, incluso su vida si es preciso, por otra persona. Pero para todo esto, tío Clinty, no hacían falta tantas alforjas, y mucho menos un guión tan errático y de estructura tan extraña en un clasicómano como Eastwood (Paul Haggis debía estar con la resaca del día de los Oscar...). Como si de un Iñárritu de baja estofa se tratara, tito Clint se dedica a marearnos desde un buen comienzo con continuos flashbacks y jugueteos con el tiempo que nos dificultan el seguimiento correcto del relato. Después de un buen rato de intentar identificar a los protagonistas (problema inherente a todas las películas bélicas: cuesta un xxsqdfsqgg de pato reconocer a los actores, todos con el pelo rapado al uno, con el mismo uniforme y con la cabeza tapada por el casco de turno. Pónganles unos carteles, píntenlos de diferentes colores o algo...), entender lo que nos intentan contar, y dos gelocatiles, parece que Eastwood se tranquiliza mostrándonos toda su capacidad visual y técnica en el desembarco de Norm... estooo, de Iwo Jima (pensé que en cualquier momento aparecía Tom Hanks), rodado de manera ejemplar, sin escatimar medios ni extremidades cercenadas. Sin embargo, a mitad de batalla, tío Clint pega un corte tangencial y se va por los cerros de Washington para seguir intercalando las etapas del desfile triunfal de los supuestos héroes. En general, Eastwood peca de reiterativo en el mensaje, en particular en un final casi tan largo como el de “El señor de los anillos: el retorno del rey” (o “cómo a Saurón se le olvida poner ni que sea un triste orco vigilando el volcán”) sólo redimido por esa última secuencia en la playa, en la que la guerra queda a un lado por unos instantes, y la muerte deja paso a la vida. Que vengan los japoneses.
“Banderas de nuestros padres” no es una película belicista, ni pacifista, ni siquiera es una película de guerra, por lo menos en su sentido más genérico. Se podría decir que viene a ser un melodrama cuyo marco es la II Guerra Mundial... o algo así. Sí, hay varias escenas bélicas (realmente impactantes), pero the quid of the question es la definición de héroe, qué significa serlo y quiénes deciden a quién se adjudica ese distintivo. Para ello tito Clint desmenuza la historia de la famosa fotografía de los soldados de Iwo Jima levantando la bandera americana (snif), que supuso una importantísima propaganda de guerra a costa de los hechos reales: ni eran todos los que estaban en la foto, ni estaban todos los que eran, ni siquiera la instantánea pertenecía al momento real; era, por llamarlo de alguna manera, una segunda toma, un “posado”. El señor E. deja claro que ni la primera foto ni la segunda reflejaban epopeya heroica ninguna, fue tan sólo un ejercicio físico consistente en levantar un palo; en la toma de postura de Eastwood está, en mi humilde opinión, el principal atino del filme: el maestro se distancia de su propio relato y, en particular, de sus propios personajes, por los que no muestra tampoco demasiado apego. Prueba de esto último es la elección de segundones de baja intensidad para los papeles principales, con un Ryan Phillippe tan ralo como de costumbre, un Adam Beach que no optimiza las posibilidades de su personaje (el más importante), y un Jesse Bradford que cumple con dignidad pero sin creces. Tito Clint nos los presenta como unos jóvenes a rebufo de la marea de locura transitoria que ha alcanzado a la desmoralizada población norteamericana, tan famélica de heroísmo que traga con la maquinación propagandística de la Inteligencia del ejército (aunque, como decía Woody Allen, “Inteligencia y ejército son conceptos contrapuestos”); Eastwood nos viene a decir que los héroes no se hacen sino que nacen, que casi nunca son conscientes de que lo son, y que un héroe no es más que alguien capaz de sacrificar algo de sí mismo, incluso su vida si es preciso, por otra persona. Pero para todo esto, tío Clinty, no hacían falta tantas alforjas, y mucho menos un guión tan errático y de estructura tan extraña en un clasicómano como Eastwood (Paul Haggis debía estar con la resaca del día de los Oscar...). Como si de un Iñárritu de baja estofa se tratara, tito Clint se dedica a marearnos desde un buen comienzo con continuos flashbacks y jugueteos con el tiempo que nos dificultan el seguimiento correcto del relato. Después de un buen rato de intentar identificar a los protagonistas (problema inherente a todas las películas bélicas: cuesta un xxsqdfsqgg de pato reconocer a los actores, todos con el pelo rapado al uno, con el mismo uniforme y con la cabeza tapada por el casco de turno. Pónganles unos carteles, píntenlos de diferentes colores o algo...), entender lo que nos intentan contar, y dos gelocatiles, parece que Eastwood se tranquiliza mostrándonos toda su capacidad visual y técnica en el desembarco de Norm... estooo, de Iwo Jima (pensé que en cualquier momento aparecía Tom Hanks), rodado de manera ejemplar, sin escatimar medios ni extremidades cercenadas. Sin embargo, a mitad de batalla, tío Clint pega un corte tangencial y se va por los cerros de Washington para seguir intercalando las etapas del desfile triunfal de los supuestos héroes. En general, Eastwood peca de reiterativo en el mensaje, en particular en un final casi tan largo como el de “El señor de los anillos: el retorno del rey” (o “cómo a Saurón se le olvida poner ni que sea un triste orco vigilando el volcán”) sólo redimido por esa última secuencia en la playa, en la que la guerra queda a un lado por unos instantes, y la muerte deja paso a la vida. Que vengan los japoneses.
11 comentarios:
Pues si, despues de lerlos bien no me arrepiento en lo mas minimo de haberlos votado.
Un saludo.
Muchísimas gracias, Cubapress, y surte a ti también, porque la competencia es durísima (impresionante mas de 2000 blogs incritos !)
... menos mal (Dioses del Olimpo, gracias!) que en esta no sale Tom Hanks.
A mí no me disgustó "Banderas de nuestros padres"... Aunque puede que, como dice Marcbranches, el mensaje ya queda perfectamente ilustrado en aquella escena en la que los soldados avanzan hacia la cumbre bajo la luz de... fuego enemigo? y al alcanzar la cima aparece un estadio lleno de gente y los fuegos son artificiales... Toda insistencia posterior parece un pelin reiterativa, aunque imagino que Eastwood queria remarcar todos los puntos de la anécdota histórica. Con todo, me animoo a esperar dos meses para ver la versión "japonesa".
En cuanto a que los actores se parecen demasiado, pues sí, esa es la tendencia del cine hoy en dia, en lo que a protagonistas respecta, que sean todos monines así como de anuncio de colonia (que sepan actuar es secundario)... Y mientras, actores de caracter +}*%nudos los ves haciendo papeles secundarios amueblando pelis de tercera.
Viene uno de trabajar y se encuentra con esta acogida... gracias, Cubapress, por el voto y el comentario. Yo no puedo votar, pero delego en el buen (¡¡) gusto de mi compañera y sin embargo jefa a la hora de ejercer el derecho a la democracia (restringida, eso sí).
Hola Gloria. he leído varias chorradas respecto a que si Spielberg (recordemos,co- productor del film) es el responsable de la macroescena bélica, por la única razón de que tiene cierto parecido con el inicio de "Salvar al soldado Damon", lo cual ya he dejado claro que es cierto, pero... ¿Alguien cree que a estas alturas tito Clint va a permitir que alguien le dirija su película? ¿Y más cuando se divierte de verdad, en una peacho-escena con quintumiles de extras, tiros a tutiplen, explosiones a go-gó y chorros de sangre como las fuentes de Montjuich? Amos-anda. Tu definición de actor-stándard le queda que ni pintada a Ryan Phillippe. Pero por lo menos el tío de vez en cuando elige bien sus proyectos: aparte de esta, "Crash", "Gosford Park", "Jugando con el corazón", "Crueles intenciones", "Sé lo que... (no, esta no).
En resumen, que yo también ansío ver esas cartas...
Copio y pego la opinión que puse en "La taberna":
Bueno, pues "Banderas de nuestros padres" no me ha decepcionado para nada, y no porque sea una gran obra maestra ni la película del año, que tristemente no lo es, si no porque, me daba que Clint se la pegaba con esta película. Tampoco penséis que me ha parecido mala, ni mucho menos, al contrario, me ha parecido una gran película, con un Clint en pleno estado de gracia, pero al que, sin duda alguna, le ha faltado dar ese golpe encima de la mesa para convertir Banderas de nuestros padres en uno de los títulos referentes del subgénero antibelicista y una de las películas referente de este recién acabado año 2006.
La película tiene mimbres para ser un peliculón, y por supuesto, como siempre hace Clint desde que comezó a dirigir, una grandísima bofetada a todo lo que representa el American Dream posterior a la 2ª Guerra mundial. Pero quizás el guión flaquea en algunos momentos, y le sobran a la película como 10 minutos al final (yo particularmente la habría terminado cuando muere Ira). Lo que más me ha gustado es esa visión que da de la hipocresía norteamericana, de cómo necesitamos crear nuestros propios héroes sociales para que la gente pueda animarse por medio de alguien que quizas no es ni la mitad de lo que representa, y de como ennoblecer algo tan triste como un conflicto bélico, y del poco escrúpulo de los peces gordos del mundo para jugar con las vidas de vivos y muertos a su antojo, para conseguir dinero y engrandecerse ellos mismos como adalides de la libertad cuando están sentados en un despacho tomando café mientras miles de jóvenes muchachos mueren en el campo de batalla.
Para mí, el guión a veces se pasa de rosca. Paul Haggis no ha sabido como concluir algunas historias, y abre algunas que nisiquiera cierra, pero por contra, sí me gustó el hecho de que aparque la guerra a un segundo plano, y no se dé el típico caracter elegíaco a todo lo relacionado con la guerra, y la típica desesperación de los soldados en plan qué infierno, si no que se centra en la reconstrucción posterior de las vidas tras el conflicto, y de cómo, al poco tiempo, a los héroes que un día simbolizaron tanto, se les da la espalda como quien tira la basura. El final es, sin duda, lo peor, bastante sensiblero, y algunas de las escenas que transcurren en el presente sobran, ya que no aportan nada a la historia, si no que lo único que hacen es ser reiterativo con la mismo idea, dando la sensación de que se vive un bucle, además de ser personajes cuya participación en la historia no se dice en ningún momento.
Los actores me dejaron un sabor agridulce. Ryan Phillipe he de reconocer que me agradó, ya que no era un chaval al que yo le tuviera demasiado aprecio como actor. Quizás no haga un papel que marque época, pero sí me convenció. Jesse Bradford había ratos en que me lo creía, y otros en que simplemente me parecía que estaba recitando un guión, sin fuerza interpretativa ninguna, y Adam Beach flojea muchísimo. ¿No había ningún otro actor capaz de hacer de indio? Es el personaje con más matices, al ser alcohólico y estar tan apegado al ejército (que por cierto, es algo que no se explica en toda la película, o yo al menos no me enteré) y el actor no es capaz de transmitir casi nada, más preocupado de sobreactuar que de otra cosa. Creo que a Clint eso de no usar actores conocidos para contar la historia no le ha salido tan bien como creía.
Algo que sí me gustó bastante fue la BSO, tan sencilla como siempre en las pelis de Clint, tan escondida detrás de las imágenes, pero se te queda grabada en el subconsciente sin que te des cuenta. Y el desembarco, brillante, cierto es, pero "Salvar al soldado Ryan" sigue siendo la mejor escena bélica de la historia del cine.
Notable alto para el tito Clint.
PD: YO también espero con ansia esas "Cartas desde....." Estoy seguro que me van a encandilar más que estas "Banderas de......"
PD2: Como bien sabe la jefa Alicia, intenté votaros y me llevé la decepción de no poder hacerlo al no tener un blog inscrito. De no haber sido así, que me hubiéra convertido a la fe del turco sino hubiérais tenido ya más de 100 votos.
Como se suele decir, lo que cuenta es la intención: gracias, JR. "Nostra culpa" por no leer las normas y dar por supuesta una votación popular. Es muy divertido ver cómo se fomenta entre los participantes el "julianmuñozismo" de la compra-venta de votos ("yo te voto cada día, tú me votas cada día"). Espero que no nos recalifiquen, cualquier día de estos, nuestro blog, y lo conviertan en zona edificable...
En cuanto a "Banderas", se me olvidó la BSO, que en efecto es muy buena. Mi opinión de la película, en realidad, no difiere mucho de la tuya. Lo que pasa es que, en mi criterio, el peso del guión-coma etílico de Haggis es demasiada alforja. La idea de Eastwood de elegir actores desconocidos era buena: el casting no. Fíjate que a Iñárritu le han criticado el no cerrar el asunto del personaje de Gael García Bernal en "Babel"; si hubiera sido un cualquiera (porque el personaje, en sí, sólo sirve para acompañar a la auténtica protagonista de su episodio, Adriana Barraza) nadie se hubiera quejado.
Muchas gracias, JR, sabemos perfectamente que habrías hecho todo lo que hubiera estado en tu mano para ayudarnos. El jamón lo tienes ganado igualmente.
Nueva obra maestra del insigne Clint Eastwood, de largo el mejor director contemporáneo de cine y uno de los mejores de la historia del Séptimo Arte, sin duda alguna.
Con esta magna obra logra de nuevo emocionar, hacernos reflexionar, y sufrir, con los avatares de un grupo de hombres corrientes y molientes, que fueron considerados héroes por sus conciudadanos, cuando no eran más que jóvenes soldados que solo pretendían salvar la piel en una espantosa guerra mundial.
Eastwood, con su maestría habitual logra una soberbia adaptación de la estupenda novela de James Bradley y Ron Powers, gracias al entusiasta y perfecto guión a cargo de William Boyles Jr, y su ya habitual colaborador Paul Haggis.
Partiendo de un hecho aparentemente superficial en medio de un enorme caos de muerte y destrucción, la colocación de una bandera de Los Estados Unidos en lo alto de una montaña de la isla japonesa de Iwo Jima a cargo de seis soldados de los marines de dicho ejército, Eastwood nos narra una historia conmovedora, llena de ternura, cariño y también de crueldad y violencia. Y no olvidemos que se trata de una historia real, no inventada.
Y ahí reside su mayor virtud, que Eastwood no la desvirtúa, narrando unos dolorosos hechos nada complacientes con el Gobierno de Los Estados Unidos, muchos de cuyos miembros usaron a heridos y atormentados seres humanos para sus partidistas fines...igual que lo siguen haciendo hoy en día (no solo Los Estados Unidos, sino prácticamente todos).
Eastwood divide su historia en tres momentos diferentes, la de la isla de Iwo Jima, con sus terribles confrontaciones bélicas, narradas con todo lujo de detalles, algunos de ellos singularmente violentos; la que siguió a la isla, con los tres soldados que sobrevivieron y colocaron la dichosa bandera, usados para captar dinero para la Guerra, y en la que asistimos a un rosario de injusticias, humillaciones, prejuicios e hipocresía, pero también de amistad, compañerismo y lealtad hacia unos compañeros ninguneados que dieron su vida por ¿la patria?.
Y por último, la época actual, donde el hijo de uno de los soldados escribe la historia real que ocurrió en Iwo Jima, entrevistando a los hombres que participaron en ella y, por tanto, continúan vivos para contar la verdad.
Y es esta última parte, la que ocupa el último tercio, la que está llena de humanidad, respeto y cariño, no hacia el soldado valiente, el héroe nacional, sino hacia simplemente el padre que intentó y logró formar una ejemplar familia llena de amor. En este sentido, la conmovedora escena del hospital es una de las más bellas que quien esto escribe ha visto en los últimos tiempos, y quizás en muchos, muchos años.
"Banderas de nuestros padres" es, repito, una obra maestra sin discusión alguna, enormemente entretenida, que se seguiría con gusto y también dolor, viendo muchos minutos más. Gracias a un riquísimo guión, estupendas interpretaciones a cargo de actores y actrices no demasiado conocidos, perfecta ambientación (se nota el dinero metido por Spielberg, co-productor del filme), y un empaque técnico soberbio, con fotografía, montaje y música (del propio Eastwood) ejemplares.
Una película que una vez finalizada deja literalmente sin habla al espectador, anonadado ante tanta belleza, lirismo y humanidad.
Para finalizar, conviene no echar a correr como posesos una vez comienzan los títulos de crédito finales. Estos son muy interesantes, pues se ven, en todo momento, fotografías de la contienda real de iwo Jima y a sus verdaderos protagonistas. Y mientras, podemos deleitarnos con la exquisita música de Eastwood. Estimo que no es de recibo salir escopetado y sí gratificante quedarse sentado en la butaca, entre otras cosas para lograr recobrar el resuello y que nadie note las lágrimas que fácilmente se nos pueden haber caído durante la visión de este peliculón
Bienvenido, Travis, me alegra ver que la comunidad cinéfila-bloggera se va visitando mutuamente.
No tengo ninguna duda de que Clint Eastwood es un maestro, quizás el último gran clásico. Pero nadie es infalible, y él tampoco. me reafirmo en todo lo dicho, a la par que me alegro por su victoria en los Globos de Oro, aún en perjuicio de esa maravilla que es "Volver", y de cierta extraña sensación que produce ver a tito Clint recogiendo un premio a la mejor película extranjera.
Por cierto, el de antes soy yo en una de mis múltiples personalidades...
Creo que ya me toca la pastilla... ¡¡¡Enfermera!!!
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