La caza de brujas fue una de las épocas mas vergonzosas de los Estados Unidos, en la que según dijo Orson Welles, “la izquierda americana se vio obligada a traicionarse para conservar sus piscinas”. Lo cierto que es produjo heridas muy profundas, que el tiempo no ha terminado de borrar del todo. Una de las personas a las que criticaron mas por haber delatado a otros compañeros fue Elia Kazan. No voy a entrar en si hizo bien o mal, ya que es algo que no se puede cambiar, pero ese hecho le marcó mucho, tanto que necesitaba hacer una película justificándose, y así nació La ley del silencio.
Aquí no hay comunistas ni comité de actividades antiamericanas, sino un sindicato portuario, pero los parecidos son demasiado evidentes. El sindicato se comporta de una manera totalmente mafiosa y nadie se atreve a delatarles por miedo; la corrupción ha llegado a tal punto que se les ha conseguido llevar al banquillo para que les juzguen, pero nadie se atreve a declarar en su contra; cuando finalmente alguien lo haga, todos le volverán la espalda.
Y ahora pasemos a lo más interesante: como es tratado el delator. Es Terry Malloy (Marlon Brando), un ex-boxeador de corta inteligencia ( su filosofía la explica con frases como “quien golpea primero golpea dos veces”, “si escucháramos a nuestra conciencia los volveríamos locos” o “ siempre creí que viviría mas si no tenía ambición”). Es el protegido del jefe del sindicato, Johny Friendly (Lee J. Coob - ¿lo del apellido va de guasa?-), que le da trabajos sencillos, y siente devoción por su hermano mayor, Charlie (Rod Steiger), que es uno de los hombres de confianza de Johny, aunque lo que realmente le gusta es cuidar palomas para protegerlas de los halcones y hablar de antiguos combates. Marlon Brando nos demuestra porque es uno de los mejores actores que ha habido. Casi podemos sentir el esfuerzo que tiene que hacer Terry cuando tiene que pensar, no es un hombre de palabras y su cerebro parece esforzarse antes de decir cada frase. Es una maravilla observar como usa las manos, ya sea poniéndose descuidadamente un guante de Edie (Eve Marie Saint), intentando decirle con gestos a ella que no se acerque, acariciando una paloma muerta o apartando la pistola de su hermano. Lo que hace que Terry cambie y se decida a delatar a la organización es en parte sentimiento de culpa por haber sido utilizado, en parte por amor a Edie y en parte por rabia al ver la muerte de Charlie, así como una ligera sensación de que puede haber una vida mejor que esa, y lo que hacían no estaba bien.
Pero curiosamente, si la película ha aguantado el paso del tiempo es por la relación entre Terry y su hermano, que nos da una de las mejores escenas de la película, homenajeada por Scorsese en Toro salvaje: Charlie y Terry están en el interior de un coche y temiendo que Terry delate a su jefe, Charlie intenta matarlo, pero no puede; Terry, a cambio, le echa en cara su fracaso como persona, ya que se dejó ganar como boxeador siguiendo deseos suyos “ Podía haber sido alguien, podía haber sido un matón... Fuiste tú, Charlie”, le explicará, aunque sin el menor rencor, pues todavía sigue adorando a su hermano.
La poderosa fotografía en blanco y negro, mostrándonos callejones oscuros, opresivos, llenos de neblina, o escenas como la confesión de Terry a Edie sin que se oigan sus palabras por las sirenas, el magnífico reparto o la poderosa música nos dejan bien claro que Kazan tal vez se hubiera equivocado personalmente, pero detrás de las cámaras sabía perfectamente lo que hacía.
0 comentarios:
Publicar un comentario