Tocaba, por alusiones, ya que hablar de Roma implicaba necesariamente mencionar su ilustre predecesora: Yo, Claudio. Vamos allá.
La novela de Robert Graves, Yo, Claudio, así como su continuación, Claudio, el dios, y su esposa Mesalina, fueron todo un éxito editorial, que se adelantó a la moda de las novelas históricas. Alexander Korda, en su empeño de producir películas que fueran capaces de competir con las superproducciones hollywoodienses, quiso llevarla a la pantalla, dirigida por Josef Von Sternberg, y protagonizada por Charles Laugthon como Claudio, Merle Oberon como Mesalina, Flora Robson como Livia y Emlyn Williams como Calígula. Empezó el rodaje, y a la que llevaban un cierto tiempo se canceló, debido a diferencias de criterio, siendo el accidente de Merle Oberon la excusa final. Todo ello dio lugar a un interesantísimo documental, llamado The epic that never was, que os recomiendo.
El proyecto siguió de mano en mano, y finalmente de nuevo fue otra compañía británica la que se hizo cargo del asunto: la BBC, eligiendo el formato más acertado para ello, el de una serie televisiva, ya que era imposible reducir el contenido de los dos libros, y fue un acierto total, que prácticamente empezó la era dorada de las series inglesas. Adelantándose a culebrones tipo Dallas, ofrecía los mismos ingredientes: ambición y sexo, aunque con mucha más calidad y el pretexto de un argumento hístórico (pero lo suficientemente lejano como para que nadie pudiera molestarse y demandarlos, que tontos no eran).
La serie nos explica uno de los periodos históricos más interesantes que hay: el del imperio romano desde Augusto hasta Claudio, y nadie mejor que una buena selección de actores teatrales para interpretarlos; la verdad es que la selección fue magnífica.
Vemos como un bonachón y campechano Augusto (muy distinto del que nos muestra Roma) gobierna, ignorante en la mayoría de los casos de las conspiraciones que se traman a su alrededor. Su mujer, Livia (Sian Phillips) es de una frialdad y crueldad extraordinarias, capaz de cualquier cosa para que su hijo ocupe el trono. Existen los que encajan en el prototipo de héroes: Germánico, Druso, Póstumo, guapos e idealistas, pero todos ellos morirán pronto, debido a las maquinaciones que les rodean. Sin embargo un cojo tartamudo de quien todo el mundo se burla y toman por tonto es quien los sobrevive a todos y acaba reinando.
De entre todo el reparto, tres actuaciones destacan poderosamente, componiendo un extraordinario trío de ases: la de Sian Phillips, la de John Hurt y la de Derek Jacobi.
La Livia de Sian Phillips es espléndida; aunque sabe que su hijo Tiberio no merece todo lo que hace por él no por eso se arrepiente de ello; y a pesar de no pensar como su marido, es la única muerte que lamenta, ya que en el fondo le amaba. Es una mujer inteligente, fría y calculadora. Los que babeaban con Angela Channing deberían descubrirse ante ella.
A diferencia de la envenenadora Livia, a quien tan sólo mueve la ambición, Calígula es un auténtico monstruo, capaz de cualquier perversidad tan sólo por divertirse (inolvidable su inconfundible manera de decir “tio Claudio”).
La interpretación de Derek Jacobi como Claudio es sencillamente espectacular. Otros se habrían quedado con lo superficial: el tartamudeo, la cojera, sus tics (que hace servir de una manera genial)… pero él da una auténtica profundidad humana al personaje. Sabe que para sobrevivir debe fingir y acentuar sus limitaciones, y demuestra tener una gran habilidad para manejar a Calígula, a base de halagos. Aguanta el peso del personaje desde su juventud a la vejez, con una caracterización que en su momento fue sensacional, aunque ahora ya haya podido ser superada.
Una serie por la que no pasa el tiempo, un espléndido entretenimiento y una magnífica lección de historia ¿se puede pedir más?
La novela de Robert Graves, Yo, Claudio, así como su continuación, Claudio, el dios, y su esposa Mesalina, fueron todo un éxito editorial, que se adelantó a la moda de las novelas históricas. Alexander Korda, en su empeño de producir películas que fueran capaces de competir con las superproducciones hollywoodienses, quiso llevarla a la pantalla, dirigida por Josef Von Sternberg, y protagonizada por Charles Laugthon como Claudio, Merle Oberon como Mesalina, Flora Robson como Livia y Emlyn Williams como Calígula. Empezó el rodaje, y a la que llevaban un cierto tiempo se canceló, debido a diferencias de criterio, siendo el accidente de Merle Oberon la excusa final. Todo ello dio lugar a un interesantísimo documental, llamado The epic that never was, que os recomiendo.
El proyecto siguió de mano en mano, y finalmente de nuevo fue otra compañía británica la que se hizo cargo del asunto: la BBC, eligiendo el formato más acertado para ello, el de una serie televisiva, ya que era imposible reducir el contenido de los dos libros, y fue un acierto total, que prácticamente empezó la era dorada de las series inglesas. Adelantándose a culebrones tipo Dallas, ofrecía los mismos ingredientes: ambición y sexo, aunque con mucha más calidad y el pretexto de un argumento hístórico (pero lo suficientemente lejano como para que nadie pudiera molestarse y demandarlos, que tontos no eran).
La serie nos explica uno de los periodos históricos más interesantes que hay: el del imperio romano desde Augusto hasta Claudio, y nadie mejor que una buena selección de actores teatrales para interpretarlos; la verdad es que la selección fue magnífica.
Vemos como un bonachón y campechano Augusto (muy distinto del que nos muestra Roma) gobierna, ignorante en la mayoría de los casos de las conspiraciones que se traman a su alrededor. Su mujer, Livia (Sian Phillips) es de una frialdad y crueldad extraordinarias, capaz de cualquier cosa para que su hijo ocupe el trono. Existen los que encajan en el prototipo de héroes: Germánico, Druso, Póstumo, guapos e idealistas, pero todos ellos morirán pronto, debido a las maquinaciones que les rodean. Sin embargo un cojo tartamudo de quien todo el mundo se burla y toman por tonto es quien los sobrevive a todos y acaba reinando.
De entre todo el reparto, tres actuaciones destacan poderosamente, componiendo un extraordinario trío de ases: la de Sian Phillips, la de John Hurt y la de Derek Jacobi.
La Livia de Sian Phillips es espléndida; aunque sabe que su hijo Tiberio no merece todo lo que hace por él no por eso se arrepiente de ello; y a pesar de no pensar como su marido, es la única muerte que lamenta, ya que en el fondo le amaba. Es una mujer inteligente, fría y calculadora. Los que babeaban con Angela Channing deberían descubrirse ante ella.
A diferencia de la envenenadora Livia, a quien tan sólo mueve la ambición, Calígula es un auténtico monstruo, capaz de cualquier perversidad tan sólo por divertirse (inolvidable su inconfundible manera de decir “tio Claudio”).
La interpretación de Derek Jacobi como Claudio es sencillamente espectacular. Otros se habrían quedado con lo superficial: el tartamudeo, la cojera, sus tics (que hace servir de una manera genial)… pero él da una auténtica profundidad humana al personaje. Sabe que para sobrevivir debe fingir y acentuar sus limitaciones, y demuestra tener una gran habilidad para manejar a Calígula, a base de halagos. Aguanta el peso del personaje desde su juventud a la vejez, con una caracterización que en su momento fue sensacional, aunque ahora ya haya podido ser superada.
Una serie por la que no pasa el tiempo, un espléndido entretenimiento y una magnífica lección de historia ¿se puede pedir más?
6 comentarios:
No me cabe la menor duda de que ningún "peplum" ha podido superar a I, Claudius en interés argumental, interpretación y puesta en escena, salvo la reciente "Roma". Fue un éxito de audiencia, lo que demuestra que los espectadores televisivos saben cuando responder a postulados de calidad.
Hay una buenísima página en internet, llamada "I, Claudius projet" en la que se dan todas las claves históricas de la serie desmenuzando todos sus capítulos y personajes y ahondando en las fuentes históricas de la época y posteriores. Muy útil y muy currada.
Cualquier día de estos voy a convencer a Lola para que reivindique a un autor de lengua española que publicó con gran éxito una serie que narra toda esta época de la historia romana y que hoy no le conoce ni su abuela. Me refiero al escritor Alejandro Núñez Alonso
Un abrazote.
Eres un pozo de sabiduría, Antonio, muchas gracias por la información, que va de maravilla para completar el artículo. Desde luego esa época histórica fue tan rica que da para muchísimas cosas.
El mejor culebrón de la historia. Grandísima adaptación de la también grandísima obra de Robert Graves.
Dios salve a Cla-cla-claudio!
Pues si, Möbius, Júpiter salve a Claudio el Idiota, ese Claudio, Claudio el Tartamudo, Clau-Clau-Claudio, o el pobre tío Claudio
Esa serie sí que me enganchó, y de qué manera. Luego devoré los dos libros de Graves.
Más que un ramillete de buenos intérpretes, diría que es un verdadero batallón: esos británicos, cuando se ponen, se ponen, no hay duda.
Saludos.
Cierto, Josep, uno no puede menos que idolatrar a los actores británicos, tan perfectos, tan creibles, sin excesos... la crema y nata de la interpretación, sin duda.
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