
Un hombre herido, tumbado en el suelo, enciende trabajosamente unas cerillas y las arroja a un chorro de gasolina, que empieza a arder; el fuego avanza hacia una escalera, pero otro hombre lo detiene, orinando. A la que acaba, desciende por la escalera e intercambia unas palabras con el herido, aunque su voz es casi audible. Finalmente se aleja, arrojando su cigarrillo antes de desaparecer, mientras se produce una explosión.
Con un comienzo tan bueno, ya era de pensar que Sospechosos habituales nos tendría enganchados a la butaca de principio a fin. Eran los años de plena fiebre de Tarantino y Seven, y ésta película supo utilizar lo mejor de cada uno de ellos, aunque consiguiendo tener una personalidad propia.
Como si hubieran obedecido al mítico comisario Renault de Casablanca, la policía detiene a “los sospechosos habituales” de un atraco. Pero esa detención hace que coincidan un grupo de delincuentes: McManus, Keaton, Verbal, Fenster y Hockney, que deciden organizar un golpe juntos.
Espléndido reparto compuesto por Gabriel Bryne, Kevin Spacey, Benicio del Toro, Chazz Palminteri, Stephen Baldwin y Pete Postlethwaite, un guión sólido que va mezclando los sucesivos flash backs con el presente y sorpresas cuidadosamente repartidas, todo ello dirigido expertamente por Bryan Singer, antes de dedicarse a los superhombres.
El mayor acierto de la película es el personaje de Keyzer Soze, al que se presenta como una especie de demonio a quien nadie ha visto nunca la cara y llega a adquirir una dimensión casi sobrenatural; es la pura esencia del mal y por lo tanto ni podemos sentir simpatía por él ni (por supuesto) se puede vencer a su satánica majestad; todo ello resaltado por la famosa frase de Verbal “El mejor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía”, sin embargo la escena fundamental de la película es una que pasa prácticamente desapercibida Kevin Spacey sólo en el despacho de la policía, tomando una taza de café, mirando fijamente a la pared que hay frente suyo.
Totalmente merecido el Oscar de Kevin Spacey por su Verbal Kint, que en algunos momentos consigue ser totalmente conmovedor como “imbecil inválido” (según sus propias palabras). Spacey superó la maldición que suele estar ligada a los Oscars a los actores secundarios y su carrera desde entonces no paró, demostrando que es un auténtico todo terreno: actúa, canta, baila, sabe hacer imitaciones, dirige. No hay absolutamente nada que no sepa hacer.
Y llegamos al final. Vale, nos han engañado ¿y qué importa? ¿qué mas da que no sepamos cual es la verdad, cuando la mentira está tan bien montada? Tan sólo sirve para confirmarnos la habilidad de Keyzer Soze; ya dicen que mas sabe el diablo por viejo...
Con un comienzo tan bueno, ya era de pensar que Sospechosos habituales nos tendría enganchados a la butaca de principio a fin. Eran los años de plena fiebre de Tarantino y Seven, y ésta película supo utilizar lo mejor de cada uno de ellos, aunque consiguiendo tener una personalidad propia.
Como si hubieran obedecido al mítico comisario Renault de Casablanca, la policía detiene a “los sospechosos habituales” de un atraco. Pero esa detención hace que coincidan un grupo de delincuentes: McManus, Keaton, Verbal, Fenster y Hockney, que deciden organizar un golpe juntos.
Espléndido reparto compuesto por Gabriel Bryne, Kevin Spacey, Benicio del Toro, Chazz Palminteri, Stephen Baldwin y Pete Postlethwaite, un guión sólido que va mezclando los sucesivos flash backs con el presente y sorpresas cuidadosamente repartidas, todo ello dirigido expertamente por Bryan Singer, antes de dedicarse a los superhombres.
El mayor acierto de la película es el personaje de Keyzer Soze, al que se presenta como una especie de demonio a quien nadie ha visto nunca la cara y llega a adquirir una dimensión casi sobrenatural; es la pura esencia del mal y por lo tanto ni podemos sentir simpatía por él ni (por supuesto) se puede vencer a su satánica majestad; todo ello resaltado por la famosa frase de Verbal “El mejor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía”, sin embargo la escena fundamental de la película es una que pasa prácticamente desapercibida Kevin Spacey sólo en el despacho de la policía, tomando una taza de café, mirando fijamente a la pared que hay frente suyo.
Totalmente merecido el Oscar de Kevin Spacey por su Verbal Kint, que en algunos momentos consigue ser totalmente conmovedor como “imbecil inválido” (según sus propias palabras). Spacey superó la maldición que suele estar ligada a los Oscars a los actores secundarios y su carrera desde entonces no paró, demostrando que es un auténtico todo terreno: actúa, canta, baila, sabe hacer imitaciones, dirige. No hay absolutamente nada que no sepa hacer.
Y llegamos al final. Vale, nos han engañado ¿y qué importa? ¿qué mas da que no sepamos cual es la verdad, cuando la mentira está tan bien montada? Tan sólo sirve para confirmarnos la habilidad de Keyzer Soze; ya dicen que mas sabe el diablo por viejo...