Spanish trilogy, episodio I: Planes de boda
Vamos a por una de esas trilogías patilleras que se me ocurren de tanto en cuanto en arrebatados golpes de iluminación, después de arduos y sesudos procesos de concatenación de corrientes y cinematografías. Esta, en concreto, viene de echarle un vistazo a mi lista de películas y temas para el blog (esta lista es la vida), y observar que, no sólo había varias películas españolas en ella, sino que ninguna pertenecía a los autores canónicos de esta nuestra hispanidad cinéfila. Ni Almodóvar, ni Buñuel, ni Berlanga, ni Amenábar, ni Erice... En algunos mal llamados foros de opinión leo determinadas apreciaciones al respecto del cine español (hay blogs que se dedican exclusivamente a destrozar las películas españolas que se estrenan, una detrás de otra), extraordinariamente simplonas y reduccionistas, y aquí su satánica majestad marcbranchesiana se hace cruces a pesar de su devoto ateísmo. Así que valgan estas tres películas, pertenecientes a diferentes décadas, para demostrar que la historia del cine español no carece de calidad y de obras maestras; en todo caso, lo que ha faltado ha sido una personalidad propia, un sello distintivo. Esta vez iré intercalando los episodios de la trilogía con otros posts, para evitar que tanta españolidad arrejuntá le produzca a Fede Jiménez Losantos tal arreón orgásmico que acabe por proponernos una colaboración fija en su página humorística, o en la radio del Apocalipsis. Y por ahí sí que no paso...
He dicho que ninguno de los filmes de la trilogía pertenecía a ninguno de nuestros autores canónicos. Mentira podrida (empezamos bien...). “El pisito”, la obra maestra del italiano Marco Ferreri, pertenece, en buena parte, a su guionista, el simpar Rafael Azcona. “El pisito” es una adaptación, de hecho, de su novela del mismo nombre, porque Azcona era, en un primer momento, novelista. Pero, miratupordónde, le gustó esta cosa del cine (“Escribo guiones porque me resulta más fácil que escribir novelas”) y hasta ahora... El asunto va de un señor de Madrid (Rodolfo, un José Luis López Vázquez pre-landismo, excelente) pusilánime y algo calzonazos que, como todo hijo de vecino en aquellas (y estas) fechas, tiene un sueldo paupérrimo que apenas le permite llegar a fin de mes, con lo cual su pequeño sueño burgués de comprarse un buen pisito en el centro de la ciudad, en el que vivir con su marimandona novia de toda la vida (Petrita, Mary Carrillo, un curioso aire con Carmen Machi), resulta quimérico; sin embargo, se le abre una posibilidad en el piso en el que vive realquilado: casarse con la anciana propietaria y esperar a que la palme. Pero la mujer tarda más de lo inicialmente previsto... Obsérvese la moralidad relajada de la propuesta, por así decirlo. El guión marcha en esa línea: Azcona mantiene una prudencial distancia con sus personajes, sin encariñarse demasiado de ellos, y sin molestarse en justificarles éticamente. Prefiere focalizar sus esfuerzos en mostrarnos esa España que el blanco y negro tan bien define: esforzada, anticuada, pícara (“el comercio, cuando se es honrado sin exagerar, te deja sus buenos dineros”, dice el jefe de Rodolfo) superviviente, panderetera, pintoresca, desprendiendo un ligero sabor a agrio, a caducado. Esta negrura desencantada de Azcona mezcla a la perfección con el costumbrismo detallista de Ferreri, dando como resultado una comedia-tizón con aromas surrealistas que exhalan fragancia de Valle-Inclán y de 13, Rúe del Percebe. Marco Ferreri (quien, después de su siguiente obra maestra, "El cochecito", no pudo seguir rodando en España porque le caducó el permiso de trabajo. País) llena la escena de detalles en segundo plano, de conversaciones y situaciones; el plano nunca suena a hueco, jamás se siente vacío. Por detrás del diálogo del primer plano siempre hay unos niños molestando, una pareja discutiendo, o un tarado haciendo música con una botella. Tan sólo hay una escena en la que Ferreri deja solos a los dos protagonistas durante un buen rato: un amargo baile en el que la cámara se queda con el rostro desencantado de Petrita, desolada y superada por la espera, que acaba arrancando unas lágrimas de sus ojos mientras danza lánguidamente con su eterno novio y remacha con la única línea de diálogo de la escena: “debimos casarnos antes”. La mala uva de Azcona, pero también su conocimiento de la fauna humana hispánica de la época, se encuentra presente en todas y cada una de las escenas y situaciones, en todos y cada uno de los diálogos. El ansia de una vida “normal”, el lujo de comer pollo, el semihacinamiento de la clase media en pequeñas habitaciones, el auge de la figura del “realquilado”, el asombro ante el progreso que viene de fuera (la máquina de palomitas): nada es casual, nada es porque sí. Incluyendo ese final tan anticlimático, tan poco cinematográfico, en el que no hay ningún giro de guión abrequijadas; ocurre lo que tiene que ocurrir. La vida sigue, los muertos, muertos están, y para eso los enterramos: para poder caminar por encima sin acordarnos de ellos. La teoría de la evolución según Azcona.
8 comentarios:
Ay, amigo Marc!!!!! Con ésta película me tocas la fibra...Azcona es el maestro del distanciamiento: sus personajes pueblan las líneas de sus obras y no hay signo que pueda entenderse como marca de autor, se limita a plantar su universo de clase media, sus escaleras de vecinos, y acelerar, como si un reloj de muñeca se tratase, los mecanismos antiquísimos de la comedia, del humor negrísimo, que es el verdadero, quizá el más serio de todos.
Si a eso le añadimos la forma de rodar de Ferreri, dándonos una información adicional tremenda en cada plano: siempre ocurren varias cosas y todas tienen lecturas que afectan a la principal, por decirlo de alguna forma. Ferreri huye de los planos cortos y obra prodigios cuando, mudamente casi, planta la cámara en el centro del meollo narrativo y deja que los personajes vayan atropellándose, ocupando el espacio, creando una representación coral riquísima que luego ha sido triunfalmente copiada por otros directores para evidenciar, como Ferreri, como se mezclan las historias sin oponerse, para crear una trama unívoca que creemos estar viendo. ¿¿Por qué me vendrá a la cabeza Woody Allen??...A lo mejor estoy hilando muy fino.
Y como no, esa fauna de personajes tan variopintos, tan reales y cercanos: Rodolfo, Petrita, Doña Martina, el callista, la chica de "mala" vida, la hermana de Petrita y los niños. ¿¿Quien no ha conocido a alguién así??
Me está viniendo ahora mismo a la memoria la escena en la que le comunica el jefe a Rodolfo que su mujer ha muerto, mientras estaban probando los productos de la empresa, surrealista a mas no poder. "Yo acompaño al viudo" dice el amigo jeta de Rodolfo para escaquearse del "tajo". Y así tantas y tantas escenas, como la de la boda, las conversaciones con doña Martina, los inquilinos, familiares...entre chiste y chascarrillo cuela Azcona un puyazo "del quince" a la censura.
Historias de nuestros abuelos que parecen no tener vigencia en estos tiempos de navegar a velocidad de 5 megas, pero los rotativos de las agencias de información vomitan titulares que podrían atribuirse, sin esfuerzo alguno, a la España de aquella posguerra.
OBRA MAESTRA!!
Poco que añadir, JR. A mí también me lleva, a veces, a Woody Allen esta manera de rodar de Ferreri, con conversaciones entrecruzadas, con diálogos sucios en los que los interlocutores se pisan, con planos medios muy bien aprovechados... Aunque no creo que Woody tenga muchas referencias de Ferreri o Azcona. En cuanto a la censura... Azcona era demasiado toro a lidiar... Saludos, joven.
Pensaba yo que no había visto esta película, pero leyendo tu reseña, Marc, tengo la vaga idea de haberla visto de cría en la tele y, por supuesto, me han entrado ganas de verla. Me encantan las historias de Azcona y me encanta como conseguía engañar a la censura de la época, así que haré lo posible por conseguirla y verla.
Por cierto, gran idea lo de la "spanish trilogy", creo que tienes toda la razón en lo que dices de la imagen que del cine español tiene alguna gente, bastante cargada de prejuicios, cuando en este país se han hecho buenas películas (y sin que aparezca en ellas el tema de la guerra civil, ni haya escenas de sexo y de desnudos, que según algunos son los únicos temas de que tratan las películas españolas).
Saludos!
Guerra civil y tetas: así definen muchos el cine español, Laura. Y así andamos... Aunque es cierto que este 2007 no nos está dando demasiados motivos para defender el cine de casa: la cuota de pantalla está siendo muy baja y la calidad de lo visto hasta el momento no va muy allá. Este año el cine español está siendo más accesorio que nunca...
Compa Marc, no sé qué agradecerte más: si tu encendida defensa del cine que se hace aquí (somos tan poquitos los entregados a la causa, que siempre alegra encontrarse con alguno...), o tu reseña tan brillante de ese pedazo de peliculón que es El pisito. Porque vaya peli vitriólica y terrorífica, desde la sencillez de ejecución, se marcaron los amigos Ferreri y Azcona. De sombrerazo definitivo. Habrá que revisarla un día de éstos...
Un abrazo.
Cuando finalice la trilogía podrás agradecer con más fruición, entonces... Si defiendo el cine español es porque quiero ver cine hecho aquí, y porque detesto cierto provincianismo que nos hace abrir bocas como túneles ante el grandioso espectáculo hollywoodiense, creado y destinado exclusivamente para su retroalimentación: creamos estrellas, luego la gente les sigue, luego hacemos películas para que la gente se tire de cabeza a los cines, luego... Es el pez que se muerde la cola. Pretender competir con eso es absurdo, pero eso no invalida nuestra capacidad para contar historias (aunque hay veces que, la verdad, no duda de dicha capacidad, viendo "Isis/Disis" y similares...). Otra cosa es la capacidad para venderlas...
Negra zahína... Es que hay que tener mala leche.
Estas abuelitas, parece que les queda un telediario, y mira luego...
... y luego te estropean el chollo viviendo lo que no deben... ¡El piso para el que lo gorronea!
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