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FERIA DE CHARLATANES



Es curioso. Durante el concienzudo proceso de documentación que he llevado a cabo para la realización de este post aquí presente (unos dos minutos, incluso más), me he encontrado con que “Glengarry Glen Ross”, la excepcional película de James Foley basada en una obra teatral de David Mamet, ha sido objeto de análisis y de base para diversos estudios y cursos de negociación y motivación para ejecutivos, comerciales y similares. En particular, la mítica escena en la que aparece, por única vez, Alec Baldwin, de la que ya hablaremos luego. No sé qué pensarán Foley y Mamet de que el supuesto “enemigo” (añadid todas las comillas que queráis) criticado en la obra, el feroz y deshumanizado capitalismo, vuelva las tornas del revés y se aproveche de las armas con las que se le apuntan... Al revisar esta película hace unas semanas en un canal de televisión local, me vino a la mente un dato que ya había olvidado: ñoras, ñores, yo también fui vendedor. Con 19 tiernos añitos (hace nada), y durante tres largos y extraños días, fui lo que se llama un agente comercial. Ojo batallita-abuelo Cebolleta: era en una editorial de cuyo nombre no quiero acordarme, y teníamos que contactar, puerta a puerta, con medios y altos cargos de pequeñas y medianas empresas con el cuento de que vendíamos enciclopedias para costear ¡un viaje de fin de curso! Me asignaron un compañero que era incluso más vago que yo, así que los dos primeros días los pasamos en diversos billares de mala muerte; con lo cual mi experiencia de agresivo (y mentiroso) comercial se limitó a un día, más que suficiente para determinar que mi carencia de talento y mi exceso de escrúpulos me impedía dedicarme al mundo de la venta. Cierro batallita. Esto... ¿De qué estábamos hablando?

Eso, de “Glengarry Glen Ross”. Sinopsis de bolsillo. Los agentes de una oficina inmobiliaria ven multiplicada la presión de las comisiones por un “concurso definitivo” que les imponen desde la dirección, en el que hay tres premios: el primero es un Cadillac (mola mazo), el segundo un juego de cuchillos de cocina (bueno, es mejor que una corbata o un flotador de los Transformers), el tercero es el despido (glups); entre los vendedores se desatan deslealtades y debilidades, más cuando durante la madrugada la oficina es asaltada en busca de un pequeño tesoro (cierra la boca, Gollum, pesao)... Basada en una obra de David Mamet estrenada en Yuesei en 1984 con considerable éxito, la película de James Foley es una sutil pero impactante mirada crítica al descarnado mundo de los negocios, tan desprovisto de valores morales como adscrito al “todo vale”. El film no reniega de su aspecto teatral (sólo dos localizaciones, la oficina y un restaurante), sino que lo refuerza, dedicándose con mimo a los primeros planos y a la interacción de los actores. No es de extrañar, con el pedazo de reparto-megapeich que tuvo a su disposición el amigo Foley: Al Pacino, Jack Lemmon, Ed Harris, Kevin Spacey, Alec Baldwin, Alan Arkin y Jonathan Pryce. Si yo soy Foley, el primer día o me gasto una libreta entera en autógrafos o salgo corriendo hacia Sebastopol. Los diálogos son sublimes, acerados, punzantes cual tabla de faquir, ásperos como lija del dieciséis; la palabra “fuck” se repite hasta 138 veces, de tal manera que los actores se referían al film como “Death of a fucking salesman” (“Muerte de un jodido viajante”, para los que hacíais campana en inglés). El retrato de los personajes es admirable: el bocazas y conspirador Dave Moss (Harris); el pusilánime George Aaronow (Arkin); la rata de oficina, y nunca mejor dicho, John Williamson (Spacey), el director de la agencia; el caduco y desesperado Shelley “La Máquina” Levine (Lemmon); y el encantador de serpientes, el triunfador Ricky Roma (Pacino). Aparte del incauto, apocado y calzonazos James Lingk (Pryce), al que Roma engatusa mientras se desarrolla la primera parte de la película, en una excelente idea narrativa. Todos están excelentes (vale, alguna vez a Pacino le patina el embrague y mete la quinta), pero es necesario destacar que Jack Lemmon está increíble, deslumbrante. Qué recital de matices, qué interpretación de manual, qué manera de ofrecer humanidad y patetismo a un personaje de escasa moral y que él mismo reconoció que le parecía detestable. Grande, una vez más, el maestro.

Dejo para el final la escena de marras (añadida, por cierto, para la película, no existe en la obra de teatro), ese speech apabullante, arrasador, esa avalancha oral alrededor del ABC (Always Be Closing) del buen comercial que escupe un tal Blake (Baldwin, quizás el gran momento de su carrera). Como digo, ha encabezado montones de cursos de liderazgo y motivación, no tanto como ejemplo (sólo faltaría) sino como pistoletazo para el debate. Aparte de sus cualidades “didácticas”, la escena es brutal, apoteósica; Blake despedaza a los agentes sin compasión y sin límites de moralidad o compasión: “¿Cuál es mi nombre? Jódete, ese es mi nombre. Tú has conducido un Hyundai para llegar hasta aquí, yo he llegado en un BMW de 800.000 dólares. Ese es mi nombre”. Comparado con esto, el método Grönholm parece el Juego de la Oca...

7 comentarios:

marcbranches dijo...

Gracias, Carlos, por la felicitación. En cuanto a tu oferta, he de confesar que me conformo con sobrevivir a secas: hacerlo con astucia, en mi caso, estaría absolutamente fuera de personaje, utilizando un símil cinematográfico. Soy un improvisador nato, no entiendo de estrategias.Saludos.

BUDOKAN dijo...

Qué linda la película que rescatas del gran Mamet. Es cierto que este film pasó muy desapercibido para el público y nunca se lo cita a la hora de mencionar la filmografía escencial de este realizador. Saludos!

marcbranches dijo...

Pasó más desapercibida en España que en USA, donde su eco crítico y público fue mayor, y sus escenas clave siguen siendo recordadas. David Mamet es, quizás, el dramaturgo americano más respetado, aunque no le quitemos mérito al director James Foley, ni al director de fotografía, nuestro Ruiz-Anchía, que hace una labor excelente en un film con pocas posibilidades de lucimiento para el fotógrafo...

Laura Hunt dijo...

Hace un porrón de años que vi Glengarry Glen Ross y, aunque se que me gustó, la verdad es que no la recuerdo con detalle... o mejor sería decir que no la recuerdo, ni con detalle ni sin detalle... si me preguntas por el argumento solo te se decir que era de vendedores, y que el reparto era increible (cosa que, por otro lado, no tiene nada que ver con el argumento, ahora que lo pienso).

De todas formas, y como siempre me pasa cuando leo un post de la linterna, me han entrado unas ganas tremendas de verla, así que lo haré en cuanto pueda: si es que sois una guía para cualquier cinéfilo que se precie....

Y, tras este momento de peloteo descarado, te diré que me ha gustado esa bonita anécdota de tus días de vendedor. Si te sirve de consuelo, yo tampoco tengo ningún talento para vender nada, pero sin embargo, tengo dos hermanos que han sido comerciales y, aunque a ellos si se les da bien, es una profesión que quema, y mucho. Tengo que recomendarles esta película, oye.

Un saludo!

marcbranches dijo...

Siempre hemos tenido vocación de faro... Te recomiendo repasar atentamente la película, Laura, porque merece la pena. Pelotea todo lo que quieras, que nuestro ego nunca está lo suficientemente alto. En cuanto a la anécdota se-busca-comercial-marcbranches, te puedo decir que aún guardo el esquema que me dieron para engatusar a gerentes y directores de banco varios... Saludos.

Manuel Márquez dijo...

Pues estoy exactamente igual que Laura Hunt: es decir, la ví hace un montón de años, me encantó, pero no recuerdo apenas detalles de ella (bueno, eso no es algo exclusivo de ésta, me pasa con casi todas...), salvo el de su extraordinario reparto. O sea, compa Marc, que habrá que revisarla: ¿no tendrías por ahí unos catálogos, o unas muestras, para enseñarme, e intentar venderme una copia...?

Un abrazo (y buena semana...)

marcbranches dijo...

Buf... yo es que eso del ABC... para mí, ABC es, o un periódico centrista, o una canción de los Jackson Five... Pero no te preocupes, que si encuentro algún tríptico por ahí te lo mando ipso facto. Buena semana.

 
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