AMOR AL POR MENOR
“2046”, el hasta ahora último largometraje de Wong-Kar Wai (WKW en la intimidad) se convirtió en una película mítica mucho antes de su estreno. Incluso se podría afirmar que mucho antes de su presentación en el Festival de Cannes del año 2004, rodeada de desbordadas expectativas y de la extravagancia propia del director (un tipo oculto tras sus gafas de sol, huraño, rodeado de secretismo, amante de solapar proyectos, incapaz de cerrar en seco una obra debido al flujo constante de ideas y variaciones del guión) y del propio Festival (un... bueno, es Cannes); como resultado de tal conjunción de estrellas, se tuvo que demorar la proyección del filme, que llegó a Cannes tres horas antes de la misma, siendo además una versión provisional, a la espera del tijeretazo definitivo de WKW; de hecho, parece que ser que, según los que presenciaron aquel pase, fue bastante más de uno. El montaje final compone una historia más lineal e inteligible, ayudada por la voz en off; con lo cual, no puedo imaginarme el batiburrillo (= burro pequeño perteneciente a Batman) (¿a que es ingenioso el juego de palabras? ¿Cómo? ¿Que me meta el ingenio dónde?) resultante del primer editaje. WKW tiene alma de jazzman, es un improvisador nato en la escritura y en el plató; y, sin embargo, sus películas resultan de una mezcolanza de orfebre y relojería suiza que le hacen un ARTISTA subyugante. Sí, se merece las mayúsculas. ¿Qué es “2046”?
“2046”, rodada casi en paralelo a “In the mood for love”, es el reverso oscuro, desencantado y pesimista de la primera, si nos atenemos al compás marcado por Chow (Tony Leung), el personaje que protagoniza ambos filmes. Si en “In the mood...” es un tipo tímido, retraído, fiel y conservador al estilo de la época, en “2046” se transforma, a la sombra de aquel romance imposible, en un impenitente playboy (el bigotito le convierte en el émulo oriental de Clark Gable), bebedor de noches de un solo trago, a la búsqueda de la candidata que le permita revivir esa maldita pasión que, de alguna manera, le ha anulado. Búsqueda que traslada, desde la habitación 2047 (la contigua a aquella que un día compartió con su amada Su), a un relato de ficción futurista que no hace sino extrapolar su tormento: un tren que se dirige a un lugar, también llamado 2046, en el que los recuerdos perduran, en el que el pasado está detenido... Mientras, una serie de mujeres que representan una serie de ideales (intelecto, cuerpo, memoria) van pasando por la vida y las sábanas de Chow sin que ninguna le haga alcanzar la plenitud antaño experimentada. “2046” es la derrota del amor, entendido como un ente imperdurable, como un hábitat alcanzable: es un estado gaseoso que se puede percibir, pero no aprisionar. Es independiente, soberano, libérrimo, y no le pertenece a nadie, ni siquiera a la dispersa y traicionera memoria... Estilísticamente la película es mucho más abigarrada que su antecesora, aunque mantiene los tics del realizador hongkonés: las escenas fuera de plano, los encuadres desplazados de los personajes, algunas imágenes icónicas (esa lámpara bajo la lluvia, esa pared desconchada), o la penetrante música de Umebayashi (junto a nuevas salpicaduras de vieja música latina, y esa "Casta diva" de ahí abajo...). Cada escena es un lienzo delineado con finísimo pincel, cada encuadre es un perfecto trabajo de marquetería en el que todo fluye (pura energía), ningún detalle es baladí; es reconocida la enfermiza meticulosidad de WKW, y en “2046” se aprecia más que nunca. El autor oriental es un esteta irredento, un violinista en el tejado de zinc, un manierista de trazo exquisito que, vista su filmografía, bien parece capaz de comerse a alguien si le desenfoca una escena: el Hannibal Lecter de la cinematografía. “2046” es poesía, más recargada que en su anterior película, más discursiva, más verbalizada (cinco minutos de película en su tramo central tienen más diálogo que toda “In the mood for love”) y muchísimo más lúbrica: no hay reparos en mostrar las correrías sexuales de Chow con Bai Ling (excepcional, hermosa hasta el dolor, Zhang Ziyi), la representación del ideal femenino de carnalidad. Las otras dos mujeres trascendentes del relato son Wen (Faye Wong, que también interpreta al androide del tren, el más humano visto en el cine desde... Sean Young), la representación de la atracción vía intelecto; y Su Li Zhen (Gong Li, la gran diva oriental), quien, no por casualidad, comparte el nombre con el antiguo amor de Chow, y que resulta ser la única que comprende la condena a la que está sometido el protagonista de la narración. Tres episodios pautados por las correspondientes Nochebuenas, época en la que todos sabemos (porque nos lo contó Charles Dickens) que retornan los fantasmas del pasado. Y un fantasma es lo que, en definitiva, persigue Chow: un fantasma en el que apoyar la cabeza, durante un trayecto cualquiera en un taxi cualquiera, como aquella vez en el que el tiempo se detuvo en blanco y negro.
Y, entonces, su cabeza se apoyó en la puerta contigua del taxi.
“2046”, rodada casi en paralelo a “In the mood for love”, es el reverso oscuro, desencantado y pesimista de la primera, si nos atenemos al compás marcado por Chow (Tony Leung), el personaje que protagoniza ambos filmes. Si en “In the mood...” es un tipo tímido, retraído, fiel y conservador al estilo de la época, en “2046” se transforma, a la sombra de aquel romance imposible, en un impenitente playboy (el bigotito le convierte en el émulo oriental de Clark Gable), bebedor de noches de un solo trago, a la búsqueda de la candidata que le permita revivir esa maldita pasión que, de alguna manera, le ha anulado. Búsqueda que traslada, desde la habitación 2047 (la contigua a aquella que un día compartió con su amada Su), a un relato de ficción futurista que no hace sino extrapolar su tormento: un tren que se dirige a un lugar, también llamado 2046, en el que los recuerdos perduran, en el que el pasado está detenido... Mientras, una serie de mujeres que representan una serie de ideales (intelecto, cuerpo, memoria) van pasando por la vida y las sábanas de Chow sin que ninguna le haga alcanzar la plenitud antaño experimentada. “2046” es la derrota del amor, entendido como un ente imperdurable, como un hábitat alcanzable: es un estado gaseoso que se puede percibir, pero no aprisionar. Es independiente, soberano, libérrimo, y no le pertenece a nadie, ni siquiera a la dispersa y traicionera memoria... Estilísticamente la película es mucho más abigarrada que su antecesora, aunque mantiene los tics del realizador hongkonés: las escenas fuera de plano, los encuadres desplazados de los personajes, algunas imágenes icónicas (esa lámpara bajo la lluvia, esa pared desconchada), o la penetrante música de Umebayashi (junto a nuevas salpicaduras de vieja música latina, y esa "Casta diva" de ahí abajo...). Cada escena es un lienzo delineado con finísimo pincel, cada encuadre es un perfecto trabajo de marquetería en el que todo fluye (pura energía), ningún detalle es baladí; es reconocida la enfermiza meticulosidad de WKW, y en “2046” se aprecia más que nunca. El autor oriental es un esteta irredento, un violinista en el tejado de zinc, un manierista de trazo exquisito que, vista su filmografía, bien parece capaz de comerse a alguien si le desenfoca una escena: el Hannibal Lecter de la cinematografía. “2046” es poesía, más recargada que en su anterior película, más discursiva, más verbalizada (cinco minutos de película en su tramo central tienen más diálogo que toda “In the mood for love”) y muchísimo más lúbrica: no hay reparos en mostrar las correrías sexuales de Chow con Bai Ling (excepcional, hermosa hasta el dolor, Zhang Ziyi), la representación del ideal femenino de carnalidad. Las otras dos mujeres trascendentes del relato son Wen (Faye Wong, que también interpreta al androide del tren, el más humano visto en el cine desde... Sean Young), la representación de la atracción vía intelecto; y Su Li Zhen (Gong Li, la gran diva oriental), quien, no por casualidad, comparte el nombre con el antiguo amor de Chow, y que resulta ser la única que comprende la condena a la que está sometido el protagonista de la narración. Tres episodios pautados por las correspondientes Nochebuenas, época en la que todos sabemos (porque nos lo contó Charles Dickens) que retornan los fantasmas del pasado. Y un fantasma es lo que, en definitiva, persigue Chow: un fantasma en el que apoyar la cabeza, durante un trayecto cualquiera en un taxi cualquiera, como aquella vez en el que el tiempo se detuvo en blanco y negro.
Y, entonces, su cabeza se apoyó en la puerta contigua del taxi.
Blogs participantes: Books&Films, ¿Y si esta vez te quedaras?, Cineahora, Cinematic World, El día del cazador, El séptimo arte, El diario de Mr. Macguffin, Marco Velez, Himnem, Fabrica de ilusiones, Padded Room: Chronics floor, El lamento de Portnoy, La mujer justa, Bogotá 35MM, Ojo de buey, Viaje a Itaca, Sesión Doble, Ekilore, Rulemanes para Telémaco, Arteyliteratura, La linterna mágica, Rodando, The Observer, El trono de Hatti, Palabras ocultas, Mitte
12 comentarios:
Tu post me incita a ver ya este, que es el único film que no vi de Wong Kar Wai. Ahora espero conseguir el dvd con ansias.
Te ha quedado muy bien. Me gusta como la has tratado.
Además, quizás le ganara una mano a las cartas por fin...
Gran hallazgo lo que comentas sobre los tres ideales femeninos, al igual que esa referencia (hermosa) a Dickens.
Para mí, "2.046" es un film abierto a tantas posibilides, interpretaciones y sugerencias que me fascina.
Y WKW, un ARTISTA (minucioso, detallista, obsesivo... como debe ser) !!!!
Gracias, Hatt. Budokan, ya tardas... Aunque lo mejor sería que vieras de nuevo primero "In the mood for love", y luego "2046". Las correlaciones, las analogías y también las diferencias se hacen mucho más disfrutables.
La referencia a Dickens se hace obligada con tanta Nochebuena por medio, Cineahora; lo de los tres ideales femeninos es una posibilidad más del filme, que quizás haga entender mejor el cambio de actitud de Chow.
A mí también me ha gustado esa referencia a Dickens. Y también la referencia a BLade Runner. Las dos películas son inseparables. 2046 complementa perfectamente IN the Mood. ¿Abré un hueco en el árbol para que podamos ver los secretos?
Saludos
Hola, natalia. Creo que lo adecuado es decir que "2046" es inseparable de "In the mood for love"; pero no viceversa. "In the mood..." se puede ver en solitario perfectamente, "2046" no (sí se puede, pero te pierdes los mejores sabores del plato). ¿Quieres abrir un hueco en el árbol? La curiosidad mató al gato...
lo tengo que ver ya!!!!!!!!!!!!
saludos!
Yo no ví a Ziyi, sólo ví belleza. Me tenía subyugada.
Es que esta es de sentir más que de ver. Creo.
Saludos.
Ziyi subyuga a cualquiera en cualquier film, pero aquí está absolutamente maravillosa. La película, Raquel, es tanto de sentir como de ver. De hecho, la primera es más de sentir, como tú dices... "2046" tiene una voluntad estética mucho más profunda.
Persio, a qué esperamos, que el videoclub está a dos pasos...
¿A quién te referías cuando decías que WKW tiene alma de jazzman? Je,je. Eso me ha gustado, el jazz es pura improvisación y trabajo artístico a la vez, perfecta comparación con el cine de este director.
Saludos!
Jazzman, he estado a punto de poner tu enlace en esa frase, pero luego pensé que alimentaría tu ego en demasía... Como el trabajo de WKW, el jazz es improvisación muy poco improvisada, y encaja muy bien en esa descripción. Saludos.
Realmente ese escritor de la 2046 encaja en el perfil de cine negro, chulo y rudo...un Bogart de Casablanca...De vuelta de todo e impermeable a cualquier liquido femenino.
Gran post!
Publicar un comentario