La filmografía brasileña es una de las más desconocidas e ignoradas en nuestro país. Hasta hace unos años, diría que se pueden contar con los dedos de una mano las películas difundidas en España, donde, por supuesto, consideramos que Brasil sólo produce futbolistas que llegan tarde de las vacaciones, jugadoras de voley-playa, sambódromos y, bueno, Lula da Silva. Aquí su seguro servidor forma parte de esa ignorancia colectiva, así que no voy a agrediros con una erudita disertación sobre la historia del cine brasuca copypasteada de la wikipedia. Tan sólo recuerdo haber leído algo sobre una corriente llamada “cinema novo”, una especie de movimiento cultural nacionalista que rechazaba los parámetros de la producción estadounidense, y que, tomando como modelo la nouvelle vague y el neorrealismo italiano (en particular este último, al tomar el subdesarrollo como bandera), en un principio, y posteriormente la crítica política, tuvo un gran predicamento artístico (que no comercial) hasta que llegó el golpe militar de 1964 y se llevó todo por delante. Unos cuarenta años después, y con alguna honrosa excepción como Hector Babenco en los 80, o Bruno Barreto en los 90 (quienes consiguieron penetrar, y hasta hoy, en la tupida red hollywoodiense: a estos chicos yanquis les gusta de vez en cuando darles algún caramelo a directores de allende Los Angeles, más que nada por el qué dirán), no volvimos a saber nada de ellos, hasta la aparición de Walter Salles, con su “Estación Central de Brasil”, y, en particular, Fernando Meirelles, quien (en colaboración con Kátia Lund) pergeñó este maravilloso chute de adrenalina que resulta ser “Ciudad de Dios”, y que golpeó los festivales de medio mundo, hasta alcanzar cuatro nominaciones para los Oscar, incluida la de Mejor Dirección. Por desgracia, era el año de “Frodo y Sam salen de paseo 3”, así que no había nada que hacer...
Muchos referentes se le buscaron a “Ciudad de Dios” desde su brutal impacto en el festival de Cannes de 2002. Peckinpah, Tarantino, Coppola, González Iñárritu (?) o Guy Ritchie (? al cuadrado) son nombres que, con más o menos tino, se han añadido al listado de referentes oficiales (ya sabéis que a los críticos les encanta el juego de “mira, se parece a...”). Lo cierto es que el único que le encaja como Epi a Blas es, cómo no, Martin Scorsese. El montaje celérico, la presentación torrencial de personajes, la música como un actor más de la película, la violencia como generador vital, la voz en off socarrona, el propósito pedagógico al respecto de la carrera criminal en “Cidade de Deus”... Todo nos hace percibir, en la lontananza, el sonsonete de “Uno de los nuestros” o “Casino”. El film, narrado en primera persona por su protagonista, Buscapé (de profesión fotógrafo, una alegoría nada sutil sobre su papel en la narración) está estructurado en tres partes considerablemente diferenciadas, cada una de ellas enfocada en una época: los 60, los 70 y los 80; la película está basada en un libro-río con cerca de 300 personajes, pero Meirelles consigue comprimir el relato de manera admirable. Cada etapa tiene una textura distinta, propia de cada período: los 60, con un aire algo nostálgico y tonos ocre; los 70 conllevan un ritmo más explosivo, más libre, un aire lisérgico y colorista; los 80 son los más violentos, más oscuros (muchas de las escenas son nocturnas), asfixiantes (la cámara en mano se impone, a veces en exceso; planos en primera persona). Sin embargo, Meirelles lleva el ejercicio de estilo dos pasos más allá, al salpicar la cinta con una narrativa desintegrada (paraliza bruscamente el relato para presentar a los personajes) y bifocal (algunas escenas se muestran desde más de un punto de vista: sí, de aquí viene lo de tito Quentin). Algunas escenas son de una crudeza desgarradora: valga como ejemplo aquella en que un adolescente se ve obligado a elegir a quién dispara: a un niño o a... un niño más pequeño (ladronzuelos ambos, aquí no se salva nadie). El resultado, desde el prisma formal, es vibrante, abrumador, apabullante: no hay respiro para el espectador.
Hay mucho más, empero, en esta película. Toda la parafernalia estilística, todo ese descomunal significante tiene su significado, y carece de gratuidad. Meirelles nos da una clase magistral del mundo de la favela brasileña, una fuente seminal de crimen descarnado en el que las armas campan a sus anchas entre grandes y pequeños, al albor de la vista gorda (o la falta de vista) de gobiernos, prensa y policía: a los poderes fácticos se la suda lo que pasa en las favelas a menos que aparezca en los periódicos. La película se rodó, de hecho, en una de ellas, bajo la tutela de su jefe, que obligó a los realizadores a darles a sus habitantes los máximos trabajos posibles. Como resultado, la gran mayoría de actores son de la favela, no profesionales, que le dan al filme un plus de credibilidad; aunque la palma se la lleva Leandro Firmino, actor que da vida al jefe criminal de la historia, Ze Pequeno, y que, literalmente, acojona. Imposible usar otra palabra. El plano final de la película, en el que Buscapé se va con su cámara por una carretera, mientras, en dirección contraria, un grupo de críos, armados hasta los dientes (de leche) (de mala leche), van compilando entre risas una lista de gente a la que van a matar, es aceradamente simbólica del mensaje descorazonador de este, a pesar de ello, regocijante film. Puede que sea una Ciudad de Dios, pero, por lo visto, hace tiempo que el Todopoderoso se mudó de barrio...
12 comentarios:
Tal vez el Todopoderoso se mudó de barrio en Brasil, pero al menos permitió que Meirelles se inspirase para hacer una maravilla como "Ciudad de Dios".
Una obra tan compleja como impresionante, y los referentes que citas, incluído (por supuesto), Scorsese, están allí; pero al mismo tiempo Fernando Meirelles, logró dotarla de un tratamiento y visión muy personal.
Ciudad de Dios es una pequeña obra maestra y Meirelles estuvo tocado por la batuta de la inspiración. Aguardo con impaciencia su adaptación de Saramago, que parece ya está en marcha en una producción internacional con daniel craig y julianne moore como protagonistas. Este director promete no dejarnos huérfanos de cineastas brasileños de calidad.
Gran post, como de costumbre.
Saludos
Gracias, jóvenes. Es cierto que Meirelles le da un toque propio a la película, entre otras cosas, porque es un chute de realismo no comparable a lo que nos suele contar el cine americano (si pincháis alguno de los enlaces hay por ahí una noticia curiosa). He de decir que suena muy bien ese proyecto al lado de Saramago, y que "El jardinero fiel" me gustó más que a gran parte de la crítica, por trillados que estuviesen algunos de los caminos que recorría.
Por cierto, Dr., tiene ud. su blog últimamente en plena incandescencia, con tanta actriz despampanante (también llamadas "jacas" en lenguaje coloquial) (comentario feminista dedicado a mi compañera de blog...).
Por alusiones, ya que tu comentario resulta un poco ambiguo, Marcbranches. Eso de que me dedicas el comentario anterior se refiere:
a) que me incluyes en la definición de "jaca"
b) es una irónica referencia a mi condición de feminisita practicante y convencida, lo que consitituirá una falta grave (léase las normas, Sr. Marcbranches).
Como soy generosa, prefiero considerar que te refieres a la opción a)
creo q ciudad de dios cambio un poco la optica film-documento creado por Kids, es un buen film, duro y salvaje.
Saludos!
No sé hasta qué punto "Kids" era un documento o una muestra de determinado ansia por provocar... supongo que algo de las dos tenía. En cuanto a la Directrice... sí, sí, claro, claro, por supuesto, la a)... (léase en tono de resignación condescendiente).
Ejem.
Totalmente de acuerdo Sr. MarcBranches: Ciudad de Dios es una experiencia prácticamente abrumadora, como la pintura de Pollock. Sólo me dejas una grieta en tu compactísimo texto: el increíble flashback en el que Buscapé narra la historia del garito donde iban a buscar droga todos lo del barrio. Deberían pasarlo en las escuelas de cine como ejemplo de Flashback 2.0, mejorado hasta el extremo, como la prueba filmográfica de que sí, que es posible inventar algo nuevo de algo visto infinidad de veces....
Nos leemos!!!
¿Sólo una grieta? No hay paletas así en España... merci. Tienes razón, me he dejado eso y alguna cosa más, como la escena de la discoteca, que finaliza con la cámara alejándose progresivamente de un Ze Pequeno desolado y soltario en la inmensa sala... Lo que pasa es que si lo incluyo todo tengo que hacer prólogo, epílogo y bibliografía, de lo largo que me quedaría el post. Pero tienes razón, esa narrativa atomizada que, sin embargo, impide que te pierdas en los meandros del relato es un enorme logro de Meirelles, tan deslumbrante como útil (¿akesí, Iñárritu?)
genialll peli , refleja justo lo que se ve por las calles , triste pero realidad
Una de las grandes películas que el cine nos ha dado en los últimos años. Una película impresionante narrada con un ritmo endiablado que no te deja respiro: cierto, recuerda a Uno de los Nuestros de Scorsese (y por extensión, a Casino, en la que Marty llevó un paso más allá el estilo de narración que ya había utilizado en dicha película), aunque, como bien decís, con ese toque tan personal que le da Meirelles.
Buen post, Marc. Por cierto, a mi también me gustó mucho El Jardinero Fiel. No creo que esté a la altura de Ciudad de Dios, pero me parece una muy buena película.
Saludos.
Ciudad de Dios es , sin duda, una de las mejores películas sudamericanas de todos los tiempos. Acción, drama y crítica social montada a ritmo de samba.
Pieza maestra.
Hombre, mademoiselle Hunt, cuánto tiempo sin pasarse por la choza... Por supuesto que recuerda a "Casino", y más cuando se pone didáctica con respecto a la manera de operar de los "currantes" del barrio.
Y alos nuevos, oktomanota y nelson, bienvenidos. No tengo bagaje para decidir si "Ciudad de Dios" es de las mejores películas sudamericanas de todos los tiempos; una de mis preferidas sí es.
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