TRILOGÍA DEL GANGSTER (I): TARANTINO MA NON TROPPO
Se suele decir que cuanto mejor es el villano, mejor es la película. Una sencilla ecuación nos obligaría a concluir que una película de gangsters, por tanto, tiene amplias posibilidades, en potencia, de ser una obra maestra. Las películas de bandas criminales siempre han tenido un gran calado en las imaginerías cinéfilas, ya desde el cine negro americano, hasta el día de hoy. Hemos pasado por el porte varonil de ala ancha y humo en blanco y negro pertrechado por los Cagney, G. Robinson, Bogart y compañía, por la algidez de la vendetta operística de la mano de Coppola, o por el nervio navajero y atropellado de los bajos fondos scorsesianos. Estas, llamémosles, tres corrientes estilísticas, habían dominado el cine gangsteril hasta entrados los noventa. Hasta que llegó un cinéfago logorreico llamado Quentin y revolucionó el género, y muchos se apuntaron al tarantinismo imperante. Después del impacto “Reservoir dogs”, pero, especialmente, gracias a “Pulp fiction”, todo el mundo quería rodar filmes con matones de tres al cuarto con ciertos códigos de honor, extraños alias, verborreicos, locuaces y con algo similar a un estilo propio. Una de las pruebas más fehacientes (fehaciente=descarada) de esta moda fugaz fue la interesante “Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto”, en la que el director Gary Fleder y el guionista Scott Rosenberg se desvirgaron cinematográficamente, apuntando unas maneras que acabaron quedándose en manierismos. Además, inauguró en mi memoria cinéfila una catarata de títulos que empezaban con “Cosas que...” (nunca te dije, perdimos en el fuego, nunca se olvidan, diría con solo mirarla, que dejé en La Habana... anda que no hay cosas... y poca imaginación...). Inauguramos trilogía patillera, pues, en Denver.
Les he metido un palito a Fleder y Rosenberg, y tengo que justificarlo por si los abogados. El director no confirmó su esperanzador arranque, y rápidamente se sumergió en la televisión. Sin embargo, Rosenberg sí parecía apuntar más alto: su siguiente película fue “Beautiful girls”, de la que sacó una bien merecida fama de buen dialoguista, lo cual sólo le sirvió para ir entregando alguna buena línea para truños como “Con Air” o “60 segundos”, ofrecer su canto del cisne en la estupenda “Alta fidelidad”, y rebozarse en el detritus cinematográfico con... “Canguro Jack”. También ha acabado en la TV, claro; debieron de hacerse muy amigos Fleder y él, porque han compartido algún que otro proyecto televisivo. Supongo que, en alguna de sus reuniones, deben de divertirse mucho recordando cómo parieron esta “Cosas que hacer en etc”. Me imagino algo parecido a esto.
Después de verse 76 veces las dos primeras películas de Tarantino, Gary & Scott decidieron que su película tenía que ser un cóctel de una serie de ingredientes ineludibles. En primer lugar, unos nombres chulos para los personajes. Ni Dios se llama por su nombre y apellido en esta película: Jimmy “el Santo” (Andy Garcia), Bill “el Crítico” (Treat Williams, en un papel que hoy haría Colin Farrell), “Viento Fácil” (Bill Nunn), “Pedazos”(el gran Christopher Lloyd), “El Hombre del Plan” (Christopher Walken haciendo de Christopher Walken), “Mr. Shhh” (Steve Buscemi, no podía faltar)... A su lado, aquello de “Señor Rosa” o “Señor Marrón” queda de lo más soseras. Además, estos nombres corresponden a personajes característicos y muy definidos, lenguaraces y con una destreza especial para la réplica escatológica y el chiste homofóbico. Así, la película se ve arrastrada por su pátina desahogada, rayana en el cómic, que la aleja de las altas cotas. Por supuesto, no podía faltar la correspondiente cota de música pegadiza y resultona, encabezada por el magnífico tema de Tom Waits que arranca la cinta. A pesar de todos esto lugares comunes, empero, el largometraje funciona. En primer lugar, Rosenberg acierta al hacer que la historia la narre un tipo cualquiera en una cafetería, un amigo de Jimmy “El Santo”; la imagen que se nos da de él se acerca a la idolatría, y es justificadamente subjetiva. “El Santo” es un tipo elegante, bien parado, donoso, de principios y donaires anticuados, empalagosamente romántico, casi versallesco; por desgracia, no es demasiado listo, porque la panda de tullidos mentales (y alguno físico) que agrupa para hacer un trabajito teóricamente sencillo está abocada al fracaso. Y el “Hombre del Plan”, un jefe mafioso tan cabrón como tetrapléjico, se lo va a hacer pagar muy caro...
Aunque la conjugación de elementos antes citados hacen de “Cosas que hacer en etc.” poco menos que un dejá vu cinematográfico, es necesario reconocer que el cóctel funciona, el ritmo es constante y la narrativa -con dos partes claramente diferenciadas, puesto que el tono del filme se recrudece considerablemente después de la primera hora- es fluida, a pesar del pegote del personaje de la bellísima Gabrielle Anwar, que sólo sirve para que Jimmy saque a pasear una oratoria floral digna de algún culebrón venezolano de los ochenta. Película semiolvidada hoy en día, merece que el espectador pelín inquieto le dé una oportunidad en sus escasos pases televisivos, ni que sea para descubrir el cameo de un irreconocible Willem Dafoe. Todos a coro: “¿pero dónde has visto tú a Willem Dafoe en “Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto”? Pues sí que sale, sí. Ale, a hacer los deberes.
4 comentarios:
Pues mira tú por donde, compa Marc, que ésta sí que la ví, hace la pila de años -ya es casualidad, ya-, pero también cierto es que no me debió impactar demasiado, dado que apenas guardo recuerdo de ella, más allá de que el prota, el ahora bastante más perdido Andy García, chupaba más plano que Linda Lovelace... planos también.
Un fuerte abrazo y buen fin de semana.
M-Márquez, esa grosería no la esperaba en un caballero como tú, aparte de que sacar a pasear a Linda Lovelace denota bien a las claras que ya tienes una edad. No es una gran película (de ahí el "calzador") pero se deja ver, y a mí me gustó mucho en su momento, aunque revisionada ahora no deja de tener un tufillo sospechoso. Saludos.
Pues esperaré un pase televisivo de esos. Aunque Andy Garcia el hombre de las colonias puede llegar a ser muy enervante.
Saludos
Andy Garcia nunca ha sido nada del otro mundo, y aquí no es una excepción, aunque a mí no me molesta de la misma manera que a ti; simplemente, lo tolero. Pero tiene percha y flequillo adecuado para el personaje principal de esta película. Saludos.
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