TRILOGÍA DEL GANGSTER (II): TONY MONTANA NO EXISTE
Desde luego, no se podrá quejar Matteo Garrone, el director de la recientemente estrenada “Gomorra”, de la campaña publicitaria de la que ha disfrutado su película en España, a rebufo de la visita del autor del libro en el que se basa la cinta, Roberto Saviano, y que tanto ha mosqueado a la camorra italiana. Quien más o menos haya tenido la ocurrencia de leer un periódico durante la semana pasada sabrá que Saviano ha sido oficialmente condenado a muerte por dicha organización delictiva, que le acompañan guardaespaldas hasta para tirar de la cisterna, y que su condena no es por haber escrito “Gomorra”, sino por haber sido, vayapordioshombre, un éxito de ventas. No he leído el libro, pero me viene fácilmente a la cabeza “Gangs of New York”, el ensayo de Herbert Asbury sobre la delincuencia organizada neoyorquina en el siglo XIX que Scorsese transformó en su gran (y pelín fallido) proyecto vital. La adaptación de Matteo Garrone es exactamente lo contrario: no hay glamour, no hay -por fortuna- Cameron Diaz, no hay decorados fastuosos, ni villanos memorables, ni historias bigger-than-life. “Gomorra” trata de explicar lo que te puedes encontrar si coges tu Seat Panda y te plantas en un barrio de Caserta. Y acojona.
“Gomorra” explica, mezcladas pero no agitadas, cinco historias, localizadas en Nápoles y alrededores, cuyo nexo de unión es lo que los napolitanos llaman “El sistema”. Dos jóvenes que sueñan con ser Tony Montana, un pagador de la camorra en medio de una guerra de bandas, un crío que da sus primeros pasos iniciáticos, el ayudante de un negociador de la camorra superado por sus remordimientos, y un sastre del “sistema” que para llegar a fin de mes se ve obligado a hacer pluriempleo en unos talleres chinos. “Gomorra” nos explica estos relatos de la manera más aséptica posible, dejando que sea el espectador quien tome sus decisiones, sin presentación de personajes o empatía por los mismos. El estilo elegido es casi documental, reforzado por la elección de actores semiprofesionales o directamente amateurs, con algunas excepciones, y el resultado es ciertamente radical en su concepto, estéticamente feísta (algunos juegos de iluminación con las sombras son la excepción a la regla), con mucha cámara al hombro, que parece que en cualquier momento va a trastabillarse contra alguno de los actores, y al son de la música horteromelódica italiana (los equivalentes a, diossssssssss, Camela en España) que se escucha en aquellos lares. Garrone asume postulados del neorrealismo italiano para realizar su película, en la otra punta del glamour de referentes temáticos coppolianos o scorsesianos. En este integrismo estilístico se encuentra, posiblemente, lo mejor y lo peor de “Gomorra”.
Después de una primera secuencia que, visto el resto del filme, parece fuera de contexto, Matteo Garrone se afana en mostranos lo que podríamos llamar “un día en la oficina de la Camorra”, sin molestarse en darnos apenas referencias espaciotemporales ni asideros argumentales (qué bonito pareado); esto hace que al espectador le cueste horrores encajar las piezas del puzzle y le saca de la intención principal del realizador, que pretende establecer un fresco costumbrista de inicio, para luego ir avanzando por la corruptela inabarcable del “sistema” con absoluta naturalidad. Durante gran parte del primer tramo, uno no puede evitar pensar en que un narrador omnisciente (y no hace falta que sea Joe Pesci) le vendría bien al filme; un pensamiento que, sin embargo, se apaga una vez visto y reflexionado el largometraje entero. La conclusión más importante y desgarradora que se saca de esta primera parte de establecimiento de situaciones es que “el sistema” es un modo de vida de aquellos barrios, que no conocen otra cosa, otra existencia, otro modo de funcionar. La Camorra es un estado independiente, con su gobierno, su policía y hasta su sistema de pensiones, que, como las nuestras, tampoco dan para vivir. La gente que vive bajo el manto de la Camorra no vive mejor que los otros; sus casas tiene los mismos desconchados, las mismas teles viejas, la misma comida de lata y los mismos apretones que las de cualquier otro barrio pobre. Quizás esas gentes harían otra cosa si supieran hacer otra cosa, vivirían otra vida si conociesen otro tipo de vida. No es el caso.
Quizás el relato más flojo sea el de Roberto, el asistente del resabiado negociador Franco, mero espectador de las extorsiones y amenazas bajo mano de su jefe, y cuyo posicionamiento final suena a impostado y arbitrario. De cada una del resto de historias se pueden sacar escenas para el recuerdo, desde esos Mario y Ciro tonymontanizados disparando armas al aire en la playa, en calzoncillos marca Mercadillone, hasta ese tembloroso pagador que cruza a toda prisa y a paso culpable el barrio de Secondigliano (un barrio del “sistema” del que Garrone dice que, “cuando la cosa se calme un poco en Irak, volverá a ser el lugar más peligroso del planeta”), pasando por el ritual iniciático del niño Totó con un raído chaleco antibalas. Quizás el único personaje con el que Garrone se permite una debilidad sea con el sastre, excelentemente interpretado por Salvatore Cantalupo, al que otorga una condición extra de humanidad, en especial cuando, después de décadas de no ser nadie cortando y cosiendo para su eterno jefe mafioso, los aplausos y las lisonjas de los trabajadores del taller chino le hacen sentirse alguien importante. Aunque la realidad napolitana y un vestido de Scarlett Johansson le hacen retornar los pies al suelo, Garrone le concede, excepcionalmente, una oportunidad, quizás consciente de lo desesperanzado de su propuesta fílmica. “Gomorra” es un filme que posiblemente no descubra, en realidad, nada nuevo, pero que sitúa violentamente los pies del espectador en el suelo, un suelo napolitano muy, muy alejado de, pongamos por caso, la villa de Corleone. Tony Montana, jóvenes padawanes, no existe.
7 comentarios:
Sí que leí algún periódico la semana pasada, sí. Y como soy muy influenciable me apetece ver la película. En cuanto tenga ocasión voy, a ver qué tal, aunque si tiene una estética feísta...no sé.
Marcbranches ¿Era estrictamente necesario ilustrar el comentario con el vídeo de Camela? :)
Buen martes!
Viena, reconócelo, escuchas los discos de Camela en la intimidad... Pues sí que es imprescindible, no sólo por la indudable calidad de su música, un dechado de lírica musicada, sino porque es un ejemplo perfecto de la banda sonora de la película, una horterez continua que no es sino la que mueve los pies a esta gente en las barriadas del sur italiano. La estética es feísta, pero no fea. Puedes verla tranquilamente. Un abrazo.
Te juro que me dejó tan helao que terminada la proyección me quedé clavado a la butaca.
Cerca de Las Palmas tenemos un barrio que se llama Jinámar o el antiguo El Rincón (te aconsejo si vienes por aquí te abstengas del paseíto turístico por esos lares)que tiene muchos puntos en común con los lugares donde se desarrolla "Gomorra".
Lo flipante de esta peli es que sus historias pueden ocurrir o están ocurriendo (cierto que de forma menos sangrienta afortunadamente) en los suburbios de cualquiera de nuestras ciudades. "Gomorra " tiene una estética neorrealista, no había otra forma. Muy bien apuntados los valores de la peli, y las escenas sobresalientes. Coincido contigo al cien por cien.
Un abrazote.
Por lo visto está causando sensación, en los blogs al menos. Habrá que verla digo yo.
Saludos
Nro, es cierto que de alguna manera nos suenan este tipo de lugares inhóspitos suburbanos, todos hemos vivido o visitado alguno de ellos, y hemos tenido ganas de salir de allí lo antes posible... Tomo nota de la "recomendación". Saludos.
Möbius, se está comentando mucho esta película. Es una de las favoritas, dicen, para ser nominada en los Oscars en categoría extranjera. Hay cierto debate sobre sus valores estrictamente cinematográficos, y es un debate, en mi opinión, lícito; yo también mantengo ciertas dudas, a pesar de todo, de que el estilo elegido sea el ideal. Pero me inclino por el sí. Saludos.
Como bien apuntas al principio, he tenido conocimiento de la novela y de la película al mismo tiempo.
Si antes ya me había picado la curiosidad por verla, ahora, después de leerte, mucho más.
Supongo que el tratamiento neorealista y semi documental reforzará la verosimilitud de las historias que relata.
Que sea "feísta" no empaña el interés; al contrario: cosas como esa forma de vivir no creo que tenga nada de placentero salvo para los que viven en la cumbre de la pirámide social en la que se asentan.
Saludos.
El neo-neorrealismo de la película te acerca, como se ha anotado en comments anteriores, al modo de vida de esta gente, para la mayoría de los cuales trabajar para la Camorra (que actúa en todos los ámbitos, industria incluída: el asunto de los residuos tóxicos, en el que se centra una de las historias, es sangrante, como demuestran las estadísticas que se nos ofrecen al final de la película) es el único status posible. Más que feísmo, digamos que no hay una aparente voluntad estética, aunque hay planos lucidos, como se dice en el post. Un film, en cualquiera de los casos, altamente recomendable. Saludos.
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