Llevamos un par de semanas realmente desazonadoras desde el punto de vista del cine español. Ha habido un goteo incesante de estrenos de origen rojigualda, a rebato de campañas comerciales correctas que, por lo menos, han cercenado la habitual clandestinidad de nuestros estrenos. Tuvimos una semana friki con “Santos” y “Sexykiller” (que, por cierto, he de decir, a riesgo de ser parado por la benemérita en cualquier momento debido a una denuncia de la Directrice, que me divirtió mucho más que “Quemar después de leer”), y hemos tirado de dos polémicas sociales muy arraigadas en España, el terrorismo (“Tiro en la cabeza”) y el Opus Dei (“Camino”). A falta de que se consolide la carrera comercial de alguna de ellas, se puede decir que ninguna ha impactado lo suficiente como para merecer una visita masiva del público. La única que está aguantando, en parte por el casi siempre infalible tirón “nominación a la nominación” es “Los girasoles ciegos”, que sigue dando guerra. Algún día venceré a mi legendaria pereza y escribiré un post sobre las causas de la perenne distancia entre cine y público español. Pero no va a ser hoy.
“Camino” -inspirada, y sólo inspirada, en la vida de Alexia González-Barros, aspirante oficial al cinturón de Beata de la Federación de la Obra de Escrivá- es una de esas películas que se caracterizan por su improbabilidad de dejar indiferente al espectador: puede que salgas del cine extasiado, destrozado o irritado, pero, si tienes un mínimo de sensibilidad (cosa que, por otra parte, en mi caso puede aportarse más de una duda razonable) no puede dejarte con el mismo cuerpo con el que has entrado. Se hace muy complicado separar la vertiente estrictamente cinematográfica de la ideológica en esta película, y esto es así porque su director, Javier Fesser, lo ha querido así. “Camino” es un film desparramado, excesivo, valiente, desmesurado. En condiciones normales, un largometraje de este tipo se hubiera filmado con la contención propia del que sabe que se arriesga a ser tachado de demagogo, sensiblero y lacrimógeno. Fesser se pasa por el forro de sus alforjas tal ventura, admitiendo la apuesta y envidando hasta quedarse vacío. El relato no se contiene ni se encierra en la introversión, sino que se abre a los sentimientos de los personajes, ataca al lacrimal impúdicamente, y no repara en gastos ni recursos a la hora de plasmar las fantasías ensoñadoras de Camino. Me abstengo de insertar (Ctrl+I) la sinopsis de la película, para no dilatar más el post, y porque todo el mundo se hace una idea de lo que se cuenta. Aparte de la primera escena (que detalla los momentos finales de Camino con familiares y media clínica como asistentes al espectáculo), el arranque del filme nos presenta a una preadolescente (Nerea Camacho) feliz y despreocupada, devota según reglas opusdeicas de su estricta y supraconservadora madre (Carme Elias) y con la anuencia bienintencionada de su padre (Mariano Venancio), mientras su hermana numeraria (Manuela Vellés) disfruta de las ventajas de planchar como una esclava . Poco a poco, entre incompetencias y perezas de los médicos que la van atendiendo, un simple dolor de espalda se va transformando en algo mucho más grave. Pero la estética de Fesser se mantiene durante todo el relato a pesar de la desgracia, a través de una fotografía luminosa e iridiscente, preeminencia de primeros planos que rozan lo televisivo, y un melodramatismo holgado que salpica con las fantasías infantiles de Camino (único lugar en el que se reconoce, Emilio Gavira incluido, al Fesser de “P. Tinto” y similares), entre las que se incluye una poco sutil metáfora de la (falta de) libertad a través de un ratón de perfecta infografía.
La polémica del film, azuzada hace nada por un duro intercambio epistolar en público entre Javier Fesser y la familia de Alexia, se genera a través de la denuncia que el director madrileño hace de las tácticas y costumbres de la Obra. Y sí, es cierto que “Camino” (recordemos, así se llama el libro fundacional de Josemari) presenta, más que denuncia, ciertas actitudes más próximas al lavado de cerebro y a la extorsión disimulada que a una orden religiosa. Sin embargo, Mi Majestad -siempre refractario a todo integrismo, totalitarismo, o cualquier -ismo cuya única razón no sea la total sumisión a mi egregia personalidad- ha percibido, por encima de la crítica al Opus, un juicio sumarísimo hacia tal sumisión a unos principios que signifiquen el abandono, no sólo de los seres queridos (ver la actitud del personaje clave de Nuria, la hermana de Camino, que sólo se interesa por ella cuando el interés del Opus toma cuerpo), sino de uno mismo. La secuencia en la que, de nuevo, Nuria, se pone las piedras en los zapatos como método de automortificación, revuelve el estómago por la anulación del propio ser que supone dicho acto. “Camino”, de tan frontal, roza en ocasiones el ridículo, incluyendo la resolución final, tan tramposa como almibarada (dando un giro total a la secuencia de inicio), pero no me parece que lo sobrepase en casi ningún momento, con excepción de los aplausos finales, como si estuviéramos en La Ventas... A ello, sin duda, colaboran poderosamente las interpretaciones de sus protagonistas. Carme Elias lidia con energía con un personaje, la madre, quizás demasiado plano, pero al que el director tiene el buen gusto de no juzgar demasiado severamente: toma decisiones equivocadas, está manipulada, es sobreprotectora, pero el amor por su hija es indudable, y Fesser trata de comprenderla desde ese punto de vista. Mariano Venancio está estupendo dentro de un personaje importantísimo, quizás el único que entiende la verdadera vocación de Camino, pero al que su reacción tardía le juega una mala pasada. Ya hemos comentado la trascendencia del personaje de Manuela Vellés, que pasa de robot numerario a ser humano con destacable sutileza. Capítulo aparte merece la niña, Nerea Camacho (por cierto, realmente parece hermana de la Vellés, son los mismos ojos), una bendición de casting, cuya desarmante y límpida mirada recuerda a la Ana Torrent de “El espíritu de la colmena”, aunque en otro sentido, más alegre, más refulgente. Enamora a la cámara, y habrá que seguirle la pista si decide continuar el camino interpretativo.
“Camino” es una de las películas que más me ha revuelto en la butaca en los últimos tiempos. El aprovechamiento del dolor abrasador de la niña, junto a su fosforescente inocencia, y, por qué no decirlo, alguna experiencia personal, hacen que la historia te estrangule el sistema cardiovascular. Cierro el post con la última frase de la recentísima carta abierta de Fesser al Opus Dei, que no hace sino desnudar las argumentaciones dogmáticas, no sólo de la Obra, sino de cualquier armazón religioso: “Es muy injusto aceptar que un tumor cancerígeno en la vértebra de Alexia fue voluntad de Dios y sin embargo esta película, que por cierto no es su biografía, no lo sea.”
7 comentarios:
Desde luego, lo que está currando Fesser promocionar publicitariamente su peli. Está que no para desde que en San Sebastián no le dieron nada.
Después de las broncas que ha armado con la familia de la niña, a la que maltrata en la película con verdadera mala leche, este fin de semana -qué casualidad, precisamente este fin de semana, tan decisivo económicamente para su película- escribe una carta al opus, en plan mártir, metiéndose todavía más con los hermanos, con el deseo de llamar la atención y acaparar más titulares.
Yo he visto la película, y me pregunto: ¿No podían dejar que los espectadores sacásemos nuestras propias conclusiones sin tanta publicidad encubierta y tanta polémica inducida?
¡Lo que tienen que trabajar algunos directores de cine para conseguir que el personal hable de ellos y vaya a ver sus pelis!
Te vislumbro y me desvanezco: primero por la elección del título, luego por el tono comedido y equilibrador (sí, admítelo!) y finalmente por tu vaga promesa de escribir sobre el cine españññol. Espero con ansia ese momento en que te deberás mojar..... (todo lo hacemos cada cierto tiempo). Puede que sea verdad eso de que la película te ha revuelto y/o modificado.... Lo tendré en cuenta.
Ya lo dijo Freud: lo primero que exige cualquier religión es el sacrificio de la inteligencia. Por ahí no paso (y creo que tú tampoco).
Nos leemos!!!!!
Buenas, Arturo. No pretendo ser abogado del diablo (nunca mejor dicho), pero mis opiniones difieren bastante de tu indignación. Todo este pollo se ha armado a la vez que el estreno de la película, claro, porque es cuando la gente en general, incluidos los del Opus, la han podido ver. A Fsser le han caído muchos palos, tanto desde la Obra como desde la familia de Alexia, y entiendo que se quiera defender. La carta se ha publicado después del primer fin de semana, que por cierto no ha sido ninguna maravilla taquillera (puesto número 7). Desde un punto de vista comercial, lo ideal hubiera sido hacerlo justo antes del estreno, ¿no? Otra cosa con la que discrepo es que se maltrate a la familia de Camino (Camino, no Alexia). El padre es un personaje clarísimamente positivo; a la madre, como queda dicho en el post, se la podría haber retratado mucho peor (una especie de srta. Rottenmeier), pero Fesser deja claro su amor por su hija, incluyendo algún momento de debilidad; otra cosa es que la justifique, que no es el caso. Yo tampoco lo haría. La hermana se limita a cumplir el dogma prescrito para las numerarias, y no es una interpretación, está escrito que han de priorizar sus labores ante sus lazos con los seres queridos. Por último, decir que me parece perfecto que los directores quieran vender sus películas, siempre que no traten de engañar. A mí no me parece este el caso. Saludos, y gracias por tu punto de vista.
Sesión, el título del post encaja perfectamente con el hecho clave de la película, y no digo más; era bastante fácil. Si el post es "equilibrador" (que no sé exactamente qué significa) es porque trato de huir como de la peste de maniqueísmos, incluyendo los míos internos, que haberlos-haylos, y ser lo más objetivo posible. Creo que mis posiciones quedan claras sin necesidad de panfletar. El post sobre cine español caerá algún día, descuida. Y me apunto por completo a la frase de Freud. Gracias por la lisonja y saludos.
Camino es una de las películas más interesantes del cne español de los últimos tiempos. A ver cuanto tarda el Opus en dejarte un comentario.
VR, sería tan feliz de que alguien del Opus me honrara con su presencia y su discrepancia. Soy demasiado pequeño-snif...
La verdad es que Camino tiene pinta de ser una película interesante, y la lectura de tu post me ha convencido todavía más de ello. Algún día la veré, pero me temo que no será ahora, que no tengo yo el cuerpo para estas historias últimamente... y eso por no hablar de lo fuera de mano que me quedan la mayoría de los cines desde que me he vuelto para Asturias, que ya me está tocando las narices esa manía de poner todos los cines en centros comerciales que quedan por el quinto pino más o menos, que si no tienes coche a ver que haces, hombreyá.
Ale, ya me he quedao agusto. Chao!
Veo que el Quinto Pino asturiano queda lejos de cojones... Pues nada, hija mía, a esperar el DVD. Es una película dura y que en ocasiones roza lo ridículo (por no decir que lo sobrepasa, y cuando la veas lo entenderás), pero que vale la pena. Aunque se habla mucho del Opus, yo me quedé con la estulticia del fanatismo religioso, sea de la marca que sea. Saludos.
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