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DINASTÍA (EPISODIO DOS)



Mi hermano del alma

Tal pareciera que nos hemos embarcado en una semana temática: conflictos fraternales + spaghetti. Pero no: simplemente, marcbranches paga sus deudas. Hace unos meses empecé a hablar de la trilogía padrinística, y hoy toca hablar de la segunda parte. Primer dato: el título oficial del film es “The godfather: Part II”. No es un apunte baladí; Coppola quería dejar claro que no era una secuela, sino una continuación. Y, por otra parte, determinar quién es el verdadero protagonista de la ópera: Michael Corleone. El hijo de Don Vito es el alfa y el omega de la saga, y la confirmación llega en esta segunda parte, liberado ya del manto carismático del personaje de Marlon Brando. “El padrino II” es una inmensa, elefantiásica tragedia que nos cuenta, única y exclusivamente, el fracaso definitivo de Michael. Y lo hace a través de la contraposición de dos narraciones paralelas: la de la llegada de Vito (Robert de Niro, de cuando nadie le hablaba. A partir de aquí empezó a cambiar la cosa) a los Yuesei y su coronación como capo del Little Italy neoyorkino, y la de las vicisitudes de Michael (Al Pacino, claro) entre venganza y venganza. Pero ambas persiguen el mismo objetivo: definir el fracaso definitivo de Michael Corleone. Segundo dato: el episodio iniciático de Vito Corleone ocupa apenas una parte de la novela original. ¿Por qué, entonces, Coppola y Mario Puzo le otorgan media película a este episodio-precuela? Porque, para explicar las debilidades de Michael, hay que ponerle delante del espejo de su padre. Vito, llegado a New York en plena infancia, solo, huérfano de padres y de futuro, se va abriendo paso poco a poco en la Pequeña Italia manhattanesca sin vacilaciones, sin dudas, sin mirar a su espalda. Todas las decisiones que toma no tienen vuelta atrás en su mente, ni conflicto en su corazón. Hace lo que es necesario para defender a los suyos, y a él mismo; su determinación inquebrantable hace que nadie cuestione sus métodos y su lealtad. Vito Corleone se convierte en Don, en el primer Padrino, rodeado de sus amigos y, en particular, de su familia.

¿Y Michael? Su historia arranca igual que la primera, con el Padrino aprovechando una celebración multitudinaria para atender a la cola de peticionarios. Pero, al contrario que su padre, Michael infunde más miedo que respeto, y eso incluye a los miembros de su familia. Unos negocios en la Cuba prerrevolucionaria con el empresario judío Hyman Roth (Lee Strasberg), del que sospecha que ha ordenado el intento de asesinato que acaba de sufrir, y una acusatoria comisión del Senado provocada por la confesión de uno de sus jefes más antiguos, Frank Pentangeli (excelso Michael V. Gazzo), van a ser los menores de sus problemas. Mientras la posición de Michael como capo mafioso (Coppola y Puzo nos muestran una estructura criminal y unas relaciones de poder que se asemejan mucho al juego político) se fortifica, saliendo vencedor en todos los frentes (como bien le significa Tom Hagen, ese impenetrable Robert Duvall), su vida personal y sus relaciones familiares se van desmoronando sin remisión. Su hermana Connie (Talia Shire) le odia desde hace años, su mujer Kay (Diane Keaton) no quiere tener más hijos con él, su hermano Fredo (John Cazale), el más débil ya desde su infancia (esa neumonía), se rinde a sus complejos y le traiciona... Ni siquiera su madre, que le respeta desde lejos, resulta un apoyo para él. El hijo pequeño de Vito se nos muestra permanentemente circunspecto, sobrepasado por su tormento interior, en perenne conflicto consigo mismo. Michael se muestra estoicamente derrotado por sus instintos, heredados del matonismo siciliano: la vendetta es el motor de su existencia, muy a su pesar. Así, sus promesas de cambio a Kay se intuyen vacías, aún expuestas desde un planteamiento sincero de su mente; pero su marchita alma pertenece a Corleone, a esa aldea tan bien retratado por Coppola y Gordon Willis, en el que la Italia rural está dominada por los terratenientes de cuchillo largo. El único momento en el que asoma cierta brizna de felicidad, ese dibujo dedicado de su hijo, es atropellado por un árido y despiadado tiroteo: un resumen perfecto de su vida. Michael Corleone, iracundo, manipulador, intuitivo, maquiavélico (bien se diría que Coppola y Puzo se estudiaron a fondo “El príncipe” antes de pergeñar su trilogía), fracasa porque no alcanza el equilibrio entre sus dos vidas que sí consiguió su padre. Su paranoia es tal que es capaz, incluso, de desconfiar del leal Tom Hagen, el último vestigio de una época que ya pasó (verbalizada en una maravillosa secuencia en la que Hagen conmina al conspirador Frank a suicidarse solemnemente, al estilo de la antigua Roma). Ni su hermana Connie se libra de sus mentiras: su promesa de perdón a Fredo se estrella contra esa penúltima escena, insigne, egregia, de la vendetta definitiva de Michael.

Efectivamente, la penúltima secuencia. La última, un flashback de una cena de cumpleaños en honor del padre de familia don Vito (Como curiosidad, Marlon Brando no participó de la escena por diferencias con la productora; pero su sombra se percibe) en la que Michael anuncia que se ha alistado en el ejército, no hace sino rematar la soledad y el distanciamiento emocional del personaje para con los suyos, y sitúa al espectador en la incómoda tesitura de albergar piedad por un ser humano tan miserable. “El padrino II” es la más complicada, rugosa y esquiva película de la trilogía, y precisamente por eso, en opinión de Mi Majestad, es la mejor. Nos obliga a acompañar al diablo en su descenso al infierno, y nos hace sentir lástima por él: eso sólo se lo permitimos a las obras maestras.

P.D.: Laura Hunt, para que veas que este es un post dedicado, échale un ojo a esta noticia, que seguro que te gusta...

7 comentarios:

Möbius el Crononauta dijo...

Muy buen post, y una película inmortal. Y cómo hemos perdido a Pacino... me encanta ese momento en la sala de fiestas cubana, cuando descubre que su hermano le ha traicionado... aunque ésta es una película llena de "momentos".

marcbranches dijo...

Es curioso, pero resulta frustrante escribir un post sobre una película que te gusta tanto, mucho más que de una más normalita. Ejemplo: tardé el doble en escribir este que el de "Sicko". Esto es porque te queda constantemente la sensación de que te dejas miles de cosas en el tintero. Una de ellas es la extraordinaria interpretación de tito Pacino. Es, quizás, la mejor de su carrera. La severidad en las miradas, el diálogo interior que le atormenta, las puntuales explosiones de ira... Pacino compone uno de los más grandes y operísticos personajes de la historia del cine. Ese "beso a Judas" de la escena que comentas... Pero hay muchos más.

Castigadora dijo...

Esta es de las pocos películas que merece la pena ver las tres partes, porque no se cumple el dicho de "segundas partes nunca fueron buenas"
Al Pacino es de los mejores actores que escupió EEUU.
Una película en la que encuentras momentos cinematográficos que no se nos olvidarán nunca

Muy bueno el post!

Saludos

Laura Hunt dijo...

¡No me lo puedo creer! ¡por fin la continuación de tus crónicas padrinísticas! Mira que te has hecho de rogar... menos mal que al final, la espera ha merecido la pena, porque el post te ha quedado realmente bien, por mucho que digas que tienes la sensación de haberte dejado cosas en el tintero. La verdad es que con una película como esta es normal, ya que daría por si sola para varios posts.

Lo que son las cosas, precisamente ayer estuve viendo yo El Padrino II, y es que después de sacar a relucir el tema en el post de Magnolia, me entraron ganas de ver la trilogía de Coppola: el lunes vi la primera parte y ayer le tocó el turno a la segunda, o sea, que la tengo bien fresquita.

Yo también soy de la opinión de que es la mejor de la saga. Creo que es la más amarga, la más trágica y negra de la trilogía. Al menos a mi me deja hecha polvo cada vez que la veo, y es que, tal y como dices, consigue que sientas pena por un personaje tan despiadado y deshumanizado como Michael Corleone. Y es que, por muy terrible que te parezca su manera de actuar, acabas por comprender su mentalidad, y también lo mucho que sufre y lo solo que se encuentra (aunque también es cierto que se lo ha buscado él solito). En resumen, al terminar la película uno tiene una mezcla de sentimientos hacia el personaje bastante considerable (al menos, eso es lo que me pasa a mi).

Evidentemente, a que esto sea así, contribuye en gran medida la inconmesurable interpretación de Al Pacino, que sin grandes aspavientos consigue transmitir a la perfección toda la complejidad de Michael Corleone: ¡que mirada la suya!. Citáis la escena del beso a su hermano, sin duda una de las mejores, pero también está impresionante en las que tiene con Diane Keaton: tanto en el momento en que ella le deja, como en ese otro en que la encuentra en casa, despidiéndose de sus hijos, y le cierra la puerta, y eso por decir solo dos, porque la verdad es que está perfecto en toda la película (que narices, es que está genial en toda la trilogía).

Y podría seguir diciendo más cosas sobre la película (lo mucho que me gusta toda la trama concerniente a Vito, lo bien que encajan todas las piezas de la película, lo bien que está, también, Robert De Niro...) pero es que entonces me va a quedar más largo a mi el comentario que a tí el post, y ya es decir, así que lo dejo.

¡Ah! y muchas gracias por la dedicatoria, me ha hecho ilusión y todo... aunque esa noticia que has colgado me ha dejado alucinando... ¡¡¡no puede ser verdad!!! (te aseguro que nunca te perdonaré el hecho de que cada vez que veo por ahí algo sobre David Hasselhoff se me venga a la cabeza El Padrino ¡no hay derecho!... menos mal que cuando veo El Padrino no me acuerdo para nada de David Hasselhoff, porque entonces si que tendríamos un serio problema tú y yo)

Chao!

marcbranches dijo...

Gracias castigadora. Efectivamente, la verdadera trilogía cinematográfica es esta. Aunque en su momento se tocará, la 3ª parte, aunque claramente inferior, alberga momentos extraordinarios. Pacino es un grande que a veces ha sido devorado por su propia grandeza. Espero con ganas su nueva reunión con De Niro, y aún tengo fe en verle, algún día, con Scorsese.

Laura, me alegro de que te haya gustado la dedicatoria, que está hecha con todo el cariño. En cuanto al post, es imposible no dejarse cosas en el tintero. Por ir sacando temas, es de justicia hablar de la fotografía de Gordon Willis, que se luce con su fotografía a veces sobreexpuesta, a veces tan oscura como en la escena en la que Michael destierra a un Fredo derrotado y tirado en un sillón. Destacar, aparte de a De Niro, a John Cazale (un Fredo cuya debilidad enternece cual cervatillo desvaído), a Michael V. Gazzo (su Pentangeli es pura Italia rural) y a Lee Strasberg (que fue nominado al Oscar, si no recuerdo mal). Por lo demás, observo gozoso que he implementado una relación causa-efecto ponzoñosa en tu mente: Hasselhoff-Padrino. Un beso.

BUDOKAN dijo...

Qué lindos posteos nos estás regalando con esta disección de grandes films que tocan grandes temas. Por cierto mi escena preferida es la de "Fredo you broke my heart". Saludos!

marcbranches dijo...

Gracias, budokan. Se me hace difícil elegir una escena de esta película. Pero me quedo con la conversación entre Tom Hagen y Frankie Pentangeli en la cárcel, en la que, disetando sobre el Imperio Romano, acuerdan el suicido del segundo para proteger a su familia, respetando los códigos del antiguo imperio. Es una charla entre dos representantes de la vieja guardia mafiosa, conscientes de que empiezan a cambiar los tiempos, y en la que se huele la honorabilidad por encima de todo, incluso de sus vidas. Es una escena maravillosa.

 
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