Egocéntrico. Manipulador. Agitador. Revolucionario. Visionario. Gordo. Hipócrita. Mentiroso. Mesías. Bufón. Charlatán. Hilarante. Megalómano. Comediante. Engañabobos. Necesario. Mezquino. Provocador. Satírico. Demagogo. Genial. Sedicioso. Farsante. Imprescindible.
Todos estos adjetivos, y varios miles más, se han podido leer y escuchar sobre el orondo documentalista-showman-agitaconciencias Michael Moore, aquel que encontró el apogeo de su fama mundial con el celebérrimo “Shame on you, mr. Bush!” (traducido al castellano, “¿por qué no te callas?”) (bueno, algo así) (ups), que le sentó de maravilla a una opinión pública mundial que aún no conocía demasiado lo que significaba en los Yuesei ser Michael Moore, y a la que aquello, en plena agitación irakiana, le pareció graciosísimo de la muerte. Pero, como bien dijo la filósofa Debbie Allen, la fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a pagar. El personaje Moore ha pasado a ser contestado y atacado sistemáticamente, considerado culpable de megalomanía y de manipulación, en especial a raíz de su “Farenheit 9/11”, ese intento fracasado de tumbar, por primera vez en la historia, a un presidente desde una cámara cinematográfica. Moore se apercibió que la política es un mal compañero de cama si uno no se encajona en sus inexorables reglas, y en su siguiente trabajo, “Sicko”, fue sobre seguro, retornando sobre los pasos de su primer éxito documental, “Roger & me”: la desprotección de un importante sector de la población americana por parte del estado, que les abandona a la suerte del sector privado. En aquel caso fue el cierre de diversas empresas de la General Motors, en este Moore juega sobre seguro al atacar lo que debería ser un servicio de primera necesidad, el sistema sanitario. “Sicko” entró en Cannes como un cañón, generó aplausos de minutaje generoso (luego analizaremos las razones), y reabrió una vieja polémica americana: ¿hay que socializar la sanidad yanqui? (recordemos que allí no hay Seguridad Social). Por lo visto, esta es una pregunta que los españoles no nos merecemos hacernos, porque el film aún no tiene fecha de estreno en nuestro país. Pero La Linterna Mágica es un servicio público, y no reparamos en gastos; así que la Directrice me pagó un billete a Güasinton Decé de su bolsillo, y aquí tenéis un análisis sin pormenorizar y absolutamente gratuito, en todos los sentidos. De nada.
Los títulos de crédito de “Sicko” se inician con una escena en la que un tío se cose una brecha en la rodilla con sus propias manitas. Aydios. Sin embargo, la voz en off de Michael Moore nos avisa de que este no es un documental sobre los 40 millones de americanos que no tienen seguro, sino para los que sí tienen, y los problemas con los que se encuentran. El bazooka de Moore dispara contra las compañías de seguros, esencialmente, y contra sus prácticas “optimizadoras de recursos”, en las que siempre prevalece el beneficio económico antes que la salud del paciente. Denegaciones de operaciones (a un tipo que se cortó dos dedos le dan a elegir entre ellos, porque no se puede pagar la recolocación de ambos), cancelación de pólizas, pliegos de condiciones sectarias (no puedes estar demasiado gordo, o demasiado delgado), abandono de pacientes en plena calle por no poder pagarse la estancia en el hospital... Se nos muestra un sistema en el que, en muchos casos, es considerado un buen doctor el que le ahorra dinero a la compañía, y no el que cura pacientes (House, en la vida real, no duraría tres minutos), e incluso se incentiva la denegación de operaciones a golpe de bonus. Curiosamente, la clase política apenas aparece en el documental: aparte de que las compañías aportan miles de millones a los partidos, Moore señala a Nixon como el villano alfa del sistema (fue quién lo instauró), y a Hillary Clinton como la única que intentó cambiarlo, aunque fracasó en el intento y acabó mirando hacia otro lado, como todos. A partir de aquí, el orondo realizador aparece por fin en pantalla (¡una hora sin asomar el jeto! ¿De verdad es Michael Moore?) para realizar una gira por Canadá, Inglaterra y Francia, en los que imperan los sistemas sociales sanitarios, y entrar en comparaciones odiosas. Quizás una de las mejores escenas del filme es una reunión de jóvenes americanos residentes en París, que hablan de las ventajas y los apoyos sociales franceses, asombrados aún, como si se refiriesen a otro planeta (¿recordáis lo que os dije de Cannes?); es un choque de culturas, como ver a un árabe rezar hacia la Meca.
Finalmente llegamos al episodio más polémico de la película, que tiene hoy en día a mr. Moore enfrascado en batallas legales. La visita a Guantánamo, junto con algunos voluntarios del 11-S que contrajeron lesiones debido a los riesgos tomados aquellos días, y a los que el gobierno ha dejado de la mano de Dios. A sabiendas de que en la base de Guantánamo hay una infraestructura médica completísima (curioso... ¿por qué la necesitarán?), Moore se los lleva para allá. Pero no les hacen ni puñetero caso. Así que, aprovechando que el Pisuerga pasa por la Habana, se acercan a la zona cubana, donde son atendidos con prestancia y sin factura, y donde se encuentran con que, por ejemplo, un inhalador que en USA les vale 120 dólares, allí cuesta 5 centavos. Puede que sea manipulador, pero hay que ser de piedra pómez para que no se te agrieten los ojos al ver cómo esta gente se emociona al rdisfrutar, por una vez, lo que nosotros recibimos cada día.
La conclusión que se saca de “Sicko”, en contra de lo que muchos han dicho, no es que en Cuba hay una sanidad impecable o que los médicos ingleses son maravillosos y educadísimos; la idea central es que la atención sanitaria es un bien de primera necesidad que no puede abandonarse al viento de la competitividad del dinero privado. Si alguien tiene que elegir entre uno de sus dedos porque no puede pagarse los dos, Houston, tenemos un problema.
Todos estos adjetivos, y varios miles más, se han podido leer y escuchar sobre el orondo documentalista-showman-agitaconciencias Michael Moore, aquel que encontró el apogeo de su fama mundial con el celebérrimo “Shame on you, mr. Bush!” (traducido al castellano, “¿por qué no te callas?”) (bueno, algo así) (ups), que le sentó de maravilla a una opinión pública mundial que aún no conocía demasiado lo que significaba en los Yuesei ser Michael Moore, y a la que aquello, en plena agitación irakiana, le pareció graciosísimo de la muerte. Pero, como bien dijo la filósofa Debbie Allen, la fama cuesta, y aquí es donde vais a empezar a pagar. El personaje Moore ha pasado a ser contestado y atacado sistemáticamente, considerado culpable de megalomanía y de manipulación, en especial a raíz de su “Farenheit 9/11”, ese intento fracasado de tumbar, por primera vez en la historia, a un presidente desde una cámara cinematográfica. Moore se apercibió que la política es un mal compañero de cama si uno no se encajona en sus inexorables reglas, y en su siguiente trabajo, “Sicko”, fue sobre seguro, retornando sobre los pasos de su primer éxito documental, “Roger & me”: la desprotección de un importante sector de la población americana por parte del estado, que les abandona a la suerte del sector privado. En aquel caso fue el cierre de diversas empresas de la General Motors, en este Moore juega sobre seguro al atacar lo que debería ser un servicio de primera necesidad, el sistema sanitario. “Sicko” entró en Cannes como un cañón, generó aplausos de minutaje generoso (luego analizaremos las razones), y reabrió una vieja polémica americana: ¿hay que socializar la sanidad yanqui? (recordemos que allí no hay Seguridad Social). Por lo visto, esta es una pregunta que los españoles no nos merecemos hacernos, porque el film aún no tiene fecha de estreno en nuestro país. Pero La Linterna Mágica es un servicio público, y no reparamos en gastos; así que la Directrice me pagó un billete a Güasinton Decé de su bolsillo, y aquí tenéis un análisis sin pormenorizar y absolutamente gratuito, en todos los sentidos. De nada.
Los títulos de crédito de “Sicko” se inician con una escena en la que un tío se cose una brecha en la rodilla con sus propias manitas. Aydios. Sin embargo, la voz en off de Michael Moore nos avisa de que este no es un documental sobre los 40 millones de americanos que no tienen seguro, sino para los que sí tienen, y los problemas con los que se encuentran. El bazooka de Moore dispara contra las compañías de seguros, esencialmente, y contra sus prácticas “optimizadoras de recursos”, en las que siempre prevalece el beneficio económico antes que la salud del paciente. Denegaciones de operaciones (a un tipo que se cortó dos dedos le dan a elegir entre ellos, porque no se puede pagar la recolocación de ambos), cancelación de pólizas, pliegos de condiciones sectarias (no puedes estar demasiado gordo, o demasiado delgado), abandono de pacientes en plena calle por no poder pagarse la estancia en el hospital... Se nos muestra un sistema en el que, en muchos casos, es considerado un buen doctor el que le ahorra dinero a la compañía, y no el que cura pacientes (House, en la vida real, no duraría tres minutos), e incluso se incentiva la denegación de operaciones a golpe de bonus. Curiosamente, la clase política apenas aparece en el documental: aparte de que las compañías aportan miles de millones a los partidos, Moore señala a Nixon como el villano alfa del sistema (fue quién lo instauró), y a Hillary Clinton como la única que intentó cambiarlo, aunque fracasó en el intento y acabó mirando hacia otro lado, como todos. A partir de aquí, el orondo realizador aparece por fin en pantalla (¡una hora sin asomar el jeto! ¿De verdad es Michael Moore?) para realizar una gira por Canadá, Inglaterra y Francia, en los que imperan los sistemas sociales sanitarios, y entrar en comparaciones odiosas. Quizás una de las mejores escenas del filme es una reunión de jóvenes americanos residentes en París, que hablan de las ventajas y los apoyos sociales franceses, asombrados aún, como si se refiriesen a otro planeta (¿recordáis lo que os dije de Cannes?); es un choque de culturas, como ver a un árabe rezar hacia la Meca.
Finalmente llegamos al episodio más polémico de la película, que tiene hoy en día a mr. Moore enfrascado en batallas legales. La visita a Guantánamo, junto con algunos voluntarios del 11-S que contrajeron lesiones debido a los riesgos tomados aquellos días, y a los que el gobierno ha dejado de la mano de Dios. A sabiendas de que en la base de Guantánamo hay una infraestructura médica completísima (curioso... ¿por qué la necesitarán?), Moore se los lleva para allá. Pero no les hacen ni puñetero caso. Así que, aprovechando que el Pisuerga pasa por la Habana, se acercan a la zona cubana, donde son atendidos con prestancia y sin factura, y donde se encuentran con que, por ejemplo, un inhalador que en USA les vale 120 dólares, allí cuesta 5 centavos. Puede que sea manipulador, pero hay que ser de piedra pómez para que no se te agrieten los ojos al ver cómo esta gente se emociona al rdisfrutar, por una vez, lo que nosotros recibimos cada día.
La conclusión que se saca de “Sicko”, en contra de lo que muchos han dicho, no es que en Cuba hay una sanidad impecable o que los médicos ingleses son maravillosos y educadísimos; la idea central es que la atención sanitaria es un bien de primera necesidad que no puede abandonarse al viento de la competitividad del dinero privado. Si alguien tiene que elegir entre uno de sus dedos porque no puede pagarse los dos, Houston, tenemos un problema.
19 comentarios:
Pues sí, puede que el gordo de Moore (¿pariente del gordo de Minessota?) sea un manipulador y un demagogo pero con tantas cosas que suelta por su boquita de piñón, hay veces que suelta verdades como puños.
Aún no he visto "Sicko", pero disfruté como un enano con su cara dura en "Bowling...", así que me la agenciaré.
Genial Sicko..pone los pelos de punta. La ví hace unos veinte días.
Imprescindible Moore.
Trabajo en sanidad tocaya, y en serio salí tocada con esta película. No sabemos lo que tenemos con la sanidad pública...ojalá nos dure este sistema.
Besos a los dos.
Lápices.........
Heitor, seguro que te gustará la película. Moore se mueve con más comodidad en estas aguas (crítica a determinados sectores privados, a sus relaciones con el poder) que en los fangales políticos.
Alicia (no puedo llamarte tocaya, a menos que me haga una operación de sexo a lo Andy Wachowski), entiendo cómo debió tocarte la fibra este documental, si perteneces al ramo. En Gran Bretaña chocó mucho la imagen idílica que de la sanidad british se hace en "Sicko", puesto que, por lo visto, tiene muchos problemas. Como aquí, imagino. Pero me hacen mucha gracia las furibundas críticas liberales a la película, que no entienden que el hecho de que la gestión de la SS sea manifiestamente mejorable no impide que el sistema sea intocable: la salud es un bien de primera necesidad y no se puede comerciar con eso. ¿A que parece muy sencillo? Pues a algunos parece que se les nubla la entendedera. En fin... Saludos a los dos.
Sin dudas otro de los mayores problemas de Moore, además de su demagogia, es el idealizar demasiado algunas cosas. Hay un documental de unos canadienses de izquierdas que se llama "Manufacturing dissent" y señala con acierto las recursos maniobreros del cineasta, por ejemplo: en el famoso tanteo de las puertas de las casas en un barrio canadiense, en la sala de edición Moore quitó el 60% de las casas que sí estaba con cerrojos y dejó en la película el 40% que tenía la puerta destrabada.
A mí Sicko me gustó mucho, pero tiene cosas imperdonables, como entrevistar en una placita repleta de críos a una madre de una niña que murió de cáncer. Obviamente, la mujer rompe a llorar.
Hola. Lo primero, felicidades por tu blog. Lo segundo.... Sicko.
Bueno, casi te doy la razón en todo. A mi también me sorprendio lo mucho que tarda Moore en salir en pantalla y también estoy de acuerdo con el hecho de que manipula ciertas cuestiones, pero digamos que a modo de recurso, como plantarse a modo de usamericano "patán" en un hospital de la Gran Bretaña preguntando donde se paga. Pero lo cierto es que funciona. Lo que quiere decir se entiende y, acertadamente (de vista al público USA) no carga tanto las tintas con mr Bush, sino en la empresa privada.
Lo que si que me parece incomprensible es que no se haya publicado a este lado del océano.... y a saber cuando tocará
Todavía no la he visto pero Moore me genera opiniones encontradas porque si bien dice muchas verdades no son tan ocultas, más bien obvias y siempre manipuladas. Lo cierto es que Estados Unidos es un caos. Saludos!
Alasgüenas. Conozco el documental del que me hablas, faraway, pero no lo he visto entero, a ver si tengo ocasión. Yo creo que hay que tener clara una cosa: en cuanto un material documental entra en una sala de montaje deja de ser objetivo y es manipulado. Ya imaginaba que no todas las casas canadienses están abiertas... Pero teniendo en cuenta que en USA (o aquí) es imposible encontrar ni una sola casa que tenga la puerta sin la cerradura puesta, el dato aportado por Moore sigue siendo válido. Por lo demás, la escena que cuentas es la más "discutible" de Sicko, sin duda...
Hola, Tomás, y gracias. Creo que quizás el mayor acierto de Moore es el que tú comentas, no enfrascarse con la clase política, aunque es "autora intelectual" del problema. El documental está en la línea de los programas televisivos de Moore ("The awful truth"), y se agradece.
Budokan, todo el mundo manipula... Moore no manipula más, sino bien al contrario, que los poderes establecidos. Es un personaje necesario, por muy discutible que sea. Saludos.
Alberto Q.
www.lacoctelera.com/traslaspuertas
Me gustó Bowling for Columbine y algo menos Fahrenheit…
Este proyecto… me da peor espina, no sé por qué.
Saludos
TOCAYA AND COMPANY.
HOY APAGÓN 20.00 A 20.05
BESOSSSSSSS
DE LÁPICES PARA LA PAZ
Alberto, yo creo que te gustaría la película. Insisto en que sigue la línea de sus programas de TV, que eran excelentes.
Alicia, acabo de leer tu mensaje, así que he llegado tarde a tu mensaje... La verdad es que hoy, en particular, tengo muy pocas luces (menos aún de las habituales). ¿Vale eso como apagón? Saludos.
El problema de Moore es que sus documentales están pensados para público de los EEUU. Muchas "verdades como puños" que él cuenta en plan exclusiva las conocemos en España desde hace décadas. En cuanto a los espectáculos tendenciosos que monta de vez en cuando, él sabe que es la única manera de llegar a una sociedad que ha convertido el espectáculo en una forma de vida.
De todas formas, a pesar de que se ha convertido en un símbolo de protesta hacia los males endémicos de su país, él está aquejado de uno de los peores, y que poco a poco se extiende por todo el mundo: la egolatría desmedida.
El problema de Moore es que sus documentales están pensados para público de los EEUU. Muchas "verdades como puños" que él cuenta en plan exclusiva las conocemos en España desde hace décadas. En cuanto a los espectáculos tendenciosos que monta de vez en cuando, él sabe que es la única manera de llegar a una sociedad que ha convertido el espectáculo en una forma de vida.
De todas formas, a pesar de que se ha convertido en un símbolo de protesta hacia los males endémicos de su país, él está aquejado de uno de los peores, y que poco a poco se extiende por todo el mundo: la egolatría desmedida.
Hola, intramuros al cuadrado... Los documentales de Moore, efectivamente, van dirigidos al público USA. No te engañes: el 90% del cine que se hace allí, también (¿o acaso nos importa algo la vida de Ray Charles o de Andy Kaufman?). No creo que eso sea un problema en sí; ellos se creen el ombligo del mundo, no sin parte de razón... Siempre he dicho que ojalá hubiera un Michael Moore en España, egolatría y sentido del espectáculo incluídos, aunque esas dos xcaracterísticas vayan en perjuicio, a veces, de la credibilidad. ¿Desde cuándo el problema climático es vox populi? Desde que apareció cierto casi-presidente americano que, desde el culto a su persona (y rodeado de cierto aura carismático que nadie pensó que tenía), ha conseguido llegar al ciudadano medio. Todo lo que sea patear al poder es beneficioso para el sistema democrático...
Pues yo estoy desando ver Sicko, y también soy de las que piensan que Michael Moore, con todos sus defectos y virtudes, es un personaje necesario, porque por muy evidentes que puedan ser las "verdades como puños" que él cuenta, no dejan de ser verdades, y está bien que alguien las cuente. De todas formas, yo creo que en Bowling For Columbine plantea cuestiones muy interesantes, que creo que si que hacen reflexionar al público, sea o no americano. Cierto, es manipulador y demagógico, y todo lo que queráis, pero también es valiente, y creo que Marcbranches tiene toda la razón al decir que cualquier documental, por muy objetivo que quiera ser, desde el momento en que entra en una sala de montaje, siempre acaba siendo subjetivo, y a mi eso me parece bien.
Espero que estrenen pronto Sicko por aquí, o tendré que hacer como tú y hacer un viajecito a Güasinton.
Saludos!
Amén a todo lo que has dicho, especialmente a la frase "Marcbranches tiene toda la razón". Así da gusto ser un líder de opinión, leche...
Un buen post, con el que estoy absolutamente de acuerdo, aunque sé que no necesitas ánimos para saberlo. Por cierto, muchas gracias por añadirme a los links de vuestra página.
Un saludo!
De nada, Adrián, para eso estamos. Suerte con la nueva singladura. Con el título del blog ("Luke, soy tu padre"), la mereces...
He leído el post y ya tengo unas ganas terribles de ver la película. Como es su tercera película en este plan crítico ya sabemos qué parte de IVA quitar a las exageraciones de Moore y valorarlo como se debe cuando da bajo la línea de flotación al Sistema.
Ayer precisamente estuve repasando los cortos de "Hay motivo" y la verdad es que la carga de mala leche es importante, pero los cineastas de aquí se pierden en el momento, falta planificar esa misma mala leche. Sólo tenemos "La pelota vasca", pero no es eso, no es eso...
Nos leemos!!!
Hola, sesión, y absolutamente de acuerdo en todo lo que dices. Quizás la diferencia es que los de "Hay motivo" son eso, cineastas, y Michael Moore es varias cosas más. Quizás un Albert Boadella podría haber sido algo similar. Pero en su momento eligió otros camnios artísticos, y después se enfrascó en una batalla unívoca y solitaria que a mí, personalmente, me aburre.
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