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HAMMETT EN EL INSTITUTO




O algo así. Parece que se pueden inventar nuevas formas de mirar el cine, o, por lo menos, nuevos envoltorios para lo mismo de siempre. Y no me refiero al 3D precisamente. Al respecto de lo cualo, empero, quisiera abrir un pequeño paréntesis para introducir un anuncio de interés público:

Amigos, conocidos, familiares, compañeros de trabajo, padawanes todos.

No quiero oír más la palabra av... esa. Sí, soy consciente de que seguís haciendo colas para verla. Sí, las gafas son un poco coñazo. Sí, al 99,99% os ha gustado mucho más que a mí; he explicado el porqué unas 99,99 veces. No, no me importa que me señaléis con el dedo por ello. Sí, soy consciente de todos los oscars que va a ganar; y no, precisamente por eso, no pienso ver la ceremonia este año.

Y ya. No quiero una sola palabra sobre el tema, ni que nadie murmure la jodida palabreja delante mío. Averquelechespasacojonescansinezya. Que entre los pitufos azules, el chándal de la Esteban y el sacrosanto codo de Cristiano, voy a acabar pidiéndome el traslado a Raticulín.

A lo que iba. “Brick” fue una de las sorpresas del año 2005, aunque me temo que poca gente se dio cuenta. Premiada en Sundance y en Sitges, entre otros festivales de más o menos prestigio, es la opera prima de un tal Rian Johnson, un estudiante de cine que se obsesionó con la literatura de Dashiell Hammett de tal manera que decidió que su primera película sería un film noir en toda regla. Es muy difícil, sin embargo, realizar una primera película sin la necesidad de un sello personal, de ser diferente. Johnson quería algo más, y decidió, cual productor altmaniano de “El juego de Hollywood”, parir un cóctel absurdo, explosivo y sin aparente nexo entre los ingredientes. Cine negro en el instituto, o, dicho de otra manera, “El halcón maltés” + “Sensación de vivir”. Suena a la estúpida idea de novato, o de ejecutivo puesto de cristal hasta el lobulillo de la oreja.; imposible parir algo así sin rebozarse en el ridículo más excremental. Pues imposible no era.

“Brick” es una película realizada con cuatro dólares mal contados y editada en un ordenador casero. Hombre, no voy a decir que no se nota; pero todo el mundo sabe que el hambre azuza el ingenio, y en este caso las carencias dignifican el producto. La dirección de Johnson es agilísima, se las apaña para lucirse con algunos planos y secuencias de montaje realmente logrados, y consigue transmitir una atmósfera personal a través de su ojo. El aire que se respira es ligeramente opresivo, incluso irreal (hay ecos de “Escuela de jóvenes asesinos”, e incluso de “Twin Peaks”), impresión reforzada por la intemporalidad de la producción, que, aunque la historia está situada en la actualidad, no pretende dar ninguna señal de modernidad, ni siquiera en las ropas de los protagonistas. Si no fuera porque vemos un móvil, la historia podría pertenecer a los ochenta. Y la historia es la de un joven, Brendan (Joseph Gordon-Levitt), el típico bichorraro solitario de instituto americano, al que una ex-novia solicita ayuda para salir de un problema que tiene que ver, no sabemos por qué, con un ladrillo (el “brick” del título). Poco después, dicha ex aparece muerta, y Brendan, que aparte de raro es muy listo, quiere saber quién y por qué. Para ello, se introduce en una red de tráfico de droga local dirigida por un tipo que se hace llamar The Pin (Lukas Haas), con femme fatale incorporada, Laura (Nora Zehetner).

La película sigue los enfebrecidos pasos de Brendan, yendo de un lado a otro de su reducida área vital (el colegio y sus instalaciones, un teléfono público, un par de calles del pueblacho angelino en el que vive, y poco más) mientras entrecruza datos e información con su colega The Brain. Y los sigue con el mismo ritmo admirable, desde un primer momento, sin perderse en vericuetos ni excesos de discursividad, con unos personajes que ayudan a ello al encajar en los arquetipos noir; no es necesario, por tanto, conocerles a fondo, o saber algo más de su pasado. Johnson hace encajar dichos stándares en el mundillo preuniversitario americano sin pestañear, con un convencimiento desahogado que no puede sino admirarse. Ayuda poderosamente la gran actuación de Gordon-Levitt, un actor hoy en día en celérica alza gracias a “(500) días juntos”, y cuyo parecido con Heath Ledger resulta inquietante.

“Brick” es una opera prima, ergo no es perfecta. Hacia el final parece que la trama se le escapa un poco de las manos al neófito director americano, aunque mantiene el brío narrativo. Es lo de menos. Las sensaciones son positivas, y Rian Johnson se convierte en un director a seguir, por mucho que la distribución española nos lo ponga difícil, manteniendo en el limbo su siguiente película, “The brothers Bloom”, ya con un presupuesto un poco más apañado (y se nota en el reparto: Adrian Brody, Rachel Weisz y Rinko Kikuchi), cuyo trailer prometía cosas interesantes. O quizás no, pero películas como “Brick” me ayudan a mantener la curiosidad por las nuevas generaciones, que ya es algo.

4 comentarios:

ANRO dijo...

Mire usted por donde, querido maestro, voy a seguir su consejo a rajatabla. Estoy avido de buen cine tras mi periplo irlandés y esta peli sería una buena opción....no, no la conocía y sé donde conseguirla.

Respecto a ese pelabrejo, no tema su merced, no. Tuve graves y grandes tentaciones de las que me apartó el buen criterio de mi compañera...Pero ¿sabes?...un pelín de curiosidad me quedó y tal vez aun me queden ganas de probar la manzana.
Volvemos a la brecha y seguiremos hablando.
Un abrazote.

marcbranches dijo...

QUe sepa ud. que la Directrice me ha informado que llegó a echar una cabezadita con "Brick" (claro, no salía Kenny). Así que a lo mejor debería ud. verla por la tarde...

Y ojo con las manzanas, que uno no se da cuenta del gusano y luego pasa lo que pasa. Saludos.

Manuel Márquez dijo...

Compa Marc, hoy tiene poco mérito decir aquello tan socorrido de "ésta tampoco la he visto...". Mucho me temo que no la ha visto ni Dios, lo cual no le quita mérito a tu reseña (brillante, como siempre).

Un fuerte abrazo y que tengas buen día.

marcbranches dijo...

Pues tiene ud. razón, sr. Márquez. Por lo menos en el hecho de que Dios no la ha visto seguro. por definición, algo que no existe no puede ir al cine... saludos.

 
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