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MAGNIFICIENCIA EN DECLIVE



Ya hace algún tiempo que no mencionábamos a uno de los dioses favoritos de la linterna, el inimitable Orson. Repasemos una más de sus maravillas: The magnificent Ambersons, que aquí tuvo el católico, apostólico y romano título de El cuarto mandamiento.

Tras Ciudadano Kane, la RKO ya estaba un poco mosqueada con Welles y ya no gozaba de la total libertad que tuvo para su primera película. Bueno, de hecho no volvió a tenerla nunca más. Querían algo menos revolucionario, y la recreación de un pasado aristocrático parecía una buena opción de mostrar algo distinto. Efectivamente, el tratamiento técnico fue mucho menos innovador, pero aún así consiguió una película maravillosa, e incluso hay quien la considera mejor que Ciudadano Kane. Para mi las dos son espléndidas.

Casi podría decirse que The magnificent Ambersons viene a ser El gatopardo de Welles, por su retrato de un mundo lleno de lujo pero está desapareciendo, en lo que lo más importante era la forma que el contenido. Ya el comienzo (magnífico) nos muestra cómo era la vida habitual de esa época: un ritmo pausado, marcado por los cambios de estilos en la forma de vestir. En ese mundo los Amberson eran los reyes, quien no estaba invitado a sus fiestas no era nadie. La hija de la familia, Isabel (Dolores Costello), es la belleza del lugar. Uno de sus pretendientes, Eugene (Joseph Cotten), comete el imperdonable error de caer borracho delante de su casa, por lo que ella se casa con otro. Los cotilleos del lugar son profeticos: como Isabel no ama a su marido, volcará todo su cariño en su hijo, George (Tim Holt), que se convierte en una criatura insoportable y consentida.

Varios años después Eugene vuelve; ahora es viudo con una hija, Lucy (Anne Baxter). Su situación económica parece estar mejorando mucho, ya que se dedica a un nuevo e infernal invento: el automóvil. George se enamora de Lucy, pero ella no le acepta ya que él no quiere hace nada útil en su vida, ya que lo considera innecesario. Cuando Isabel pierde a su marido, Eugene vuelve a cortejarla, pero como George no le acepta deben dejar de verse.

Nada más acertado que la elección del automóvil para simbolizar un progreso que sacudirá la forma y el ritmo de vida de los Amberson, el aspecto de la ciudad… todo. Como muy bien dice Eugene, igual al cabo del tiempo puede que se arrepientan de haber inventado el automóvil, pero es imposible luchar frente a su avance. Como los Amberson no han sabido aceptar esos cambios, su declive está asegurado.

Welles volvió a usar a componentes del Mercury Theatre para la película, y todos ellos respondieron estupendamente, destacando Cotten y –sobre todo- Agnes Moorehed, como la solterona tía Fanny, amargada y con inolvidables ataques de histeria.

Stanley Cortez hizo un soberbio trabajo con la fotografía, y puestos a elegir algunas escenas, me quedaría con la del baile, una en la que va mostrando a los personajes que han contemplado una escena desde las diferentes plantas de la escalera, y otra en la que Fanny y George hablan en la cocina, pero acaba con Fanny llorando ante los asombrados ojos de su sobrino, todos ellos demostrando una total maestría de la cámara.

El final fue cambiado por los estudios, y resulta tan evidente que no era del gusto de Welles que parece que lo haya dirigido otra persona, pues carece de la garra del resto de la película, pero para la eternidad me quedará ese plano en el que la voz en off de Orson, que ha sido el narrador de la cinta, se oye mientras se muestra un micrófono con una grúa: “Yo escribí el guión y dirigí la película. Mi nombre es Orson Welles”, y la grúa se eleva hacia el infinito. Eso es saber despedirse, si señor.

P.D.: Por lo visto hay una serie de televisión del mismo título, protagonizada por Jonathan Rhys Meyers. ¿Es que no respetan nada?

5 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, compa Alicia, en que, a pesar de tener mucho menos cartel que su predecesora, Ciudadano Kane, se trata de un auténtico peliculón (y eso a pesar de que todas las referencias históricas apuntan a que el resultado final está alejadísimo de lo que había concebido Welles en su proyecto inicial). Bueno, es que Welles no creo que hiciera nada que no fuera oro puro cinematográfico...

Un fuerte abrazo y buena semana.

alicia dijo...

En eso sí que no vamos a discutir, Manuel, Welles era demasiado grande para hacer algo. Una película como The magnificent Ambersons pegaría más a un director casi al final de su carrera, y sin embargo en el caso de Orson fue la segunda.

Anónimo dijo...

no puedo opinar de la peli por que no la he visto..intentaré encontrarla..
tengo varias pelis pendientes de Welles...
un saludo

Josep dijo...

Me acabo de caer de la silla, querida Alicia, y me he partido tres fémures y veinticuatro costillas, del susto que me has dado con eso del refrito perpetrado sobre esta obra maestra de nuestro amigo Orson.

Poco puedo decirte que no sepas ya de esta enorme película: si en cualquier largo de ahora hubiera la mitad de talento que en esta, quizá me atreviera a tomar el coche para ir al cine, mira que te digo... ;-)

Saludos.

alicia dijo...

Pues anímate,Lázaro, ya que (desgraciadamente) Welles pudo dirigir muy pocas películas, así que no te costará mucho ver su filmografía entera. Te aseguro que vale la pena.
Yo también me quedé de piedra cuando me enteré de la noticia, Josep. Debería estar penalizado hacer remakes de cosas absolutamente insuperables como ésta.

 
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