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Weblog dedicado al mundo del cine, tanto clásico como actual. De Billy Wilder a Uwe Boll, de Ed Wood a Stanley Kubrick, sin distinciones. Pasen, vean y, esperemos, disfruten. Si no es así, recuerden que NO han pagado entrada.
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AUTOS LOCOS



Bien, parece que la historieta de “se me estropeó el motor gráfico del enhebrador web del ordenador, y no puedo calibrar el procesador v2501HB a 250 gigatrones. Tengo que cambiar el disco gráfico taquionómetro. Mínimo cinco días, m'han dicho. ¿No recibiste el SMS? ¿Otra vez no te va el móvil?” ha funcionado y me he podido tomar unas vacaciones tranquilito. Vale que ahora me tendré que cascar dos posts seguidos, pero oyes, que me quiten lo bailado, que dijo Fernando Romay. Bueno-va, a currar, que hay que levantar SSSSSSSSSSSSSSSPAÑA.

El amigo Adrián Massanet, en Blogdecine, se ha ciscado en los hermanos Wachowski al respecto de las dos secuelas de “Matrix”, tachándolas, directamente, de “anticine”. Yo no llegaría a tanto: sólo me atrevo a afirmar que son dos pestilentes bostas de rinoceronte diarreico. Había cierta expectación por su siguiente proyecto como directores, la adaptación de unos dibujos animados que aquí se llamaron “Meteoro”; a muchos de los que crecieron con esos cartoons dicho anuncio les provocó el mismo efecto que una caja de Viagra. Cuando el filme llegó a España precedido de un inesperado fracaso de taquilla y público en los Yuesei, nuestro eterno espíritu de contradicción apareció una vez más, y no faltaron analistas y blogueros que defendían la película, apelando a su derroche visual jamás visto en una pantalla (sic) (y en varios textos diferentes), a la inventiva narrativa de algunos de sus pasajes (sic, etcétera) y al espíritu naif de la propuesta (al peo). Se ha tratado de justificar la falta de apoyo del pueblo pagador en el hecho de no saber enfocar un “target” determinado; en latín moderno, no han sabido dirigir la película hacia un público concreto, y acabó por no gustar ni a niños ni a adultos.


El “target”, sí.



Pero a mí se me ocurre otra razón, de aspecto algo más filosófico, más profundo.



Speed Racer” es, esencialmente, una auténtica mierda.



Y con esto podría cerrar el ordenador e ir a ver el partido. Pero como son las doce de la mañana y falta un porrón de horas para cualquier partido que justifique esa afirmación, me explayaré un poquito más. Mire señora, reconozco que, no sólo mi infancia no presenció un solo fotograma de “Meteoro”, sino que ni siquiera conocía su existencia hasta que anunciaron la película. Así que el argumento arquetípico “es-taaaaaaaaaaaaaan-fiel-al-original” (defensores de “Watchmen”, os estoy mirando a vosotros) no funciona conmigo. La mejor carta de este porro lisérgico de los hermanitos Andy & Larry (o Laura, o como se haga llamar ahora) es su apabullante carrocería estética, que probablemente deviene de la siguiente fórmula matemática: manga+serie original+Fast & el jodido furious+Crash Bandicoot+Spy Kids+Oliver y Benji +toda la producción americana de LSD de los últimos 35 años. Con tanto colorín, tantos planos superpuestos, tanta carrera alocada agolpados en la retina, uno corre serio peligro de sufrir un ataque epiléptico si ve la película del tirón; supongo que, precisamente por eso, por recomendación de los doctores, los W. decidieron hacerla mortalmente aburrida.

¿Acaso no habían visto “Sky Captain y el zzzzz...”? ¿No se dieron cuenta de que un largometraje no se aguanta sólo por la propuesta visual, si el resto de factores involucrados – esas minucias, ya saben, el guión, el dibujo de personajes, el ritmo interno – no aporta los mínimos imprescindibles? Vale que no me gustan los coches, que las carreras de F-1 me aburren soberanamente (aunque me encanta el putiferio que hay alrededor: ningún motero de piernas arqueadas tendrá la clase de, por ejemplo, Kimi Raikonnen, capaz de piñarse en en el circuito urbano de Mónaco y, tal como sale del coche, irse al yate a celebrarlo con unas “amigas”, Lástima de la expulsión de Flavio, ese HOMBRE) y que para mí una junta de culata es una reunión de empresa. No me emociona ese subgénero automovilístico basado en el axioma “mi cambio de marchas es más largo que el tuyo”, al que pertenecen joyas como “Días de trueno” o “Death Race”. Pero, coño, es que me provocan.

“Speed Racer” empieza con una interminable carrera de quince minutos en la que se intercalan innumerables flash-backs que nos presentan el terrible drama del campeón automovilístico Speed Racer, cuyo hermano, también piloto-que-te-cagas, desapareció trágicamente hace unos cuantos años. Luego un poderoso y malévolo industrial intenta que Speed y su adorable, oigs, familia se unan a su gigantesca estructura. A estas alturas, la primera vez que la intenté ver acabé desmayado, en posición de cúbito supino y sacando un extraño líquido blanco por la comisura de la boca. Aunque hay varios sospechosos, creo que el principal culpable de ese estado era el hermano pequeño de Speed y su... ¡chimpancé!, que pretenden ser el culmen cómico del filme y que sólo consiguen despertar instintos infanticidas. A partir de aquí, la película es un sin sentido continuo, con unos socavones de ritmo espectaculares, un guión predecible hasta por la bruja Lola, un moralismo disney pro-familiar que asusta, y un par de carreras supuestamente multiorgásmicas montadas con tal nivel de confusión que uno es incapaz de saber, en ningún momento, en qué posición está cada participante, a pesar de los tradicionales locutores logorreicos de este tipo de filmes.

¿Querían los W. que “Speed Racer” fuera el “Dick Tracy” del siglo XXI? Por lo menos en esa salía Al Pacino... Aquí ponen el cazo, por orden de dignidad, Susan Sarandon (que a veces, válgame Woody, parece incluso que se cree el personaje), Matthew Fox (que parece un poco “perdido", juasjuas) (dioses del Olimpo, cuánto ingenio le habéis otorgado a un solo blogger), Christina Ricci (que parece, directamente, una de las Supernenas), Emile Hirsch (el supuesto y sosísimo héroe, que se dejó el carisma en el camerino) y John Goodman, tierno, adelgazado e insoportable padre de familia. Ninguno de ellos salva este desaguisado que convierte al acto de visionarla en pura coprofagia. El único que sale indemne es el gran Michael Giacchino, el pobre, que supongo que debió componer la banda sonora con los ojos vendados. Si hubiera visto la película, habría dejado la música inmediatamente, y se hubiese dedicado a presentar programas de cocina en Kirgistán.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

yo ni la fui a ver,las malas críticas sumado a sus dos anteriores trabajos saga matrix,unos verdaderos truños.
hicieron que esa semana pasara.
en su filmografia solo destaca Matrix (1999).
un saludo

ANRO dijo...

Urrrrrrrrrrrrgh!! ¡dios, qué subidón!
Ya me parecía que todo ese blablabla de tirios y troyanos tenía un su por qué ¿dónde fue la juerga?...la verdad que a pesar de ciertos años que sobran, desgraciadamente, todavía se puede valer uno....En fin Marcbranches, que muy bien, y esa películita venía al pelo para tu vuelta al trabajito, que los brotes todavía no se ven ni por mi huertillo.
Un abrazote.

Möbius el Crononauta dijo...

Ya se lo dije a Pier, los hermanos no dan una

marcbranches dijo...

Lázaro, fuiste más listo que yo, aunque he de decir que no he pagado un céntimo por ver este truño. Pero el tiempo perdido no me lo quita nadie.

¿La juerga, Anro? Top secret, no sea que la Directrice se entere dónde monto las orgías y le dé por venir...

Mobius, supongo que te refieres a P. Nodoyuna. Yo sólo tengo el teléfono del perro Patán.

 
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