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EL PASTELERO Y SU NOVIA CADÁVER



Dos son las principales características de las series de televisión americanas actuales que las convierten en algo especial: unos guiones de lo más ingenioso, original y elaborado, o una ambientación y dirección artística de primera. Pues bien, Pushing daisies (Criando malvas) pertenece a la segunda categoría, aunque sin olvidar del todo la primera.

Ned (Lee Pace, una especie de John Cusack sin su encanto) es un muchacho especial: tiene el don de resucitar a los muertos al tocarlos, aunque hay unos pequeños inconvenientes: si esa “resurrección” dura más de un minuto, otra persona muere en su lugar, o si vuelve a tocarlo muere de nuevo, definitivamente. Asustado de todo ello, se ha convertido en pastelero elaborando deliciosas tartas a partir de fruta podrida, pero un día un detective privado, Emerson Cod (Chi McBride) se cruza en su camino y descubre su poder, que cree que puede utilizar para su beneficio, resucitando gente asesinada, averiguando quién les mató, tocándoles de nuevo y cobrando la recompensa. Es un negocio redondo, hasta que a Ned le toca resucitar a la que fue su amor de la infancia,“Chuck” Charles (Anna Friel), y el minuto se le queda corto. Y aquí está uno de los interrogantes de la serie ¿pueden dos personas estar enamoradas y no tocarse nunca? Se supone que debe ser la cumbre del romanticismo, pero no vamos a engañarnos, y no es que lleven eso demasiado bien, pero tienen sus truquillos.

La idea es ciertamente original, pero lo realmente espectacular de la serie es su tratamiento visual, sumamente colorista y fantasioso, que recuerda a Tim Burton, especialmente el de Big Fish, lo que curiosamente ha sorprendido a su creador, Bryan Fuller, ya que lo considera su proyecto más personal; del mismo modo que el uso de la voz en off y el “buenrollismo” recuerdan a Amelie.

La serie es tan dulce como una de las tartas de Ned, llena de personajes excéntricos, pero afortunadamente con algunas gotas de humor negro para que no resulte empalagosa, especialmente gracias a Swoosie Kurtz como una de las tías de Chuck, de lengua venenosa. Kristin Chenoweth, como Olivia, la enamorada no correspondida por Ned, despliega todo su lado cómico que ya intuimos en El ala oeste de la Casa Blanca, que le ha valido un Emmy recientemente. En la segunda temporada parece que se les fue un poco la mano con el azúcar y no funcionó bien, lo que hizo que la acabaran precipitadamente, dejando cabos sueltos como el del padre de Ned, que al final tan sólo quedó con un cameo de George Hamilton, pero aún así, tan sólo por la dirección artística, demuestra una vez más que las series americanas están a años luz de las españolas. Pongamos un poco de azúcar en nuestra vida, que ya realidad ya es bastante amarga.

2 comentarios:

ANRO dijo...

Toda la azúcar del mundo, querida Alicia. La realidad se encargan de amargarla los chicos rajoileños y algún que otro zapatista. ¡Cómo está el gran tablao celtibérico, señor!

Bueno, a lo que vamos, ¿querrás creer querida Alicia que solo he visto fragmentos de esta serie?... Voy a tomar serias medidas para pillármela. Espero que algún alma caritativa de mi entorno me la preste.
Un abrazote.

alicia dijo...

Todo el azúcar para tí también, Antonio, aunque sin que resulte empalagoso ¿y no te gustó la estética de lo que viste? Ese es su principal atractivo.

 
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