Hace algunas semanas se conoció la concesión del Premio Nacional de Cine a la actriz Maribel Verdú, noticia que despertó en Mi Majestad una serie de agudas reflexiones, gran parte de ellas irreproducibles en este casto blog so pena de que la Directrice recite “Con diez cañones por banda”, en morse, utilizando un martillo pilón y mis tobillos. De mis reflexiones aptas para menores, me quedo con la sensación de que parece que el mundillo cinematográfico le hace justicia a esta mujer, ya no en forma de premios (también tiene la Medalla de Oro de la Academia de Cine, aparte de los diferentes trofeos festivaleros que luzca en la vitrina), sino, esencialmente, en forma de respeto. Respeto que le ha llegado, incluso, de buena parte de ese público hispano a veces tan rancio y refractario, que la acusaba inexcusablemente de ser poco menos que una calientapantallas de sujetador resbaladizo y de talento, en el mejor de los casos, subrepticio. Una buena racha de proyectos, la naturalidad y coherencia con que se ha enfrentado a la fama desde muy pequeña, y una resistencia pétrea en los peores momentos (joder, encadenó “Tuno Negro” y “Lisístrata” y sobrevivió), han consolidado una de las carreras más sólidas de la interpretación española. Incluso ha podido darse el lujo de trabajar con Coppola y ser, cuentan las crónicas, de lo mejor de la bizarrada blanquinegra de tito Francis. El Goya, casquivano y huidizo con ella varias veces, le llegó de mano de la que, en opinión unicrática de Mi Majestad, fue la mejor película española del 2007: “Siete mesas de billar francés”.
A Gracia Querejeta siempre se la ha acusado de academicismo, de cierta frialdad formal que la impide llegar al corazón de sus personajes. Es cierto que rehuye el sentimentalismo, pero me parece una acusación algo gratuita, viendo “Cuando vuelvas a mi lado” o “Héctor”. Si fuera así, en “Siete mesas” la Querejeta se redime de todos sus pecados, que quizás se encontraban más en la escritura que en la dirección: allí donde se embarrancaba en la narrativa, aquí resulta una de las películas más agradablemente fluidas del cine español de los últimos años, tan tendente en ocasiones a la discursividad y la mirada trascendentaloide. La sinopsis nos dice que “Siete mesas de billar francés” es la historia de Ángela (la Verdú), una mujer que ha heredado de su padre recién fallecido un garito de billar que se cae a pedazos, y de su marido policía un matrimonio tan falso como una factura de un traje de Camps; del matrimonio le queda su hijo, pero el garito lo intenta levantar con la ayuda de la última amante de su padre (Blanca Portillo) y la pandilla de ex-compañeros de equipo billarístico del mismo, a cual más ajado y con más peso en las espaldas.
Dicha sinopsis, sin embargo, no hace justicia. En “Siete mesas” ocurren cosas constantemente, el ojo de Gracia nunca se detiene sino es para mostrar algo que vale la pena, y los personajes, por pequeños y secundarios que sean, evolucionan a través de sus actos. Hay un equilibrio admirable entre el tiempo muerto y el vértigo, sin caer en las habituales trampas de ambos extremos, desde una placenta argumental aparentemente muy hollywoodiana (vuelta a casa de hijo pródigo para exorcizar demonios paternofiliales a través de una competición deportiva: estoy seguro de que esta película ya la ha dirigido Ron Shelton), pero que enseguida asume con naturalidad su enraizamiento nativo. No hay un gran torneo en Las Vegas con un pastizal para el ganador, no hay un gran malabarista del billar en el equipo, no hay melodrama impactante ni momento decisivo a cámara lenta; por no haber, apenas hay ni billar. Hay una historia contada con ritmo, precisión, con cariño por los personajes y sus cuitas, de los que el espectador desea saber más, porque permiten su empatía desde los toques de suave comedia que salpican el melodrama.
Gracia Querejeta se cuida muy mucho de hacerse notar como directora, aunque resulta admirable, por ejemplo, el sentido de la elipsis con el que está resuelta la depresión de Ángela después de conocer las mentiras de su marido; en cuatro planos y un par de visitas no atendidas se resuelve una decisión vital que otros habrían expuesto con una buena llorera en mitad de un par de diálogos innecesarios. Por lo demás, el peso del film recae, sabido es, en sus dos protagonistas. Un Goya y una Concha de Plata son lo suficientemente elocuentes sobre el duelo interpretativo de Maribel Verdú y Blanca Portillo, resuelto con brillantes y elegantes tablas. Destaquemos, pues, al carro de secundarios que florecen en la narración, algunos mejor perfilados que otros, pero todos con sus aristas a perfilar y con su tridimensionalidad bien armada: Ramón Barea, Lorena Vindel, Raúl Arévalo, Amparo Baró, Enrique Villén y, en particular, Jesús Castejón, cuyo personaje, por lo que hace, por lo que dice y por lo que calla (sobre todo por esto último), acaba siendo la tercera pata de la mesa de billar de Querejeta.
Víctima, esencialmente, de una campaña de publicidad invisible, “Siete mesas de billar francés” pasó absolutamente desapercibida por la cartelera patria. No sé si la única, y monumental, pega que le pongo a la película es consecuencia de ese tibieza taquillera; dicha pega es, básicamente, el precio del DVD. Encima que sale más de un año después del estreno del filme, le cascan 18 euros del vellón a una edición simple como el mecanismo cerebral de Malena Gracia. Angelines, haz algo.
8 comentarios:
Ahora me avergüenzo enormemente, pero cuando era más joven no me gustaban para nada ni Meryl Streep ni Maribel Verdú.
Con el paso de los años, me he dado cuenta, y vuelvo a reconocer mi gran error, de que estaba totalmente equivocada de que tanto una como la otra han ido creciendo de tal manera que se han ido convirtiendo en monstruos de la interpretación y que cualquier actor o actriz por bueno o malo que sean, a su lado crecen . Maribel Verdú ha sabido calar poco a poco en mi más profundo respeto y creo y puedo decir abertamente que ahora mismo es una de las mejores actrices y con más proyección que tiene nuestro cine (un poco por debajo, solo un poquito de Adriana Ozores,la mejor sin lugar a duda y bajo mi modesto punto de vista, claro!)
Todos los premios y elogios que reciba son pocos... y sé que ara como Streep que siempre nos sorprenderá... cuando creo que ya no pueden hacer nada mejor... hacen una película de la cual hacen que me enamore más de ellas...
Compa Marc, esto va degenerando irremediablemente... Ésta también la he visto, y, es más, me encanta, y, además, coincido contigo en que, muy probablemente, se trata -con permiso de Mataharis- de lo mejor de la cosecha hispana de su año de gracia de 2007. La Verdú y la Portillo, vaya par...
Un fuerte abrazo y buen resto de semana.
Bargalloneta, a mí también me pasaba lo mismo con la Streep y, en menor medida, con la propia Verdú. No te sientas culpable, por tanto. Me alegro, por otra parte, que menciones a Adriana Ozores, de la que tengo pendiente dedicarle un post: para mí también es la mejor actriz española.
M-Márquez, qué decepción. Así, viendo las películas que reseño con esa impunidad, no llegaremos a ningún sitio. No tendría nada más que decirte, presa del desengaño, pero no me queda otra que decirte que discrepo de "Mataharis", que me pareció bastante sobrevalorada. ya sabes que para gustos-etcétera. Saludos.
Mira tú por donde, la Maribel siempre me ha dado buenas vibraciones y nunca le hice caso a las malas lenguas que la criticaban. (Consideraciones al margen, a pesar de parecer pelín anoréxica, tiene un morbazo tremendo, sí tremendo morbazo, dios)
Esas "siete mesas" se estrenó de tapadillo en Las Palmas, pero la pillé y coincido contigo, tanto la "buscavidas" como la Blanca están para subirlas en hombros.
Esta Maribel, es consideración mía, aparte de morbo tiene un cerebro muy bien puesto y ahí está para demostrarlo esa carrera trufada de ejemplos brillantes..naturalmente de algún que otro bodrio, pero ¿quién no ha hecho cine alimenticio?...hasta los genios, ¡no te fastidia!
Su Graciosa Majestad sigue en la buena racha.....por cierto ¿no te vas de vacaciones? Comienzo a inquietarme seriamente por tí.
Un abrazote.
No, si ya estoy de vacaciones. Tengo un "negro" que me escribe los posts; yo estoy en Bora Bora, rodeado de masajistas de color con curvas que forman más parábolas que dos biblias enteras...
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No la he visto ni voy a pagar dinero por esa película, pero comentarios irreproducibles aparte, desde luego Maribel, quien parece haber ganado mucho como intérprete con los años, así que un respeto bien merecido el de la Verdú.
Yo también vi esta película en su día y me gustó mucho, sin duda de las mejores películas españolas del último par de años. Coincido también contigo en cuanto a Mataharis, que está bien pero no me pareció para tanto, casualmente vi Siete Mesas.... y Mataharis con un día de diferencia y en mi opinión, la segunda perdía con creces en la comparación.
En cuanto a Maribel Verdú, creo que es una actriz que ha crecido con los años, aunque a mi siempre me gustó bastante, pero he de reconocer que ahora más. Además me cae muy bien, la encuentro muy natural siempre y muy coherente. Blanca Portillo me gusta mucho, y me parece de las mejores actrices de la actualidad. El duelo interpretativo entre ambas es de lo mejor de la película, porque están geniales las dos. Tengo que volver a ver esta pelicula, pero te aseguro que no pienso pagar 18 euros por una edición en DVD sin extras ni ná... creo que la están pasando en Canal+, así que a ver si la pillo.
Por cierto, coincido con vosotros en cuanto a Adriana Ozores, es muy grande esta mujer, y no me refiero precisamente a su tamaño físico. Está bien haga lo que haga.
¡Chao!
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