Más que un hecho, comienza a ser una plaga bíblica. Las adaptaciones de cómics al cine están de moda, se multiplican como virus, y no parece que nadie pueda pararlas. Los superhéroes son un filón blockbuster, y a ello se aplica la industria americana, que donde pone el ojo pone el dólar. Pero también se ha abierto la veda, en algunos casos algo más modesta, de un abanico más amplio del género, desde los autores mainstream estilo Alan Moore o Frank Miller (“La liga de los hombres extraordinarios”, “Sin City”) al underground de prestigio minoritario (“Ghost world”) e incluso al europeo (las sagas de Astérix y Mortadelo). En el año 2000, un cómic autobiográfico en blanco y negro llamado “Persépolis”, realizado por una exiliada iraní llamada Marjane Satrapi, se ganó a pulso la coletilla “de culto” a base de premios y boca-a-boca, y la cinematografía francesa decidió que no podía dejar pasar la ocasión de arrimar el cómic a su sardina. Con la ayuda de un señor de París llamado Vincent Paronnaud, cineasta e historietista según tarjeta de presentación, trasladó aquel voluminoso cómic de cuatro tomos en un film de hora y media que consiguió, entre otras cosas, un premio Especial del Jurado en Cannes 2007, y que su país la eligiera, en una decisión sin precedentes, como representante francesa en la carrera europea hacia los Oscars. Dicholocualo, se hace inevitable señalar que “Persépolis” es la prueba palpable de que estamos a años luz de nuestros vecinos en cuanto a capacidad de riesgo y empuje cultural: aquí, para siquiera plantearnos la posibilidad de llevar a la pantalla un cómic, nos hemos de dirigir al populismo común múltiplo (Mortadelo y adláteres), por miedo a que la reacción del público español sea la habitual, uséase, girar la espalda y mirar hacia Jolibú. Y tampoco es garantía de éxito. Dos palabras: Capitán Trueno.
Imagino que la primera decisión que los autores debieron de tomar a la hora de llevar “Persépolis” al formato animado fue estilística: ¿cómo ser fiel al dibujo estático y naif del cómic sin morir en el intento? La opción es extraordinariamente satisfactoria. Aunque la esencia sigue ahí, el montaje y la música, preciosa, adquieren un papel preponderante, y ofrecen una agilidad y un dinamismo a la narración que la diferencian, desde un primer momento, del estatismo propio del cómic, pero sin perder su espíritu; es un gigantesco flash-back en un blanco y negro expresionista, sin demasiados tonos, simple, que funciona a la perfección. La historia propiamente dicha, como se ha comentado antes, es autobiográfica. Satrapi (voz de Chiara Matroianni) parte desde su infancia en 1979, cuando es derrocado el sha de Persia debido a una revolución que da paso a una república islámica. De familia progresista, la dibujante iraní nos transmite los cambios políticos y sociológicos del país mientras la penuria, la represión y la intolerancia campan por sus respetos en todo el territorio, gracias, en buena parte, a la guerra que se inicia contra Irak. Marjane, que ha adoptado la conciencia progresista de su familia pero con un tono de voz algo más alto, es enviada al Liceo francés de Viena, donde descubre que Europa no es el Dorado, y que sentirse sola y extranjera es sentirse sola al cuadrado.
Aunque esta sinopsis pueda hacer pensar otra cosa, “Persépolis” no es una película amarga ni trágica. El sentido del humor está presente a través de toda la obra, no permitiendo al espectador que la lágrima sensible se seque sin haber arrancado antes una sonrisa, demostrando un punto de vista algo distanciador y adulto, y evitando, con éxito, el sobrepeso de gazmoñería. Por supuesto, el peso de la historia lo acarrea la propia Marjane, que consigue definir un personaje entrañable y adorablemente atractivo desde su primera aparición infantil emulando a Bruce Lee (son continuas las referencias a la influencia de la cultura occidental: desde su etapa “Iron Maiden” hasta un tronchante momento “Eye of the tiger”...), y al que tiene el acierto de retratar como una superviviente, más que como una heroína. Marjane es idealista y contestona –más que contestataria-, pero comete errores, toma decisiones equivocadas, y ahí está siempre su abuela (personaje al que entroniza como su verdadero espejo vital, por encima incluso de su madre, a la que por cierto da voz Catherine Deneuve) para hacérselas ver. Satrapi consigue transmitir sus dificultades y vaivenes existenciales a través de la guerra, la adolescencia, los primeros amores y la presión de los Guardianes de la Revolución, siempre al acecho de un velo mal puesto o unos pantalones demasiado apretados, siempre custodios de la moral integrista (como diría Groucho Marx, conceptos contrapuestos).
Quizás “Persépolis” nos deja como tema principal la sensación de desarraigo de la protagonista allá donde va, tanto en su exilio vienés, en el que jamás es capaz de adaptarse al entorno debido a su “origen exótico”, como en su vuelta a Teherán, una vez terminada la guerra, en la que se siente tan extranjera de sí misma como en Europa. Una película, en definitiva, que consigue completar con éxito la transición entre cómic y celuloide, que transmite con humor y delicadeza, pero sin sensiblería, sentimientos humanos tan esenciales como el amor, el odio y la tolerancia, así como la dificultad de ser mujer entre una pléyade de radicales religiosos con barba capaces de prohibirles correr porque el movimiento de sus glúteos al hacer ejercicio se puede considerar impuro y provocador. Ellos sí que son provocadores.
Imagino que la primera decisión que los autores debieron de tomar a la hora de llevar “Persépolis” al formato animado fue estilística: ¿cómo ser fiel al dibujo estático y naif del cómic sin morir en el intento? La opción es extraordinariamente satisfactoria. Aunque la esencia sigue ahí, el montaje y la música, preciosa, adquieren un papel preponderante, y ofrecen una agilidad y un dinamismo a la narración que la diferencian, desde un primer momento, del estatismo propio del cómic, pero sin perder su espíritu; es un gigantesco flash-back en un blanco y negro expresionista, sin demasiados tonos, simple, que funciona a la perfección. La historia propiamente dicha, como se ha comentado antes, es autobiográfica. Satrapi (voz de Chiara Matroianni) parte desde su infancia en 1979, cuando es derrocado el sha de Persia debido a una revolución que da paso a una república islámica. De familia progresista, la dibujante iraní nos transmite los cambios políticos y sociológicos del país mientras la penuria, la represión y la intolerancia campan por sus respetos en todo el territorio, gracias, en buena parte, a la guerra que se inicia contra Irak. Marjane, que ha adoptado la conciencia progresista de su familia pero con un tono de voz algo más alto, es enviada al Liceo francés de Viena, donde descubre que Europa no es el Dorado, y que sentirse sola y extranjera es sentirse sola al cuadrado.
Aunque esta sinopsis pueda hacer pensar otra cosa, “Persépolis” no es una película amarga ni trágica. El sentido del humor está presente a través de toda la obra, no permitiendo al espectador que la lágrima sensible se seque sin haber arrancado antes una sonrisa, demostrando un punto de vista algo distanciador y adulto, y evitando, con éxito, el sobrepeso de gazmoñería. Por supuesto, el peso de la historia lo acarrea la propia Marjane, que consigue definir un personaje entrañable y adorablemente atractivo desde su primera aparición infantil emulando a Bruce Lee (son continuas las referencias a la influencia de la cultura occidental: desde su etapa “Iron Maiden” hasta un tronchante momento “Eye of the tiger”...), y al que tiene el acierto de retratar como una superviviente, más que como una heroína. Marjane es idealista y contestona –más que contestataria-, pero comete errores, toma decisiones equivocadas, y ahí está siempre su abuela (personaje al que entroniza como su verdadero espejo vital, por encima incluso de su madre, a la que por cierto da voz Catherine Deneuve) para hacérselas ver. Satrapi consigue transmitir sus dificultades y vaivenes existenciales a través de la guerra, la adolescencia, los primeros amores y la presión de los Guardianes de la Revolución, siempre al acecho de un velo mal puesto o unos pantalones demasiado apretados, siempre custodios de la moral integrista (como diría Groucho Marx, conceptos contrapuestos).
Quizás “Persépolis” nos deja como tema principal la sensación de desarraigo de la protagonista allá donde va, tanto en su exilio vienés, en el que jamás es capaz de adaptarse al entorno debido a su “origen exótico”, como en su vuelta a Teherán, una vez terminada la guerra, en la que se siente tan extranjera de sí misma como en Europa. Una película, en definitiva, que consigue completar con éxito la transición entre cómic y celuloide, que transmite con humor y delicadeza, pero sin sensiblería, sentimientos humanos tan esenciales como el amor, el odio y la tolerancia, así como la dificultad de ser mujer entre una pléyade de radicales religiosos con barba capaces de prohibirles correr porque el movimiento de sus glúteos al hacer ejercicio se puede considerar impuro y provocador. Ellos sí que son provocadores.
5 comentarios:
Alberto Q.
www.lacoctelera.com/Traslaspuertas
Da ud. en la diana cuando dice que en Francia est´´an a años luz en capacidad de riesgo con respecto a España. Lo del Cap. Trueno y lo infructuoso del proyecto con Bajo Ulloa hacen pensar que a veces no se quiere apostar con medios y dinero en ciertos proyectos.
De todos modos ya parece que se van cerrando nuevos detalles (Pataky como Sigrid) y tendremos film del caballero y sus amigos Goliath y Crisp´´in.
Sobre Persepolis decir que no he terminado el comic y quiero ver el filme tras leer la obra impresa, por lo que no puedo valorar pero su an´´alisis parece muy positivo y ud. lo trata con gran exquisitez y claridad, lo cual se agradece.
Un saludo!!
En su día, hice cumplido comentario de esa preciosidad de película, que tú traes hoy a la palestra. Estoy convencido de que cualquiera que vea la película o que lea el cómic se sentirá conmovido por las vivencias de esa chica, Marjane, que se enroscan en torno a ella como una espiral implacable.
La historia está llena de violencia, humor y poesía, que ningún lector de cómic debe perderse y por supuesto ningún buen amante del cine "culto".
Un abrazote para la vuelta.
¿Ya de vuelta, anro? Bienvenido a la realidad. No sabía que habías comentado esta película, cuando pueda me pasaré a echarle un vistazo. Desde luego, es un film imperdible.
No he leído el cómic, Alberto, tan sólo le he ojeado, pero quizás me lo agencie, porque la peli me ha abierto el apetito. Si te gusta el cómic, el largo te encantará. En cuanto a lo del Capi... ese último proyecto, que incluye esas habladurías sobre Pataky-Ingrid, no me da ninguna buena espina, si te soy sincero. De hecho, me huelo otro intento fallido, y llámame gafe si quieres. También pasó lo mismo hace muchos años con "El guerrero del antifaz", otro clasicazo hispano. Saludos.
Excelente comentario (como siempre), compa Marc. El cómic anda por ahí, por casa (aún no le eché ojo), y en cuanto a la peli, vistas las referencias (no es la tuya la primera positiva que leo), habrá que echárselo también...
Un fuerte abrazo.
Del cómic poco puedo decirte, de momento. De la película, que ya tardas, está a la venta y en alquiler desde hace algunas semanas. Vale la pena, sortea con humor y ductilidad los extremos facilones de la frivolidad y la sensiblería plañidera. Saludos.
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