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EL ÉXTASIS DEL ORO





En el mundo hay dos tipos de personas: los que saben disfrutar del buen cine, sin perjuicios de género, procedencia… y los que no. Por eso, si un cineasta gafapasta se deja perder un spaguettiwestern como El bueno, el feo y el malo, es que pertenece a la segunda categoría.

El bueno, el feo y el malo es la tercera parte de la llamada “trilogía del dólar” de Leone, en ella nos encontramos todo lo que podemos esperar del director italiano: desmesura (dos horas y media de duración, con escenas tan innecesarias para la historia como la del encuentro de Tuco con su hermano, pero que enriquecen al personaje), primerísimos planos, y un magistral uso tanto del silencio como de la música. Ahí está ese cuatro de hora prácticamente con que comienza la película, sin diálogo alguno, por ejemplo, o la escena de la emboscada a Eastwood, aprovechando el ruido que hace una tropa de soldados que está desfilando, pero acaban delatados por el sonido de una espuela.

La inexpresividad de Clint Eastwood haciendo de el “rubio”- “ el bueno”- (prácticamente cada frase suya va precedida por el gesto de encender el cigarrillo) contrasta con la enorme expresividad de “el feo” –aunque no es para tanto- ,Tuco (Eli Wallach), que grita, llora, ríe, insulta ("Me gustan los tipos grandes como tu, por que hacen mucho más ruido cuando caen")…, pero pese a ser tan distintos se ven obligados a estar juntos movidos por la codicia. No se fían el uno del otro, pero aún menos de “Sentencia” – “el malo”- (Lee Van Cleef), un frío asesino a sueldo, claro precedente de Anton Chigurth por su peculiar sentido de la profesionalidad.

Nadie se salva, y tampoco se hace distinción entre los dos bandos del ejercito, sirviendo de perfecta metáfora la confusión que produce el ver los uniformes cubiertos de polvo, pero la guerra es algo que no importa a nuestro trío,que la consideran un desperdicio de gente muerta inutilmente, ya que mueven tan sólo por la codicia o el sentido de supervivencia.

La escena final de duelo a tres bandas ya forma parte de la historia del cine, todo un prodigio de montaje y uso de la magnífica y ya mítica banda sonora de Ennio Morricone. Mucho decir que City on fire sirvió de inspiración a Tarantino para el duelo final de Reservoir dogs, pero Leone estuvo antes.

5 comentarios:

Möbius el Crononauta dijo...

Grandeee. El mundo se divide en dos tipos de personas. Los que tienen pistolas... y los que cavan.

Rubioooo

Josep dijo...

Leone es un caso atípico de amor y constancia en la pasión por el cine; esos westerns almerienses primero fueron divertidos (en la sala) luego denigrados (en las críticas) y al fin imitados, homenajeados y laureados ad limitum.

Ni tanto ni tan calvo, pero no hay duda que Leone poseyó un estilo propio, lo que le convierte en "autor" y que muchos han bebido en la fuente de sus experimentos y experiencia.

Saludos.

alicia dijo...

Esa frase es mítica, Möbius, por eso la he parafraseado al principio de post. Grande, en efecto.
Yo creo que sencillamente con el tiempo se le ha hecho justicia, Josep; si por el hecho de ser entretenidas y de un género menor como el spaguetti western hacía que la crítica las considerara inferiores, eso tan sólo demostró lo muy equivocados que estaban.

ANRO dijo...

Estoy contigo, Alicia, y soy de los que no tienen prejuicios y gozo del cine, con la única condición de que sea bueno. Leone, infravalorado en su día, hoy goza del favor de todos los que amamos el cine. Fue una pena que se fuera cuando su talento no había llegado a la plenitud. Tenía solo sesenta años y apenas había dirigido una docena de pelis. Tarantino mamó todas aquellas imágenes y supo reciclarlas cum laude

alicia dijo...

Amén, Antonio.Leone es una influencia fundamental en Tarantino, no en vano El bueno, el feo y el malo es una de sus películas favoritas.

 
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