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MI CITA CON LA MUERTE





Si con Cabaret Bob Fosse demostró que el musical podía ser adulto, crítico y dramático, con All that jazz dio un paso más allá nos enseñó que también puede ser sumamente personal e introspectivo, sin perder un ápice de espectacularidad en los números de baile.

Todas las mañanas Joe Gideon repite el mismo ritual (no, no es el mismo que el de American beauty): gotas para los ojos, pastilla, la misma música clásica, ducha ya con el primer cigarrillo del día en la boca, y finalmente mirarse ante el espejo diciendo “¡Que empiece el espectáculo!”. Gideon es un director y coreógrafo famoso, obsesionado con su trabajo y perfeccionista, que está dirigiendo un musical de teatro mientras monta una película. Su ritmo de vida hace que su cuerpo se resienta y le da un serio aviso en forma de ataque al corazón.

Las similitudes de Gideon y Fosse son evidentes desde el primer momento; aparte del tremendo parecido físico de Roy Scheider, la ex mujer sería Gwen Vernon, la película que está montando es Lenny, el personaje de John Lithgow estaría basado en un director rival de Fosse, Michael Bennet. Al director le vino la idea cuando tuvo un ataque al corazón, del que salió mejor parado que Gideon (al menos durante una temporada). Con una estética felliniana (algo que no era nuevo en él, si recordamos Sweet Charity), Fosse disecciona su vida ante nuestros ojos y frente a alguien muy especial: la muerte, (Jessica Lange),llamada Angelique, pero que no nos es mostrada como algo terrible y oscuro, sino como una resplandeciente mujer (¿mejor que un pálido jugador de ajedrez, no?) a la que él, mujeriego empedernido, quiere conquistar. Ella le conoce mejor que nadie: sabe que es egocéntrico, mentiroso y que nunca ha querido a nadie, pero aún así reconoce que tiene un encanto irresistible. Alguien tan obsesionado con su trabajo como Gideon no puede acabar menos que imaginando una obra musical sobre su muerte.

Si en algo fue absolutamente genial Fosse fue en sus coreografías; sus números musicales tienen un estilo inconfundible, y aquí no podía ser menos. El On Broadway del inicio puede hacernos pensar que estamos ante una versión de A chorus line o del estilo de Fama, pero la cosa es mucho mas compleja, Take off with us/Aerotica es un espléndido número, y Everything old is new again constituye un delicioso paréntesis, pero es a partir de que Gideon es ingresado cuando los números toman un aire distinto y cada uno de los personajes se confiesa ante él cantando y bailando: su ex-esposa, su amante y su hija, hasta incluso sus amantes ocasionales, reprochándole sus faltas, especialmente su imposibilidad de amar a nadie excepto a sí mismo.

Roy Scheider está sensacional y su parecido con Fosse va más allá de lo físico, interiorizando sus sentimientos y tiene el encanto necesario para justificar que a pesar de ser un cerdo sigan adorándole su ex-esposa o su hija. La verdad es que nunca resultó más atractivo que con esa perilla y su cigarrillo eternamente colgando del labio.

Ira, negación, trato, depresión y aceptación. Gideon pasa por los cinco estados del proceso de la muerte y, cuando finalmente ha llegado a la aceptación, es cuando es capaz de imaginar uno de los más deslumbrantes números de la historia del cine musical: Bye, bye, life. Presentado como si estuviera en un programa de televisión por Ben Vereen (que está espléndido y le roba el estrellato de la escena) como un “artista no demasiado bueno, para nada humanitario y que no fue amigo de nadie”. Por fin ha llegado el momento de reunirse con la mujer mas inaccesible de todas y se despide de la vida sin tristeza y con cierto miedo, pero serenidad. El número va en un crescendo irresistible que le permite despedirse de todos (impagable la cara de rabia de John Lithgow a la que le da la mano), y tras ir subiendo en una plataforma pasa a un túnel blanco, al final del cual le espera Angelique. Fundido en blanco. Puede bajar el telón.

3 comentarios:

ANRO dijo...

Cada uno de los tres musicales que Fosse dirigió forman una unidad en la que cada uno de ellos aporta una faceta distinta: "Sweet Charity" es la sinfonía de una ciudad en la que una Shirley McLane, magnífica, traslada el personaje felliniano a la Gran Manzana, "Cabaret" es la sinfonía de una época a través de los sentimientos de otro magnífico personaje femenino, uno de los más extraordinarios trabajos de Liza, y "All that Jazz" es todo el espíritu musical de Fosse que revolotea por toda su obra.
Cada vez que veo el número de "Bye, Bye, Life " me emociona.
La idealización de la muerte es expléndida con el cuerpo y presencia de la Lange-Angelica y Roy Scheider, trasunto del propio Fosse está mejor que genial.
En fin, musicales así son difíciles de superar.
Un abrazote y buen fin de semana Alicia.

Josep dijo...

Una fantástica película, casi el testamento vital de Fosse, que se demuestra como artista impagable, irreductible, buscando la perfección en el paso más allá de una coreografía, explorando como sólo él sabía hacerlo un nuevo lenguaje.

Una forma de entender la expresión corporal acorde con la música que ha dejado marca indeleble en los cientos de discípulos que han bebido de tan inspiradora fuente sin agotarla.

Saludos.

alicia dijo...

Tienes razón, Antonio, estos musicales son difíciles de superar. Creo que Fosse ha dejado un gran vacio en el mundo del musical; aparte de que demostró que era un género que podía cambiar y abrirse a nuevas posibilidades, su manera de dirigir los números de baile, con su inconfundible estilo, no ha sido superada.
Perfectamente puede entenderse All that jazz como su testamento, Josep. Seguidores ha tenido, y muchos; Chicago fue un buen homenaje, totalmente merecido.

 
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