Jóvenes padawanes, me disculparéis si la calidad del escrito presentado no alcanza siquiera el, por otra parte, ínfimo nivel que mi falta de talento me permite. Me encuentro encerrado en mi habitación, con tapones en los oídos y con las ventanas bien aseguradas a pesar de la calor, la cual apenas puedo combatir con el minúsculo ventilador que me permite el antiestajanovista (a más trabajo, menos dinero) sueldo de la Directrice. La causa, las maravillosas, populares y entrañables fiestas de Sants, que durante ocho días martirizan las orejas y los espíritus de cualquier hombre de bien (e incluso los míos) de manera estomagantemente incesante. Tómbolas, sorteos, bingos comunales, payasos, actividades infantiles, habaneras, sardanas, orquestas populares de temática basada en el rickymartinismo y en el chikilicuatrismo. Todas con un denominador común: un micrófono distorsionado con el que los showmans frustrados del barrio pueden expresarse artísticamente, a la vez que perforan cruelmente mis trompas de eustaquio. Sartre decía que el infierno eran los otros. Para mí, el infierno son las habaneras. ¿Hay alguna necesidad de escuchar, una vez más, “El meu avi”? El escaso sentido común que aún conservo se erosiona a niveles saharianos a medida que la falta de sueño, los perros piloto y los payasos vociferantes se adueñan del barrio con la sorprendente complicidad de los Cuerpos de Seguridad del Estado, quienes, con una cerrazón inexplicable, se niegan a atender ninguna de mis imaginativas protestas, la última un paseo de varias manzanas al estilo John McLane en “La jungla 3”, con un cartel reivindicativo como única pieza de ropa. Es cierto que fui detenido a los pocos minutos (prueba de que seguimos viviendo en una dictadura), pero hay que decir que, como compensación, ahora soy extremadamente popular entre el vecindario femenino de entre 70 y 85 años.
¿El qué? Espere que me quite los tapones. Sí, ya sé que esto es un blog de cine. Ahora voy.
Phillip Seymour Hoffman es hijo de un ejecutivo de la Xerox y una abogada y jueza de familia. No parece el mejor ambiente familiar para dedicarse a una carrera de bellas artes... o sí. En cualquier caso, a todos los que disfrutamos de las grandes interpretaciones en el cine, debemos de dar gracias a Billy Todopoderoso por permitir que el pequeño Phillip se alejara de la atmósfera de profesión liberal de su casa, para dar los primeros pasos que le han llevado a ser, hoy en día, uno de los mejores actores que pululan por las pantallas universales. Intenso, dedicado, camaleónico sin necesidad de postizos, con un físico rechoncho antiglamour y una mirada inquietante que falsea una primera impresión de “vecino de al lado” y que da la impresión de estar al borde del precipicio constantemente, tiene además un excelente ojo para determinar su carrera. Carrera a la que le costó bastante darse un impulso definitivo, cargada en un principio de papeles secundarios o anecdóticos que no permitían al espectador poco avezado poner el ojo en aquel muchachuelo regordete. “Esencia de mujer”, “La huida”, “Ni un pelo de tonto”, “Twister”... seguro que casi todos hemos visto la mayoría de estas películas, y casi ninguno reparamos en él. Pero Paul Thomas Anderson sí.
Su pequeño pero bordado papel en “Sydney”, la primera película del geniecillo Anderson, fue el punto de partida de una fructífera relación profesional entre dos personajes que hoy se encuentran en la élite de sus profesiones. Pero fue su papel en la extraordinaria “Boogie nights” el que empezó a hacer que los ojos cinéfilos se fijaran en él, a través de esa mirada pelín esquizoide y plena de represión gay que aporta a su personaje. Repite con Anderson en “Magnolia”, donde, sin embargo, se sitúa en un registro mucho más amable y positivo, dentro del inmenso melodrama que es esa descomunal película. Aunque su tercera colaboración conjunta apenas la vio nadie, la marciana “Punch-Drunk Love”, P.S. Hoffman ya se había convertido en uno de los secundarios más sólidos del indy, en parte gracias a su estratosférico trabajo en “Happiness”, en la que pergeña uno de los personajes más perturbadores de los últimos años: su físico y su cara de vicioso encajan perfectamente con el acomplejado pajillero al que da vida en el film de Todd Solondz. Su carrera aporta su rostro de secundario ideal a excelentes directores con personalidad propia como Spike Lee ("La última noche"), los hermanos Coen (“El gran Lebowski”) o David Mamet (“State and Main”), mientras consigue su primer protagonista en la sensible y desconocida “Con amor, Liza”. Hasta que llega el previsible petardazo.
“Capote” es su segundo protagonista, y no es cualquier cosa. Su perfecta impersonación de los claroscuros del amaneradísimo escritor de “A sangre fría” le transporta al olimpo de tito Oscar, y su talento queda oficializado y universalmente reconocido. A diferencia de otros, P.S. Hoffman sabe aprovechar el tirón del señor desnudo y dorado, y su carrera y prestigio se han ido acelerando en los últimos tres años en progresión geométrica. Lo siguiente fue interpretar al villano de “Misión: Imposible 3”, un destino natural al que tenía que llegar tarde o temprano; en ella se devora sin guarnición ni escrúpulos a tito Cruise -con apenas veinte minutos reales de papel- y demuestra su nivel de profesionalidad al esforzarse en aportar sustancia e intensidad a un personaje que seguramente no la tenía de inicio. Cada película suya es un nuevo giro, un nuevo cambio de registro, una nueva demostración de que su talento puede con todo, desde el melodrama agridulce (“The Savages”) a la comedia política (su genial agente de la CIA en “La guerra de Charlie Wilson”), aunque este año la palma se la lleva su personaje de “Antes de que el diablo sepa que has muerto”, una de las mejores películas de la temporada, en la que Hoffman deslumbra interpretando a un personaje iracundo, maquiavélico, pero más vulnerable de lo que le gustaría y tan humano que no se puede reprimir un sentimiento de lástima. P.S. Hoffman, cuyo próximo estreno, coherentemente con su carrera, es la última película de Charlie Kauffman (“Synecdoche, New York”) es el rarito oficial de Hollywood, ese actor de talento elefantiásico, mirada profunda y tranco perverso que da prestigio a cualquier obra en la que aparezca. Una cualidad al alcance de muy pocos.
6 comentarios:
Lo siento, pero coincido contigo en el aprecio a ese actor; aunque algunas de sus películas las tengo pendientes y la que ahorita mismo está en pantalla voy a tener que desplazarme para verla -me temo- sí puedo confirmar que es uno de esos actores que se luce en los microgestos y su expresión corporal, consiguiendo, pese a su escasa estatura, impresionar en pantalla.
Sólo por llevar la contraria:
¿te quejas del sueldo que te pagan, gañán, y te has columpiado un turno? si es que ya no quedan empleados capaces...
Otra, más importante:¿falopio?¿falopio?¿doble "personalidad"? XDD
Todos conmigo: ¡eustaquio! ¡eustaquio!
Claro que vivir aprisionado de esa forma altera a cualquiera....
Saludos.
Observo con goce priápico que me la tienes guardada desde que te hice tachar un párrafo entero de un post tuyo. Ya en su momento lo intentaste con la gota malaya y fracasaste miserablemente. Veamos qué dice la wiki:
http://es.wikipedia.org/wiki/Trompa_de_Falopio
Vayapordioshombre... pues va a ser que también existe. Y eso que me costaba horrores aprobar anatomía (como la mayoría de mis novias pueden corroborar).
Vale, las trompas de falopio están en el útero... PUEDE QUE YO NO TENGA DE ESO...
¿Cómo que me he columpiado en un turno? Ni de coña. ¿Quién escribió post antes del de TDK? Aquí su seguro servidor. Por una cuestión de agendas, hicimos dos y dos, y ahora volvemos a la normalidad alternadora. Apaleao, pero cumplidor,¿eh?
El concepto "microgestos" me lo desarollará ud. un día de estos en un comentario de texto, ¿akesí? Pasmao m'ha dejao. Saludos.
Uy, Marcbranches: me da en la nariz que pretendes provocarme y no sé si caer en la tentación; cuando las cosas están escritas, tampoco hay que darle más vueltas: sólo leer.
Por cierto: lo de "goce priápico" es un oxímoron. De nada.
Sí que voy a desarrollarlo, sí; además, buscaré muestras visuales que ejemplifiquen el concepto.
Saludos.
p.d.: ¡bota! ¡se dice bota!
Como llego tarde, espero que a estas alturas ya se habrán terminado las dichosas fiestas de Sants, sin que el daño cerebral ocasionado por ellas haya sido excesivo (es que ya era lo que te faltaba, más daño cerebral), y que tus trompas de eustaquio, e incluso las de falopio, en el caso de que las tuvieras (oye, si tu dices que las tienes, quien soy yo para dudar de ti), funcionen todavía de forma aceptable.
A parte de esto, decir que comparto tu admiración por el gran Phillip Seymour Hoffman, uno de los actores más talentosos y versátiles de su generación, y la demostración de que no es necesario tener un físico espectacular para llenar la pantalla. Este tío es grande.
Por cierto, Josep, que me ha encantado lo de los microgestos.
Saludos!
Sólo por alusión directa de la señorita Hunt:
¿Qué es lo que te ha encantado, Laura? ¿Esa simple mención o el cumplimiento del requerimiento?
Saludos.
"es que ya era lo que te faltaba, más daño cerebral"... no sé a qué te refieres... eso sí, parece que al señor Josep no le has elevado lo suficiente el ego, y quiere más cepillo. Dale carretilla, anda.
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