El 24 de junio de 1947, un señor llamado Kenneth Arnold, piloto de aeroplano de Idaho, reportó a sus superiores su encontronazo con 9 objetos volantes inusuales sumamente brillantes haciendo eses cerca de Washington. No sólo no le encerraron en el sanatorio de Arkham, sino que pasó a la historia como el protagonista del primer avistamiento OVNI oficial. El cine, siempre sensible a las coyunturalidades de cualquier época, introdujo en su particular cóctel el fenómeno “que vienen los marcianos” junto al fenómeno “que vienen los rojos”, los agitó sin mezclar, y les salió un cóctel muy popular y característico de los años 50. La ciencia-ficción, que hasta entonces había sido un género prácticamente residual, implosiona en Hollywood a golpe de metáfora anticomunista más o menos velada. “Invasores de Marte”, “El enigma de otro mundo”, “Me casé con un monstruo del espacio exterior”, “La guerra de los mundos”... El argumento stándard de estos largometrajes nos habla de unos marcianos malísimos-de-la-muerte que invaden la Tierra (empezando siempre por los Yuesei, que tontos no son) para, en el mejor de los casos, tomarnos como esclavos y comernos la merienda, y, en el peor, destruir el planeta entero, ya que estamos. En contrapartida, honrosas (y, en algún caso, brillantes) excepciones, como “Vinieron del espacio”, en la que los marcianos sólo quieren reparar la avería de su nave (se nota que no conocen los talleres españoles) y marcharse; la multiversionada “La invasión de los ladrones de cuerpos”, toda una paranoia de la paranoia; o la que hoy nos ocupa, a cuenta de Mi Graciosa Majestad: “Ultimátum a la Tierra”, de la cual nos caerá en breve una maldición en forma de remake. Y yo con la manicura sin hacer.
“Ultimátum a la Tierra”, producida en 1951 por la Fox, y dirigida por el competente artesano Robert Wise, es una valiente y nada sutil alegoría pacifista que trata de alertar de los peligros del proceso armamentista (versión Hiroshima) en el que se estaban volcando las potencias mundiales. Eso sí, el mensaje contiene ciertos matices que luego comentaremos, si no se me hace tarde. El relato trata de un OVNI que aterriza, miratupordonde, en pleno Washington decé (los Yuesei son para los platillos volantes como el rojo para los toros), trayendo consigo a un extraterrestre con pinta de actor italiano neorrealista llamado Klaatu (Michael Rennie) y a un robot con casco de F-1, Gort (Lock Martin), que se presentan “en son de paz” (frase que suele acarrear grandes problemas). El alien, con toda su buena fe, pretende reunirse con los jefes de gobierno de todas las naciones para trasladarles un importante mensaje del que depende el futuro de la Tierra, pero el horno internacional no está para bollos. Así que Klaatu se escapa del hospital militar y alquila una habitación, como cualquier turista, e intenta montar una convención de científicos a través del reputado profesor Barnhardt (Sam Jaffe), y con la ayuda de Helen Benson (Patricia Neal, la mejor del reparto con diferencia) y el plasta de su hijo. Decíamos que la ciencia-ficción se encontraba prácticamente en estado de cigoto, sin haber adquirido todavía los rasgos icónicos que caracterizan a cada género cinematográfico, y eso se nota en “Ultimátum a la Tierra”, que durante gran parte de su metraje tiene hechuras estilísticas de cine negro. No así en su inicio, la descripción de la llegada a nuestro planeta de la nave espacial y la presentación de sus navegantes, en la que disfrutamos de unos efectos especiales bastante decentes y una estupenda banda sonora del maestro Bernard Herrmann a golpe de theremin; además, Wise utiliza sabiamente a los medios de comunicación y a su poder de convocatoria e influencia para suplir la falta de presupuesto (recordando, no sé si por casualidad, la versión radiofónica de “La guerra de los mundos” de Orson Welles), aunque, por otra parte, sabe jugar con los encuadres para realizar escenas de masas. El acto central de la narración sí adquiere, como señalábamos, ciertos rasgos del cine negro (el género americano por excelencia), y se nota en cierta sensación opresiva, fatalista, que transmite la cinta a través de la fotografía y la narrativa.
“Ultimátum a la Tierra”, producida en 1951 por la Fox, y dirigida por el competente artesano Robert Wise, es una valiente y nada sutil alegoría pacifista que trata de alertar de los peligros del proceso armamentista (versión Hiroshima) en el que se estaban volcando las potencias mundiales. Eso sí, el mensaje contiene ciertos matices que luego comentaremos, si no se me hace tarde. El relato trata de un OVNI que aterriza, miratupordonde, en pleno Washington decé (los Yuesei son para los platillos volantes como el rojo para los toros), trayendo consigo a un extraterrestre con pinta de actor italiano neorrealista llamado Klaatu (Michael Rennie) y a un robot con casco de F-1, Gort (Lock Martin), que se presentan “en son de paz” (frase que suele acarrear grandes problemas). El alien, con toda su buena fe, pretende reunirse con los jefes de gobierno de todas las naciones para trasladarles un importante mensaje del que depende el futuro de la Tierra, pero el horno internacional no está para bollos. Así que Klaatu se escapa del hospital militar y alquila una habitación, como cualquier turista, e intenta montar una convención de científicos a través del reputado profesor Barnhardt (Sam Jaffe), y con la ayuda de Helen Benson (Patricia Neal, la mejor del reparto con diferencia) y el plasta de su hijo. Decíamos que la ciencia-ficción se encontraba prácticamente en estado de cigoto, sin haber adquirido todavía los rasgos icónicos que caracterizan a cada género cinematográfico, y eso se nota en “Ultimátum a la Tierra”, que durante gran parte de su metraje tiene hechuras estilísticas de cine negro. No así en su inicio, la descripción de la llegada a nuestro planeta de la nave espacial y la presentación de sus navegantes, en la que disfrutamos de unos efectos especiales bastante decentes y una estupenda banda sonora del maestro Bernard Herrmann a golpe de theremin; además, Wise utiliza sabiamente a los medios de comunicación y a su poder de convocatoria e influencia para suplir la falta de presupuesto (recordando, no sé si por casualidad, la versión radiofónica de “La guerra de los mundos” de Orson Welles), aunque, por otra parte, sabe jugar con los encuadres para realizar escenas de masas. El acto central de la narración sí adquiere, como señalábamos, ciertos rasgos del cine negro (el género americano por excelencia), y se nota en cierta sensación opresiva, fatalista, que transmite la cinta a través de la fotografía y la narrativa.
Es indudable que la película ha envejecido mal, y no sólo por el aspecto formal de sus rudimentarios efectos especiales. El mensaje político-moral es de una ingenuidad casi entrañable; sin embargo, hay que situarlo en su contexto, a contracorriente de la moda imperante de identificar a los extraterrestres como los villanos de la historia, y evitando la metáfora o el requiebro metalingüístico. Robert Wise y sus guionistas dicen lo que quieren decir, sin ambages ni ambivalencias: como no tengáis cuidado con las bombitas, un día vamos a tener un disgusto, así que niño, deja ya de joder con la pelota. Es curioso, empero, que la mejor forma que se les ocurra para mantener la paz mundial sea la vigilancia externa, en forma de una suerte de policía interestelar: ¿acaso la película estaba patrocinada por la ONU, creada apenas seis años antes? Si es así, tuvo que compartir espacio publicitario con la Iglesia Católica. ¿Que no? Cierren esas bocas: quien no vea la evidente alegoría a Jesucristo en el personaje de Klaatu, con su muerte, su resurrección, su mensaje de paz antes de marcharse definitivamente, e incluso el apellido que elige para su pequeño periplo como ser humano (Carpenter, en inglés “carpintero”, como el papi de Jesús), que se compre unas gafas. Klaatu barada nikto.
13 comentarios:
A mi no me parece que haya envejecido nada mal, como ya dije en su momento.
Muy al contrario, creo que es de admirar la valentía de criticar abiertamente, en 1951, el uso de la energía atómica para acabar con vidas humanas por el gobierno del propio país.
Cierto que los efectos especiales son ya obsoletos, pero es lo que había: el semidios puertas a quien casi todos rinden admiración y devoción (viva gnu), ni siquiera habia salido del colegio.
La película no presenta a los extraterrestres como salvadores de nada; Klaatu, bajo la supervisión de Gort, ejemplar de guardián galáctico (de los de verdad), comparece en la Tierra para advertir de las consecuencias de proseguir con el mal uso de la energía.
Es decir, no vienen a salvarnos: vienen a decirnos que, si nos portamos mal, nos fulminarán, para evitar daños colaterales en la galaxia. Recuerda las palabras de Klaatu: Gort, él solito, puede acabar con el globo terráqueo, en un mal momento. Y los extraterrestes han creado a los robots para autolimitarse y crear armonía, sujetando sus pasiones.
Y, evidentemente, aciertan al aterrizar en los USA como única nación causante del holocausto japonés de apenas seis años antes.
Ciertamente, el apellido Carpenter se usó con toda la intención que indicas.
Que Wise aplique lecciones de Welles tampoco es tan extraño, visto que fue él mismo quien hizo el montaje de la celebérrima Ciudadano Kane.
Y Creo que Michael Rennie hace un buen trabajo, aportando la "humanidad" justa a un extraterrestre, con una interpretación muy contenida.
Por lo que hace al remake, hace cuatro días me enteré y todavía no me he repuesto del patatús: parece que este siglo XXI la cosecha va a ser mucho peor...
p.d.: como verás, la verborrea coincide con la foto... :-)
Todo lo que dices es cierto, sin que sirva de precedente. A mí me parece que sí que ha envejecido mal por las razones apuntadas en el post, que no invalidan ni mucho menos la propuesta. El mensaje tratado es simple e ingenuo, lo cual, que quede claro, no quiere decir desdeñable, y ya he apuntado la valentía de los responsables de la película al presentar una propuesta tan a contracorriente. Lo que pasa es que la ciencia-ficción no había adquirido aún sus propias pautas, y se nota en el tramo central de la película. Michael Rennie está correcto, pero quien se lleva la película de calle es Patricia Neal, que le da a su personaje una serenidad que tampoco era muy común en un personaje femenino de esa índole, que habitualmente se limitaban a pegar gritos y a asustarse convenientemente cada dos por tres. Su Helen mantiene la prestancia y el equilibrio durante casi todo el film, hasta que se encuentra con Gort y le da un patatús, claro... no me extraña, con esa pinta... Por cierto, ¿por qué todos los robots de la época tenían que moverse como si fueran Frankenstein con estreñimiento?
Y sin loro...
Creo que la ciencia ficción, en su vertiente más seria, está muy bien representada en esta obra. Ya sabes que el género literario se dedicó, a mediados del pasado siglo, a criticar el presente con tramas de un futuro lejano, en buena parte para alejar las tijeras censoras, usando las alegorías futuristas para retratar defectos del día.
En ese sentido, permíteme insistir que la película no ha envejecido, ni bien, ni mal.
Ahora bien, si se compara con lo que ahora comúnmente se conoce como ciencia ficción, bodrios del tipo Indpendence Day o, me temo, la secuela que van a perpetrar (con el hijo de Will Smith dando la lata), la cosa ya cambia.
Caso distinto sería compararla con Mars Attack, pero supongo que Tim Burton, de ser menos megalomaníaco, reconocería haber visualizado la presente muchas, pero que muchas ocasiones.
Lo de los robots, supongo que viene por la idea de presentarlos como acorazados, para resaltar su inmunidad a las armas de la época (todavía no se había inventado la espada láser) y, claro, con la falta de medios materiales (que no ideales, no hay más que ver los guiones y comparar), los pobres "actores" que los operaban, usualmente desde dentro, apenas podían moverse. Aunque supongo sabrás del magnífico robot motorizado de ....
Pues no, no te permito insistir...
Creo que cada uno tenemos una idea algo distinta de lo que significa "envejecer" bien o mal. Trato de ser justo con la película juzgándola en su contexto, y ya he comentado sus aspectos positivos. Creo que hoy se ve de otra manera, especialmente en lo que se refiere a su calado político, lo cual es absolutamente normal: estamos en otra época. Es lo que tiene cualquier obra de arte, no sólo el cine, que se cimente en la coyunturalidad. De todas maneras, compararla con "Independence day" me parece pelín ventajista... ¿Qué tal "2001", y entonces ya la liamos de verdad? "Mars attacks" es clarísimamente deudora de "Ultimátum a la Tierra", de manera de lo más explícita (véase aterrizaje de la nave), y no creo que Burton lo niegue.
Ojito con las referencias a la Santísima Trilogía, que te la estás jugando... ¿Ya has aprendido a decir "¡con muchaaaaaa marchaaaa!" en idioma sabateriano? Pues eso no es nada...
Estoy de acuerdoo con Marcbrantes que este "Ultimatum" ha envejecido, al margen de otros valores, que sí tiene esta peli.
Me parece un despropósito hacer un "remake" sobre ella. Está muy bien como está. Opino que reprresenta un período muy particular de la historia del cine y sobre todo de la "historia del mundo".
En otro orden de cosas, la simbología cristiana es tan ingenua que mejor ni mencionarla, al fin y al cabo ¿para qué?...¿Es eso relevante?
No tengo la menor duda de que, hoy por hoy, el mejor referente en el cine SF es sin lugar a dudas 2001.
Dejando de lado efectos especiales y demás, no creo que el mensaje de Ultimatum a la Tierra haya quedado desfasado, a pesar de su tratamiento ingenuo (era otra época, evidentemente). No es que haya un Holocausto nuclear a la vuelta de la esquina, pero el club atómico sigue con sus dimes y diretes. Por cierto, creo que Robert Wise se sorprendió de las connotaciones religiosas; no sé si será cierto, pero si le pasa a Rosendo...
En fin, como película en sí, me sigue pareciendo una maravilla, con ese theremin ululante, y esas mágicas palabras: Klaatu Barada Nikto!
Así me gusta, anro, dándome la razón infatigablemente. Lástima que lo estropees rebautizándome otra vez... acabarás uniéndote al "club del parche Elle Driver" que ha inaugurado Laura Hunt... La simbología cristiana de la película no hay que desdeñarla, puesto que se puede interpretar en clave católica desde el primer al últim plano. Y con esto enlazo a Mobius: no sé si Robert Wise se sorprendió de las connotaciones religiosas, pero el guionista Edmund North, el ideólogo de las susodichas, no lo comentó ni con los productores ni con Wise. Les metió un gol por toda la escuadra...
¡Oh dioses!¿Qué me pasa con MARCBRANCHES?....¿Lo escribí correctamente?....¡Cielos, qué angustia! ¿Tendrá la culpa el roncete de la mañana?...¡No, debe ser el canutito, ojo, por prescripción médica, que me soplé! ...To write rigth or to write wrong?...That's the question....
Debe de ser el jet-lag entre la hora canaria y la londinense... lo del canutito me explica muchas cosas, por cierto...
Mis carnavales, querido MARC-BRAN-CHES, es la explicación a todas mis veleidades lingüisticas con tu nombre. Iba a publicar una foto en mi blog para justificarme, pero he desistido del empeño ya que podría causarme daños colaterales.Por desgracia ya han terminado aunque es posible que todavía queden algunos coletazos en el
Sur que probablemente aproveche.
Un abrazote.
Yo esta la vi hace como un porrón de años... vamos, cuando yo era pequeña y era normal que un sábado por la tarde pusieran películas de este tipo por la tele.
Resumiendo, que la recuerdo muy vagamente, con lo cual no puedo entrar en el debate de si ha envejecido bien o mal... aunque bien mirado, casi que le voy a dar la razón a Marcbranches, y decir que ha envejecido mal, a ver si así me deja de una vez quitarme el dichoso parche este (aunque ya me estoy acostumbrando a llevarlo, no te creas)
En cuanto a Mars Attacks, a mi me quedó muy claro que Tim Burton homenajeaba a Ultimatum a la Tierra y otras películas de esa época, y no creo que tuviera ningún problema en reconocerlo, al igual que reconoció que Sleepy Hollow era su particular homenaje al cine de la Hammer, que tanto le gustaba de pequeño. La verdad es que no creo que Burton sea especialmente "megalomaniaco", o al menos a mi no me lo parece.
Chao!
Claro, anro, claro, ahora le llaman "carnavales" (¿un nuevo cóctel?)...
Laura, ¿cuando tú eras pequeña ya existía la tele? (Festival del humor con Marcbranches). Hablando ens erio, yo tampoco creo que Burton sea megalomaníaco al estilo Ridley Scott o James Cameron, otra cosa es que tenga su personalísimo sello, que infunde a todas sus películas y proyectos. "Mars attacks!" no se esconde de sus influencias, precisamente. Saludos.
Porque no me lo permites, que si no...
¿2001? Dejemoslo por ahora; cualquier día me pongo a explicar lo que me pareció -y me sigue pareciendo- ese souflé (o mejor digo: ¿buñuelo? )
Lo de la Santisima trinidad no lo pillo, porque el robot al que hago referencia es a la inagotable factoría de wisky de Forbidden Planet, que ya veo que no has visto... :-)
p.d.: lo que le dices a Laura merece una aplicación ad-limitum de tu propia medicina gotera.... aunque también Laura te haga la pelota.... para quitarse el parche....
Saludos.
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