Gasolina + zumo de naranja helado = el olor de la victoria...
Vi esta película en el cine con un amigo. Salimos razonablemente entusiasmados de la sala, nos había gustado la película, tenía un aire rupturista muy favorecedor, yestoylootro. Al cabo de unos días dicho amigo me llama y me dice, textualmente, si esa mañana me sentía muy fascista. Pues no, lo habitual, jajaja. Le pregunto a qué viene eso. Que resulta que la crítica de “El País” se ensaña con la película, y mucho. Bueno, pues vale, para gustos-etcétera. Pero es que además de eso, en la crítica dicen que a los que les ha gustado esa película son unos fascistas, unos memos, unos machistas, unos reaccionarios, unos terroristas, y nos gusta mearnos en las piscinas. Glups. Esta anécdota resume a la perfección lo que significó en su momento “El club de la lucha”, polémico y radical proyecto de David Fincher desde la novela homónima de Chuck Palahniuk, de la cual mantiene la esencia aunque se permite algunos cambios, incluido el final, que insólitamente es más radical en el largometraje. ¿Acaso el valor artístico de una película lo determina su toma de postura ideológica, si es que la hay, cosa que habría que discutir y mucho en este caso? Se abre el turno de palabra para... marcbranches (que para eso el blog es mío y...) (perdón, Alicia. Sí, lo siento, Alicia, en realidad el blog es tuyo, pero es que...) (perdón, Alicia). No me pasa ni una el sargento de hierro. Bueno, pues eso, inicio los ruegos y preguntas para hablar de... cine.
“Somos los hijos no deseados de Dios”. Esta afirmación de Tyler Durden (un Brad Pitt en su salsa) trata de definir ideológicamente el tono de la película, en la que imperan el nihilismo, la insurrección de bolsillo, la carencia de ideología como arma, la frustración como motor vital, la gamberrada como modo de expresión, la alienación como auténtico dictador del siglo XXI. Todo esto, mucho mejor tratado en la novela que en el film, donde muchas veces nos da la impresión de asistir simplemente a las travesuras de unos niños malcriados y con ganas de cabrear a los papis, pienso que es visto por Fincher con más distancia de la que la gente cree. Sus trucos pseudopsicológicos son incluso burdos (las apariciones de Tyler en fugaces planos al inicio del film), pero válidos para reconocer las desilusiones de cierta parte de una generación sin referentes ni enemigos. Tyler nos muestra, en su presentación al mundo, lo que somos, y lo hace a través del Narrador (no, no se llama Jack: Jack es el nombre que se utiliza en el artículo que habla de las vísceras en primera persona, y que el Narrador luego aprovecha), todo un ejemplo perfecto de la esclavitud del hombre moderno: las posesiones. Cuanto más posees, más dependiente eres y, por ende, menos libre. Así que, si despejamos la x, si no te queda nada, tu libertad será absoluta y para que no te quede nada, ¿qué mejor que unas buenas dosis de autodestrucción sin patrocinar? Todo muy profundo y nihilista, hasta que llega una mujer (“si tuviera un tumor lo llamaría Marla”) y lo estropea todo... ¿Dije que hablaríamos de cine?
El ritmo del film, desde los créditos, es extraordinario, y el pasado de Fincher en el mundo del videoclip, en este caso, juega a su favor, facilitándole hacer uso de diferentes técnicas (incluida la infografía) que le dan al film la necesaria sensación de caos y rebelión. Además, juega hábilmente con la sorpresa final, dejando casi invisibles pistas durante el largometraje, que sólo se alcanzan a observar en posteriores visionados. Fincher no se preocupa demasiado en disimular las debilidades de la propuesta (Tyler preconiza la ruptura de las reglas, pero... “La primera regla del Club de la lucha es...”), mostrando, si es necesario, la idiocia de los desgraciados que componen el ejército de Tyler (“¡Su nombre es Robert Paulson! ¡Su nombre es Robert Paulson!” Sí, lo entendieron perfectamente...), una panda de descerebrados que lo único que saben hacer en la vida, por lo visto, es recibir órdenes. El film, eso sí, no sería lo mismo sin la descomunal interpretación de Edward Norton, extraordinario desde esas ojeras permanentes y esa escualidez (tan lejana a la de cierta escena colgada recientemente por Alice la Directrice), transmitiendo al detalle los diferentes estados por los que pasa su personaje. Helena Bonham-Carter sale airosa de un personaje que no le pega en absoluto, y Brad Pitt se lo pasa en grande con su chulesco encantador de serpientes Tyler Durden, todo un McGyver del terrorismo de alpargata.
Vi esta película en el cine con un amigo. Salimos razonablemente entusiasmados de la sala, nos había gustado la película, tenía un aire rupturista muy favorecedor, yestoylootro. Al cabo de unos días dicho amigo me llama y me dice, textualmente, si esa mañana me sentía muy fascista. Pues no, lo habitual, jajaja. Le pregunto a qué viene eso. Que resulta que la crítica de “El País” se ensaña con la película, y mucho. Bueno, pues vale, para gustos-etcétera. Pero es que además de eso, en la crítica dicen que a los que les ha gustado esa película son unos fascistas, unos memos, unos machistas, unos reaccionarios, unos terroristas, y nos gusta mearnos en las piscinas. Glups. Esta anécdota resume a la perfección lo que significó en su momento “El club de la lucha”, polémico y radical proyecto de David Fincher desde la novela homónima de Chuck Palahniuk, de la cual mantiene la esencia aunque se permite algunos cambios, incluido el final, que insólitamente es más radical en el largometraje. ¿Acaso el valor artístico de una película lo determina su toma de postura ideológica, si es que la hay, cosa que habría que discutir y mucho en este caso? Se abre el turno de palabra para... marcbranches (que para eso el blog es mío y...) (perdón, Alicia. Sí, lo siento, Alicia, en realidad el blog es tuyo, pero es que...) (perdón, Alicia). No me pasa ni una el sargento de hierro. Bueno, pues eso, inicio los ruegos y preguntas para hablar de... cine.
“Somos los hijos no deseados de Dios”. Esta afirmación de Tyler Durden (un Brad Pitt en su salsa) trata de definir ideológicamente el tono de la película, en la que imperan el nihilismo, la insurrección de bolsillo, la carencia de ideología como arma, la frustración como motor vital, la gamberrada como modo de expresión, la alienación como auténtico dictador del siglo XXI. Todo esto, mucho mejor tratado en la novela que en el film, donde muchas veces nos da la impresión de asistir simplemente a las travesuras de unos niños malcriados y con ganas de cabrear a los papis, pienso que es visto por Fincher con más distancia de la que la gente cree. Sus trucos pseudopsicológicos son incluso burdos (las apariciones de Tyler en fugaces planos al inicio del film), pero válidos para reconocer las desilusiones de cierta parte de una generación sin referentes ni enemigos. Tyler nos muestra, en su presentación al mundo, lo que somos, y lo hace a través del Narrador (no, no se llama Jack: Jack es el nombre que se utiliza en el artículo que habla de las vísceras en primera persona, y que el Narrador luego aprovecha), todo un ejemplo perfecto de la esclavitud del hombre moderno: las posesiones. Cuanto más posees, más dependiente eres y, por ende, menos libre. Así que, si despejamos la x, si no te queda nada, tu libertad será absoluta y para que no te quede nada, ¿qué mejor que unas buenas dosis de autodestrucción sin patrocinar? Todo muy profundo y nihilista, hasta que llega una mujer (“si tuviera un tumor lo llamaría Marla”) y lo estropea todo... ¿Dije que hablaríamos de cine?
El ritmo del film, desde los créditos, es extraordinario, y el pasado de Fincher en el mundo del videoclip, en este caso, juega a su favor, facilitándole hacer uso de diferentes técnicas (incluida la infografía) que le dan al film la necesaria sensación de caos y rebelión. Además, juega hábilmente con la sorpresa final, dejando casi invisibles pistas durante el largometraje, que sólo se alcanzan a observar en posteriores visionados. Fincher no se preocupa demasiado en disimular las debilidades de la propuesta (Tyler preconiza la ruptura de las reglas, pero... “La primera regla del Club de la lucha es...”), mostrando, si es necesario, la idiocia de los desgraciados que componen el ejército de Tyler (“¡Su nombre es Robert Paulson! ¡Su nombre es Robert Paulson!” Sí, lo entendieron perfectamente...), una panda de descerebrados que lo único que saben hacer en la vida, por lo visto, es recibir órdenes. El film, eso sí, no sería lo mismo sin la descomunal interpretación de Edward Norton, extraordinario desde esas ojeras permanentes y esa escualidez (tan lejana a la de cierta escena colgada recientemente por Alice la Directrice), transmitiendo al detalle los diferentes estados por los que pasa su personaje. Helena Bonham-Carter sale airosa de un personaje que no le pega en absoluto, y Brad Pitt se lo pasa en grande con su chulesco encantador de serpientes Tyler Durden, todo un McGyver del terrorismo de alpargata.
Por cierto. La editorial de “El club de la lucha” (el libro) obligó a Chuck Palahniuk a cambiar los componentes de las fórmulas caseras que esparce por la narración. Todas fallan en un ingrediente. Así que, queridos niños, no os molestéis en intentar poner en práctica la que abre el artículo para sentiros el coronel Kilgore...
Soy la congénita timidez de Marcos.
7 comentarios:
Impresionante película, El Club de la Lucha.
Es curioso, en su día no fui a verla al cine porque no me atraía (en qué estaría pensando yo, hay que ver...), pero cuando salió en vídeo, un día la alquiló mi hermano. Se puso a verla con mi padre, pensando que sería una película de "peleas y puñetazos" y yo, que no tenía nada mejor que hacer, la vi con ellos: al final, a la única que le gustó fue a mi, vamos, es que más que gustarme, diría que me quedé alucinada con todo lo que contaba. No sabría explicar muy bien por qué me gustó, pero no me la quité de la cabeza en varios días. Volví a verla tiempo después y volvió a causarme la misma sensación. Me parece la mejor película de David Fincher: atrevida, valiente, ambigua... nunca he entendido por qué hay quien la califica de "fascista", la verdad.
Por cierto, Edward Norton está antológico en esta película, y Brad Pitt hace, probablemente, su mejor interpretación. Gran película, Marc, últimamente me estás acertando con el gusto (¿dónde te mando el jamón?)
¿El jamón? Apunta la dirección: Rúe del Percebe, 13, ático... No sé si es la mejor película de Fincher ("Seven" me parece magistral), pero se le parece. Es muy difícil argumentar el supuesto fascismo de la propuesta, yo tampoco lo veo por ningún lado. Es más fácil hablar de "anarquía", aunque diría que Bakunin está algo lejos...
Betote, ¿tú también, fan de Edward Norton? Salís de debajo de las piedras... Gracias por tu fidelidad. Que seas fan nuestro dice mucho de... tu buen gusto.
Gracias, Betote; a este paso vamos a necesitar un presidente de nuestro club de fans.
Regla número 1 del club de la linterna, marcbranches: "No faltar al respeto a Alice la directice"
No soporto esta película, me parecio horrible, más que mala, me parece que le puse un 1 en imdb, no le vi ni pies ni cabeza, mal interpretada, con un guión malísimo y unas interpretaciones horribles. La verdad que no la pude ni acabar de ver, me contaron el final y me pareció también muy malo, aunque eso debe ser cosa de la novela. Nunca he entendido que esta película guste a tanta gente, y además la tengan entre sus preferidas, pero claro, cada uno tiene sus gustos. No digo que la peli sea mala, solo digo que a mi me lo pareció, que quede claro. No veo que la película sea fascista ni nada por el estilo, al reves. Me gusta el cine violento, como mas violencia contenga mejor, asi que el problema tampoco es ese. Puede que el día que la vi no estuviera predispuesto, quien sabe, aunque la verdad que no me apetece nada darle otra oportunidad.
Saludos!
Iveldie, acabas de mostrar una de las características principales de esta película: no deja indiferente a nadie. En cuanto al final, no es el de la novela, así que la responsabilidad es de Fincher.
¿Recuerdas la escena de la autopaliza de Edward Norton, Alicia? Vete llamando a tus abogados...
A día de hoy, que por desgracia, practicamente todo se reduce a intentar conseguir un buen trabajo, que te permita que el banco te conceda un préstamo que te permita comprar un piso, que te obligue a seguir en ese trabajo hasta que te mueras, concediéndote muy de tarde en tarde el comprarte de vez en cuándo el último modelo de móvil, unos míseros días de vacaciones o un utilitario porque el que tenemos ya se cae a pedazos... me pregunto, gracias a esta película, ¿qué pasaria si todo lo que tenemos se fuera a la mierda y no tuvieramos ganas de empezar de nuevo? ¿y si decidiéramos vivir primitivamente haciendo lo que queremos cuando queremos y como queramos simplemente porque nos apetece? ¿y si quisieramos que todos tuvieran esa sensación e "hiciéramos desaparecer" sus más queridas posesiones? Esta pelicula es de las de verlas "cienes de veces" (que diría mi querido Sabina) y siempre le sacas algo nuevo, te hace pensar y eso... ya es mucho.
Fincher ofrece una clara critica a la sociedad de consumo en la que vivimos, llevada a cabo en un tono divertidamente gamberro pero combinado a la perfección con un toque de dramatismo sin el que este film no sería más que un desnudo ensayo de humor negro. Ese toque dramático unido a la feroz crítica que hace de la cultura materialista del mundo occidental y lo poco convencional de su desarrollo es lo que le valió su marginación en las salas de cine, su escasa comercialización y mala fama entre los supuestos críticos de cine que en la mayoría de los casos no la han entendido o no han querido entenderla. Imprescindible verla desde una perspectiva abierta pues, de lo contrario, podría parecernos excesivamente transgresora. Hay que estar muy atentos, también, a las imágenes subliminales, una licencia que se permite el amigo Fincher para rematar la obra.
"El Club de la Lucha" es un placer visual, especial atención merecen el montaje y el inteligente uso de los efectos especiales. Las interpretaciones y el desarrollo de personajes son magistrales. En definitiva, una película para pensar y que hace pensar, difícil de ver y que no todo el mundo comprenderá. En mi opinión es necesario más de un visionado, para no quedarnos solo en la superficie y ver más allá de lo aparente. De todas formas también se puede disfrutar de un modo más primario, aunque eso es perderse una de las mejores películas de los últimos veinte años. Y como dice Tyler Durden, utiliza jabón.
No somos nuestro trabajo. No somos nuestra cuenta corriente. No somos el coche que tenemos. No somos el contenido de nuestra cartera. No somos nuestros pantalones...Somos la mierda cantante y danzante del mundo
Si el tiempo vivido es largo, el índice de supervivencia para todos se reduce a cero
Si te despertaras a otra hora en otro lugar....¿te despertarías siendo otra persona?
Somos una generacion de hombres criados por mujeres, me pregunto si realmente otra mujer será la respuesta que necesitamos
No eres un bonito y único copo de nieve, eres la misma materia orgánica en descomposición que todo lo demás, todos somos parte del mismo montón de mierda...
Cuando la gente cree que te estás muriendo es cuando en verdad te escuchan, en lugar de estar esperando su turno para hablar.
De todas maneras, es una película que ha crecido en el imaginario de los cinéfilos de la época, y ha pasado por derecho propio a la categoría de película de culto. la idea con la que inicias el comentario, JR, es quizás lo más destacable ideológicamente del filme: la crítica al consumismo desproporcionado y redundante, y a la sacralización de un modo de vida estandarizado-Ikea al que se ha reducido la ambición de la mayoría de los jóvenes de hoy en día. El problema, quizás, es que propone un paquete de medidas que se quedan en la mera pataleta... Aparte, diría que se adivina, muy en el fondo, la confrontación capitalismo-socialismo, con sus carencias, virtudes y utopías varias... Pero esto ya es entrar en terreno político-pantanoso y eto es un blog de cine.
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