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EXPLOSIONES DE ADRENALINA



No se lo digáis a nadie, pero he conseguido sacarle a la Directrice un extra al presupuesto para entradas de cine de la Linterna. ¿Cómo? Tan sencillo como el valeroso, digno, sofisticado y extremadamente arriesgado procedimiento de sisarle las vueltas del dinero para las cremas antiarrugas (sí, lo he dicho en plural). Así pues, he podido pasarme el fin de semana en el cine calentando motores para la próxima ceremonia de los Oscars, una nueva edición de los apasionantes premios de la Academia que... Nah, no engaño a nadie. Menudo coñazo de oscars nos esperan este año. Como no salga Quentin a alegrar la ceremonia haciendo el helicóptero con Brad Pitt (y quien haya visto “Brüno” sabe perfectamente a qué tipo de “proeza” me estoy refiriendo), las cosa va a estar de lo más desaborida. Joder, es que va a ganar Sandra Bullock y no va a haber una policía o algo para detener el apocalipsis...

En esta línea de planicie que ha representado a la producción cinematográfica de este año, mucho menos interesante que la del anterior, nos encontramos con que “En tierra hostil”, la última película de la ya veterana Kathryn Bigelow, es una de las películas más premiadas de la carrera pro-oscar, y una de las grandes favoritas para dichos galardones, aunque hasta ella sabe que va a arrasar su monárquico ex-marido. Y uno sale de ver “En tierra hostil”, le da por reflexionar (sí, yo a veces reflexiono, Alicia, no te desmayes), y después de tan ímprobo esfuerzo intelectual, acaba concluyendo que esa película, disfrutable pero imperfecta y alejada de la grandeza, es un buen resumen de la temporada cinematográfica.

“En tierra hostil” es algo así como “La chaqueta metálica” sobre la guerra de Irak, sólo que no se le parece prácticamente en nada, excepto en una estructura episódica, por lo demás, mucho más acusada en el caso que nos ocupa. El largometraje nos presenta varias vicisitudes de un equipo artificiero americano en Bagdad, ya en la época posterior a la guerra, al frente del cual está una especie de perro de la guerra llamado William James (Jeremy Renner, que está bien, pero tampoco es para tanto reguero seminal como he llegado a leer), el gran protagonista de la historia. James es un extraordinario especialista en la desactivación de explosivos: arrojado, temerario, algo rebelde, sin aparente temor a la muerte; parece nacido para esa tarea, lo cual se podría afirmar en más de un sentido. Su devenir, y el de sus compañeros, está explicado en clave de convivencia y supervivencia, sin que haya tiempo ni ganas, ni por parte de los personajes ni por parte de la directora, de hurgar en los motivos de la situación creada. No hay, por tanto, apenas evolución dramática a través de los distintos episodios -excepto en el desarrollo final-, sino una certeza que ya queda clara desde el primer instante, con un texto innecesario que nos viene a decir que la guerra es una droga y provoca adicción. Y aquí el yonqui de la película es el sargento James, y, en ese sentido, no hay mucho más. Si acaso, alguna escena que muestra la enorme incapacidad para la comunicación que a veces tenemos los homo sapiens machos: cuanta más adrenalina a soltar, más primitivo es nuestro lenguaje. Para prueba empírica de dicho axioma, acérquese a un campo de fútbol cualquiera.

Queda establecido, por tanto, el escaso alcance transmisor de la propuesta (y que quede claro que no es una crítica, sólo es una apreciación; no hay obligación de ser antibélico en todas las películas bélicas). Estéticamente, la película es muy golosa. Aunque no inventa nada, y los perfumes de “Jarhead” o “Blawk Hawk derribado” se perciben en la atmósfera, las escenas de acción, o, mejor dicho, de suspense, están excelentemente rodadas, con un manejo de los tempos narrativos excelentemente utilizado. La Bigelow ha demostrado ser una directora con reaños que ha hecho lo que le ha dado la real gana, y ha dejado, por fin, su impronta en un film, después de demasiados intentos de manejarse entre géneros sin acabar de explotar su evidente nervio artístico. Aparte de algún hachazo demasiado brusco en transiciones entre episodios, poco se le puede reprochar; las escenas de las desactivaciones de bombas permiten oler el sudor de los soldados, y la persecución nocturna por las andrajosas calles de una Bagdad fantasmagórica provoca verdadero mal café.

En resumiendo, que es gerundio y me estoy yendo. “En tierra hostil” es un excelente ejemplo de género bélico, del cual, si no te rebozas demasiado en el evidente y necesario maniqueísmo (los yanquis son todos buenos, y cualquier ciudadano iraquí es un terrorista en potencia) y en la falta de vuelo de una propuesta que podría haber dado mucho más de sí, uno puede sacar una buena tarde de cine y adrenalina. Nada menos, pero tampoco nada más.

2 comentarios:

Diego Faraone dijo...

Totalmente de acuerdo Marc. Excelente entrada.

marcbranches dijo...

Gracias, Diego, y bienvenido.

En cuanto al anónimo, estoy de acuerdo con algunas de sus apreciaciones, y con otras difiero, aunque en matices. Creo.

 
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