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LAS MARIPOSAS SON LIBRES



Es curioso que algunos directores, a la que llegan a una cierta edad, de repente es como si rejuvenecieran, aunque es cierto que son casos muy poco frecuentes. Tenemos sin ir mas lejos a Sydney Lumet con Antes que el diablo sepa que has muerto, y también está William Wyler con El coleccionista.

Con ya mas de sesenta años, Wyler tenía una reputación más que consolidada como director; le ofrecieron dirigir Sonrisas y lágrimas (¿hace falta que recuerde lo que dijo Woody Allen sobre ella?) pero la rechazó por una novela de un joven escritor Para protagonizarla eligió a dos jóvenes actores británicos, prácticamente desconocidos. Terence Stamp y Samantha Eggar. Wyler y Stamp se entendieron a la perfección desde el primer momento, y llegaron al acuerdo de dejar de lado a Eggar y no tratarla demasiado bien, para que el sentimiento de indefensión resultara más real. Ella no lo supo hasta bastante más tarde (dichoso método Stalinlavski).

Frederick Clegg es un modesto empleado de banca aficionado a las mariposas, pero su vida cambia cuando gana una quiniela, es entonces cuando se le ocurre un plan: secuestrar a Miranda, una joven de la que ha estado enamorado desde niño, convencido de que cuando le conozca ella se enamorará también de él. Pero Miranda es más difícil de capturar que sus mariposas e intentará aprovechar la más mínima oportunidad para escapar.

Cuando una película se basa sólo en dos personajes, hace falta que estos tengan mucha fuerza para llenar todo el rato la pantalla sin que decaiga el interés, y en este caso los dos están perfectamente dibujados y diseccionados con la frialdad de un entomólogo. Frederick es solitario, retraído, su forma de sentarse en la habitación de Miranda denota su complejo de inferioridad y un único flash black nos muestra a sus compañeros de trabajo burlándose de él. Carece por completo de empatía y por eso cree que su plan funcionará y no entiende los intentos de fuga de su prisionera. Unas conversaciones sobre pintura moderna y la novela El guardián en el centeno dejan bien clara su mentalidad, totalmente distinta a la de la joven, y cuando lo comprende tan sólo puede reaccionar con agresividad, ya que no soporta que se burlen de sus deficiencias culturales. Atractivo, con cara de niño bueno, el espectador puede llegar a sentir simpatía por él (¿Quién no se ha sentido desplazado e inadaptado alguna vez? Además su objetivo no puede ser más romántico; aunque no sea amor en realidad, sino una obsesión, él cree que lo es), pero cuando menos lo esperamos nos muestra su cara menos amable, haciendo que nos avergonzemos por haberle compadecido.

Miranda es hermosa y está acostumbrada a ser el centro de la atención, aunque no es creída. Estudia arte y no recuerda que Frederick hubiera sido compañero suyo de escuela, ya que nunca se fijó en él. Ella comprende que es como una mariposa para él, un objeto bello al que quiere añadir a su colección.
Pese a sus intentos por escapar, está empezando a tener síntomas del síndrome de Estocolmo. La tensión sexual entre los dos es evidente desde el primer momento, pero él se obstina en respetarla, rechazándola cuando ella se ofrece a él, intentando mejorar su situación.

Dos magníficas actuaciones, aunque Stamp resulta ganador en la comparación. No está de más recordar que Almodóvar se basó en esta película y en Bus stop para Átame, lo que demuestra que no ha sido olvidada por las nuevas generaciones.

5 comentarios:

Laura Hunt dijo...

Hola Alicia!

Cuanto tiempo sin pasarme por aquí, hay que ver. El Coleccionista es una película que tengo pendiente, aunque a decir verdad tengo un vago recuerdo de haberla visto en la tele siendo pequeña. En fin, que poco puedo decirte, aunque tu comentario me ha despertado el intrés, así que habrá que intentar verla.

Por cierto, recuérdame que es lo que dijo Woody Allen sobre Sonrisas y Lágrimas porque llevo un rato intentando recordarlo y nada... para mi que estoy amnésica.

Chao!

alicia dijo...

Ya sabes que siempre eres bien recibida, Laura. Desgraciadamente El coleccionista no es una de esas películas que programen a menudo, pero vale la pena verla.
La frase de Woody Allen es que no le convencía la reencarnación si eso significaba volver a ver Sonrisas y lágrimas.

ANRO dijo...

Yo también andaba descolocado con la frasecita dichosa. Cierto que S y L es un chorro de empalagosa miel, pero tampoco hay que exagerar. En fin, "El Coleccionista" me ha impresionado cada vez que la he visto. El retrato del personaje masculino es tremendo y
el final te deja con una desazón ácida.
Terence Stamp se caracterizó por esa clase de personajes ambiguos y oscuros como en Teorema,o su primera aparición en pantallas como Billy Bud. Es un actor bastante olvidado al que hay que dedicarle algún post. Por supuesto que también a Shamanta Edgar, hoy en el limbo cinematográfico.
Un abrazote.

Josep Lloret Bosch dijo...

Ya sabes, Alicia, que me encanta esta película, tan claustrofóbica, dos personajes encerrados en una casona.

apuntar solo que Samantha no era al principio plato del gusto de Wyler, que, a los quince días de empezar los ensayos, la mandó a casa. Al no hallar sustitua por problemas de agenda, la aceptó, pero le colocó una especie de carabina en forma de asistente-consejera, naturalmente, a las estrictas órdenes de Wyler que, como bien indicas, la maltrató y ninguneó sin compasión para sacar de ella el mejor rendimiento.
Saludos.

alicia dijo...

Antonio yo sinceramente creo que con una vez que haya visto Sonrisas y lágrimas tengo suficiente y no pienso repetir nunca. Cierto que a Terence Stamp le iban los papeles magníficos, y aquí estuvo espléndido. De Samantha Eggar, aparte de la más que apreciable Odio en las entrañas no hizo nada de interés, y en la actualidad se dedica esporádicamente al doblaje.
Sabía que te gusta esta película, Josep. La primera opción de Wyler había sido Nathalie Wood, pero y la verdad es que no estoy segura de si lo habría hecho mejor.Samantha está muy bien, y además está guapísima (lástima que la trataran tan mal, pobrecilla, pero al menos los resultados fueron excelentes)

 
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