Estamos de centenario de nacimiento, y de alguien realmente especial, uno de los pocos directores hollywoodienses cuyo sello inconfundible no estaba en la forma de filmar, sino en la manera de hablar de sus personajes, porque hablar de diálogos inteligentes y brillantes es sinónimo de Mankiewicz.
Joseph Leo Mankiewicz fue un hijo de inmigrantes europeos que nació en Pennsylvania, hermano de Herman, guionista de Ciudadano Kane (buena herencia genética, la de esa familia).
Empezó como guionista, pasando a convertirse en productor de la Metro con películas como Historias de Filadelfia. La Fox le dió la oportunidad de dirigir, y lo hizo con El castillo de Dragonwyck,un refinado ejercio de estilo.
Dos de sus obsesiones personales fueron el psicoanálisis y el juego. Del psicoanálisis viene la profundidad psicológica de sus personajes, muy por encima de la media hollywoodiense de la época, que encontraría su culminación en De repente, el último verano, toda una sesión gore de psicoterapia en resplandeciente blanco y negro. El juego también estuvo presente en sus películas, convirtiéndose en un elemento dramático principal en Mujeres en Venecia y (especialmente) en La huella. Como él dijo “Me fascina la idea del juego y el hecho de que jugamos tanto tiempo que, al final, es el juego el que juega con nosotros.”
Ganó en dos años consecutivos el Oscar al mejor guión y mejor director por Carta a tres esposas y Eva al desnudo, algo que no ha vuelto a ocurrir. Arruinó a la Fox con Cleopatra (“un acto de prostitución plenamente asumido” , según él), pero ese fracaso no consiguió hundir su carrera. En su haber tiene una de las mejores adaptaciones cinematográficas de Shakespeare con Julio César, un musical tan moderno e innovador como Ellos y ellas o un western atípico como El día de los tramposos, por no hablar de las míticas Eva al desnudo o La condesa descalza.
Si Graham Greene le acusó de hacer propaganda americana con su versión de El americano impasible, en el Sindicato de Directores se enfrentó a Cecil B. de Mille por negarse a que los afiliados tuvieran que jurar lealtad anticomunista. Todo un maestro “demasiado intelectual” para su época, como dijo Kirk Douglas, que se despidió por la puerta grande con una obra maestra (otra más), como La huella. De verdad que sigue siendo un placer oir sus diálogos. De imaginármelo, creo que el personaje más cercano a él sería el que interpretó Humphrey Bogart en La condesa descalza: alguien sumamente brillante y de una inteligencia privilegiada, que mira desencantado el frívolo mundo del cine, pero no puede evitar amarlo.
Joseph Leo Mankiewicz fue un hijo de inmigrantes europeos que nació en Pennsylvania, hermano de Herman, guionista de Ciudadano Kane (buena herencia genética, la de esa familia).
Empezó como guionista, pasando a convertirse en productor de la Metro con películas como Historias de Filadelfia. La Fox le dió la oportunidad de dirigir, y lo hizo con El castillo de Dragonwyck,un refinado ejercio de estilo.
Dos de sus obsesiones personales fueron el psicoanálisis y el juego. Del psicoanálisis viene la profundidad psicológica de sus personajes, muy por encima de la media hollywoodiense de la época, que encontraría su culminación en De repente, el último verano, toda una sesión gore de psicoterapia en resplandeciente blanco y negro. El juego también estuvo presente en sus películas, convirtiéndose en un elemento dramático principal en Mujeres en Venecia y (especialmente) en La huella. Como él dijo “Me fascina la idea del juego y el hecho de que jugamos tanto tiempo que, al final, es el juego el que juega con nosotros.”
Ganó en dos años consecutivos el Oscar al mejor guión y mejor director por Carta a tres esposas y Eva al desnudo, algo que no ha vuelto a ocurrir. Arruinó a la Fox con Cleopatra (“un acto de prostitución plenamente asumido” , según él), pero ese fracaso no consiguió hundir su carrera. En su haber tiene una de las mejores adaptaciones cinematográficas de Shakespeare con Julio César, un musical tan moderno e innovador como Ellos y ellas o un western atípico como El día de los tramposos, por no hablar de las míticas Eva al desnudo o La condesa descalza.
Si Graham Greene le acusó de hacer propaganda americana con su versión de El americano impasible, en el Sindicato de Directores se enfrentó a Cecil B. de Mille por negarse a que los afiliados tuvieran que jurar lealtad anticomunista. Todo un maestro “demasiado intelectual” para su época, como dijo Kirk Douglas, que se despidió por la puerta grande con una obra maestra (otra más), como La huella. De verdad que sigue siendo un placer oir sus diálogos. De imaginármelo, creo que el personaje más cercano a él sería el que interpretó Humphrey Bogart en La condesa descalza: alguien sumamente brillante y de una inteligencia privilegiada, que mira desencantado el frívolo mundo del cine, pero no puede evitar amarlo.
5 comentarios:
Muy buena esa cronografía del grandísimo Mankiewicz, hoy olvidado cuando no vejado injustamente.
Déjame disentir respecto a Cleopatra: la culpa no fue suya: buena parte (la del león) la tuvieron el propio estudio y las veleidades de Liz y Richard, aunque luego a él, como Director, le tocó bailar con la más fea.
Esa frase suya la interpreto como un arrepentimiento tardío, por no haberlos mandados a todos al carajo, como debía haber hecho.
Aunque luego, Cleopatra no resulta tan mala como otras posteriores....
Saludos.
Uno de los grandes, sin duda, aunque como dice Josep, quizás hoy un tanto olvidado, muy injustamente. Por desgracia, las nuevas generaciones, por lo general conocen poco el cine clásico, y no deja de ser normal, porque tienen pocas oportunidades de ver este tipo de cine. Yo todavia recuerdo un ciclo que TVE le dedicó a Mankiewicz cuando yo era una chavalina, y lo vi entero y me encantó. Los críos de ahora no tienen ocasión de ver estas películas. Supongo que antes la tele si que era cultura. Ahora da verdadera pena (en su mayoría).
Ale, ya me he quejado.
Un saludo!
Yo tampoco creo que Mankiewicz tuviera toda la culpa del fracaso de Cleopatra, Josep, es cierto que influyó mucho la publicidad de la pareja Taylor/Burton, pero al final no resultó tan mala, como mínimo está ese soberbio Rex Harrison como Julio César, que no es poco.
Qué voy a decirte de los ciclos de TVE, Laura, ya hemos hablado largo y tendido de ellos y el de Mankiewicz estuvo muy bien ¿qué fue de esos programadores? Yo tampoco soporto la televisión actual, creo que ha llegado a un nivel tan bajo que es difícil de superar.
Uno de los grandes. Y una lástima que hoy en día, entre la nueva generación de cinéfilo, ya prácticamente nadie lo cite.
Según pude ver en un documental que figuraba como extra en uno de los DVD's de 'Cleopatra', esta producción de larguísima gestación, y no pocas dificultades, sí que mermarían su estado de salud para siempre. ¡Pobre Makiewicz! si hasta cayó enfermo!
Un abrazo.
Bueno, Carles, al menos hemos puesto nuestro granito de arena para que no caiga en el olvido. El rodaje de Cleopatra duró tres años, de modo que ya me imagino que sería agotador
Publicar un comentario