Ahora que todavía estamos con la resaca de las suculentas y pantagruélicas comidas de Navidad y aún no hemos terminado de digerir la última ración de turrones, seguro que mucha gente ya habrá pensado los propósitos del año nuevo y uno de los más frecuentes es el de perder algo de peso, ir al gimnasio, etc....Pues bien, siempre interesados por ser un servicio público, vamos da daros un empujoncito más para terminar de decidiros: Super size me.
Michael Moore ha cambiando la forma de plantear los documentales, haciendo que sean mucho mas entretenidos, directos, agresivos incluso, y claramente políticos. Su influencia ha sido mas grande de lo que podía parecer, y aquí tenemos a Morgan Sprulock, que sigue clarísimamente su estilo, aunque en lugar de enfrentarse a Bush (¡bye, bye!) ha buscado a un enemigo muy distinto, pero sumamente poderoso: McDonald’s.
El punto de partida del documental son unas demandas que presentaron unas niñas responsabilizando a las cadenas de comida rápida de sus problemas de peso, pero que fueron desestimadas por no poder determinarse la consecuencia directa de dichos establecimientos, de modo que Morgan Sprulock, para ver si es verdad o no, decide alimentarse un mes exclusivamente a base de productos de MacDonald’s, bajo la supervisión de tres médicos.
Nosotros, que nos orgullecemos de ser los principales usuarios de la maravillosa “dieta mediterránea”, debemos encontrar extraño lo que nos propone la película, pero no olvidemos que los EEUU tiene el mayor número de personas obesas por metro cuadrado y que son los creadores de la “comida basura”; de hecho el número de niños en nuestro país con sobrepeso ha aumentado considerablemente, así que no pensemos que no nos afecta para nada. Además, nuestro ritmo de vida hace que no comamos en casa o no tengamos tiempo para cocinar, por lo que en alguna que otra ocasión hemos tenido que recurrir a los establecimientos de comida rápida. Como dicen al comienzo del documental, los McDonald’s alimentan diariamente a 46 millones de personas, lo que equivale a la población de España (no sé qué me emocionó más, que mencionaran a nuestro país o que supieran situarlo en el mapa)
Muy acertadamente, Sprulock incide sobre todo en la repercusión que tiene este tipo de alimentación en los más pequeños, que son los más susceptibles a la avalancha de publicidad que les echan sobre ellos, y además ponen salas de juegos para que acudan a ellos. Ningún niño supo identificar un retrato de Jesús (al que curiosamente uno confundió con Bush ¿comooor?), pero todos sabían la vida y milagros de Ronald McDonald. Las empresas que se encargan de servir la comida en los colegios no se preocupan de que sea saludable y equilibrada y los colegios se rinden a la empresa que les haga la mejor oferta. Curiosamente, se mostraba el caso de un centro de niños problemáticos en el que se decidió servir comida sana y bajaron los conflictos y subió el rendimiento escolar. Casi parece mentira, pero ¿qué se pierde por probarlo?
Aunque los médicos que supervisaban a Sprulock desde el comienzo no creían que su cambio de dieta tuviera unos efectos excesivamente perjuidiciales, todos se sorprendieron al ver los resultados: fatiga, inapetencia sexual, depresión y un grave daño para su hígado. Pese a sus consejos de que lo abandonara y con un empeño casi masoquista, Sprulock siguió hasta el final. Además, al igual que Moore en Bowling for Columbine con Charlton Heston, intentó por todos los medios entrevistarse con el principal responsable de la cadena, sin resultado.
No debemos prescindir de un placer como la comida, pero tampoco cuesta nada tener un poco de sentido común: se ha de comer absolutamente de todo, pero con moderación, nada más que eso… Y ahora… ¿dónde está la bandeja de turrones?
Michael Moore ha cambiando la forma de plantear los documentales, haciendo que sean mucho mas entretenidos, directos, agresivos incluso, y claramente políticos. Su influencia ha sido mas grande de lo que podía parecer, y aquí tenemos a Morgan Sprulock, que sigue clarísimamente su estilo, aunque en lugar de enfrentarse a Bush (¡bye, bye!) ha buscado a un enemigo muy distinto, pero sumamente poderoso: McDonald’s.
El punto de partida del documental son unas demandas que presentaron unas niñas responsabilizando a las cadenas de comida rápida de sus problemas de peso, pero que fueron desestimadas por no poder determinarse la consecuencia directa de dichos establecimientos, de modo que Morgan Sprulock, para ver si es verdad o no, decide alimentarse un mes exclusivamente a base de productos de MacDonald’s, bajo la supervisión de tres médicos.
Nosotros, que nos orgullecemos de ser los principales usuarios de la maravillosa “dieta mediterránea”, debemos encontrar extraño lo que nos propone la película, pero no olvidemos que los EEUU tiene el mayor número de personas obesas por metro cuadrado y que son los creadores de la “comida basura”; de hecho el número de niños en nuestro país con sobrepeso ha aumentado considerablemente, así que no pensemos que no nos afecta para nada. Además, nuestro ritmo de vida hace que no comamos en casa o no tengamos tiempo para cocinar, por lo que en alguna que otra ocasión hemos tenido que recurrir a los establecimientos de comida rápida. Como dicen al comienzo del documental, los McDonald’s alimentan diariamente a 46 millones de personas, lo que equivale a la población de España (no sé qué me emocionó más, que mencionaran a nuestro país o que supieran situarlo en el mapa)
Muy acertadamente, Sprulock incide sobre todo en la repercusión que tiene este tipo de alimentación en los más pequeños, que son los más susceptibles a la avalancha de publicidad que les echan sobre ellos, y además ponen salas de juegos para que acudan a ellos. Ningún niño supo identificar un retrato de Jesús (al que curiosamente uno confundió con Bush ¿comooor?), pero todos sabían la vida y milagros de Ronald McDonald. Las empresas que se encargan de servir la comida en los colegios no se preocupan de que sea saludable y equilibrada y los colegios se rinden a la empresa que les haga la mejor oferta. Curiosamente, se mostraba el caso de un centro de niños problemáticos en el que se decidió servir comida sana y bajaron los conflictos y subió el rendimiento escolar. Casi parece mentira, pero ¿qué se pierde por probarlo?
Aunque los médicos que supervisaban a Sprulock desde el comienzo no creían que su cambio de dieta tuviera unos efectos excesivamente perjuidiciales, todos se sorprendieron al ver los resultados: fatiga, inapetencia sexual, depresión y un grave daño para su hígado. Pese a sus consejos de que lo abandonara y con un empeño casi masoquista, Sprulock siguió hasta el final. Además, al igual que Moore en Bowling for Columbine con Charlton Heston, intentó por todos los medios entrevistarse con el principal responsable de la cadena, sin resultado.
No debemos prescindir de un placer como la comida, pero tampoco cuesta nada tener un poco de sentido común: se ha de comer absolutamente de todo, pero con moderación, nada más que eso… Y ahora… ¿dónde está la bandeja de turrones?
11 comentarios:
Sin complejos a la bandeja de turrones. Aunque acabemos como Spurlock
Interesante documental, que aderezado con Fast Food Nation (el libro) a modo de ketchup le da a uno hambre, aparte de algo en que pensar.
Saludos
¡Venga ya, Alicia!...no seas ceniza que mañana tenemos un banquete de los que harán historia. No me detengo en detalles sobre el menú porque tal vez te entre el arrebato y te des el gustazo de tomar un avión destino Las Palmas...lo cual sería un placer para el personal.
No he visto el documental que comentas. Lo tengo en mis lista de pendientes, pero te aseguro que jamás he comido tan mal en mi vida como las dos veces que he cruzado el charco para visitar las américas de Bush. De los quince días que estuve el pasado mayo en NY solo un día comí decentemente. Fue en el Harri's Bar, pero me costó un pastón enorme.
Alicia, ha sido un verdadero placer compartir con ustedes dos este año cinematográfico que ya toca a su fin. El mejor deseo para el próximo será seguir compartiendo estos pequeños-grandes momentos de amistad virtual y que permanezcamos en este mítico yellow brick's road.
Un fuerte abrazote.
La alimentación es necesaria para el mantenimiento y desarrollo del espacio físico del SER. Comer con desmedida es atentar contra la salud del humano. Tal circunstancia esta planamnte desarrollada en EE.UU.
¡¡deseo invitarte a profundizar + en el coaching como disciplina de EMANCIPACIÓN!!
saludos
pacobailacoach.blogspot.com
Esperemos no acabar como Sprulock, Vivir Rodando, aunque por supuesto yo también me apunto a la bandeja de turrones.
¿Realmente te da hambre este documental, Möbius? Desde luego a mi me quitó las ganas de comer nuggets de pollo para siempre, como mínimo, aunque no deja de ser buena sugerencia.
Espero que disfrutes mañana de la comilona, Antonio (seguro que sí), pero si quieres te doy la lista de las delicatessen que he comido estos días, para que veas que no me he quedado corta.
Cierto que la comida de los Estados Unidos (como la de Inglaterra) tiene bastante que desear, lo que pasa es que no sabemos lo afortunados que somos porque nuestra cocina es la mejor del mundo.
El placer ha sido nuestro de compartir este año con vosotros, te lo aseguro. Seguriemos siguiendo el camino de baldosas amarillas.
Bienvenido, Coach. Para mi comer es uno de los placeres de la vida, pero por supuesto lo importante es que sea equilibrada y moderada. Aún así, me encantan los excesos de estos días, ya que tan sólo es eso, unos días.
Pues de momento no he visto el documental de Sprulock, pero me parece que es de sentido común que todo en exceso llega a ser malo, y evidentemente si solo te alimentas de un tipo de comida acabarás mal, sean hamburguesas o fabada... a mi me parece un poco exagerado el que un obeso demande a McDonalds como culpable de su obesidad, porque digo yo que nadie le obliga a comer allí todos los días. En fin, supongo que lo de demandar es muy americano.
Dicho esto, estoy de acuerdo contigo en que comer es un placer, pero los excesos de estos días son.... excesivos. En cuanto se acaben las fiestas me pongo a dieta (como cada año, jajajaja...). Eso si, mañana a cenar bien y a dar buena cuenta de la bandeja de turrones.
¡Feliz Año!
Cierto que de entrada parece exagerada la demanda, Laura, y que es una tradición muy americana, pero viendo el documental no parece tan descabellado, porque, por ejemplo, que fomenten los tamaños grandes de refresco, patatas y hambuerguesa innecesariamente, contirbuyen a ello. Pero mañana a disfrutar de la cena y pasado de la comida de año nuevo, que es lo importante.
No he visto ese documental y, sinceramente, me interesa poco.
Soy un convencido de las delicias gastronómicas y dietéticas de nuestra forma de comer: prefiero un bocadillo en un bar a meterme en un McDonalds, que jamás he pisado.
Me niego a someterme a esa presión mercantilista que atenta a nuestra cultura autóctona: los americanos nos pueden enseñar a hacer cine, pero jamás de los jamases a cocinar.
Feliz año nuevo para tí, Alicia, y para tu compañero Marcbranches.
Tienes toda la razón, Josep. Los americanos sabrán hacer cine, pero lo que es cocinar, ná de ná. Feliz año.
Hace ya bastante vi este documental, muy interesante. Yo hace como cinco años que apenas pruebo la comida basura. Además, me he hecho un cocinero de primera y tambien repostero y otra cosa no, pero alimentarme, me alimento bien. El problema con la comida basura lo van a sufrir, me temo, las próximas generaciones, ya que sus padres no sabrán lo que es comer en condiciones y no serán capaces, por tanto, de inculcarles buenas costumbres en la alimentación. Esto es como una bola que va creciendo poco a poco. Ya verán. Si yo he visto a un crío echar ketchup en las lentejas, vive dios :/
Yo he heredado de mi madre el gusto por la comida mediterranea, los productos frescos y la importancia de la alimentación y mis hijos, cuando los tenga, ya me encargaré de que no pisen las hamburgueserías.
Saludos.
Antes que nada te felicito, Anchiano, y ojalá hubiera más hombres como tú. Estoy totalmente de acuerdo contigo en que el problema será sobre todo para las generaciones futuras; entre que la gente ahora no tiene tiempo para cocinar o no sabe, muy poco pueden enseñar a las nuevas generaciones.
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