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EL CALOR DEL AMOR EN UN BAR


Y se abrieron los cielos, y los serafines sacaron sus arpas a pasear: se ha estrenado, por fin, en España, “My blueberry nights”. Felicidades a Vertigo Films, y, por ende, a todos los distribuidores patrios por este magno acontecimiento, prueba inescrutable de que, por lo menos en lo que se refiere a la cosa del cine, Ssssssssssspañavabien. Ahora ya solo falta estrenar, y sé que estoy elevando el listón de exigencia hasta límites inhumanos, “I'm not there”, y el universo gafapastil hibernará satisfecho durante unos meses (hasta que se estrene la próxima película del “anciano pero joven de espíritu” Manoel de Oliveira) sin dar la brasa. Venga-va, un esfuercito más.

La expectación que despertó “My blueberry nights” entre la cinefilia en su momento fue descomunal, quizás por ser su primer proyecto con actores americanos y británicos de prestigio; su accidentada presentación en Cannes dio tanto que hablar, a priori, que un poco más y, para poder inaugurar con la película de WKW (a.k.a. Wong Kar Wai, pero cada vez menos), retrasan el festival hasta Navidad.Visto, por fin, el largometraje, se hace necesario decir que tampoco había para tanto. Ni el filme es el Segundo Advenimiento, ni, tengo la impresión, WKW pretendía que lo fuese, a pesar de las habituales acusaciones de grandilocuentismo (=grandilocuencia+cuentismo) que recibe el director hongkonés, y que se han multiplicado con este pastel de arándanos, más suave y digerible de lo que en principio cabía esperar. Wong Kar Wai justifica su fama de trabajar sin guiones estructurados con una(s) historia(s) sin demasiados recovecos ni requiebros, que cruza por los sentidos y el cerebro del espectador como esa música de jazz a medio tiempo que impregna la cinta. Se podría decir que “My blueberry nights” es tan bonita y vacía como una canción de Norah Jones. Se podría.

WKW es un manierista consumado, un explotador de los sentidos, y a estas alturas del partido, sus cartas artísticas están más que descubiertas. Combina de manera extrañamente precisa el sentido estético oriental con el desatado melodrama sentimental latino: sus películas son boleros taiwaneses, o rancheras interpretadas por Björk. Sin embargo, en su primera experiencia anglosajona, el esteta Wai ha decidido aligerar el peso dramático de su narración y permitir que el neón, las paletas de colores saturados y la cámara lenta tomen un protagonismo más contemplativo que narrativo; al contrario que en anteriores filmes, la historia nunca se llega a desbordar de aliento lírico, siempre parece mantener un pie en el suelo de la realidad. Sólo un pie. “My blueberry nights”, argumentalmente, es el relato de Elizabeth, (Norah Jones, mejor de lo que se podría pensar a priori) una chica engañada por su novio, que hace un viaje por los bares, garitos y casinos de América para encontrarse a sí mismablablabla, y en el que sus encuentros con personas más en el abismo que ella le facilitan el reinicio de su vida, con diferentes expectativas, y quizás un poco más sabia, o no. Contrariamente a lo que estábamos acostumbrándonos con WKW, las metáforas con las que juega la película son más verbales (el pastel de arándanos, las llaves perdidas) que visuales, y buena parte de las mismas son puestas en boca de Jeremy (Jude Law, sooooooooooooooo charming), el receptor de las cartas-miqueridodiario de Elizabeth. El entorno visual es el acostubrado en WKW, aunque el director de fotografía no: pasamos de Christopher Doyle al gran Darius Khondji, que tiene la oportunidad de lucirse a gusto sin que su paleta de colores y sombras parezca, en ningún momento, artificiosa. Quizás ese sea el mayor logro estético del filme: todas esas bellísimas imágenes, esos planos subrepticios detrás de objetos, esas cámaras recónditas, esos neones urbanos que siempre encajan tan bohemios cuando se acompañan con el ruido de coches y de un par de peatones nocturnos, enmarcan con enorme naturalidad la narrativa del geniecillo de Hong Kong.

“My blueberry nights” carece de la sordidez existencial de “Happy together” o “Chungking express”, el frágil manierismo de “In the mood for love” o la criptografía sentimental de “2046”. La densidad emocional de los conflictos presentados no llega a los cúlmenes antes citados; la narración se pasea plácida, apacible, por la película, a pesar de que no faltan momentos de crudeza de vísceras. Y quizás ese sea el mayor problema de esta película. Potencialmente, la historia más prometedora es la que protagonizan el policía borrachuzo de David Strathairn (oficialmente, un grande) y una Rachel Weisz más femmefatalesca que nunca, hermosísima, que tiene su gran momento de gloria en un monólogo desgarrado que, sin embargo, no desgarra, no te prensa el corazón hasta dejarlo como carne picada. Quizás sea porque no da tiempo suficiente para empatizar con los personajes; el caso es que le falta un hervor emotivo a esta película, que acaba encontrándose más cómoda en el pelín vulgar personaje de Natalie Portman, una jugadora de póker tan acostumbrada a jugar con faroles que es incapaz de ver una buena mano. Aun con sus carencias y limitaciones autoimpuestas, “My blueberry nights” es una película que merece la pena verse. Japikrismas.

5 comentarios:

Josep dijo...

Güenas: Da la sensación que el director ha rebajado un poco la forma de encarar las relaciones amorosas, quitándoles dramatismo, excepto en una, al tiempo que se adecúa a un subgénero tan americano como es la road movie, con una ligereza apropiada -creo- a la mayoría del espectador estadounidense.

p.d.: en la lista de olvidos te dejas la de "nuestro amiguito Kenny..." :-)

Bon Nadal.

Anónimo dijo...

Como siempre, o casi, me parece fenomenal este comentario que hoy dedicas a una peli que me ha gustado bastante.
El amigo Josep me animo a verla y la verdad no me decepcionó, aunque me pareció que le faltaba un pelín de garra, pero al mismo tiempo tuve la sensación dulce del pastel de arándanos.
Para mí, la mejor de la función fué Rachel Weisz, pero la Natalie no le fue en zaga.
Norah Jones cumplió con lo que se esperaba de ella.

Hombre, Marcbranches, no seas tan frío con ese seco Japikrismas. Ten un pelín de espíritu de Nadal catalán....¿como se dice en tu tierra, Bon Nadal?

marcbranches dijo...

Joxep, de acuerdo con tu comentario. Parece una película cocinada para un gusto más occidental y, en concreto, más estadounidense, siempre dentro de la "modernidad" exigida. Aún así, es disfrutable. Y sí, he olvidado a Kenny: ya estais la Directrice y tú para recordar persistentemente el ninguneo de mr. Thor (esa sí que se estrenará, no te preocupes)...

Anro, ¿espíritu de Nadal yo? ¿Yo? ¿Ar yu tokin tu mi? Pero si yo soy Mr. Scrooge, el Grinch y Jack Skellington juntos... Bueno-va, que no se diga: Bon Nadal y Feliç Any Nou a tothom.

Anónimo dijo...

Es curioso, los dos hemos relacionado la forma de rodar de WKW con la música y es que es una película que se asimila más a través de los sentidos que del cerebro, más pasional que racional y por eso tiene más papeletas para aburrir a un gran grueso del espectador, acostumbrado a narraciones más lineales.

Feliz navidul.

marcbranches dijo...

Por supuesto que es más sensorial que intelectual el estímulo que propone WKW, y eso puede provocar bostezos. También ocurre con "In the mood for love", de la que hay mucha gente que dice que no ocurre nada. Lo que pasa es que aquella era más sofisticada, y el conflicto sentimental, por reprimido, era más epidérmico. En este caso, es una película sentimentalmente más plácida. Saludos y bon nadal.

 
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