A veces el destino se empeña en circular por unos raíles determinados y enviar señales bien sonoras para que todo el mundo celebre su llegada. En 1895 nacen el cine, por un lado, y Buster Keaton, por otro. Este dato puede parecer insuficiente para ponerse a teorizar sobre “las cosas del destino”, pero, si lo acompañamos con el nombre de su padrino (y la persona que apodó “Buster” a un niño prosaicamente llamado Joseph Francis), un tal Harry Houdini, convendrán los blogespectadores que el niño estaba destinado a perdurar en el universo artístico. Descubiertas sus habilidades para la comedia física por Fatty Arbuckle, inició su carrera cinematográfica en 1917, y muy pronto se interesó por las características técnicas de aquel nuevo arte (hasta el punto de deshacer una cámara de cine para conocer mejor su funcionamiento, toda una metáfora). Cuando Fatty dejó de hacer cine debido a sus problemas con la justicia, Buster comenzó a apoderarse del control creativo de sus películas, y su fama se multiplicó exponencialmente. Los años 20 fueron suyos, situándose a la altura cómica de Harold Lloyd y Charles Chaplin, y a la popular de Rodolfo Valentino y Douglas Fairbanks. Su secular cara de palo y su arrojo a la hora de filmar escenas de riesgo físico (se llegó a romper el cuello en “El moderno Sherlock Holmes”) arrasaron entre el público, aunque, curiosamente, su cenit artístico llegó con un film que fue, en su momento, un auténtico fracaso comercial: “El maquinista de la General”. En los años 30 la MGM compró su productora y Keaton se hundió en un ocaso imparable del que no se recuperó hasta los 50, cuando sus pequeños papeles en “El crepúsculo de los dioses” y “Candilejas” le devolvieron el interés de público y crítica por su antigua obra, hasta su fallecimiento en 1966. Buster Keaton ha perdurado como el cómico mudo del gafapastismo, tal que casi siempre ha salido vencedor de minorías en un imaginario combate artístico con Charles Chaplin, del que muchos sectores recelaron siempre por su sensiblería y su megalomanía. Y lo que más ha perdurado de Keaton ha sido su maquinista. Pasajeros al tren.
“El maquinista de la General” está basada en un hecho real ocurrido durante la Guerra de Secesión americana, aunque vista la película parezca mentira. Curiosamente, la primera decisión argumental de Keaton al respecto de la historia fue cambiar la camiseta del jugador protagonista: al contrario que la historia real, su maquinista pertenecía al bando sureño (los “malos” para el público yanqui, quizás aquí empezó el fracaso del film). El film cuenta la historia de un maquinista de tren (“La General” del título), Johnnie Gray (Keaton), que pretende alistarse en las tropas sudistas para impresionar a su chica Annabelle (Marion Mack, con cara de actriz de cine mudo, como todas las de su época). Pero es rechazado por el ejército, y consecuentemente por su novia. Un año después, un grupo de unionistas se apodera de “La General”, en la que, sin saberlo Johnnie, viajaba Annabelle, la cual es secuestrada. Johnnie se dedicará, a golpe de heroicidades, insensateces y trastabillazos, a rescatar a los dos grandes amores de su vida. La película tiene un desarrollo narrativo admirable, muy fluido, muy poco común para una comedia de ese tipo, que en aquella época hacía predominar el gag muy por encima del pespunte argumental. En “El maquinista de la General” no es así, todo va engarzando con sensatez, sentido del ritmo y brochazos de adelantada genialidad (véase cómo Keaton convierte el recurso humorístico del agujero realizado en el mantel de la mesa donde se esconde, en un recurso narrativo que le permite descubrir el paradero de su amada). El ingente presupuesto del film (Keaton desparramó miles de dólares, y se nota: ojo a las escenas de masas, al descarrilamiento de trenes y a la batalla final) y su predisposición a realizar todas las escenas de riesgo le permiten mostrar un naturalismo raramente visto en la cinematografía del momento; Buster Keaton, como el algodón, no engaña: los trenes son de verdad, los paisajes naturales son reales, y las galletas que se pega, también. Esto le permite realizar magníficos travellings laterales, situar la cámara en la parte trasera o delantera de “La General”, y jugar con ese invento que tanto le fascinaba (mención honorífica para la secuencia en la que las bielas del tren se mueven mientras Buster está sentado en ellas). Su Johnnie Gray, por otra parte, es un antihéroe de corte moderno, que combina arrojo insensato con un estigma de perdedor superviviente que se ve reflejado a la perfección en su hieratismo ante el despeñamiento de calamidades que sufre durante la película.
Por otra parte, es curioso comprobar un par de aspectos que harían de este film una obra políticamente incorrecta hoy en día. De un lado, cierta escena en la que, mientras Johnnie se deshueva buscando madera para la máquina, Annabelle... se pone a barrer el suelo de la locomotora. Del otro, el motor argumental que desencadena el conflicto, el alistamiento en el ejército como concepto heroico y de prestigio, algo que hoy en día zarandearía sensibilidades contrapuestas. Dejando de lado coyunturalidades, “El maquinista de La General” fue un film adelantado a su tiempo, un incomprendido homenaje a un arte aún en expansión que se saltó varias generaciones hasta conseguir la categoría maestra que su público le había negado. Finalmente, y por una vez, Buster Keaton rió el último.
“El maquinista de la General” está basada en un hecho real ocurrido durante la Guerra de Secesión americana, aunque vista la película parezca mentira. Curiosamente, la primera decisión argumental de Keaton al respecto de la historia fue cambiar la camiseta del jugador protagonista: al contrario que la historia real, su maquinista pertenecía al bando sureño (los “malos” para el público yanqui, quizás aquí empezó el fracaso del film). El film cuenta la historia de un maquinista de tren (“La General” del título), Johnnie Gray (Keaton), que pretende alistarse en las tropas sudistas para impresionar a su chica Annabelle (Marion Mack, con cara de actriz de cine mudo, como todas las de su época). Pero es rechazado por el ejército, y consecuentemente por su novia. Un año después, un grupo de unionistas se apodera de “La General”, en la que, sin saberlo Johnnie, viajaba Annabelle, la cual es secuestrada. Johnnie se dedicará, a golpe de heroicidades, insensateces y trastabillazos, a rescatar a los dos grandes amores de su vida. La película tiene un desarrollo narrativo admirable, muy fluido, muy poco común para una comedia de ese tipo, que en aquella época hacía predominar el gag muy por encima del pespunte argumental. En “El maquinista de la General” no es así, todo va engarzando con sensatez, sentido del ritmo y brochazos de adelantada genialidad (véase cómo Keaton convierte el recurso humorístico del agujero realizado en el mantel de la mesa donde se esconde, en un recurso narrativo que le permite descubrir el paradero de su amada). El ingente presupuesto del film (Keaton desparramó miles de dólares, y se nota: ojo a las escenas de masas, al descarrilamiento de trenes y a la batalla final) y su predisposición a realizar todas las escenas de riesgo le permiten mostrar un naturalismo raramente visto en la cinematografía del momento; Buster Keaton, como el algodón, no engaña: los trenes son de verdad, los paisajes naturales son reales, y las galletas que se pega, también. Esto le permite realizar magníficos travellings laterales, situar la cámara en la parte trasera o delantera de “La General”, y jugar con ese invento que tanto le fascinaba (mención honorífica para la secuencia en la que las bielas del tren se mueven mientras Buster está sentado en ellas). Su Johnnie Gray, por otra parte, es un antihéroe de corte moderno, que combina arrojo insensato con un estigma de perdedor superviviente que se ve reflejado a la perfección en su hieratismo ante el despeñamiento de calamidades que sufre durante la película.
Por otra parte, es curioso comprobar un par de aspectos que harían de este film una obra políticamente incorrecta hoy en día. De un lado, cierta escena en la que, mientras Johnnie se deshueva buscando madera para la máquina, Annabelle... se pone a barrer el suelo de la locomotora. Del otro, el motor argumental que desencadena el conflicto, el alistamiento en el ejército como concepto heroico y de prestigio, algo que hoy en día zarandearía sensibilidades contrapuestas. Dejando de lado coyunturalidades, “El maquinista de La General” fue un film adelantado a su tiempo, un incomprendido homenaje a un arte aún en expansión que se saltó varias generaciones hasta conseguir la categoría maestra que su público le había negado. Finalmente, y por una vez, Buster Keaton rió el último.
13 comentarios:
Excelente comentario, Marcbranches, con el que estoy totalmente de acuerdo excepto en una cosa:
Los más ancianos de mi familia, que ya se acercan a los noventa, siempre han alabado a Keaton y especialmente a su trabajo en esa película.
Quizás en Europa tuvo más éxito que en U.S.A., y en ello también fue un adelantado a su época.
Saludos.
Josep, gracias. por supuesto, yo me refería al recibimiento generalizado que tuvo el USA, puesto que bien imagino que su distribución internacional fue, como mínimo, lenta. Parece que en Europa siempre hemos entendido mejor a los cómicos americanos (Allen, Jerry Lewis, Keaton) que los propios yanquis...
¡Qué recuerdos de la infancia... y qué gran película!.
Por cierto, yo también he sido más de Keaton (incluso de Lloyd) que de Chaplin.
Nos leemos.
Alberto Q.
www.lacoctelera.com/traslaspuertas
La aparición de Keaton en "Candilejas" es muy acertada. Creo que Chaplin le dio un justo homenaje a su trayectoria.
"El maquinista..." no está mal. Yo la vi un par de veces y me gustó, pero tampoco la veo una obra absolutamente maestra como algunos nos quieren hacer ver. Me quedo con cualquiera de Chaplin, aunque reconozca la calidad artística de Keaton.
Saludos, buen post.
Genial, Buster Keaton. Por desgracia, no he tenido ocasión de ver muchas de sus películas, cosa a la que tendré que intentar poner remedio, pero de las pocas que he visto, una es El Maquinista de la General, que me parece una maravilla. Hace tiempo que no la veo, pero por lo que recuerdo, es divertidísima, y todo en ella funciona con la precisión de un reloj.
En cuanto a ese "duelo imaginario" entre Chaplin y Keaton, yo me declaro chapliniana hasta la médula. Bien es cierto que la filmografía de Chaplin la conozco mucho mejor que la de Keaton, ya que he visto todos sus largos y muchos de sus cortos, pero lo cierto es que, por mucho que me gusten las películas de Keaton que he visto, ninguna de ellas me ha impactado ni emocionado tanto como el cine de Chaplin. Supongo que será, en parte, cuestión de gustos, pero descartar el cine de Chaplin por sensiblero que, como dices, es algo de lo que siempre le han tachado algunos, me parece injusto, y que es quedarse en lo superficial.
De todas formas, que viva el cine de Chaplin y el cine de Keaton, y estemos agradecidos de poder disfrutar de las grandes películas que nos dejaron los dos.
Chao!
Siempre he sido un fan de de Buster Keaton y de Harold Lloyd, incluso por delante del genial Chaplin. "El maquinista..." me parece una verdadera joya. Es divertida desde el principio hasta el final... y es una verdadera proeza, sobre todo teniendo en cuenta que en aquella época los efectos tenían poco de 'especiales' ya que eran los propios actores los que se jugaban el físico.
Por cierto, has nombrado la película "Candilejas", un film (un dramón en toda regla) con una escena memorable, descacharrante, con Keaton y Chaplin en el escenario. La escena no tiene desperdicio.
PD- Dicen (no sé si forma parte de la leyenda)que su estudio no le permitía por contrato sonreir a Keaton en sus películas. Su gracia estaba precisamente en cómo recibía con estoicismo, sin inmutarse, todo lo que se le venía encima.
Hola a todos. ¿Hatt, recuerdos de tu infancia? Eres mayor de lo que pensaba... En cuanto a los chaplinistas Alberto y Laura, pues diría que tampoco es muy justo compararles. A fin de cuentas, Chaplin siempre fue mucho más ambicioso artísticamente que Keaton, en el sentido de que Buster se ciñó a la comedia, y Chaplin quiso, y consiguió, abarcar mucho más. Si de comedia hablamos, yo, de los dos, me quedo con... Harold Lloyd. Era el que más me gustaba de pequeño. Hoy en día, siendo como soy un amante de la comedia dialogada, no disfruto tanto del cine mudo como otros.
J.A. Pérez, se han cruzado nuestros mensajes, pero el anterior vale también para el tuyo, incluyendo la referencia a Harold Lloyd. Yo también he leído la leyenda de la prohibición de sonreir para Keaton, supongo que fue en la época en que Buster ya no tenía el control de sus películas. Saludos.
un viejo clasico inmortal...!!!
una maravilla de cine...
Bienvenido al pisito, psicodeliazombie (vaya nombrecito...). "El maquinista de La General" es una película que suele aparecer en todos los listados de "Mejores películas de"; la unanimidad al respecto de esto indica su grandeza.
Excelente reseña, como de costumbre, compa Marc. Eso sí, en lo que se refiere a la peli, va destinada a engrosar la relación de títulos con que voy nutriendo una horrenda sección de mi blog, de la que, por vergüenza, ni daré siquiera el nombre (espero que, visto lo visto últimamente, no me termineis cobrando comisión por ello...).
Un abrazo.
¿qué se puede decir de El maquinista de la general que no se haya dicho ya?, es una obra maestra como la copa de un pino. Una comedia brillantísima en la que absolutamente todo encaja con la precisión de un reloj.
La comparación con Chaplin me parece injustificada, ya que ambos eran muy diferentes , y sus películas por supuesto también. Yo creo que lo mejor es quedarse con los dos y disfrutar de las películas de ambos.
Manuel, tu sección "Las que no he visto" (ya la nombro yo, no te preocupes) se va hacer famosa por las películas que NO has incluído todavía... Lo de la comisión, en la cuenta bancaria habitual de las Seychelles, gracias.
Hola, Jaime. Pues eso, ¿qué más se puede decir? Pues que, de alguna manera, fue el canto del cisne artístico de Keaton. En parte debido a su fracaso comercial, no tardó mucho en vender su productora a la MGM (de lo que se arrepintió muy poco después), y perdió el control creativo de sus películas. Coincido en la injusticia de la comparación entre dos talentos tan diferentes como Chaplin y Keaton, pero se ha convertido en un cliché crítico. Saludos.
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