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POSTS CON CALZADOR: ¿ORDENÓ USTED UN CÓDIGO ROJO?



Nuevo post perteneciente a la sección patillera “posts con calzador”, en la cual, como todos sabéis, entran todas esas películas que quizás no alcancen el meritaje artístico imprescindible para asomarse a nuestro excelso y refinado blog, pero que, por las razones que sean (básicamente, las que imponen nuestras gónadas), sea un personaje, su temática o cualquier debilidad inclasificable, metemos con calzador entre obra maestra y obra maestra. Esas películas que, aunque no son “Ciudadano Kane” ni “Apocalypse now” precisamente, nos quedamos a disfrutar una vez más en la tele a pesar de haberlas visto ya unas chorrocientas dieciséis veces. Un ejemplo de esto, para un servidor, es “Algunos hombres buenos”, de Rob Reiner. A pesar de que en su momento consiguió cuatro nominaciones a los Oscars, no es una cinta que pasará a la historia del cine por su calidad (es una buena y eficaz película); en todo caso, si alguien merece un pedacito de leyenda es el personaje central, el Coronel Nathan R. Jessep, que fagocita la película en apenas veinte minutos de presencia en pantalla. Pedacito de leyenda cortesía del gran JACK, off course...

“Algunos hombres buenos”, y esto quizás no lo sepa mucha gente, está basada en una obra teatral de Aaron Sorkin (que también guionizó el largometraje), que hace algo más de un año se representó en el West End londinense con Rob Lowe haciendo el papel de Tom Cruise (y recibiendo buenas críticas, tanto la obra como sus intérpretes). Recordemos que Aaron Sorkin es el creador e ideólogo de “El ala oeste de la Casa Blanca” (uno de cuyos protagonistas era Lowe), una de las mejores series que jamás se han parido en la TV americana, y por la cual merece eterna devoción. Dicholocualo, cobra mayor sentido el hecho de que buena parte de los méritos de “Algunos hombres buenos” están en su texto. Los diálogos son acerados, contundentes (-“Teniente Kendrick, ¿puedo llamarle John?” –“No, no puede”), las réplicas llevan dinamita concentrada, los enfrentamientos en el tribunal son tan áridos como demoledores; el ritmo narrativo es un crescendo sostenido que explosiona en un final magistral en cuanto a intensidad. El film, dirigido por el competente (y de estrambótica filmografía) Rob Reiner, no deja de ser un producto estrictamente jolibudiense-cazaoscars con mensajería de apariencia antimilitarista. Y digo apariencia, porque en realidad es todo lo contrario: al final, queda salvaguardado el sistema judicial militar y sus rancios códigos de honor (excepto el “rojo”...). Supongo que no he de hacer demasiado hincapié en el argumento: a dos soldados de la base americana de Guantánamo se les somete a un consejo de guerra por haber matado a un compañero que, supuestamente, había delatado a uno de ellos. La defensa se le otorga a un joven abogado de la Marina, Daniel Kaffee (tito Tom, quien aporta a su interesante personaje la gestualidad insufrible de costumbre), y a una teniente de Asuntos Internos, JoAnne Calloway (Demi Moore, con el peinado más marujil que jamás haya llevado: en todo momento parece dispuesta a salir pitando, en tacones y ataviada con su mejor chándal, hacia el Condis), quienes descubren que hay muchas posibilidades de que el asesinato fuera accidental, y que los soldados cumplieran una orden de sus superiores, consistente en aplicarles un “código rojo”, una suerte de escarmiento en clave militar (esas novatadas tan sandungueras y ocurrentes que siempre nos explican los plastas que han hecho la mili). Todos los dedos apuntan al responsable de la base, el Coronel Jessep, o sea, JACK. Todo el mundo de pie pero-ya-mismo, y que nadie se levante hasta acabar el post.

Hay buenos actores y solventes interpretaciones en “Algunos hombres buenos”, en particular entre sus secundarios. Kevin Bacon, J.T. Walsh, Kiefer Sutherland y Kevin Pollack hacen gala de sus recursos y su bien ganado prestigio para sacar adelante unos personajes que acompañan con prestancia a los protagonistas. Todos, principales y secundarios, quedan sin embargo eclipsados por la inmensa y voraz sombra del personaje que domina de modo latente el filme: Nathan Jessep. Con apenas una sexta parte del metraje y dos escenas, Jack Nicholson se las arregla para componer una personalidad arrolladora que a golpe de monólogo militarmente abrasivo se come a todo bicho viviente que osa acercársele. En la primera, en Guantánamo, le suelta a tito Tom aquello de “Hijo, yo desayuno a 300 metros de 4000 cubanos adiestrados para matarme...”. MAMÁ-CACA. Pero es en la segunda, en el tribunal, cuando JACK despliega todo su arsenal de talento, matizando al milímetro una ira contenida a punto de desbordarse, detonando finalmente en un discurso militarista de fondo fascistoide y condenatorio que le permite a tito Tom quedarse a gusto con aquello de “No me llame hijo. Soy abogado y oficial de la marina de los Estados Unidos. Y usted está arrestado, hijo de puta”. Y en ese momento el orgasmatrón se colapsa... Lástima que la resolución final pretenda adoctrinarnos sobre el honor militar y el profundo sentido de la justicia americana. Me da lo mismo. Volverán a emitir la película una tarde de sábado en TV3, y volveré a disfrutar escuchando a JACK (V.O., por favor) hablar sobre la “conveniencia” de tener un superior de sexo femenino...

4 comentarios:

BUDOKAN dijo...

Siempre es un placer rescatar este tipo de films que terminan quedando en la historia como menosres pero que como bien dices están sustentados en muchos casos por un buen uso de los recursos de la dirección o actuaciones memorables. Siempre un placer ller este blog. Saludos!

marcbranches dijo...

Gracias, budokan. Es verdad, este tipo de pelis menores pero con las que disfrutas como un enano por alguna extraña razón hay que reivindicarlas de vez en cuando; a fin de cuentas, son las que reafirman nuestro amor por el cine. No sólo de clásicos vive el cinéfilo...

Manuel Márquez dijo...

Por favor, por favor, por favor, compa Marc... ¿Algunos hombres buenos, un título menor...? Pero si es un peliculón como la copa de un pino. Recuerdo que, en un (ya lejanísimo en el recuerdo, cómo pasa el tiempo...) curso de introducción al lenguaje cinematográfico que recibí hace años, se utilizó profusamente como ejemplo de... casi todo: guión, interpretación, ritmo narrativo (además, tú mismo recalcas magníficamente todos y cada uno de esos aspectos). ¿Que su mensaje de fondo "tumba p'atrás"...? Por supuesto. ¿Pero que es una prueba rotunda e inequívoca de que la industria hollywoodiense tiene una capacidad impresionante para facturar productos comercial y técnicamente impecables...? También por supuesto. Y, además, el Nicholson. En fin...

Un abrazo.

P.S. por cierto, la reseña, EXTRAORDINARIA. Sois como el buen vino: os mejorais día a día..

marcbranches dijo...

Bueno, la verdad es que me pensé si hacerla encajar en el concepto "calzador". La película está muy bien hecha desde todos los puntos de vista. Pero no puedo evitar percibir un olorcillo a producto prefabricado para recoger una manada de Oscars, lo cual, la verdad, me echa un poco para atrás... Además, creo que ni tito Tom ni Demi Moore dan la talla, uno por exceso y la otra por defecto. Ya no hablo del mensaje tramposillo...

Pues sí, somos como el buen vino, sobre todo Alicia, de una cosecha con mucho poso ya...

 
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