Lo sé, lo sé, sé lo que estaréis pensando “Ya está de nuevo esta pesada con Shakespeare”... Pozi.
Campanadas a medianoche es una prueba de que los milagros a veces se dan en el mundo del cine. Alguien como Orson Welles, con la fama de director difícil y caro, se encontraba con que la mayoría de sus proyectos eran rechazados por los estudios de Hollywood, lo que le llevó a convertirse en una especie de director errante que fue peregrinando por Europa en busca de alguien que le hiciera caso. La fortuna hizo que se cruzara en su camino Emiliano Piedra, un productor español mas llevado por su amor al séptimo arte que por el dinero, con lo que Welles pudo filmar en uno de los países que mas amaba, sobre uno de los autores que más amaba, también. Si eso no es la felicidad, es algo muy cercano a ella...
Orson conocía perfectamente la obra de Shakespeare y (sobre todo) la entendía de maravilla, de tal modo que pudo hacer lo que para otros había sido considerada una herejía: sintetizar tres de sus obras: Ricardo II, Enrique IV y Las alegres comadres de Windsor, consiguiendo una totalmente coherente, en la que no sobra ni falta nada.
La historia se centra en la relación de sir John Falstaff (Welles) y el principe Hal (Keith Baxter). Falstaff es un viejo libertino, propenso a cualquier tipo de debilidad, que espera sacar provecho de su amistad con el joven cuando éste sea rey, pero Hal tiene las ideas muy claras: de momento se lo pasa muy bien compartiendo las juergas con su amigo, pero en cuanto le pongan la corona cambiará su forma de vida y renegará de sir John como de la peste.
La película cuenta con actores tan curtidos en las tablas recitando versos isabelinos como John Gielgud, como Ricardo II o Ralph Richardson como narrador, a los que se unieron la maravillosa Margaret Rutherford, Jeanne Moreau, o los españoles Fernando Rey y José Nieto.
La batalla de Shrewsbury ha quedado como una de las batallas mejor filmadas, así como una perfecta muestra de cómo el talento y la imaginación pueden sustituir a la falta de medios: rodada en pleno mes de agosto en la Casa de Campo madrileña, con unos figurantes que acaban desfallecidos por el calor tras pasarse el día con las armaduras puestas, una oportuna niebla ficticia se encargaba de tapar los escasos recursos, los extras tenían que desfilar dos veces con diferentes armaduras para representar los dos ejércitos, los caballos cabalgaban en círculo para aparentar mas, pero aún así da tal sensación de realismo, con esos soldados revolcándose en el barro y esa crudeza en la lucha, que ha sido imitada (aunque no superada) en escenas similares del Enrique V de Branagh y esa monada de Braveheart de Mel Gibson.
A pesar de lo divertida que es, un profundo sentimiento de tristeza acaba dominándolo todo y Falstaff, aunque tenga muchas imperfecciones, o tal vez precisamente por ello, resulta mucho mas humano que Hal, a lo que contribuye la interpretación de Orson, absolutamente memorable. Aparte de que trata uno de sus temas favoritos: la traición de la amistad (Kane/ Leland, Lime/Martins, Quinlan/Menzies)
Como curiosidad, los diálogos entre sir John y Hal fueron usados de nuevo en Mi Idaho privado. ¿No hay ninguna amistad masculina que se salve? Rick/Renault, Frodo/Sam, Batman/Robin... Mentes limpias.
Campanadas a medianoche es una prueba de que los milagros a veces se dan en el mundo del cine. Alguien como Orson Welles, con la fama de director difícil y caro, se encontraba con que la mayoría de sus proyectos eran rechazados por los estudios de Hollywood, lo que le llevó a convertirse en una especie de director errante que fue peregrinando por Europa en busca de alguien que le hiciera caso. La fortuna hizo que se cruzara en su camino Emiliano Piedra, un productor español mas llevado por su amor al séptimo arte que por el dinero, con lo que Welles pudo filmar en uno de los países que mas amaba, sobre uno de los autores que más amaba, también. Si eso no es la felicidad, es algo muy cercano a ella...
Orson conocía perfectamente la obra de Shakespeare y (sobre todo) la entendía de maravilla, de tal modo que pudo hacer lo que para otros había sido considerada una herejía: sintetizar tres de sus obras: Ricardo II, Enrique IV y Las alegres comadres de Windsor, consiguiendo una totalmente coherente, en la que no sobra ni falta nada.
La historia se centra en la relación de sir John Falstaff (Welles) y el principe Hal (Keith Baxter). Falstaff es un viejo libertino, propenso a cualquier tipo de debilidad, que espera sacar provecho de su amistad con el joven cuando éste sea rey, pero Hal tiene las ideas muy claras: de momento se lo pasa muy bien compartiendo las juergas con su amigo, pero en cuanto le pongan la corona cambiará su forma de vida y renegará de sir John como de la peste.
La película cuenta con actores tan curtidos en las tablas recitando versos isabelinos como John Gielgud, como Ricardo II o Ralph Richardson como narrador, a los que se unieron la maravillosa Margaret Rutherford, Jeanne Moreau, o los españoles Fernando Rey y José Nieto.
La batalla de Shrewsbury ha quedado como una de las batallas mejor filmadas, así como una perfecta muestra de cómo el talento y la imaginación pueden sustituir a la falta de medios: rodada en pleno mes de agosto en la Casa de Campo madrileña, con unos figurantes que acaban desfallecidos por el calor tras pasarse el día con las armaduras puestas, una oportuna niebla ficticia se encargaba de tapar los escasos recursos, los extras tenían que desfilar dos veces con diferentes armaduras para representar los dos ejércitos, los caballos cabalgaban en círculo para aparentar mas, pero aún así da tal sensación de realismo, con esos soldados revolcándose en el barro y esa crudeza en la lucha, que ha sido imitada (aunque no superada) en escenas similares del Enrique V de Branagh y esa monada de Braveheart de Mel Gibson.
A pesar de lo divertida que es, un profundo sentimiento de tristeza acaba dominándolo todo y Falstaff, aunque tenga muchas imperfecciones, o tal vez precisamente por ello, resulta mucho mas humano que Hal, a lo que contribuye la interpretación de Orson, absolutamente memorable. Aparte de que trata uno de sus temas favoritos: la traición de la amistad (Kane/ Leland, Lime/Martins, Quinlan/Menzies)
Como curiosidad, los diálogos entre sir John y Hal fueron usados de nuevo en Mi Idaho privado. ¿No hay ninguna amistad masculina que se salve? Rick/Renault, Frodo/Sam, Batman/Robin... Mentes limpias.
6 comentarios:
Me parece a mi que más que mentes límpias son mentes ímpias...
Por cierto, grande, una vez más, Welles.
Y una de esas películas que logra la magia de la perfección.
O al menos ese es el recuerdo que tengo de ella, porque hace años que la vi. Y es totalmente cierto que Mel Gibson afirmó haber estudiado las escenas de la batalla de Shrewsbury para "Braveheart" (y que también le salieron prodigiosas).
Un abrazo.
También tengo yo, compa Alicia, un recuerdo bastante difuso de esta peli, que ví hace muchísimo tiempo, pero tratándose de una entrega de un monstruo como Welles (al que se le podrá discutir cualquier cosa menos su inmenso talento para esto de las películas), no me cabe duda de que tiene que ser algo impresionante.
Un abrazo.
Lo de mentes limpias era una pequeña broma acerca de un magnífico blog, el Blog de Jotacé, muy dado a bromas de ese estilo.
Ni Gibson ni Branagh reniegan de la influencia de Welles para las escenas de las batallas ¿porqué iban a hacerlo? Todo un honor tener un maestro así.
Efectivamente, Manuel, es impresionante, porque es divertida, triste, humana, emocionante, con acción... no le falta nada. Si se pudiera resumir en una escena, sería el monólogo de la gran Margaret Rutherford explicando la muerte de Falstaff. De las de quitarse el sombrero.
Pues tengo que volver a verla, que la recuerdo muy mal (esta memoria mía....). Desde luego, con esta película quedó claro lo bien que entendía a Shakespeare Orson Welles, y que vale más el ingenio y el talento que todo el dinero del mundo.
Por cierto, el sketch que has puesto de Rowan Attkinson y Hugh Laurie.... es genial! y eso que hay cosas que no he entendido bien, que mi inglés no da para tanto....
Cierto, Laura, Welles es de los autores que mejor ha entendido a Shakespeare. Y lo del sketch de Rowan Atkinson y Hugh Laurie, sirve para que la gente vea que Laurie no ha aparecido de la nada y no es flor de un día, sino que llevaba un gran rodaje a sus espaldas antes de convertise en House. Si en youtube los videos aparecieran subtitulados sería perfecto, pero no se puede tener todo.
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