Tal vez no fuera al tercer día, pero resucitó… o quizás no… Sencillamente, tenéis que ver la película, leches. Si una de las cualidades de una obra maestra es la riqueza de su contenido, que permite hablar de ella durante horas y horas, sin duda Vértigo es una de ellas, en la que el maestro (valga la redundancia) del suspense nos mostró su lado más romántico.
Durante un buen rato, Hitchock hace una vez más en su carrera un experimento, saliendo triunfador del resultado. Se trata del uso de la cámara subjetiva y prácticamente sin diálogos que utiliza para el seguimiento de Scottie (James Stewart) a Madeleine (Kim Novak), consiguiendo que el espectador se identifique con él y se vaya (nos vayamos) sintiendo fascinado por cada detalle que va descubriendo sobre ella. Toda una lección de puro cine. También están los creativos títulos de crédito de Saul Bass, la espléndida banda sonora de Bernard Herrmann (eso es nivelazo y lo demás son tonterías) o una extraña pesadilla, que no estuvo a la altura de la de Recuerda, ya que no contó con un colaborador de lujo como Dalí.
Hitchcock nunca rechazó usar recursos tópicos, si el resultado funcionaba. El beso de Scottie y Madeleine en el que la cámara les envuelve girando alrededor de ellos, mientras se agolpan imágenes del pasado y presente unidas con la música de Tristan e Isolda tal vez lo habríamos visto anteriormente, pero consiguen un efecto espléndido de arrebatado romanticismo, así como una sensación “vertigionosa”.
Poco importan los personajes secundarios como el que interpreta Barbara Bel Geddes, ya que la relación de Scottie y Madeleine es tan compleja que llena toda la película. De la fascinación/obsesión de Scottie pasamos a su profunda depresión a la que pierde a Madeleine. Cuando encuentra a una chica que le recuerda a ella nos muestra toda su faceta fetichista y necrofílica. Quiere reproducir hasta el último detalle para que Judy sea igual que Madeleine, hacer que vuelva “de entre los muertos”, como si se tratara de un relato de Edgar Allan Poe.
¿Pero quien es realmente Madeleine? Se nos muestra como una mujer fascinante, misteriosa, elegante, irresistiblemente atraída por la muerte. Hitchcock no engaña al espectador y al momento de aparecer Judy nos indica que se trata de la misma persona, pese a que su apariencia es mucho más vulgar. Pero ¿realmente fue un engaño? La creación que hizo de Madeleine fue tan perfecta, que es como si le hubiera permitido aflorar facetas de ella hasta ahora desconocidas. Pero ella se niega a la transformación total con el peinado, quiere seguir siendo ella misma en el fondo, aunque acaba cediendo por amor a Scottie. Eso hace que una escena como cuando los dos están cenando en un restaurante y Scottie ve a una mujer que le recuerda a Madeleine, esté llena de significados, pese a no decirse nada. Scottie demuestra que todavía piensa en Madeleine y Judy por un lado se siente halagada al ver que él todavía la ama, aunque al mismo tiempo le duela que no sea por ella misma. No puede sacarse más partido de unos simples planos y unas miradas entrecruzadas.
Una vez más Hitchcock trabajó con James Stewart, uno de sus alter egos favoritos, y el resultado volvió a ser estupendo: está contenido, atormentado, enamorado… todos los matices necesarios para su personaje. No puede decirse tanto lo mismo de Kim Novak, que está bellísima, pero su habitual frialdad le sirvió muy bien para interpretar a Madeleine, aunque eso no acaba importando, ya que lo que cuenta es cómo camina Madeleine, que aparece rodeada de una luz verde, cómo lleva un moño, cómo mira a Scottie o cómo le besa, y eso lo cumple con creces.
La desoladora imagen final de Scottie, curado de su vértigo a un precio muy alto y mirando al vacío no puede ser mejor; a él siempre le quedará una duda: ¿Quién era ella a la que cayó al suelo?
Durante un buen rato, Hitchock hace una vez más en su carrera un experimento, saliendo triunfador del resultado. Se trata del uso de la cámara subjetiva y prácticamente sin diálogos que utiliza para el seguimiento de Scottie (James Stewart) a Madeleine (Kim Novak), consiguiendo que el espectador se identifique con él y se vaya (nos vayamos) sintiendo fascinado por cada detalle que va descubriendo sobre ella. Toda una lección de puro cine. También están los creativos títulos de crédito de Saul Bass, la espléndida banda sonora de Bernard Herrmann (eso es nivelazo y lo demás son tonterías) o una extraña pesadilla, que no estuvo a la altura de la de Recuerda, ya que no contó con un colaborador de lujo como Dalí.
Hitchcock nunca rechazó usar recursos tópicos, si el resultado funcionaba. El beso de Scottie y Madeleine en el que la cámara les envuelve girando alrededor de ellos, mientras se agolpan imágenes del pasado y presente unidas con la música de Tristan e Isolda tal vez lo habríamos visto anteriormente, pero consiguen un efecto espléndido de arrebatado romanticismo, así como una sensación “vertigionosa”.
Poco importan los personajes secundarios como el que interpreta Barbara Bel Geddes, ya que la relación de Scottie y Madeleine es tan compleja que llena toda la película. De la fascinación/obsesión de Scottie pasamos a su profunda depresión a la que pierde a Madeleine. Cuando encuentra a una chica que le recuerda a ella nos muestra toda su faceta fetichista y necrofílica. Quiere reproducir hasta el último detalle para que Judy sea igual que Madeleine, hacer que vuelva “de entre los muertos”, como si se tratara de un relato de Edgar Allan Poe.
¿Pero quien es realmente Madeleine? Se nos muestra como una mujer fascinante, misteriosa, elegante, irresistiblemente atraída por la muerte. Hitchcock no engaña al espectador y al momento de aparecer Judy nos indica que se trata de la misma persona, pese a que su apariencia es mucho más vulgar. Pero ¿realmente fue un engaño? La creación que hizo de Madeleine fue tan perfecta, que es como si le hubiera permitido aflorar facetas de ella hasta ahora desconocidas. Pero ella se niega a la transformación total con el peinado, quiere seguir siendo ella misma en el fondo, aunque acaba cediendo por amor a Scottie. Eso hace que una escena como cuando los dos están cenando en un restaurante y Scottie ve a una mujer que le recuerda a Madeleine, esté llena de significados, pese a no decirse nada. Scottie demuestra que todavía piensa en Madeleine y Judy por un lado se siente halagada al ver que él todavía la ama, aunque al mismo tiempo le duela que no sea por ella misma. No puede sacarse más partido de unos simples planos y unas miradas entrecruzadas.
Una vez más Hitchcock trabajó con James Stewart, uno de sus alter egos favoritos, y el resultado volvió a ser estupendo: está contenido, atormentado, enamorado… todos los matices necesarios para su personaje. No puede decirse tanto lo mismo de Kim Novak, que está bellísima, pero su habitual frialdad le sirvió muy bien para interpretar a Madeleine, aunque eso no acaba importando, ya que lo que cuenta es cómo camina Madeleine, que aparece rodeada de una luz verde, cómo lleva un moño, cómo mira a Scottie o cómo le besa, y eso lo cumple con creces.
La desoladora imagen final de Scottie, curado de su vértigo a un precio muy alto y mirando al vacío no puede ser mejor; a él siempre le quedará una duda: ¿Quién era ella a la que cayó al suelo?
9 comentarios:
Que bello comentario, Alicia.
Sólo le cambiaría el título.
Yo le pondría:
El día que me enamoré de Kim Novak
Hitchcock lo consiguió, sin dudarlo un instante. Consigue que nos identifiquemos con el pobre Scottie: no hay para menos.
Saludos.
Una película fascinante, una de las que tengo que convercer a mi hermana pequeña para que vea... amará mas al cine si cabe...
Gracias, Josep, me he permitido una pequeña broma con el título, aunque tu propuesta es más bonita, por supuesto. Hitchcok fue tan sumamente grande que da miedo ver los poquitos directores que se han acercado a su nivel.
Así da gusto, Marguis, con hermanas inculcando el amor al cine, y más con películas como ésta.
Incomensurable.
Totalmente de acuerdo, Möbius.
Cuando aparece Judy-Madeleine en la penumbra verde del apartamento ante los ojos asombrados de Scottie y el posterior beso, es una escena tan perfecta, que a pesar de los cientos de imitaciones no ha podido ser superada.
Ese momento cinematográfico es una obra de arte a preservar por los siglos de los siglos.
Un abrazote.
Cierto que no ha podido ser superada, Antonio, ya que la forma y el contenido se ajustan perfectamente, no es un virtuosismo sin más, sino que transmite los sentimientos de los personajes.
Justamente la volvi a ver hace unos días!!!!!!!!!
Hitchcock es genial!!!!!!!!!
Bienvenida, Dialogista. Hitchcock fue de los grandes, grandes, un dios en toda la regla para cualquier cinéfilo.
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