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PETRÓLEO, SUDOR Y PLEGARIAS


Expectativas y prejuicios. En la era de la hipervelocidad cibernética, se hace realmente complicado asistir a una nueva obra de teatro, un nuevo disco, un nuevo libro o una nueva película sin que un alud de información y crítica (o precrítica, o antecrítica, o...) condicionen nuestra perspectiva. Esta dinámica a veces adquiere curiosas deformaciones: “Cassandra’s dream” llegó a España remolcando el peso del apaleamiento crítico, tanto americano como festivalero; la sorpresa de no encontrarse ante el desastre anunciado permitió la emersión, bajo la aplastante lógica del principio de Arquímedes, de una corriente analítica, en particular entre el mester de bloguería, que ascendió a los altares al último film de Woody Allen. Algo similar, pero en sentido contrario, ha ocurrido con “There will be blood” (me niego a utilizar el título culebronesco-estuhijaantoniogüasintonjosé que le han colocado en el imperio), que venía con microclima de obra maestra y que ha dejado un reguero de cierta decepción entre buena parte de crítica y público. El aparatoso y descomunal último gran fresco de P. T. Anderson se enfrenta a la capacidad de aguante del espectador medio (y a la del analista puntiagudo) con la firmeza de ideas de una columna jónica, ajena por completo a la convencionalidad, pero también al postmodernismo buenrrollista imperante. Si ha de correr la sangre, que corra, que dijo Sweeney Todd.

“There will be blood”, basada (pero menos de lo que parece) en el mamotreto “Oil!”de Upton Sinclair, siendo un film andersoniano de pureza ineludible, marca importantes diferencias con sus anteriores largometrajes. Dejando aparte el personalísimo experimento jupiteriano llamado “Punch-drunk love”, P.T. Anderson se aleja de su conocida querencia por la coralidad para abrigarse al refugio de un sólo personaje. Daniel Plainview, un self-made man arquetípicamente americano que de la nada monta una fértil empresa petrolífera, es el alfa y el omega de esta historia de miserias humanas, de desesperanza, de falsas fes contrapuestas, de derrotas del ser humano ante sí mismo. Plainview es un producto de su tiempo y de su tierra, la tierra de las oportunidades: emprendedor, obstinado, carismático, maquiavélico, envolvente, rudo, determinado, tosco; embrutecido vendedor de humo (o de petróleo), un hombre de un magnetismo arrollador, un personaje que, hoy en día, sólo puede interpretar Daniel Day-Lewis. El actor irlandés, como es costumbre, fagocita la película y ejerce de fuerza centrífuga y centrípeta a la vez. Su interpretación, áspera (el trabajo realizado con la voz es impresionante), viscosa como el crudo que le envuelve, le confirma como el actor del momento. Es a partir de él cuando se puede tratar de todo lo demás, que es mucho.

P.T. Anderson lleva camino de convertirse en uno de los grandes cineastas americanos, y con esta película da un paso más. Ambicioso, grandilocuente, excesivo, pretencioso; todos esos adjetivos arrojadizos, que probablemente sean ciertos, permiten que, por ejemplo, los primeros diez minutos de “There will be blood”, en los que se nos muestra, sin diálogo alguno y con una fisicidad y una maestría narrativa inigualable, el inicio de la carrera petrolífera de Plainview, sean el mejor momento cinematográfico que uno haya contemplado en mucho tiempo. La primera hora del filme sigue por el mismo camino: acompañada de una simpar y casi experimental banda sonora de Jonny Greenwood, y de una fotografía impecable de Robert Elswit, nos deja escenas majestuosas (pienso en el incendio del pozo petrolífero, imposible de despegar de la retina), y una narración firme que apoya la descripción de este megalómano que trata de tomar, a golpe de pozo, un pequeño pueblo entregado a la fe de una llamada Iglesia de la Tercera Revelación. Iglesia comandada por el que será gran oponente de Plainview, el predicador con ínfulas Eli Sunday (Paul Dano, sorprendente): mientras uno enarbola la poderosa espada de la economía, el otro iza el vigoroso acero de la fe. Y así, mientras Anderson (y aquí es donde se distancia claramente de la novela) se va focalizando en sus temas recurrentes (las relaciones paternofiliales y la sensación de fracaso ineludible que suelen traer consigo), vamos descubriendo un poco más de las motivaciones y el verdadero pelaje de Daniel Plainview, que se nos revela un antihumanista (“No quiero que nadie tenga éxito. Odio a todo el mundo”) que supera a Sartre (aquello de “el infierno son los otros”) por la derecha, un megalómano que prefiere disfrutar de su éxito antes que atender a su hijo (adoptado, pero hijo) enfermo y del que nunca sabremos los vericuetos de su pasado que le han forjado la personalidad. Quizás es la parte más endeble del largometraje, que a veces se resiente de la discursividad de la narración, cuyo mensaje parece, en ocasiones, dar demasiadas vueltas sobre sí mismo.

He llegado al cuarto párrafo y me doy cuenta de que podría escribir tres o cuatro posts sobre esta película (Alicia, deja la sierra mecánica donde estaba. He dicho “podría”). Hago, pues, una adecuada elipsis y me centro en la parte final, con seguridad la más polémica y la que más críticas ha despertado. Lo primero que hay que decir es que, comparado con la apocalíptica lluvia de ranas de “Magnolia”, esto es un apacible paseo por el parque. Es curioso: es posible que, en determinados pasajes, a la película le sobre metraje; sin embargo, en la media hora final, tengo la sensación de que le falta. Posiblemente debido a los “cortes de producción”, no se nos muestra como se debería el proceso de enloquecimiento de Plainview, que nos lleva a una grandguiñolesca pero necesaria conclusión en el Xanadú particular del magnate petrolífero, en la que se enfrenta por última vez con su némesis arribista, el predicador Sunday, y donde Daniel Day-Lewis sobrepasa en algunos momentos la frontera del exceso plausible. Sin embargo, la secuencia tiene un aire seco y cortante que transporta a la pituitaria cierta fragancia de Kubrick. Puede que el tono sea discutible, pero la sentencia final de Daniel Plainview, ese “I’m finished” que da paso a los créditos, es el cierre perfecto, la pincelada concluyente que describe a la perfección a un personaje “bigger than life” heredero de Charles Foster Kane, Michael Corleone o Bill “El carnicero”. Imbuido del hálito de gentes como Von Stroheim, Ford o Welles, P.T. Anderson sigue abriéndose paso a cañonazos en la historia del cine americano, esta vez a través de un film desmesurado, anticonvencional, imperfecto, hipnótico y abrumador, a un par de millas de la obra maestra. I’m finished.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Ok, ok, ok....¡Lo has dicho todo¡ Esa retahila de adjetivos, perfectamente cuadrados, de tu sentencia final, certifican la naturaleza de "There Will Be Blood".
Yo soy de los que pienso que la peli tiene dos partes: una, la primera, que roza la obra maestra. Otra segunda, en la que el guión flaquea y la sobreactuación se desmanda. Pero a pesar de este detalle "There will be blood" me parece que ganará con el tiempo. Absolutamente de acuerdo que las primeras secuencias son oro calado.
Un abrazote.

marcbranches dijo...

A mí me éstá pasando, anro, algo similar ya a estas alturas. La película, en mi memoria, gana enteros, como si estuviera aún asimilando todo lo que vio. Estoy convencido de que el tiempo la dejará en su sitio, que es un lugar más lujoso que el que se le ha reservado hasta ahora. Saludos.

Carles Rull dijo...

Da para bastantes posts, la verdad. No salí del cine con la sensación de haber visto una obra maestra, pero casi. Sí que el final es lo más discutible (con lo bien equilibrada y llevada que estaba hasta entonces), pero totalmente de acuerdo en que es de esas películas que gana cuando piensas en ella, y con el tiempo.

Y muy cierto que el tener demasiada información sobre una película nos condiciona y nos quita muchos elementos sorpresa. Por ejemplo, esta semana he visto 'Antes que el diablo sepa que has muerto', y si se conoce el argumento por encima, tampoco pasa nada, pero la estructura del filme nos va dando información por "partes", poco a poco. Quien no conozca nada sobre la trama la disfrutará muchísimo más.

marcbranches dijo...

Tomo nota de tu recomendación y trataré de llegar "virgen" a esa película. Aunque he leído críticas dispares, tres nombres me empujan hacia la sala de cine: Phillip Seymour Hoffman, Marisa Tomei y Sydney Lumet. Si añadimos Albert Finney, y nos cuentan que Ethan Hawke está más que bien, tanto mejor. Saludos, y me alegro de que te hayas pasado de nuevo por aquí, Carles.

Carles Rull dijo...

Especialmente Marisa Tomei !!!!! Ya verás :)
Y en serio, Albert Finney está muy bien, y Philip Seymour Hoffman debe haber pactado con el diablo. ¡Siempre está que se sale en sus interpretaciones! Incluso en "La guerra de Charlie Wilson" tenía la mejor secuencia.

Pero, para no desviarme del tema, uno de los momentos que más me agradó de Daniel Day-Lewis fue cuando Paul Dano le propone que le presente para la bendición del nuevo pozo. Aunque, como la película, tiene muchos grandes momentos.

marcbranches dijo...

Lo de Marisa Tomei ya sé por dónde va... Seymour Hoffman está genial en "La guerra de Charlie Wilson", ese momento que destacas es pura comedia clásica.

Esa escena entre Day-Lewis y Dano es la que inicia definitivamente las hostilidades. Por cierto, sorprendente Paul Dano, por lo menos para los que sólo le conocíamos de "Little Miss Sunshine". De todas maneras, le veo un poco joven para el papel, aunque compensa con talento.

Möbius el Crononauta dijo...

En realidad diría que en la historia de Estados Unidos capitalismo y religión no han estado tan enfrentados como pudiera parecer.

Enorme Day-Lewis, y a PT Anderson (que no Barnum) seguramente le espera un gran futuro por delante.

Excelente crítica.

marcbranches dijo...

Gracias, möbius. Hay que significar la diferencia entre el libro y la película. Mientras el primero trata más de los conceptos, de la llegada del capitalismo atomizador a América, y del papel de la religión en la época (dando similar protagonismo a los dos personajes principales), acercándose más a la definición de gran fresco americano, el film se interesa por un hombre y sus tribulaciones, sus sueños y su deshumanización como medio para lograrlos. No creo que Anderson pretendiese profundizar en esa supuesta dicotomía capitalismo-religión que, efectivamente, nunca ha existido en realidad, gracias al camaleonismo de la Iglesia, capaz de adaptarse a cualquier sistema económico y político con tal de seguir "adoctrinando". Saludos.

Laura Hunt dijo...

Pues si, es posible que en este caso las grandes expectativas que se habían creado en torno a There Will Be Blood hayan jugado en su contra. Reconozco que en mi caso ha sido así, era una película que esperaba con muchísimas ganas, a parte de por todas las maravillas que estaba leyendo sobre ella, porque Paul Thomas Anderson me parece un director de lo más interesante.

No puedo decir que la película me haya parecido mala en absoluto, de hecho tiene momentos antológicos (de acuerdo en los dos que comentas, el principio de la película, contado prácticamente sin diálogo y, sobre todo, el del accidente en el pozo petrolífero, que es mi momento favorito: cine del bueno) y grandes interpretaciones. Sin embargo, la he encontrado irregular y, la parte final, si bien impactante, no se... no me ha acabado de convencer del todo (creo que tienes razón en lo que dices de que le hubiera ido bien algo más de metraje a esa parte de la película, de modo que se explicara un poco mejor el enloquecimiento de Plainview, porque yo no acabé de comprenderlo muy bien, sinceramente)

Desde luego, le daré otra oportunidad, cuando salga en dvd y así podré verla en V.O.S.E., porque el doblaje de Daniel Day Lewis no me ha gustado nada. Supongo que no sería tarea fácil el doblarle y estoy convencida de que su interpretación tiene que ganar muchísimo al escuchar su voz.

Estoy casi segura de que la próxima vez que la vea me gustará más, aunque tampoco creo que vaya a estar entre mis películas favoritas. En fin, el tiempo lo dirá...

marcbranches dijo...

Laura, estoy convencido de que cuando vuelvas a verla en DVD, en la V.O., tu opinión mejorará. De hecho, podrías hacer un doblete y ver primero "Gangs of New York", también en V.O., y te darás cuenta de que esa similaridad entre los eprsonajes de Day-Lewis es mucho menos aparente de lo que se dice. La locura de Plainview es progresiva, pero el guión no se esvuerza en mostrarlo: si te fijas, la conversación con su hijo ya mayor es en una inmensa sala, oscura, que ya da indicios de que ese hombre está algo perjudicado. Lo cierto es que Anderson pretende que lo descubramos todo solos, y no se molesta en enfatizar algunos de los aspectos de la narración (otro ejemplo: el asunto del hermano de Eli). Saludos.

Anchiano dijo...

Yo opino que esta película será considerada en el futuro como una obra maestra. Ahora mismo, salvo alguna que otra crítica negativa que casi siempre se ceba en el supuesto histrionismo de Daniel Day-Lewis (su actuación en esta película es pura y llanamente acojonante y a callar todo el mundo), casi todas coinciden en alabar su gran calidad. Pero no, es una obra maestra, de las que aparecerán en el futuro en las listas de las mejores de todos los tiempos, de lectivo visionado en las escuelas de cine, etc. Yo estoy convencido. Un saludo.

marcbranches dijo...

Anchiano, vas fuerte con "There will be blood". No sé hasta qué punto llegará la perspectiva de la gente, pero ya he dejado dicho mi convencimiento de que la historia dejará a esta película mucho más cerca de la obra maestra de lo que se pretende ahora. La actuación de Day-Lewis es apabullante. Lo que pasa es que casi siempre tiene una escena en la que el director le permite dar demasiadas vueltas a la rosca. Me viene a la cabeza una secuencia en "El nombre del padre", en plena discusión con Pete Postlewhite en la celda, en la que empieza a balbucear como si fuese retrasado; en "Gangs of New York" (en la que compone uno de los villanos más memorables de la historia del cine) (he dicho Historia del Cine), me chirría aquella en la que le exige a John C. Reilly que se cargue a DiCaprio por haberse cargado un "pobre conejito" mientras se pone a hacer pucheros. Por cierto, aprovecho para asombrarme de que haya gente que diga que su Daniel Plainview es una repetición de Bill "El carnicero". Y cuando digo "gente" digo críticos de cine de supuesto prestigio. Decir eso es quedarse en lo más superficial de ambas actuaciones: un bigote, una voz impostada (no tienen que ver la una con la otra, repásense los DVD's) y... que los dos los interpreta Day-Lewis. En fin. Saludos.

Anchiano dijo...

Lo cierto es que "Gangs of New York" no la he visto entera. No la ví en su momento en el cine y cuando la han puesto en televisión, entre que la he pillado siempre empezada, que es larga de por si y los anuncios, he optado siempre por dejarlo para un momento más propicio. Mira, estos días que bajo a casa de mis padres aprovecharé para verla con tranquilidad.
En relación a la actuación de Day-Lewis, tal vez esas idas de olla sean su "marca de la casa". Creo que todos los grandes actores la tienen. No soy fan de nadie y muy poco mitómano, pero su personaje es de lo mas contundente que he visto en mucho tiempo. Ya te digo, es una película que va a quedar para la posteridad, sin ninguna duda. Un saludo.

marcbranches dijo...

"Gangs of New York" es una película irregular con momentos grandiosos y cortes abruptos que impiden, junto con otros detalles, que sea lo que Marty quería que fuese. Ineludible la V.O. en este caso para disfrutar como merece la actuación de Daniel Day-Lewis. Saludos.

 
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