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LA ETAPA NEGRA DEL PINTOR SIGMUND FREUD


Cuando se haya publicado este artículo, ya se conocerán los resultados de las elecciones generales al gobierno de la comunidad autónoma española. Mis más sinceras felicitaciones a los vencedores, que, como de costumbre, habrán sido todos. Sin duda, una competición en la que no hay derrotados era el gran sueño del barón de Coubertin; los procesos electorales españoles suelen demostrar que eso de que “lo utópico es imposible por definición” es de nenazas. En fin. Santiago y cierra España, que son las ocho. Hablemos de cine.

Ya hemos hablado alguna vez por estos lares de Fritz Lang. Director de origen austriaco, aviva el fuego del expresionismo alemán con filmes de alcance histórico como “Metrópolis” o “M, el vampiro de Dusseldorf”; su antinazismo le obliga a rechazar la oferta de un tal Goebbels para dirigir los estudios alemanes UFA. Debido al mal café de este último (supongo que debido al rechazo de Penélope Cruz. Tranqui, Joseph, Matthew McConaughey te entiende. Tom Cruise no), el amigo Fritz toma la prudente decisión de irse con su familia a por tabaco. A Francia. Sin embargo, Hollywood, siempre atenta a las bondades de la inmigración, decide acogerle en su seno. Pero estamos entrando en la década de los cuarenta, y el seno de Hollywood es de color negro. Los gángsters de mala sombra, las mujeres de elevada fatalidad, el diálogo balístico, la despresurización moral y la atmósfera ahumada comienzan a asociarse para dar a luz al género cinematográfico americano por excelencia: el cine negro. Después de que la mayoría de sus primeros proyectos, más bien de corte personal, fueran cayendo accidentalmente en el basurero de la MGM, Fritz entendió la indirecta, y se convirtió en un cineasta de referencia para la historia del género. Por encima de “Los sobornados” o “Perversidad”, quizás “La mujer del cuadro” sea su película más interesante de esta etapa. O quizás no, pero es la que tenía más a mano. Que no soy Carlos Boyero, coño.

El punto de partida de “La mujer del cuadro” es significativamente inusual: extrae los códigos característicos del género negro desde una crisis de madurez. La del profesor de criminología Richard Wanley (Edward G. Robinson), a quien vemos por primera vez en una escena (la cual, por cierto, se queda a la mitad del discurso: parece haber sufrido un contundente tijeretazo) en la que está dando una clase magistral sobre los grados de culpabilidad del asesino; detrás, en la pizarra, vemos escrito el nombre de Sigmund Freud. Y no es casualidad. El cuarentón profesor, ocasional Rodríguez, aposentado, conscientemente acomodaticio, se verá envuelto en una turbia historia de crimen, pasión y chantaje por culpa de Alice (Joan Bennet), la modelo de un cuadro del que se había quedado prendado. La película, después de la presentación del personaje principal, se puede dividir en dos partes bien diferenciadas: el accidental asesinato del amigo de Alice en manos (y tijeras) de Richard y el posterior proceso de encubrimiento del delito, por una parte; y la aparición del chantajista mientras se estrecha el cerco policial, por otra. La primera parte de una atmósfera de placidez y luminosidad que, a medida que se van sucediendo los acontecimientos, se va ennegreciendo sin solución de continuidad; la noche se cierra, la lluvia se abre, el aire pierde oxígeno imperceptiblemente. Cuando el profesor se dirige a abandonar el cadáver lo más lejos posible de la casa de la dama, se va tropezando con pequeños inconvenientes que contribuyen a aumentar el nerviosismo del personaje, aunque Lang no está demasiado atribulado en esta parte y le niega el énfasis necesario a estas situaciones (el policía que le para, el aparcacoches, el guarda de seguridad). Una vez consumado el delito, la tensión progresiva se hace más evidente, y el director austriaco se esmera, con la inestimable colaboración de un gran Edward G. Robinson, que transmite a la perfección la falsa calma del profesor al comprobar que su amigo el jefe de policía está haciendo demasiado bien su trabajo. La aparición del guardaespaldas del fallecido (Dan Duyrea, a lo suyo) implosiona en la narración en una afortunada escena en la habitación de Alice en la que Lang juega con la composición a través de los espejos, y saca a la luz a un Richard inopinadamente sereno y calculador, que asume el asesinato como solución sin ningún tipo de escrúpulo. Al final entenderemos el por qué de esta caracterización.

Y es que “La mujer del cuadro” tiene un final sorpresa que, hoy en día, supondría la lapidación del director, pero que en aquellos momentos debió de ser todo un golpe. Dejando de lado que, mirado fríamente, no hay por donde cogerlo (es imposible que el narrador omnisciente sea... eso... omnisciente), es una opción realmente interesante, puesto que nos lleva a la casilla de salida y nos hace reinterpretar el film y el desarrollo del personaje del profesor en clave freudiana. ¿Cómo era aquello que dijo Calderón de la Barca? Pues eso.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah, viles mortales enfangados en sus ensoñaciones vanas¡ ¿no sabeis que vivir en sueños os traerán crueles realidades?....Tal vez el sr. Rajoy y su niña Esperanza Nonata sepan mucho de ésto.
¡Que conste que no estoy hablando de política!....Este espacio es sólo única y exclusivamente cinematográfico.
Ayer, caldeaba la tarde viendo una vieja peli por la tele, "Cincinatti Kid" o "El Rey del Juego" (Como gusteis) y ésto viene al pelo porque junto al McQueen, protagoniza la peli ese tío maravilloso que era el G.Robinson. Este paso me lleva a la peli que comenta el Marcbranches y se completa el círculo.
Total, que a las once de la noche muchos se habían despertado como el viejo profesor ....y nada de nada.
Oido y marchando.
Un abrazote.

marcbranches dijo...

No, si es que todo está relacionado. Yo también vi por un momento asomar la cabeza por la tele a Steve McQueen, pero no pude quedarme verlo. Efectivamente, la vida es sueño, o el sueño es vida, que no sé si es lo mismo pero suena parecido. Anda que no me he despertado yo veces con esa misma sensación: nada de nada... Saludos.

Laura Hunt dijo...

Que bien, La Mujer del Cuadro, ¡con lo que a mi me gusta esa película! (lo creas o no, era una de mis películas favoritas cuando era pequeña, y es que a mi esto del cine negro me va desde mi más tierna infancia).

La escena final "sorpresa" ha sido siempre bastante polémica, y recuerdo haber leído que, a pesar de que en algún momento llegó a decirse que era un final feliz impuesto por la productora, no fue así ni mucho menos, ya que Fritz Lang tenía mucho interés en terminar la película de ese modo y se tomó muchas molestias para rodar esa escena final, haciendo un cambio de escenario mientras acercaba la cámara al Edward G. Robinson, para que al volver a alejarla se le viera en otro sitio.

Y, digo yo, ahora que ya has comentado Los Sobornados y La Mujer del Cuadro, a ver si te animas y sigues con Perversidad, que debe ser una de las películas más negras de la historia del cine negro, y además repite la mayoría del reparto de esta (Edward G. Robinson, Joan Bennet y Dan Duryea... menudo trío).


Un saludo!

marcbranches dijo...

¿Ya estamos, Laura, con los posts a la carta? Vale, vale, no te preocupes, que tarde o temprano caerá... desde luego, qué público este, siempre exigiendo más y más. Mi problema con el final de "La mujer del cuadro" no es argumental, sino de concepto, Y voy a spoilearlo, que estamos en los comments y hay más confi. Es imposible que el profesor pueda soñar toda la película, teniendo en cuenta que hay muchas situaciones en las que, no sólo él no está presente, sino que desconoce por completo. El ejemplo más escandaloso es al final, cuando se va a suicidar pensando que van a descubrirle, mientras la policía abate a tiros a Duyrea y le confirma como el asesino. Se utiliza un punto de vista de Edward G. Robinson omnisciente, cuando eso no es posible. Esta es mi opinión, aunque si alguien encuentra una explicación plausible se lo agradeceré. Fuera de esto, me parece de lo más interesante, al mostrarnos a un profesor frío y calculador, arrojado y conquistador, que incluso despierta sexualmente, que se supone que es la imagen de un yo aprisionado por la responsabilidad, la madurez y la imagen pública. Saludos.

Carles Rull dijo...

El Fritz Lang de la etapa americana es absolutamente imprescindible: 'Mientras Nueva York duerme', 'Más allá de la duda', 'Deseos humanos'...
Aún así, sigo guardando especialmente un gran recuerdo de 'Los sobornados' (¡como no!) y sobre todo de 'Perversidad' (el remake de la película francesa de Jean Renoir). Y es que eso de ver a Edward G. Robinson en delantal, y haciendo los menesteres de casa no tenia precio !!!

Anónimo dijo...

Pues puestos a hablar de SuperLang, sobre lo que se ha sospesado me gustaría decir algo al respecto.

Teniendo en cuenta que ya se ha desvelado el final entremos en el análisis. Sobre lo que comentas, Marcbranches, tengo que decir que si resulta que todo el film es un sueño el Sr. Lang tiene manga ancha para hacer lo que quiera, incluso mostrar al protagonista como omnisciente como hace, no creeis? Es una licencia que puede tomarse al fin y al cabo. Pero, aun así hace falta justificarlo, y a eso voy.

Si comentas que “Lang no está demasiado atribulado en esta parte y le niega el énfasis necesario a estas situaciones (el policía que le para, el aparcacoches, el guarda de seguridad)” ¿quizás no será que Lang no busca nada de lo que a primera vista parece “cine negro típico”? Creo que lo que nos puede hacer rondar la cabeza es que el film no se puede visionar a la ligera, y es aquí donde aparece el genio de Lang. Freud no es tan solo aquel tipo que habla sobre los sueños, sino sobre el subconsciente, sobre aquello que pensamos y que inconscientemente opera en nosotros; ahí está la idea de Lang. El film no trata de argumentar una película de “cine negro” sino de sospesar la voluntad y el inconsciente del ser humano, por eso, como dice Laura Hunt, Fritz ya tenía el final pensado. Al director no le importa negar el énfasis necesario a las situaciones más típicas del refreno de la intriga como comentas, sino en todo caso remarcar ese “error” como parte del juego del film. No se si me explico, porque es mal sitio para exponer mi visión, pero Fritz hace este film, como todos los demás suyos (USA) en base a esta premisa; Lang es el director de la volición humana. Si no vemos el film intentando entrar en la mirada del director acabaremos teniendo ese regusto final de fraude que visto a lo largo de los años podemos engañarnos juzgándole nostálgicamente.

Un apunte más que ayudará a aclarar el asunto. Fritz “se marcha a por cigarrillos (USA)” el mismo día que Goebbels le cita a su despacho para ofrecerle hacerse cargo del cine nazi. Y lo hace solo, sin familia, porque entiende, se da cuenta, de que su mujer también es nazi. Un desconsuelo, es verdad, cosa que marcará su carrera y su vida: la doble cara de la moneda, de ahí la visión de Freudiana.

Un saludo, Mlàvix.

marcbranches dijo...

Cineahora, te apunto entonces a la petición al disc-jockey que ha hecho Laura Hunt respecto a "Perversidad". ¿Edward G. Robinson en delantal? El espectáculo es VERME A MÍ en delantal...

Buenas, Mlávix. Muy interesante tu aportación, que desde luego viene de una comprensible admiración y conocimiento del director de origen austríaco. Debatamos, pues.

No soy ningún especialista en Lang (de hecho, no soy especialista en nadie: ni en mí mismo), tan sólo he visto algunas de sus películas. Me gusta mucho el cine negro, es, quizás, mi género clásico preferido, y Lang se destacó en los Yuesei en este género. Cierto es que no pudo llevar a cabo proyectos más personales, y que los estudios le obligaron a tomar este camino, pero yo no creo que Fritz Lang tratase de negar énfasis a esas situaciones para rebelarse ante los esquemas arquetípicos del cine negro; la prueba es que posteriormente los sigue con fidelidad. Lo que ocurre es que acaba saltando sobre la historia de suspense para concebir una alegoría sobre la represión de las fantasías propias, la traslación del superyo y este tipo de ítems freudianos. En el post he dejado claro, creo, que la idea de Lang es esta última, y de ahí el final, que yo también tengo claro que era el que quería el director; además, me parece una gran y sugestiva idea, que aumenta exponencialmente la carga de profundidad del filme. Sin embargo, sigo pensando que narrativamente es un error: ¿desde cuándo somos capaces de soñar situaciones en paralelo, en alguna de las cuales no somos protagonistas? ¿Cómo es posible que, en el mismo momento en el que sueña que han atrapado al guardaespaldas y la policía cree que este es el asesino, el profesor vaya a suicidarse porque cree que van a cogerle y no hay solución? Conste que estoy abierto a una explicación plausible que a mí, que soy un poco zote para estas cosas, se me haya pasado por alto...

Una puntualización al último dato: Fritz se exilia, en un primer momento, a Francia, donde incluso hace una película ("Liliom") antes de ser reclamado para la gran industria americana. Saludos, Mlávix, y un placer.

Anónimo dijo...

Buenas de nuevo, antes de nada me gustaría desvincularme de la culetilla de especialista en Lang; en ningún momento quiero que se desprenda de la lectura de tu comentario la visión de entendido sobre el director. Digamos que me considero un espectador que, por otra parte, disfruta leyendo este blog de título Bergmaniano por su interesante ojo crítico (difícil de encontrar en la red, por otra parte).

Dándote la réplica te diría que Lang no se rebela ante los esquemas arquetípicos del cine negro, eso no es lo que yo quería decir, y ni tan solo creo que se rebele; él monta las escenas como mejor le parecen para con su idea: radiografiar la mente del hombre. Para Fritz, como para todo director que se precie, no existen géneros ni clichés, somos nosotros que nos valemos de la facilidad de ellos para comentar los hechos y esto es peligroso cuando nos enfrentamos a pensar sobre alguien de la talla de Lang.

Al respecto de lo de antes sí que diré que he visto los films más conocidos del director (no todos), pero he de decir también que se me empiezan a emborronar con los años. Lo que sí recuerdo es la primera impresión de la película que nos ocupa y te diré que tuve que volverla a ver para interpretarla bien, donde interpretarla bien consiste en hacerse con el punto de vista del director. En un segundo visionado los agujeros que la primera vez parecían inconvenientes cobran sentido en el corpus onírico, y poco a poco te vas dando cuenta de que las libertades que se toma Lang no son para crear suspense.

Tampoco es un film sobre Freud, en todo caso se apoya en él pero lo hace teorizando e interpretándolo a su manera. Sí que es verdad que el rollo omnisciente y la visión en paralelo chirría un poco, estoy de acuerdo contigo, pero en todo caso chirriará en la medida en que quieras situar el film bajo un patrón de peli de suspense, y el problema es que no es el caso. Y creo que es, por otro lado, lo que a los estudios no le gustaba, que jugara en su línea y no se adaptara al panorama del espectador domesticado. Pero ese ya es el tema de siempre de los estudios de Hollywood.

Bueno, pues eso, que quería decir la mía, aunque desde la faena es un inconveniente y no siempre se encuentran las mejores palabras para enfilar el tono óptimo. Creo que Lang es de los mejores directores de largo, a la altura de sus contemporáneos: los clásicos. Quizás, puestos a pedir, valdría la pena hablar sobre películas de suspense para ver si lo que realmente se busca en ellas es el suspense, o este es algo secundario. De hecho, si lo pensamos, el suspense por el suspense es algo que aparece en el cine bastante tarde (quizás a los finales de los setenta y los ochenta…).

Cordialmente, Mlàvix.

PD: el peloteo del principio es en serio, no siempre escribo (me parece que esta es la tercera vez) pero si os leo. De hecho, aprovecho para sumarme a los forofos de “Un mundo perfecto” del otro día.

marcbranches dijo...

Te retiro la pegatina entonces, mlàvix, de especialista en Lang, y te dejo la de admirador. Qué menos después de la sesión de cepillo que, con excelente criterio, nos has dedicado. Llegarás lejos. En cuanto al tema que nos ocupa, creo que en el fondo estamos bastante de acuerdo en la óptica con la que percibimos el film: una reflexión humanista, de índole más o menos freudiana, bajo la capa estilística del género noir. Sólo discrepamos en la severidad con la que juzgamos el final, que es incoherente narrativamente hablando, sea bajo un propósito de suspense o no. ¿El suspense se comienza a dar en los setenta? No sé qué diría Hitchcock al respecto... Lo que sí es cierto es que desde hace un par de décadas se ha banalizado sobremanera. Te apunto a la claca pro-"Un mundo perfecto" y te animo a que sigas escribiendo, que siempre son estimulantes las participaciones activas y con sustancia, como es el caso. Saludos.

Anónimo dijo...

Gracias por el comentario, os sigo leyendo, y ánimo con el blog. Saludos.

PD: cuando quieras hablamos de Hitchcock, ¿el rey del suspense...?

marcbranches dijo...

Ups. El asunto Hitchcock mejor lo discutes con la Directrice, que es la especialista en el tema. Mi especialización va de Uwe Boll hacia abajo...

Raquel dijo...

Pues a mi me decepcionó bastante, y no por el final únicamente. Me parece muchísimo más contundente perversidad y su final. Eso sí que es miseria humana.

Saludos compis.

marcbranches dijo...

Hoy todo el mundo llevando la contraria. Si es que os encanta meter la pata... Yo creo que "decepción" es un término que no merece "La mujer del cuadro". Quizás es que no la viste con los ojos adecuados. No tengo lo suficientemente fresca "Perversidad" como para compararlas. A ver si un día de estos, o incluso de los otros. Saludos.

Laura Hunt dijo...

Nada, Marc, no te va a quedar otra que ver Perversidad próximamente, y comentarla aquí, claro.

Te veo un poco tiquismiquis con lo del final de La Mujer del Cuadro, aunque comprendo lo que dices. Es verdad que resulta, cuando menos, improbable que alguien sea capaz de soñar situaciones en paralelo, o secuencias en las que no aparece y que, se supone, desconoce... de hecho los sueños suelen ser inconexos, sin mucho sentido (al menos en mi caso, vamos), y desde luego, nunca tienen un guión tan bien escrito, pero oye: esto es cine, no es la realidad, y no creo que Lang estuviera tratando de resultar verosímil, así que se tomó todas las licencias que le parecieron necesarias para contar lo que realmente quería contar.

Supongo que dependerá de cada cual, pero en mi caso, no suele molestarme la falta de verosimilitud en una película, siempre que la película sea buena y la historia esté bien contada, y en este caso lo cumple con creces. Y ya que mencionáis a Hitchcock (en mi opinión, efectivamente, el rey del suspense), él tampoco le daba demasiada importancia a la verosimilitud, de hecho, en "El Cine Según Hitchcock" hay un momento en que le dice a Truffaut que la verosimilitud no le interesa en absoluto, y dice, literalmente: "seamos lógicos, si se quiere analizarlo todo y construirlo todo en términos de plausabilidad y verosimilitud, ningún guión de ficción resistiría este análisis, y solo se podría hacer una cosa: documentales".

Igual exageraba un poco tito Alfred, pero la verdad es que vengo a estar de acuerdo con él.

Chao!

marcbranches dijo...

¿Tiquismiquis yo? Amos-anda. Mi única queja, al respecto del final, es a nivel narrativo, de punto de vista. Fíjate, por ejemplo, en "El sexto sentido". La historia, en sí, tampoco es que sea muy realista ni verosímil; sin embargo, narrativamente se puede decir que es impecable. Toda la "trampa" está explicada desde el punto de vista de Bruce Willis, todo está cuidadosamente planificado para que compartamos su precepción y no nos demos cuenta de lo que realmente pasa. Mi "queja" es esa. Pero vamos, que no tengo intención de fusilar a Lang, podéis estar tranquilos... De todas maneras, creo que tito Alfred (y ahora es cuando me llevo el correspondiente capón de la Directrice), efectivamente, exageraba... Saludos.

 
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