102.
Esa es la cantidad exacta de veces que se dice la palabra “fuck” (incluyendo derivados) que, según un “sesudo” estudio (que debe de hacerse en el mismo laboratorio en el que se cuentan los “millones” de L-casei immunitas que se encuentran en un Actimel), se puede disfrutar en “El último boy scout”, quizás el gran referente del cine de acción de los 90, por encima de “Arma letal” o “La jungla de cristal”, filmes con más taquillaje pero, desde luego, menos desvergüenza. En su momento, el guión del cachondón y cotizadísimo Shane Black (que venía de escribir las dos primeras partes de “Arma letal”) se convirtió en el más caro de la historia. Posteriormente, aparte de acreditarse en los guiones de las otras dos secuelas, Black escribió cosas como “El último gran héroe” o “Memoria letal” (“The long kiss goodnight” en inglés...zdjrfydhzxs traductores... ¿dónde hay una policía o algo?), en las que dejó clara su tendencia al diálogo socarrón y macarrosexual, y al héroe pendenciero-pero-de-buen-corazón; en 2005 por fin se decidió a dirigir, y sorprendió al respetable con una excelente pieza de cine negro, “Kiss kiss bang bang” (niños, al videoclub a cogerla pero ya). Si combinamos a este guionista con un director del calibre de Tony Scott, con truños del calibre de “Top gun” y “Días de trueno” a sus espaldas, pero también la reivindicable “Revenge”, con su fascinación por el ralentí y las cortinas; y con el gran referente del cine de acción chulopo, tito Bruce, la única combinación posible era “El último boy scout”.
Que quede claro: “El último boy scout” no es una buena película. Por lo menos en el sentido fría y meramente artístico de la definición. El guión pisotea los lugares comunes del género (detective duro y bueno, colega-chistecitos, jefe cabreado), es previsible y fascistoide como ella sola, los personajes no se aguantan de pie (ojo a la inenarrable escena en la que Jim Dix lloriquea delante de la foto de Halle Berry...), los flashbacks son tan abundantes como innecesarios, y las escenas de reposo abrigan los tics habituales del peor Tony Scott, quien, sabe Dios por qué, no puede vivir sin una cama con cortina transparente, un plano angulado, un ralentí inoportuno y un ventilador colgante a velocidad media. Además de albergar una fetichista pasión por el color “azul difuminado”... Sin embargo, la película es endemoniadamente entretenida: apenas hay respiro para el espectador, las escenas de acción son desopilantemente inverosímiles (el partido inicial, con disparos y suicidios en pleno campo; el coche en la piscina; toda la escena final, con Damon Wayans a caballo y el bailecito de tito Bruce. Puro cine costumbrista), y es imposible no encariñarse de los malhablados y rudos personajes que pueblan la cinta. Joe Hallembeck, el protagonista, es un John McLane alcoholizado, un detective áspero como lija del quince, malcasado y con una hija casi tan malhablada como él, al que interpreta un Bruce Willis, digamos, ahorrativo en gestos y que se limita a mantener durante toda la cinta cara de estar oliendo una boñiga de vaca; su gran performance es la de “si me tocas, te mato”, ya en los anales de la historia del cine de arte y ensayo. Jim Dix (Damon Wayans) es la horma de su zapato, futbolista (americano, nada de porterías con redes) acabado y cocainómano en proceso de redención, que ya en la primera escena demuestra lo buena persona que es, rompiéndole la nariz a un compañero de un balonazo. Ambos forman una buddy-pareja en los límites de la convención del subgénero, exhalando celestiales niveles de química, que en yuxtaposición con el resto de personajes dejan varias líneas de diálogo para la historia:
-“¿A dónde vas?” –“Al baño, ¿quieres venir? El médico me ha dicho que no levante cosas pesadas.”
-“La dejas maquillarse tanto que parece una puta cebra” (Hallembeck hablando con embriagadora ternura de su hija).
-“Por una vez me gustaría oirte gritar” –“Pues ponme un rap”.
-“O te rindes, o le demuestro a tu hija lo hombre que soy”. La niña tiene trece años...
-“Que te follen”. Con esta conmovedora y romántica frase, al final del film, la mujer de Hallembeck (quien, como tiene un corazón de oro, le ha perdonado que se acostara con su mejor amigo) se lanza llorosa y emocionada a sus brazos. No es para menos.
Y dejo para el final, precisamente, la última sentencia justo antes de los créditos, que denota a las claras el carácter autoparódico del largometraje de Scott, y que define a la perfección la época fílmica en la que nos encontrábamos: “Esto son los 90, tío, tienes que decir algo chulo antes de matar a un tío”. Amén.
Esa es la cantidad exacta de veces que se dice la palabra “fuck” (incluyendo derivados) que, según un “sesudo” estudio (que debe de hacerse en el mismo laboratorio en el que se cuentan los “millones” de L-casei immunitas que se encuentran en un Actimel), se puede disfrutar en “El último boy scout”, quizás el gran referente del cine de acción de los 90, por encima de “Arma letal” o “La jungla de cristal”, filmes con más taquillaje pero, desde luego, menos desvergüenza. En su momento, el guión del cachondón y cotizadísimo Shane Black (que venía de escribir las dos primeras partes de “Arma letal”) se convirtió en el más caro de la historia. Posteriormente, aparte de acreditarse en los guiones de las otras dos secuelas, Black escribió cosas como “El último gran héroe” o “Memoria letal” (“The long kiss goodnight” en inglés...zdjrfydhzxs traductores... ¿dónde hay una policía o algo?), en las que dejó clara su tendencia al diálogo socarrón y macarrosexual, y al héroe pendenciero-pero-de-buen-corazón; en 2005 por fin se decidió a dirigir, y sorprendió al respetable con una excelente pieza de cine negro, “Kiss kiss bang bang” (niños, al videoclub a cogerla pero ya). Si combinamos a este guionista con un director del calibre de Tony Scott, con truños del calibre de “Top gun” y “Días de trueno” a sus espaldas, pero también la reivindicable “Revenge”, con su fascinación por el ralentí y las cortinas; y con el gran referente del cine de acción chulopo, tito Bruce, la única combinación posible era “El último boy scout”.
Que quede claro: “El último boy scout” no es una buena película. Por lo menos en el sentido fría y meramente artístico de la definición. El guión pisotea los lugares comunes del género (detective duro y bueno, colega-chistecitos, jefe cabreado), es previsible y fascistoide como ella sola, los personajes no se aguantan de pie (ojo a la inenarrable escena en la que Jim Dix lloriquea delante de la foto de Halle Berry...), los flashbacks son tan abundantes como innecesarios, y las escenas de reposo abrigan los tics habituales del peor Tony Scott, quien, sabe Dios por qué, no puede vivir sin una cama con cortina transparente, un plano angulado, un ralentí inoportuno y un ventilador colgante a velocidad media. Además de albergar una fetichista pasión por el color “azul difuminado”... Sin embargo, la película es endemoniadamente entretenida: apenas hay respiro para el espectador, las escenas de acción son desopilantemente inverosímiles (el partido inicial, con disparos y suicidios en pleno campo; el coche en la piscina; toda la escena final, con Damon Wayans a caballo y el bailecito de tito Bruce. Puro cine costumbrista), y es imposible no encariñarse de los malhablados y rudos personajes que pueblan la cinta. Joe Hallembeck, el protagonista, es un John McLane alcoholizado, un detective áspero como lija del quince, malcasado y con una hija casi tan malhablada como él, al que interpreta un Bruce Willis, digamos, ahorrativo en gestos y que se limita a mantener durante toda la cinta cara de estar oliendo una boñiga de vaca; su gran performance es la de “si me tocas, te mato”, ya en los anales de la historia del cine de arte y ensayo. Jim Dix (Damon Wayans) es la horma de su zapato, futbolista (americano, nada de porterías con redes) acabado y cocainómano en proceso de redención, que ya en la primera escena demuestra lo buena persona que es, rompiéndole la nariz a un compañero de un balonazo. Ambos forman una buddy-pareja en los límites de la convención del subgénero, exhalando celestiales niveles de química, que en yuxtaposición con el resto de personajes dejan varias líneas de diálogo para la historia:
-“¿A dónde vas?” –“Al baño, ¿quieres venir? El médico me ha dicho que no levante cosas pesadas.”
-“La dejas maquillarse tanto que parece una puta cebra” (Hallembeck hablando con embriagadora ternura de su hija).
-“Por una vez me gustaría oirte gritar” –“Pues ponme un rap”.
-“O te rindes, o le demuestro a tu hija lo hombre que soy”. La niña tiene trece años...
-“Que te follen”. Con esta conmovedora y romántica frase, al final del film, la mujer de Hallembeck (quien, como tiene un corazón de oro, le ha perdonado que se acostara con su mejor amigo) se lanza llorosa y emocionada a sus brazos. No es para menos.
Y dejo para el final, precisamente, la última sentencia justo antes de los créditos, que denota a las claras el carácter autoparódico del largometraje de Scott, y que define a la perfección la época fílmica en la que nos encontrábamos: “Esto son los 90, tío, tienes que decir algo chulo antes de matar a un tío”. Amén.
8 comentarios:
Muy interesante este posteo sobre un film que había olvidado.
Obviamente, como bien dices, no se trata de una buena película, pero lo cierto es que funciona bien, a pesar de sus evidentes baches. Resulta un producto comercial para lucimiento de Willis y compañía pero reconozco que me lo pasé como un indio, evidencia sus pretensiones desde el principio, y con esa premisa el resto es puro entrenimiento, abusando de tópicos pero con cierto gancho.
Buen post.
genial, mira q me traes bueno recuerdos, esas tramas impactantes, dignas de aquellos alocados años 90.
saludos y mi apoyo!
Si, muy de los 90...con esas frases tan, tan...románticas como dices...viva la literatura clásica!! viva la poesía! ajaj
Un beso desde Lápices.
Y otro beso para mi tocaya.
Alicia
Pd. Y mi voto por lo bien que lo haceis.
Desde luego, los diálogos de esta película no están basados en el pentámetro yámbico precisamente... Pero la chulería y el hecho de tomarse en serio a sí misma (sin excederse, claro: véanse los peligros de la autoparodia en "El último gran héroe") la hacen ganar muchos puntos.
Muchas gracias por la parte que me toca, Alicia. Lo que hacéis vosotras si que es admirable.
¿Qué tiene de malo El Último Gran Héroe? es como la versión burra de La Rosa Púrpura del Cairo. A mi siempre me ha hecho gracia, si te digo la verdad.
El Último Boy Scout, en concreto, no la he visto, pero si otras que comentas en el post, como la saga Arma Letal o la de Jungla de Cristal. Es verdad: ninguna se puede llamar obra maestra, ni nada que se le parezca remotamente, pero tampoco lo pretenden, y resultan entretenidas y divertidas.
En cuanto a Kiss, Kiss, Bang, Bang la alquilé hace unos meses y me lo pasé en grande viéndola... no se si es que tenía la tarde tonta o que, pero te juro que hacía tiempo que no me reía tanto viendo una película... aunque hay que reconocer que su sentido del humor es bastante bestia en algunos momentos, pero es divertidísima, y Robert Downey Jr. y Val Kilmer están muy bien.
"El último gran héroe" no tiene nada de malo, excepto que fue un fracaso en taquilla, puesto que la gente se esperaba otra cosa, y no a Chuachenager parodiando a Chuachenager. Tienes toda la razón, es la versión cafre de "La rosa púrpura del Cairo"... "Kiss kiss bang bang" es divertidísima, y Robert Downey jr. está genial... en cuanto a Val Kilmer... se está poniendo de un armario ropero...
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