
“ Un payaso con caramelos de colores a quien llaman el Hombre del saco se desliza en mi habitación cada noche, para echarme polvo de estrellas y susurrar: “Duérmete; todo está bien”.David Lynch es el Hombre del saco que se introduce en nuestros sueños, busca nuestros deseos y miedos mas escondidos y los lleva a la pantalla. Fascinado por el mundo onírico, como los surrealistas, la importancia que tienen los sueños en sus películas es enorme. Veámoslo.
Roy Orbison. In dreams.
Eraserhead, su primer largo, es muy parecido a una pesadilla. Su atmósfera inquietante hizo que pronto se convirtiera en una película culto de las de los circuitos de medianoche.
Su siguiente película, El hombre elefante, en apariencia fue muy distinta, aunque también en blanco y negro y dejando bien clara su amor por los “monstruos”.
Terciopelo azul muestra perfectamente ya en su comienzo el estilo de Lynch: colores vivos, gente guapa, música absorbente... pero en la parte de atrás de ese mundo está una oreja siendo devorada por los insectos. Toda esa apariencia hermosa y perfecta esconde todo tipo de perversiones. Un desquiciado y perverso Dennis Hooper escucha embobado como Dean Stockwell hace un memorable play-back de In dreams (ojo al dato).
Corazón salvaje fue un paso mas en ese aspecto, mostrando personajes cada vez mas extravagantes, en una peculiar versión de El mago de Oz (me parece que esto no es Kansas, Dorothy).
Dune es lo mas cercano a la ciencia ficción que ha rodado Lynch: gusanos gigantes, drogas, obesos flotantes...contó con un gran presupuesto, pero fue un fracaso, tal vez porque la gente se esperaba un nuevo Star wars.
Twin peaks fue uno de sus primeros trabajos para televisión y uno de sus mayores éxitos. El inolvidable teniente Cooper (Kyle MacLachlan, uno de sus actores fetiche) en una memorable escena, soñaba con una habitación roja en la que están el enano saltarín y Laura Palmer y le susurran al oído quien mató a Laura... pero no lo recuerda al despertar (mecachis, ¿qué habría dicho Freud al respecto?).
Llegó Carretera perdida, y las opiniones empezaron a dividirse ¿se le estaba yendo la olla a Lynch? Sus historias cada vez eran más incomprensibles y rebuscadas. Mullholland drive volvió a confirmar lo anterior, aunque gustó mas; en ella, en un inquietante teatro, se escucha una impresionante versión de Crying de Orbison (again, y no es de extrañar) que sirve para dividir a la película en dos: una habría sido un sueño y la otra realidad, ¿pero en realidad es tan simple?, y su último estreno Inland Empire parece que aún va más lejos en ese sentido. Pero para demostrar que era capaz de explicar a la manera tradicional, sencilla y emotiva, está Una historia verdadera. Yo creo que una cosa está clara: Lynch no es el tipo de director que se lo dé todo masticado al espectador ni tampoco le importa demasiado el guión. Lo que realmente le importan son las sensaciones que pueden provocar sus imágenes, el color, la música... Eso en otros tiempos se habría llamado artista.
Su uso de la música es magnífico, y para ello ha contado con la inapreciable ayuda de Angelo Badamalenti para crear atmósferas tan inquietantes como fascinantes, así como con su turbador uso de canciones conocidas, que en sus películas adquieren otra dimensión.
¿Te atreves a soñar despierto?